domingo, 6 de abril de 2014

Mirada azul





- ¡¡¡Mis ojos son veeeerdes!!! ¡Verdes!
- Lo sé, pero tu mirada es azul

¡Cuántas veces nos habíamos hecho esta broma! Hubo momentos en los que te juro que hasta llegué a pensar que mis ojos eran azules.

He pasado tantos años contigo… no recuerdo siquiera otra vida que no fuera junto a ti. Contigo asimilé que mi mirada era azul, aunque mis ojos fueran verdes. Contigo aprendí a amar el mar y sobre todo, aprendí a amarlos a ellos: los delfines. Esa fascinación tuya que tan sólo a ratos llegué a percibir y comprender en toda su intensidad. Esa fuerza con que tú los amabas, mar y delfines.

Cuando mirabas el mar, yo te miraba a ti. Yo sé que cuando te ahogabas sin el mar lo buscabas en mi mirada. Azul, azul el mar. Azules los delfines. Azul mi mirada de ojos verdes.

Miré el mar mientras te abrazaba. La enfermedad había sido más rápida contigo que con la mayoría de las personas. Aun desde tu extrema delgadez conservabas en tu mirada esa fuerte expresión, esa mirada de asombro y curiosidad, pero también de vida y decisión. Tu abrazo me llegaba débil, pero tu amor me acariciaba con una intensidad casi delirante.

El mar estaba tan inmóvil que no parecía natural. Pero el agua era azul, muy azul. Los delfines habían seguido nuestra embarcación y, cuando nos detuvimos, permanecieron con nosotros. No lo dudo ni un momento, sé que están aquí por ti, que los habrás convocado mientras mirabas mi mirada azul.

Es como tú quieres que sea. Estamos quienes te hemos querido y quienes tú has querido. Está el mar. Están los delfines. Todos están tan cohibidos que apenas nos miran. Mi mirada se concentra en la tuya, y tú buscas la mía en una intimidad que nos abarca a todos.

- Tu… mirada… es azul.
- Lo sé, te respondí
- Ahí… me quedaré siempre… en tu mirada… azul

No sé de qué color eran mis lágrimas. Nos habíamos preparado para este momento. Después de una larga travesía conseguimos desconvocar el dolor. Sé que la memoria no me hará preguntas.


Los delfines se acercaron tanto que temí por un momento que volcaran la embarcación. Era la señal. Había llegado el momento.



- ¿Lista?, te pregunté.
- Sí, me contestaste mientras tu mirada se tornó, también, azul.

No necesitábamos más palabras. Todo nos lo habíamos dicho ya. Tanto que al final prescindimos de ellas. Nuestros días se poblaron de los silencios más intensos, verdaderos, nítidos y entrañables que se podían crear y recrear entre dos personas. Sólo manos, miradas, abrazos y silencios. En el umbral, nos amamos hasta subir al cielo.

Deshice lentamente el abrazo, dejé escapar tu mano. No sé si llegaste a sumergirte en el agua. Juraría que los delfines te mecieron mientras te arrullaban cánticos tranquilizadores. Cerré los ojos mientras te atrapaba en mi mirada, ahí te retendría para siempre, en mi mirada azul.


A Ohne, que me dio la palabra y me da la mirada
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jueves, 3 de abril de 2014

Reseñas Express (5)




El hombre que plantaba árboles (Jean Giono)

Se trata de un pequeño texto que ahora se puede encontrar ilustrado gracias a la editorial Duomo. Y digo texto porque es tremendamente corto, 62 páginas en esta edición que os comento, que es ilustrada, así que ya imaginaréis que el texto es pues la mitad más o menos. El mérito está en contar con gran sensibilidad cómo un hombre decide dedicarse a una cosa: plantar árboles. Esa será su felicidad. Cada día plantar semillas. Algo aparentemente anodino e inútil, pero sólo aparentemente, porque no es necesario que os cuente la necesidad de reforestar montes y terrenos desérticos. Y esto es lo que nos cuenta Jean Giono, el encuentro del protagonista con Elzéard Bouffier, un personaje de ficción, pero necesario en la vida real. El texto se puede encontrar fácilmente por Internet. Y fácilmente es leído. Me gustó el personaje, Elzéard Bouffier, pero me supo a poco, muy a poco. Ahora si lo concibo como un cuento, un cuento para que los adultos compartamos con los niños, entonces ahí, sí.

El librero (Régis de Sá Moreira)


Este es un libro raro. Puede ser que yo sea rara. Deberíamos haber congeniado, que entre raros debería de haber afinidad, pero no. Tenía todos los ingredientes para que conectáramos. Un librero que abre los siete días a la semana porque le angustia que un cliente busque desesperadamente un libro y se encuentre la puerta cerrada. Un librero que no vende libros basura. Un librero que cuando en sus lecturas algo le recuerda a alguno de sus hermanos arranca la hoja y se la envía (aunque duele eso de arrancarle hojas a un libro ¿no es precioso saber qué libro y qué párrafo provoca que alguien se acuerde de ti, y que ese alguien te lo envíe?). Pues no hubo forma, el libro lo terminé, pero estuve a punto de abandonar la lectura varias veces. Está escrito de forma sencilla, casi diría infantil. Pero he tenido la sensación que era un microrrelato detrás de otro protagonizados todos ellos por el librero. Y no todos los microrrelatos me convencieron.

