miércoles, 7 de octubre de 2015

Siete casas vacías (Samanta Schweblin)

Páginas: 128
Publicación: 2015
Editorial: Páginas de Espuma
ISBN: 9788483931851
Sinopsis: Las casas son siete, y están vacías. La narradora, según Rodrigo Fresán, es “una científica cuerda contemplando locos, o gente que está pensando seriamente en volverse loca. Y la cordura, como siempre, es superficial.” Samanta Schweblin nos arrastra hacia Siete casas vacías y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una “normalidad” enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan.
IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero
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Qué grata sorpresa. Que un libro te arrastre así, sorprendiéndote, haciéndote surcar entre líneas, por aquello que no está escrito, lo que no lees, más que por las palabras escritas y por lo que lees. Lo que se insinúa. Empapándote de lo que transpira en cada página.

Lo cotidiano podría ser sinónimo de tranquilidad, de confort, de seguridad. Pero atravesando lo rutinario, detrás de cada gesto y cada palabra aparentemente baladí, intranscendente, está la esencia que circula por nuestras venas. Los miedos. Podemos decir pérdidas, soledades, incomunicación, engaños, decepción, incomprensión, deseo… pero siempre es lo mismo: miedo.

Por eso estas siete casas están vacías, aunque estén ocupadas, aunque haya personas que las habiten. Porque el miedo lo vacía todo, a nosotros mismos en primer lugar.

No tenía muchas referencias de Siete casas vacías, ni de Samanta Schweblin, pero en cuanto vi las personas que formaban parte del jurado que le concedió a este libro el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero no lo dudé. Hay premios y premios, y hay jurados y jurados.

Por otro lado tampoco me preocupaba que fuera un libro de relatos o cuentos o textos breves o como sea que se quiera etiquetar. Sé bien que los buenos libros, las buenas lecturas, las buenas historias, se puede encontrar en cualquier género. Sé que sea en un libro kilométrico, en una sola frase, en un poema, en un texto corto, en una imagen… puedo encontrar algo que me agita, que me espejea, que me pregunta, que me responde, que me estremece, que me hace vibrar. Sé qué es lo que busco, reconozco todo lo que me zarandea y necesito, aunque no sepa dónde encontrarlo. Y cuando lo tengo delante sé que no renunciaré a ello. Jamás.

Aunque intuía que Siete casas vacías sería una buena lectura, sin embargo me ha dado mucho más. Ese tipo de lectura me atrae de la misma forma que las almas gemelas se embelesan entre sí, libros que seducen por lo que sugieren sin recurrir a lo explícito, al desmenuzamiento, a lo rocambolesco, al invento, a lo retorcido. Lo complejo atravesando lo simple, mostrando lo cotidiano de forma que desnuda todo lo que oculta. Esbozos que luego la mirada de quien lee tiene que perfilar, dar forma, completar.

Libros valientes que no buscan lo fácil, y lo fácil ahora está en los escaparates de muchas grandes librerías. Pero lo mismo que las librerías valientes, pequeñas, independientes, amantes de la buena literatura, están en una lucha constante por sobrevivir a la venta rápida, superficial y cómoda, los libros valientes también tienen su propia lucha por sobresalir en el maremágnum de libros que nos invaden. Libros y autores que buscan sus lectores, lectores que buscan sus libros, sus autores, en una marea de tamaño tsunami en la que no todo es lo que parece y no todo lo que parece es literatura. Pero cuando libro, autor y lector se encuentran, zas, hay una energía que es brutal e íntima. Qué bien.

Hay muchas cosas que me han seducido de esta lectura, además de esos miedos que palpitan invisibles en lo cotidiano. Están las fronteras. En este caso las fronteras entre lo que es "normal" y lo que no lo es, ese frágil contorno que separa lo aceptable de la locura, lo habitual de lo extraño, lo común de lo raro, lo  normal de lo excepcional, lo inocente de lo perverso... También que se apele a que hay una locura que no es insana, que a veces lo insano es lo “cuerdo” y lo más real está al otro lado de los límites que no atravesamos. Y todo esto contado, transmitido, de una forma sutil, sencilla, creando la atmósfera necesaria para ver más allá, para intuir, para sentir lo que late en lo que no ves.

Siempre me rindo ante los libros que no me dejan indiferente. Y tengo que contarlo. Y es que, lo sé, este no es desde hace tiempo sólo un espacio en el que cuento lo que leo, sino que ya es un cuarto propio en el que me cuento a través de lo que leo, e incluso de lo que no leo.

