“… desprenderme de los arrebatos que son mi cárcel, del magma que brota de mi corazón las veinticuatro horas, volverme ondas intermitentes de energía, centelleos caprichosos del Más Allá… En fin, parar de pensar, eso sería la gloria”
El nervio óptico es un nervio sensitivo que conecta la información visual con nuestro cerebro. María Gainza se centra en una información visual concreta y sus creadores: la procedente de obras pictóricas. Y las conecta con el corazón a través de once ¿relatos? ¿cuentos? ¿ensayos? ¿capítulos? (¿y qué importa?).
Mezcla de géneros (relatos, ensayo, autoficción), Gainza hilvana un libro que, desde la originalidad, ha resultado ser una lectura deliciosa, amena y fresca. ¿No son acaso los cuadros una suerte de espejos a los que intentamos adecuarnos? Qué nos cuentan, qué nos dicen de nosotros o a nosotros. En estos relatos el arte y los artistas son cauterizadores que intentan quemar viejas heridas para que puedan generar nuevas y sanas células como posibilidad de salvación.
Cada relato funciona como una célula independiente pero a la vez conectada con el resto, cada uno es un acto de resistencia que delinea en su conjunto la intimidad de la autora, en una exploración de lo emocional que es universal y, por tanto, nos identifica y nos hace ser también, simultáneamente, parte de la obra, del artista y de quien observa.
La mirada sensible, estética y perspicaz de Gainza conecta la percepción con los miedos humanos, nunca el miedo es el mismo para quien lo siente y para quien lo observa. Ni siquiera aunque estemos en el mismo lado (el que observa o el que lo siente). Jamás percibiremos milimétricamente igual aunque miremos lo mismo ni necesariamente entenderemos lo que vemos ni veremos lo que entendemos.
Gainza pone palabras allí donde el arte te enmudece, desgranando su propia intimidad en cada pieza de arte o en cada artista como quien observa con minucia una parte de sí misma para comprender el conjunto completo.
Lo he leído no hace mucho, y tanto me ha gustado que se lo he regalado a una compañera de trabajo, artista plástica ella -a quien también le ha encantado-.
ResponderEliminarCoincido contigo: hay mucho de intento de redención humana en cada incursión artística. Gainza lo expone maravillosamente.
Me alegra que te haya gustado tanto como a mi. Como señalas, es fresco y delicioso.
Un abrazo, Ana.