“Has de estar preparado para cualquier eventualidad. Es algo imposible, lo sé. Pese a todo, inténtalo. Ese es el único consejo que puedo darte ahora. No conozco ningún otro”
Y por fin alcanzo la fase 1 de mi (meta)confinamiento personal: vuelvo a leer. Ese libro que me retiene una página y otra y ya no abandono hasta la última. ¿Por qué este libro y no otro? Porque él me eligió a mí cuando decidí dejar de ser yo la que eligiera, en un esfuerzo desafortunado por mantener unos parámetros de “normalidad” que ya no funcionaban. En la página 33 de Solaris encuentro la cita anterior y sé que ya no voy a parar de leer. Se rompen las barreras de lo previsible para dejar paso a lo improbable.
Porque de eso se trata: abandonar toda la lógica previa, todos los valores, certezas, creencias… que me sostenían. Dejar de atragantarme con un mundo que nunca he podido abarcar ni comprender. Dar rienda suelta a los misterios de lo inexplicable, los centelleos de la imperfección, la seguridad de lo inestable, la probabilidad de un vacío amable. La inextricable tarea del acto de comprender es de una magnitud tal que la única interpretación posible es que, para estar a la altura de las circunstancias, tienes que aceptar tu propia insignificancia y la futilidad de la humanidad.
Y, de alguna manera, eso me liberó: admitir no sólo la belleza sino también la fealdad, lo improbable e imposible, la menudencia, la lógica de la espera, la ilógica de las ilusiones, el espanto clandestino, reventar el quiste del miedo, adentrarse en lo inverosímil, perder el miedo a la verdad aunque no la comprenda, lo desconocido como un nuevo amanecer. Lo inconcebible es mi nueva forma de vivir.
Solaris tiene mucho que ver con esto, refleja nuestra incapacidad para interpretar el mundo con claves que no sean humanas y, a la vez, creernos los reyes del mambo, controladores y casi que creadores de nuestro planeta Tierra, del universo y del cosmos, pese a las limitaciones de la inteligencia humana. Y la casa sin barrer. Y luego pasa lo que pasa: que en vez de escoba, tenemos que tirar de lejía.
Lem conjuga de forma muy personal literatura, filosofía y ciencia gracias a una orfebrería narrativa llena de sátira e inteligencia, basada en el pesimismo pero también en la esperanza implícita tanto en la modestia como en la aceptación de la complejidad de la existencia.
“Yo había llegado hasta allí para encontrarme con el océano y con nadie más”
Una de mis novelas preferidas que ha trascendido el género de la ciencia-ficción por derecho propio. Lo cierto es que has clavado la esencia del libro en el penúltimo párrafo. De igual forma que existe el test Bechdel para descartar el sesgo heteropatriarcal en un producto artístico, debería crearse el test Lem para hacerlo con el antropocentrismo. Ahí dejo la propuesta.
ResponderEliminarMuy interesante lo que nos cuentas. Gracias por compartirlo. Un abrazo
ResponderEliminarEso es confinamientos propios que no has buscado pero que ahí están y que no hay desescalada para ellos porque no sabes como han venido y no sabes cómo deshacerte de ellos hasta que un día sucede algo fuera de ti que lo cambia todo: un libro. Me parece un resorte maravilloso para hacerte volver al mundo. Ya ves en mi caso ha sido la relectura o lectura de clásicos, cuando creía que ya no podía ni entender las letras del vacío que me provocaban las lecturas, llegó mi momento.
ResponderEliminarEs un libro que yo no supe entender, o tal vez no era el momento de leerlo cuando lo hice, pero a mí no logró sacarme de mi letargo.
Yo también creo que los libros te eligen a ti, es la mejor manera de disfrutarlos.
Besitos 💋💋💋
Como bióloga enamorada de todo lo relativo a la evolución y al origen de la vida (acabo de leer un libro sobre el tema de Juan Luis Arsuaga), creo que al mundo hay que dejarlo correr sin tratar de abarcarlo o comprenderlo. Soy de la opinión de que el azar ha jugado un papel crucial en toda la evolución y en la que lleva al ser humano también. Lo cual no le quita mérito sino que lo llena aún de más atractivo.
ResponderEliminarComprender la naturaleza humana (o intentarlo al menos) es algo que siempre nos atrae y que nos obliga a leer y leer y ver cine y buscar historias que nos allanen el camino, y nunca salimos de la mera intuición, nunca llegamos a entrar en el entendimiento.
Resumiendo, creo que no hay nada que entender, pero no puedo dejar de seguir intentándolo. Debe de ser la manzana de Eva.
Un beso.
Con la muerte de Aute (al que seguiré amando), me ha dado por oír de nuevo sus canciones Y hay una, "De paso", una de cuyas estrofas dice:
ResponderEliminarEn una noche infinita
Que va meciendo a este gran ataúd
Donde olvidamos que el día
Sólo es un punto
Un punto de luz.
Yo intento mantener la esperanza, aunque hay días y momentos de todo, pero sobre todo recordarme lo insignificantes y prescindibles que somos. Así que a disfrutar de todos los momentos, buenos y no tan buenos. Eso es la vida.
Abrazo fuerte!
Uno de mis eternos clásicos pendientes...
ResponderEliminarBesotes
Lo he leído hace poco y he visto la realización de Tarkovski: descomunales ambos.
ResponderEliminarDebiéramos dejar de creer en lo que creemos -empezando por nosotros mismos- para alcanzar un cierto atisbo de la realidad, inconmensurable e ininterpretable. Somos seres limitados que no podemos abandonar el centro de un universo irreal, cuando el real ni siquiera nos tiene en cuenta.
Otro abrazo.