Así me doy cuenta de qué es lo que quiero. Quiero que revuelva. Quiero que mueva nuestras cosas, quiero que mire, aparte y desarme. Que saque todo afuera de las cajas, que pise, que cambie de lugar, que se tire al suelo y también que llore.
©AnaBlasfuemia

viernes, 2 de octubre de 2015

Un buen hijo (Pascal Bruckner)

Título original: Un bon fils
Traductor: Lluís María Todó
Páginas: 224
Publicación: 2014 (2015)
Editorial: Impedimenta
ISBN: 9788415979593
Sinopsis: Un buen hijo es la historia de un amor imposible, el intento de Pascal Bruckner de ajustar cuentas con su propio padre, un fascista autoritario que es a la vez un hombre culto y de firmes convicciones. Semejante conflicto filial da paso a una maravillosa novela de formación, personal e intelectual, de quien es uno de los escritores más sólidos y controvertidos del panorama actual de las letras francesas. El hijo adulto se enfrenta en primera persona y sin ningún tipo de máscara narrativa a un personaje por el que siente, a un tiempo, rechazo y compasión, en un relato que nace del odio pero que va adquiriendo un inesperado y reconfortante tinte de ternura y que finaliza con un sorprendente giro que nos lleva a pensar que no es posible juzgar de manera absoluta los comportamientos ajenos.
Le suplico que provoque la muerte de mi padre, si es posible en accidente de coche. Un freno que falla en una cuesta, una placa de hielo, un árbol, lo que Le parezca mejor. “Dios mío, os dejo la elección del accidente, pero haced que mi padre se mate.”

Desear la muerte de alguien de tu misma sangre marca mucho a quien lo desea. Me consta. Qué es lo que te hace ansiar la muerte de un familiar, padre, madre, hermano, hermana, hijo, hija… es ya una historia de cada cual, una maquinaria diabólica que en algún momento se pone en marcha y que condicionará, para siempre, tu existencia. Una jugarreta endemoniada de la vida.

No todo lo que se desea se cumple. En realidad casi nada. Así que Pascal Bruckner tendrá que atarse los machos y aprender a convivir con su deseo no cumplido y, por tanto, con su padre. Y su padre tiene una serie de atributos difíciles de digerir: antisemita, maltratador, nazi, dictador, racista… Una joya. La única forma de convivir con alguien así es ser igual que él, un ser nauseabundo y despreciable. Pero Pascal Bruckner no lo es. Como todos, tiene sus propias miserias [más que Un buen hijo, quizás el libro tendría que haberse titulado El mal padre que me tocó en (mala) suerte] pero entre ellas no está el mirar a otro lado: se revolverá y rebelará contra su propio padre y lo que representa.
Los padres violentos tienen una ventaja: no te atontan con su dulzura y sus arrumacos, no juegan a ser hermanos mayores o amigos tuyos. Te despiertan como si fueran una descarga eléctrica, te convierten en un eterno luchador o un eterno oprimido. El mío me comunicó su rabia: le estoy muy agradecido. El odio que me inculcó también me salvó. Lo volví contra él como un bumerán.

Hay una terrible violencia que traspasa la lectura: la que provoca “observar” la brutalidad existente en el espacio íntimo que es una familia. Una ventana a la que asomarse provoca un sonrojo terrorífico. Pero es una ventana que Bruckner ha querido abrir y mostrar. Por otro lado, es una radiografía clarividente y cruel del comportamiento de un maltratador y cómo lo viven sus víctimas.

En el caso de la madre, me impacta reconocer una vez más el mismo recurso: mirar a otro lado, callar. Como si así todo desapareciera. La incomunicación instalada como una cicatriz imborrable. Lo que no se habla no existe. La sumisión.

Tu padre es tan fuerte, tiene tanta energía…
No, mamá, es tu debilidad lo que lo hace fuerte.

En esta aterradora historia de miserias humanas se pone sobre el tapete lo más mezquino de las personas, del maltrato y sus secuelas. Y las contradicciones con las que vivimos, fruto de la debilidad. Hay que ser muy, pero muy fuerte, para asumir esas contradicciones y no dejar que nos empequeñezcan.

Juraba vengarme. Pero también quería agradarle, ganarme su aprecio, asombrarlo.

Y no se puede ignorar el daño que hizo, que hace, la religión católica en esa situación dócil ante el maltratador. El juego cruel del sentimiento de culpa, una losa con la que el catolicismo contaminó y maniató a los creyentes, dejando sin argumentos a las personas sobre las que el miedo provoca un efecto paralizante.
El auténtico secreto de familia no es el que se calla, sino el que todo el mundo conoce. Está sobreexpuesto y, por lo tanto, resulta imperceptible.

Esta frase es tremenda, porque refleja una realidad aplicable a muchas situaciones. Los secretos pasan más desapercibidos cuanto más a la vista están. ¿Por qué? Por la habilidad humana de mirar a otro lado ante aquello que nos incomoda o inquieta o es incompatible con nuestro confort emocional. No miro. No existe.

Los libros me han salvado. De la desesperación, de la estupidez, de la cobardía, del tedio.

Bruckner es escritor. Escribir, leer, le salva. Por si alguien dudaba que los libros sanan. No me cabe duda de que este libro es imprescindible para Bruckner, como forma de repararse a sí mismo y reestablecer la relación con su padre, y también para todos aquellos lectores a los que no les guste retorcer el cuello como un avestruz. 