Maus. Relato de un superviviente (Art Spiegelman)

Esto ya son palabras mayores. Que yo le dedique un comentario breve no significa que no ocupe un lugar privilegiado de mi estantería, sección joya. De hecho es una obra maestra del género y la primera novela gráfica ganadora de un Pulitzer en 1992. Una autobiografía en la que el autor nos cuenta la experiencia de sus padres durante la II Guerra Mundial. No vamos a encontrarnos nada nuevo en el aspecto de las vivencias y sufrimiento de sus padres. Todos sabemos lo que ha sido el Holocausto y aquí está reflejado desde la experiencia directa de los padres de Spiegelman. Lo novedoso está, además de convertirlo en novela gráfica, en presentarnos a los personajes como animales. Literalmente, cada raza es un animal: ratones los judíos, gatos los alemanes, cerdos los polacos no judíos… etc. Una técnica tan alegórica como contundente. Otro aspecto llamativo y valioso es que asistimos al proceso creador de la propia novela, porque se alternan tanto los recuerdos del padre de Spiegelman con los momentos en que el autor se reúne con su padre para que le facilite la información de lo que será Maus, así como la relación entre ambos. Y esto último es lo que a mí especialmente me ha gustado: la relación de Spiegelman con su padre. No porque la relación fuera precisamente buena, sino porque es una radiografía muy atinada de la relación padres-hijos, con toda su complejidad, sus matices y su influencia. Con el matiz añadido de que sus padres han sobrevivido al Holocausto. Lo dicho, obra maestra. Recomendable.

Ver a una mujer (Annemarie Schwarzenbach)

Estamos ante otro texto corto, un manuscrito de 1929 recuperado del Archivo Suizo de Literatura en 2007 y que el sobrino nieto de Annemarie recompuso como pudo (las páginas del manuscrito no estaban numeradas). El valor de este libro es notable, escrito cuando la autora tenía 21 años, nos cuenta con una osadía impropia de aquella época, el encuentro entre dos mujeres. Un encuentro fortuito pero que genera en la protagonista la pasión de quien, con sólo una mirada, es capaz de activar toda la emoción de la exaltación desbocada e intensa del amor. No es un relato al uso, es una  mirada al interior de ese momento, el momento en que la protagonista acepta su destino y su pasión por otra mujer. Una lectura curiosa que me ha permitido acercarme a esta autora atípica (desconocida para mí) y buscar más obras suyas.

Aquí (Wislawa Szymborska)

Este libro no es una joya: es directamente la joya de la corona. Sí, poesía. Maravillosa, cercana. Se me caían lagrimones leyéndolo. No, no es poesía triste, al contrario, hay poemas muy divertidos e irónicos. Todos ellos lúcidos, soberbios y grandiosos. Si se me caían las lágrimas era de la emoción, de la belleza, de la conexión, de su sensibilidad (de la mía). Por eso, porque ha sido algo tan íntimo, es porque le dedico tan poco espacio aquí a este libro tan grande y a una inmensa Wislawa Szymboska, porque me lo quedo para mí, aunque comparta con vosotros la recomendación. De Wislawa lo leo todo, porque la quiero a ella ¿quién no va a querer a Wislawa después de leerla?.

Cuando me fui de vacaciones por Navidad, os dejé un poema de Wislawa Szymborska. El poema se llama Posibilidades y podéis verlo AQUÍEntre otros poemas, escribió este sobre la memoria (con 83 años)

MI DIFÍCIL VIDA CON LA MEMORIA

Soy mal público para mi memoria.
Quiere que continuamente escuche su voz,
y yo no dejo de moverme, carraspeo,
escucho y no escucho,
salgo, regreso y vuelvo a salir.

Quiere ocupar mi atención y mi tiempo por completo.
Cuando duermo le resulta fácil.
De día, depende, y eso le molesta un poco.

Me desliza insistente antiguas cartas, fotografías,
trata hechos importantes y sin importancia,
pone la mirada en paisajes inadvertidos,
los puebla con mis muertos.

En sus historias siempre soy joven.
Es agradable, sólo que para qué seguir insistiendo en eso.
Los espejos me dicen otra cosa.

Se enfurece cuando me encojo de hombros.
Y, vengativa, me echa en cara todos mis errores,
graves, luego fácilmente olvidados.
Me mira a los ojos, espera a ver qué digo.
Al final me consuela con que pudo ser peor.

Quiere que viva ya sola con ella y para ella.
De preferencia en una habitación oscura y cerrada,
y en mis planes hay siempre un sol presente,
nubes actuales, caminos en curso.

A veces estoy harta de su compañía.
Le propongo separarnos. Desde hoy y para siempre.
Entonces sonríe compasiva,
Pues sabe que para mí también sería una condena.