Título original: The colour of milk
Traductor: Mariano
Peyrou Tubert
Páginas: 176
Publicación: 2012 (2013)
Editorial: Sexto Piso
ISBN: 9788415601340
Sinopsis: Mary, una niña de quince años
que vive con su familia en una granja de la Inglaterra rural de 1830, tiene el
pelo blanco y nació con un defecto físico en una pierna, pero logra escapar
momentáneamente de su condena familiar cuando es enviada a trabajar como criada
para cuidar a la mujer del vicario, que está enferma. Entonces, tiene la
oportunidad de aprender a leer y escribir, de dejar de ver «sólo un montón de
rayas negras» en los libros. Sin embargo, conforme deja el mundo de las
sombras, descubre que las luces pueden resultar incluso más cegadoras, por eso,
a Mary sólo le queda el poder de contar su historia para tratar de encontrar
sosiego en la palabra escrita. En esta historia el autor ha recreado con una
belleza trágica un microcosmos apabullante, poblado de personajes como el padre
de Mary, que maldice a la vida por no darle hijos varones; el abuelo, que se
finge enfermo para ver a su querida Mary una vez más; Edna, la criada del
vicario que guarda tres sudarios bajo la cama, uno para ella, y los otros para
un marido y un hijo que no tiene; todo ello, enmarcado por un entorno bucólico
que fluye al compás de las estaciones y las labores de la granja, que cobra
vida con una inocencia desgarradora gracias al empeño de Mary de dejar un
testimonio escrito del destino adquirido, al cual ya no tiene la posibilidad de
renunciar.
Imagen de portada: Ida reading a letter ((Vilhelm Hammershoi)
éste
es mi libro y estoy escribiéndolo
con mi propia mano.
…
quiero contarte lo que ha pasado pero
tengo que tener cuidado de no apresurarme como hacen las vaquillas en la
entrada, porque entonces iré
por delante de mí
misma y puedo tropezarme y caerme y de todas maneras tú querrás
que empiece por donde se debe de empezar.
y eso es por el principio.
¿Y cómo no vas a seguir leyendo? Qué regalo
para el lector cuando unas primeras líneas tienen ese algo que te hace removerte en el asiento desde el
principio. Es curioso, cuando me pasa esto, que unas primeras líneas me llegan de una manera que ni yo
misma entiendo, tengo que pararme y me digo Ana,
despacio. Y ese algo
inexplicable hace que vuelva a empezar, como para asegurarme de no sé qué. Y caigo en un bucle en los primeros
párrafos. Me pongo como nerviosa, intuyo la
promesa de algunas emociones, el corazón
se desplaza al estómago
y allí lo siento latir, la ilusión de leer empieza a galopar por mis venas. Sí, ya en las primeras páginas
se ha establecido el magnetismo, una atracción a la que no me resisto, no
necesito más preámbulos
que el despojarme de barreras y arrojarme, indefensa, a la lectura. Sin red.
Mary quiere contarme algo. A mí. A ti. En una época
en la que el analfabetismo era una lacra habitual Mary aprende a leer y
escribir y escribirá
para contarme algo. Y a ti. Lo hace raro, lo de escribir, sin mayúsculas iniciales. He intentado entender si
era necesario esto, una forma de decirnos: iba
para analfabeta, pero he aprendido a escribir, aunque lo haga mal. La
verdad es Nell Leyshon podría
haberse acogido a otro recurso, pero ha utilizado este, que si bien sólo se te hace extraño al principio, hasta que te acostumbras,
luego te das cuenta que era innecesario. Bueno, quizás una manera de poner un sello personal o una forma de decir que
no importa, que ni las mayúsculas ni las minúsculas importan. Y Mary no tiene tiempo para pensar en esas
zarandajas.
Me es difícil
comentar Del color de la leche, como me pasa siempre que una lectura me conmueve.
Hay muchas cosas que sólo puedo comentar con quien lo haya leído y este no es ese espacio...