La segunda parte del libro da un giro, se aleja más del impacto emocional y se aproxima a la reflexión, quizás un reflejo de la búsqueda del propio Pascal Bruckner por entender. Hasta en determinados momentos la imagen del padre parece dulcificarse, suavizarse. Para ello Bruckner busca en el contexto, en el entorno social, político y cultural francés. Una mirada crítica a su propio país, que es a la vez una mirada crítica a su padre. Las contradicciones que encuentra a su alrededor no dejan de ser un reflejo de las propias contradicciones que siente Bruckner por su padre hacia el final de su vida, un padre hacia el que no puede evitar sentir cierto afecto, un afecto distante y frío, pero afecto. Es un libro duro, pero también equilibrado, sincero y generoso.

La impactante e increíble revelación final no deja de ser una muestra más de que el destino es un jugador tan inteligente como complejo y feroz.

Llega un momento en que las relaciones con una persona son tan enrevesadas que ya no puedes distinguir entre el amor y el deber.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Tworki. El manicomio (Marek Bienczyk)

Título original: Tworki
Traductora: Maila Lema Quintana
Páginas: 224
Publicación: 1999 (2010)
Editorial: Acantilado
ISBN: 9788492649396
Sinopsis: Sí, la historia es real, muy real. Hubo una guerra, Polonia fue ocupada por las tropas alemanas en septiembre de 1939 y los nazis tomaron el poder durante seis años, hasta el invierno de 1945; también, durante la ocupación, hubo trabajo, amores, tráfico, redadas y trenes que llevaban a los polacos a trabajar como esclavos al Reich. … También existió el hospital de Tworki, que aún hoy sigue abierto, y aún hoy decimos “éste está para Tworki”… Sí, la historia es real, demasiado real. También existió un cielo azul, otras veces lluvioso, como existió la carta de S.; una carta escrita a lápiz… A veces me preguntan si toda esta historia fue real. Sí, respondo, la historia es real, hubo una guerra, millones de personas perecieron, otras sobrevivieron.

Una carta puede precipitar un alma al abismo de la desesperación o encenderla con la llama clara y cálida de la felicidad, y puede sanar al corazón con el mejor de los remedios, la esperanza.

Hay libros que, inevitablemente, pasan a formar parte de tu propia biografía. Que al recordarlos evocas el cuándo, el cómo (te sentías), aquello por lo que pasabas y vivías. Este libro tendrá ese vínculo conmigo. Un vaso comunicante con mi momento. No tanto por lo que cuenta, sino por el momento en el que lo leí y porque después hubo un abismo de esos que padecemos los lectores de cuando en cuando: coger un libro y volver a dejarlo en la estantería. Crisis lectora. En mi caso vinculada a una crisis personal, existencial. Pero eso no importa aquí, que vengo a hablar del libro, y además sé que si vuelvo a escribir de libros, volveré a leer.

Tworki es un libro difícil, muy difícil, de comentar. Es un libro absolutamente diferente y original. Muchas veces hablo aquí de literatura, para diferenciar los libros que lo son de los que no lo son (literatura). La literatura es arte (y el arte es alma) y no todos los libros lo son. Desde luego no soy nadie para juzgar qué libro es literatura, cuál es basura, cuál es entretenimiento, cuál es mágico, cuál es puro marketing. Pero sí puedo opinar, ser consciente de qué libros están en un lado u otro de una balanza imaginaria y abstracta con varios platillos en los que voy colocando mis lecturas.

Este libro estaría en la balanza de libros que sorprenden por el cómo están escritos. No me ha agitado como persona, pero sí entusiasmado como lectora que aprecia lo que un escritor es capaz de hacer y construir con las palabras, y como alguien que admira la belleza en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Muchas veces se recurre a la expresión “prosa poética” para hablar de textos llenos de lirismo pero en los que no se recurre a los aspectos más formales de la poesía. Curiosamente en Tworki sí encontramos a veces esos elementos formales, especialmente la rima, porque además así se expresan algunos de los personajes. Jamás me he encontrado con un libro en el que la expresión “prosa poética” fuera tan tan tan certera.

Lo he leído despacio, muy despacio. En muchas ocasiones en voz alta. Porque así pide ser leído. Degustándolo, yendo hacia delante y hacia atrás, paladeándolo, saboreándolo. Contemplándolo como si fuera un cuadro de Dalí, Klimt, Van Gogh… como si fuera arte. Deteniéndose en cada detalle, cada párrafo, cada frase, viendo cómo las palabras se juntan, se disuelven, se combinan, encajan, se arriman unas a otras de formas inverosímiles y el resultado es… belleza.
¿No te has planteado nunca qué poco sitio hay para la bondad en este mundo? Qué fenómeno tan raro entre la gente es la persona. Una persona que tenga alma. Y el alma es cabeza y corazón. Sobre todo corazón. El corazón.

No he hablado de qué va el libro. Sonia, una joven judía que trabaja en Tworki, un manicomio, se entrega a la policía alemana durante la Segunda Guerra Mundial, dejando una carta de despedida que es con la que se inicia el libro y que es una carta que existió en realidad, como es real la existencia del manicomio Tworki. Como fue real la guerra y que dentro de ella hubo espacios en los que había treguas, islas ajenas a la crueldad del exterior. Y de eso habla Tworki, de esos paraísos creados gracias a la magia y el amor de las personas, aunque sin permanecer ajenos a la realidad que les rodeaba. Cielos dentro de infiernos. Porque la realidad, como las muñecas matriovska, no es una, contiene muchas realidades dentro de ella, aparentemente separadas unas de otras pero inevitablemente engarzadas.

Sí, hay libros que están vivos, respiran. Y si te los pones cerca del oído sientes su respiración, y las palabras que contienen resultan peligrosamente contagiosas.
Un día se pondrá delante de ti… en el tranvía, en una tienda, en una avenida… y ya está. Sabrás que esa persona es la tuya. Y es entonces cuando te nace un corazón para la vida y para la muerte. Será entonces cuando todo cobre sentido. Habrás logrado tu objetivo: vivir para alguien, vivir para una persona. Una persona puede dar más que todas juntas.

No es un libro fácil, cierto. No gustará a muchos lectores a los que sólo les atraiga la historia que contiene el libro. Porque el cómo se cuenta la historia se devora a la historia en sí, y si no eres consciente de ello y lo aceptas y disfrutas de ese juego de palabras, de esa forma de construir con las palabras, entonces lo abandonarás a las pocas páginas.

No haría justicia si no me arrodillara ante Maila Lema Quintana, traductora del libro y cuyo trabajo debió arrancarle muchas gotas de sudor. Magnífica traducción de un libro que posiblemente no sea fácil de leer ni en su idioma original. Gracias, Maila.

Porque la memoria es necesaria, cada 1 de agosto Varsovia se detiene durante un minuto conmemorando el Levantamiento de Varsovia, en el que fallecieron 200.000 polacos. Lo hacen así:


Sabes, es que me gustaría hablar contigo de todo, pero de todo, contarte tantas cosas.

martes, 22 de septiembre de 2015

Reseñas Express (9)

Aunque últimamente (y lo que te rondaré morena), este blog parece más el de Lo que vivo/siento, lo cuento, no se me olvida que se conoce por Lo que leo, lo cuento. Vuelvo (aunque no pongo la mano en el fuego). Allá vamos.
Nadie se salva solo (Margaret Mazzantini)

Título original: Nessuno si salva da solo
Traductor: Carlos Gumpert
Páginas: 224
Publicación: 2011 (2012)
Editorial: Alfaguara
ISBN: 9788420412689
Sinopsis: Delia y Gaetano eran pareja. Ya no lo son, y han de aprender a asumirlo. Desean vivir tranquilos pero, al mismo tiempo, les inquieta y seduce lo desconocido. ¿En qué se equivocaron? No lo saben. La pasión del comienzo y la rabia del final están todavía demasiado cercanas. En una época en la que parece que ya está todo dicho, sus palabras y silencios dejan al desnudo sus soledades, sus urgencias, sus recuerdos, y provocan brillos imprevistos al poner en escena, una noche de verano, el viaje del amor al desamor.

Un día alguien muy (pero muy) especial para mí me dijo: "Nadie puede salvar a nadie". Me quedé muy pensativa y algo triste. Al día siguiente fui a la biblioteca. Y el primer libro que encontré fue este, Nadie se salva solo. Creo en destinos y señales, otra cosa es que las interprete correctamente… Me llevo el libro a casa.

Pronto me doy cuenta que no es buena opción. Avanzo por las páginas y me parece todo muy manido, muy trillado, poco original. Debo estar cascarrabias, irritable, suspicaz, vulnerable… leo y me molesta lo que leo, hasta me parece una lectura juvenil, ingenua, poco profunda, no hay detalles que digas ¡eso es! Las culpas que se arrojan de un lado a otro me resultan cargantes, poco sorprendentes y muy estereotipadas. Aunque me gusta lo que intenta contar, no me convence el cómo, no me sorprende, no me emociona.

Avanzo rápido buscando pistas, preguntas o respuestas y no las encuentro. Está claro que no están aquí. Tan claro como que nadie se salvará si no quiere. Y si quiere, necesitará en quien apoyarse. Tal vez fuera verdad que nadie puede salvar a nadie. ¿Por qué se ha cruzado en mi camino este libro? No lo sé. Para cabrearme. No me ha conmovido, tal vez no pueda conmoverme más de lo que ya estoy con mi propia vida. Qué rabia. Mala elección. Al final el tiempo y Anaïs Nin me dan la respuesta (una vez más): “A las personas no hay que salvarlas, hay que amarlas” Y yo siempre comulgo con lo que diga Nin. Amén (con acento). Amen (sin acento).
Flores de febrero (Fan Wu)

Título original: February flowers
Traductora: Ana Guelbenzu
Páginas: 206
Publicación: 2006 (2008)
Editorial: Nabla
ISBN: 9788493592677
Sinopsis: Flores de febrero es una novela ubicada en la China moderna de finales del siglo XX, en pleno proceso de occidentalización y abandono de sus tradiciones. Cuenta la historia de dos mujeres jóvenes Ming, de diecisiete años, y Yan, de veinticuatro, que tienen muy poco en común; tan sólo el hecho de estudiar en la misma Facultad. Ming, idealista y preocupada, vive en un mundo de libros, música e imaginación. Yan, en cambio, es sexy, cínica y salvaje, sin sentido del hogar y de la familia. Aun así, al conocerse, pronto se hacen buenas amigas. Su amistad es breve, casi fortuita pero intensa, y cambia para siempre el mundo de Ming.