Cuando comencé la lectura me lancé indefensa, abierta a la
experiencia emocional, al ir pasando páginas empiezo a darme cuenta de que tal
vez tendría que haberme protegido algo más. Pero no importa, es lo que busco en
una lectura: algo que me saque de la indiferencia, de la comodidad, de la
rutina, del aletargamiento. Me gusta
leer (y vivir, añado) sin red y sin miedo.
Mary, la protagonista de este libro, es todo un personaje. Se expresa de una forma peculiar, usa muchos
tacos, es directa, no se muerde la lengua. No parece propio de una chica de
quince años de 1830. Pero creo que esa fecha podría ser igualmente 1930,
incluso (al paso que vamos), 2030. Puede
estar pasando ahora mismo, mientras yo escribo esto, o tú lo lees.
Mary, Mary… su lengua
afilada, su fortaleza, su visión sencilla, lógica y aplastante, de la vida…
Un personaje alegre, pese a todo, esa es su fuerza.
a veces me tengo que recordar a mí misma
que estoy triste por algo, si no, me pongo contenta otra vez
No es una vida fácil la de nuestra Mary, trabajando (al igual
que sus hermanas) de sol a sol, parando sólo para dormir (que es cuando su
padre les permite descansar)
sólo porque así trabajamos mejor al día
siguiente y porque está oscuro y no se ve nada
Y el día que le quitan eso, lo echará de
menos.
Mary es analfabeta.
Pero aprenderá a leer y a escribir, por eso nos va a contar todo ella misma. Uno de los mejores momentos: la primera palabra que lee. Qué
recuerdos, que inmenso es saber leer, y escribir, y cómo olvidamos el día que
lo aprendimos. Esa primera palabra que aprendimos a leer, a escribir. Esas
palabras no deben olvidarse nunca. Ese
momento mágico.
Mary es vitalista,
enérgica, inquieta. Adorable y llena de sentido común, lo que le dota de
una sensatez que ya quisiéramos muchos. También es descarada, sí, porque es
noble y honesta y tiene la conciencia tranquila. Y solo por eso puede decir
todo lo que piensa, sin filtros. Y la llaman maleducada, qué cosas, cuando en
verdad no necesita el disfraz de la
hipocresía. Pero si no tiene nada que ocultar. No necesita ningún
camuflaje.
mi pierna es mi pierna y nunca he tenido otra
pierna. así he sido siempre y así he caminado siempre. madre dice que ya era
así cuando vine al mundo. era como una especie de desperdicio con el pelo como
la leche y nací después de lo que pensaban y por esa razón estaba cubierta de
pelo como si fuera un animal y tenía las uñas largas, y ella dice que eché un
vistazo a mi alrededor y abrí la boca y pegué un grito y algunos dicen que no
la he cerrado desde entonces.
Mary lo tiene claro: no va a cambiar nunca. Yo también lo tengo claro: por favor, Mary, no cambies nunca.
Nell Leyshon ha construido un
personaje y una voz narrativa tan tremendamente poderosa y seductora que no
eres capaz de dejar de leer. No quieres dejar de hacerlo. Y ¿sabéis? en
realidad sabes qué va a pasar. Es previsible.
Pero cuando llega, igualmente te golpea.
Y termino el libro, lo cierro, y no tengo ganas de que me hablen, no tengo ganas
de hablar ¿se puede parar el mundo un momento, por favor?. No enciendan las
luces. No me hagas abrir los ojos. No me hables. No quiero hablar. Quiero
llorar, sí, igual voy a llorar. Por Mary. Por todas las Mary del mundo. Incluso
voy a llorar por mi ¿por qué no? (si el miedo nos quita vida ¿por qué tenerle
miedo a llorar? –si yo quiero vivir-)
Y no, no es el final del
libro lo que me conmueve y emociona. Es más, igual hasta sobra en este
libro el final.
y fue entonces
no
antes, entonces
Y es ahora, no antes, ni después, cuando quiero que quede claro
que es una lectura recomendable. No
es novedosa la historia pero sí la forma de contarla. Y Mary. ¿Cómo os vais a perder a Mary?
me preocupo por muy pocas cosas si no
puedo hacer nada, entonces
no me preocupo. si puedo hacer algo, entonces lo
arreglo y ya no
tengo que seguir preocupándome más.