Y bueno… es fácil de leer. Una novela más que describe el paso de una mujer de la adolescencia a la madurez. Nada nuevo: una amistad, unas dudas. El trasfondo de la China de los años 90, mujeres un tanto cándidas y desinformadas en cuestiones sexuales. Un exceso de inocencia. Una historia de amistad y sentimientos. Tintes autobiográficos evidentes, pero lo que cuenta es tan universal que hasta podría haberse extraído de mi propia biografía. O de la tuya. Es una lectura agradable, que deja buen sabor de boca, interesantes datos sobre la cultura china de los años noventa, pero no es un libro que vaya a formar parte de mis lecturas imprescindibles. Más o menos agradable mientras lo lees pero no perdura en el recuerdo y el poso que deja es frágil.
La chica del tren (Paula Hawkins)

Título original: The Girl on the Train
Traductor: Aleix Montoto
Páginas: 496
Publicación: 2014 (2015)
Editorial: Planeta
ISBN: 9788408141471
Sinopsis: Rachel toma siempre el tren de las 8.04 h. Cada mañana lo mismo: el mismo paisaje, las mismas casas… y la misma parada en la señal roja. Son solo unos segundos, pero le permiten observar a una pareja desayunando tranquilamente en su terraza. Siente que los conoce y se inventa unos nombres para ellos: Jess y Jason. Su vida es perfecta, no como la suya. Pero un día ve algo. Sucede muy deprisa, pero es suficiente. ¿Y si Jess y Jason no son tan felices como ella cree? ¿Y si nada es lo que parece?

El libro me tocó en un sorteo de la editorial. Me apetecía, hasta necesitaba, una lectura de evasión, ligera, rápida. Más allá de los exagerados comentarios de la contraportada, que no sólo ignoro sino que me irritan, había visto algún comentario alentador sobre este libro, así que me puse con él. Y debe ser que no he sabido leerlo o que tal vez he leído otro libro, porque para mí (al contrario que para la mayoría de la gente) ha sido una lectura que va de más a menos. A mitad de lectura ya tengo la sensación de que el chicle se está estirando innecesariamente y algo más allá de esa mitad ya se perfila tan evidente lo que va a suceder que todavía estoy pensando porqué tantas páginas finales para explicar lo que es innecesario explicar. Rescato el personaje de Rachel, que sostiene durante la primera mitad el interés, un personaje muy interesante. En definitiva, me ha entretenido, me han sobrado páginas. Del montón. Sobrevaloradísimo y prescindible. Típico libro para consumir en verano con mucho bombo y marketing detrás.

Pornografía (Manuel Arranz)

Páginas: 48
Publicación: 2013
Editorial: Periférica
ISBN: 9788492865772
Sinopsis: Una primera novela que se lee en un instante casi, pero que encierra todo el mundo: un hombre de 60 años se enamora, y vive su intensa pasión con la sabiduría que conceden los años. Un texto de una sutileza portentosa, bellísimo. «Quien ama es implacable, no deja pasar ni una.»

Pues la sutileza es tan portentosa que yo no la he captado. Más que Pornografía el título del libro debería de ser Prono-grafía: grafía escrita boca abajo, y yo debí leerla al revés porque sólo he visto citas, aforismos, referencias, más citas y citas de otros autores, obviedades... No sería mi día. Rescato, por salvar algo del naufragio, el poco tiempo que lleva leerlo y una frase:
No estamos hechos para vivir en sociedad. Nadie es como nosotros. Estamos siempre solos.

La sonrisa de la Gioconda (Aldous Huxley)

Título original: The Gioconda Smile: A Story
Traductor: Enrique de Hériz
Páginas: 104
Publicación: 1938 (2014)
Editorial: Navona
ISBN: 9788492840816
Sinopsis: Si no fuera porque Mr. Hutton ha de soportar la carga de una esposa enferma y quejicosa, su vida sería extraordinariamente placentera. Vive en una casa confortable, con una gran biblioteca familiar; ama la lectura, le gusta frecuentar la compañía de mujeres, goza de un refinado paladar y no tiene problemas económicos. Su vecina, Janet Spence, se compadece de Mrs. Hutton y la visita con frecuencia para ofrecerle compañía y cuidados. Cuando un luctuoso suceso convulsiona la vida cotidiana de los protagonistas de esta historia, afloran a la superficie unos comportamientos no convencionales que ponen de manifiesto sentimientos poderosos con una gran capacidad destructora.

Sólo había leído la novela distópica Un mundo feliz de Huxley y al ver este libro, una novela corta, me dejé tentar. Y ha sido una agradable sorpresa, sobre todo porque me ha impresionado lo que me ha recordado a ¡Stefan Zweig! Un protagonista cruel y ególatra, Mr. Hutton, que se acaba autodestruyendo por su propia debilidad. Una historia previsible pero que Huxley narra y describe con un estilo destacable. Una afilada sátira de la que  no tengo mucho más que decir.

La poesía que he ido compaginando con estas lecturas: Poemas de amor de Anne Sexton (desgarradora, bella, valiente, fascinante), Antología poética de Jaime Sabines (pocos poetas me atraviesan y arañan el alma como lo hace Sabines), Los versos del capitán de Pablo Neruda (Neruda, siempre Neruda. Imprescindible Neruda), Volver antes que ir de Flavia Company (elegante Company, memoria, viajes, emigración e identidad) y Vuelo ciego de Idea Vilariño (fervorosa, obsesiva, inquietante. Me sacude). Ellos sí son ineludibles (y otros muchos, menos mal).

¿O no es una maravilla este poema de Sabines?

Te quiero como para invitarte
a pisar hojas secas una de estas tardes

Te quiero como para salir a caminar,
hablar del amor,
mientras pateamos piedritas.

Te quiero como para volvernos chinos de risa,
ebrios de nada y pasear sin prisa las calles

Te quiero como para ir contigo a los lugares
que más frecuento y contarte que es ahí
donde me siento a pensar en tí.

Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche.

Te quiero como para no dejarte ir jamás.

Te quiero como se quiere a ciertos amores,
a la antigua, con el alma y sin mirar atrás.

¿Pisamos hojas y pateamos piedritas?




domingo, 30 de agosto de 2015

Gracias por tanto


Tan rápido. ¿Cómo interpretar las señales? No las supe ver.

No lo esperaba. No lo merecías. 


La alegría se ha ido tras de ti. Tu alegría… tu amor… Me sostenías. Tu despeinada torpeza, tu hambre selectiva, tu mirada llena, tus juegos improvisados, tu barriga ancha, tu alma inmensa, tus mimos por la espalda, tu lealtad absoluta, la paz con la que me llenabas… Me protegías y no, no lo supe ver, no sabía de qué, de quién...

¿Y ahora? ¿ahora qué? ¿dónde? ¿quién? ¿cómo? ¿por qué?

No tengo palabras, se me han extraviado, borrado, perdido, tal vez me las han robado o las he olvidado. Las busco en los rincones en los que te escondías para que no te viéramos ir, y que ahora va recorriendo Truca (el ancla que me queda), respirando tu olor, buscándote a ti. Ambas te buscamos como pajarillos asilvestrados que no saben si van o vienen o tienen algún lugar en el que posarse.



Cada día sin ti duele.

Los días pasan y las ausencias crecen y se clavan hasta que el alma sangra, mordiscos de silencios. Es el mismo bolero de antes y de siempre. Dentro de mí busco un mundo que siga su curso hacia la vida. La falta de ti es como un eco, tal vez un mañana despertándose al alba.

Y yo, que no entiendo ni de cielos ni de infiernos, mucho menos de paraísos, quiero pensar que hay algún lugar en el que estás y que allí hay unos dedos que acarician tu barriga y que me sacas la lengua y te burlas de mí, mientras abres los ojos, los redondeas y alguien te peina.



Que se abran las puertas de luz. Candela va.

Blas fue mía. Y Candela también. Os volveré a ver.

Gracias por tanto.

@AnaBlasfuemia

martes, 14 de julio de 2015

Los lazos (Florence Noiville)

Título original: L'attachement
Traductora: Alicia Martorell
Páginas: 152
Publicación: 2012 (2015)
Editorial: Alianza
ISBN: 9788420698960
Sinopsis: Anna descubre una larga carta escrita por su madre, Marie, una escritora de éxito, tras haber fallecido. Iba dirigida al que fue su primer gran amor, H., su profesor de literatura cuando ella tenía diecisiete años. Un hombre, casado y con dos hijos, al que nada le unía: ni la edad, ni la clase social, ni su aspecto desaliñado... Pero al que amaba y admiraba profundamente al haberle él abierto los ojos al mundo, al arte, a la literatura... ¿Llegó a enviar aquella carta? ¿La recibió H.? Según la va leyendo, Anna quiere saber más de ese hombre. Pregunta a su familia y a los compañeros de su madre, tratando de entender aquella relación; de conocer mejor a su madre, desaparecida cuando Anna tenía catorce años en un accidente de tráfico, y al mismo tiempo a sí misma. A través de esta carta, madre e hija establecen un diálogo tan íntimo como imprevisto.


¿Cuántos soy? ¿Tú también sientes lo mismo? Esta disgregación. Todos estos fragmentos de mi yo en migajas que se espían sin comprenderse. El que habla y el que escribe, el que ama y el que razona, el enardecido y el que duda. En mi interior hay alguien que actúa y alguien que se contempla mientras actúa. El segundo dice al primero. “¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué lo has hecho?"

Así empieza el libro, con preguntas, con esas desuniones internas, una cosa y la contraria coexistiendo, de nuevo las inevitables contradicciones. ¿Por qué tiene que ser una lucha? Intentamos fusionar todas nuestras partes, nuestros fragmentos, nuestras aristas. Unificarnos. E intentamos razonar. Pensar. Ser coherentes. ¿Somos más coherentes si aglutinamos todas nuestras luces y sombras en un único prisma que no descomponga las luces y sombras en un arrebolado arco iris? Elijo la ilógica coherencia de la diversidad, de la diferencia, de variedad, e incluso de las contradicciones… La alocada coherencia de ser una misma.

¿Qué ocurre en nuestro interior cuando creamos lazos con un ser al que nunca hubiéramos debido acercarnos?

Anna intenta responder a esa pregunta a través de la carta de su madre, Marie, que a su vez intenta desglosar qué ocurre, qué ha ocurrido en su interior al enlazarse con alguien a quien nunca debiera de haberse acercado. El problema es que, quizás, la pregunta esté mal planteada y por eso ya se responda a sí misma cuando añade lo de “nunca hubiéramos debido acercarnos”.

Un homenaje a Nabokov y su Lolita. Más que un homenaje, una réplica. Digamos que intenta mostrarnos la mirada de Lolita. Lolita mirando a Humbert Humbert. Y Marie será nuestra Lolita, que con 17 años se enamora (y es correspondida) de un hombre del que le separan 32 años. Porque claro, parece que 32 años de diferencia separan, no unen. Pero los lazos que ensamblan alma con alma son… irracionales. Ante algo así, mejor sentir y no pensar.

Y es que a veces hay que arriesgar. ¿Por qué es un riesgo? Por los clichés. Que hay relaciones que parecen imposibles. Hace no mucho veíamos la relación entre una mujer y un oso, y parece que la relación entre dos personas que se llevan 32 años de diferencia es igual de antinatural. O al menos poco entendible. Todo el mundo tendrá algo que decir de esa relación, que nadie parece comprender salvo las dos personas que la viven. Intentar encontrar una lógica al amor sí que es antinatural, va contra la propia esencia del amor.

No será una atracción física lo que sienta Marie por H., el magnetismo nacerá de algo mucho más poderoso: la mente y el alma de H., un hombre inteligente y sensible. La inteligencia, la música, la literatura, los sentidos, sus esencias… eso les entrelazará. Y esos lazos son indestructibles. Perdurarán más allá de la relación.

Pero ya ha ocurrido lo esencial. Me has dicho “Te amo” con el lenguaje del Siglo de Oro. Y en nuestro pequeño teatro sentimental, esto será para siempre la “escena primitiva”. La Impronta.

¿Y qué pasó?

Pensaba que éramos dueños de las historias que contamos

Debiéramos de serlo. Dueños de nuestras propias historias. Pero no vivimos solos, nos rodea una sociedad que, con más o menos sutileza, va apropiándose de historias que no le corresponde. Si eres fuerte, serás libre, serás quien escriba tu propia historia. Ser libre te deja sola. Pero si no lo eres, no podrás con el lastre de aquello que te rodea.

Esto es lo que te sugiero: nada de docilidad, nada de modestia. Olvida a la jovencita bien educada. Sé inmoral, presuntuosa, arrogante, desagradable. Atrévete a la falta de respeto absoluta. Tienes que ser como eres: delicada, narcisista, hipersensible, egocéntrica, fantasiosa, provocadora. No temas salirte del buen camino. Elige la vida. La vida viva.

Si queréis saber qué eligió Marie tendréis que leer este libro, delicado y tierno, del que saldréis con muchas preguntas y reflexiones, las que la propia Marie plantea y las que surjan de vosotros/as.

(©AnaBlasfuemia)

jueves, 9 de julio de 2015

Éramos unos niños (Patti Smith)

Título original: Just kids
Traductora: Rosa Pilar Pérez Pérez
Páginas: 304
Publicación: 2010
Editorial: Lumen
ISBN: 9788426414052
Sinopsis: Corría el mes de julio de 1967 y eran unos niños, pero a partir de entonces Patti Smith y Robert Mapplethorpe sellaron una amistad que solo acabaría con la muerte del gran fotógrafo, en 1989. De eso habla este espléndido libro de memorias, de la vida en común de estos artistas, los dos entusiastas y apasionados, que cruzaron a grandes pasos la periferia de Nueva York para llegar hasta el centro neurálgico del nuevo arte. Fue así que acabaron instalándose en el hotel Chelsea y se convirtieron en los protagonistas de un mundo hoy ya perdido donde reinaban Allen Ginsberg, Andy Warhol y sus chicos, y se creaban las grandes bandas de música que marcaron los años finales del siglo XX, mientras el sida hacía estragos.

Amo el rock and roll y adoro a Patti Smith, entre otros muchos cantantes y grupos de los 60’,70’ y 80’. Que este libro cayera en mis manos era inevitable. Lo hice esperar como un postre deseado por el que renuncias a los platos anteriores para hacerle un hueco y luego saborearlo despacito, sin masticar, dejando que se deshaga en el paladar.

Hay libros que te devuelven “cosas” (y las mejores cosas de la vida no son cosas), no sólo recuerdos, sino tramos de tu propia esencia, algo que te pertenece y que el tiempo va difuminando, como poniendo una niebla alrededor de aquello que es, en el fondo, tu sustento personal, la piedra angular de quien eres. Y eso es lo que me ha devuelto este libro, un latido, un impulso, un ritmo que hacía tiempo no circulaba por mis venas.

Éramos unos niños es la biografía de Patti Smith, desde que conoce a Robert Mapplethorpe hasta que este fallece de SIDA. Mapplethorpe revolucionó el mundo de la fotografía con sus fotos en blanco y negro, cargadas de erotismo y sexualidad. Tachado de pornográfico y obsceno por quienes tienen la mirada sólo en blanco y negro, Robert minimizaba las fotografías hasta conseguir una estética en la que se reflejaba su compleja personalidad. Mapplethorpe era homosexual y las relaciones entre hombres (y las flores) eran una parte esencial de su obra. Hoy en día muchas de sus fotografías siguen siendo censuradas en exposiciones.

Patti Smith es una persona muy culta, una enorme lectora y conocedora del arte en todas sus expresiones, aparecen constantes referencias a escritores, poetas, pintores, músicos, actores… Impresiona su mirada, subjetiva, pero tremendamente inteligente y profunda.

Patti, nadie ve como nosotros.

La amistad y el amor inquebrantables entre Patti y Robert es la base de este libro autobiográfico. ¿He dicho amor? ¿pero no era homosexual Robert? Sí, lo era… ¿y?... Hay tantos tipos de amorCuando dos almas se reconocen como una sola no habrá nada (¡nada!) que les impida estar juntas. Y nada impidió que Patti y Robert se fueran fieles el uno al otro, ni siquiera que ambos tuvieran distintas parejas, que Patti se casara, tuviera hijos… Y aun así no sólo se fueron fieles entre ellos, lo fueron también con sus parejas. Si os cuesta entenderlo, tendréis que leer el libro.

Más allá de la relación entre Patti y Robert, está la época y el lugar en que vivieron. Una época irrepetible en la que confluyeron artistas cargados de creatividad, explorando posibilidades artísticas, concibiendo una cultura vanguardista, CREANDO… Una psicodélica Nueva York, con el mítico Hotel Chelsea, en la que se producía un estallido cultural que sería único. La cantidad de artistas que desfilan por este libro te pone los pelos de punta: Warhol, Hendrix, Janis Joplin, Dali, Allen Ginsberg, Burroughs, Pollock, Kris Kristofferson, Lennon, Yoko Ono, Bob Dylan, Susan Sontag, Morrison, Sam Shepard, Tennessee Williams…

Una lista innumerable de artistas cruzándose unos con otros, una Nueva York más viva de lo que ha estado nunca. Y la droga. Y el sexo. Y el SIDA iniciando una carrera imparable. Una Nueva York salvaje, sin domesticar. La Nueva York de los 70’ es un collage impresionante en el que se entremezcla música, arte, drogas, Vietnam, hippies, movimientos sociales, los Kennedy, Martin Luther King… Una época rebelde y libre que marcaría un antes y un después.

Y en medio, Patti y Robert, con sus luchas, su tremendo talento, sus fantasmas, sus demonios, su creatividad buscando el medio en el que expresarse. Porque ninguno de los dos empezó con aquello por lo que luego serían reconocidos: fotografía y música. Robert exploró muchas expresiones artísticas antes de llegar a la fotografía. Y Patti pintaba, escribía poemas… hasta que consiguió fusionar poesía y rock and roll.

Este fascinante libro no sólo es una autobiografía, es también un libro de viajes, un recorrido por el imprescindible Nueva York setentero a través de la mano de Patti Smith, contado desde dentro, entrelazados Patti y Robert. Un Nueva York que ya no existe. De forma exquisita Patti hace de guía para contar la historia de una ciudad y lo hace tanto con sus ojos como con los de Robert, porque ambos tenían la misma mirada, lo que convirtió su relación en una simbiosis de almas absolutamente indestructible. Hay un enorme derroche de amor en este libro: el amor entre Patti y Robert, el amor a Nueva York, el amor al ARTE (con mayúsculas), a la creatividad, a la vida…

¿Adónde conduce todo? ¿En qué nos convertiremos? Aquellas eran nuestras preguntas de juventud, y el tiempo nos reveló las respuestas.

Conduce al otro. No convertimos en nosotros.
Eran unos niños. Hay que serlo siempre.