Publicación: 2017
Editorial: Fundación Banco Santander
Sinopsis: Estamos ante un libro revelador como pocos, trenzado de cartas que rebosan hondura y verdad por sus cuatro costados, y que nos llevan como el viento a las hojas de la vida a la muerte, de la duda a la certeza, de la alegría a la tristeza, y de la literatura a la vida. "Verdaderamente la quiero y me quedo asombrada de ello. Su divina humildad diciendo (¡usted que es en estos momentos la primera escritora española!) que aprendió a escribir de mí... me conmueve hasta los huesos." Elena Fortún da comienzo así en 1947 a este epistolario con la joven escritora Carmen Laforet, reciente ganadora del Premio Nadal, que muestra su admiración amorosa y devota a la creadora de Celia que tanto le había inspirado.
Querida Carmen Laforet: Verdaderamente la quiero y me quedo asombrada de ello.
Previamente:
* Había leído Nada y La insolación de Carmen Laforet
* Había leído alguna de las aventuras de Celia, personaje creado por Elena Fortún.
* Me gustaba Celia, que cuestionaba a los adultos. Pero fui más de Enid Blyton. Y muy de Pippi Calzaslargas.
* Carmen Laforet escribió tan joven la inmensa Nada que siempre he tenido la sensación de que tenía una obra más extensa de la que realmente tiene.
* Elena Fortún era una desconocida para mí, más allá de saber que era la autora de los libros de Celia.
* Aunque conocía algo sobre la vida de la misteriosa Laforet, también era bastante desconocida para mí.
Creo que nosotras las mujeres escribimos mejor lo que es un poco autobiográfico. (De Elena Fortún a Carmen Laforet)
Con estos mimbres y con mi necesidad de recuperar la fe en las personas y en las relaciones humanas (las especiales, las intensas, las que se salen de lo establecido, la conmoción de dos almas al impactar entre sí), me dispuse a leer este libro que recoge el intercambio epistolar entre estas dos grandes escritoras, a las que les separaba 35 años de edad pero les unía una admiración mutua. De corazón y alma recoge las cartas que se intercambiaron desde 1947 hasta el año en el que falleció Fortún, en 1952.
No me encontré con esa relación colosal y titánica en la que cada vez me cuesta más creer, pero sí una relación de respeto y admiración, de apoyo mutuo.
La edad no importa nada. Si te pones buena pronto y podemos estar juntas tú verás qué poco importa que tengamos algunos años de diferencia, si vamos a compás en lo que importa… En el interés de las cosas y de las ideas y de los sentimientos. (De Carmen Laforet a Elena Fortún)
Me ha desconcertado muchísimo esta lectura. La causa ha sido Carmen Laforet y algunas cosas que no he comprendido bien. He tenido en cuenta la enorme juventud de Laforet. Que ya había escrito Nada, había sido premiada y seguramente empezaba a sufrir las consecuencias de ello. Que en el período que escribió estas cartas estaba en plena crisis mística. La época que le tocó vivir. Las contradicciones con las que tenía que vivir, en esa época, con su intensidad, con las normas, escritas y no escritas, que constreñían a la mujer a ser esposa y madre. Mujeres en la mazmorra de la sociedad franquista.
Primero hay que vivir y luego añorar lo vivido. (De Elena Fortún a Carmen Laforet)
Aunque en aquella época no existía el vocabulario feminista que manejamos hoy en día (deconstruir, androcentrismo, empoderar, heteronormatividad, micromachismo…) es cierto que en sus cartas transmiten esa sensación de que, sólo por el hecho de ser mujer, el esfuerzo ha de ser superior. No porque buscaran reconocimiento. Si algo compartían ambas, Carmen y Elena, era una humildad formidable. No era reconocimiento lo que querían, sino la oportunidad de hacer aquello que deseaban. Y no solo de escribir estoy hablando. Hablo de deseos.
… me libera de otras muchas cosas. Me sirve de huida de mis malos fondos revueltos…, y ya está; por eso escribo, aunque me angustie escribir también. (De Carmen Laforet a Elena Fortún)
Carmen Laforet ha supuesto un problema para mí en esta lectura. No la he entendido. Y eso me ha dolido. Quizás por su juventud, pero creo que sobre todo por esa vena mística que le latía en ese período de su vida. Quizás por algo más personal: yo misma. Para mí leer, como vivir y como todo en esta vida, es algo personal. Depende de cómo me siento en ese momento, de lo que estoy viviendo, de lo que me duele o me inocula felicidad, de mis creencias, de mis valores, de mis luchas, de mis pasiones, de mis deseos, mis frustraciones, mis ilusiones…
Admiro que con apenas 23 años Laforet escribiera Nada. Un libro universal y atemporal que da muchas claves sobre la complejidad de la propia Laforet (y esa complejidad siempre la convirtió en alguien muy atractivo para mí). Intento situar todas sus inquietudes en la época en la que vivió. Pero lo que sé y lo que leo en esta correspondencia con Elena Fortún, me desconcertó.
Sabes que a veces creemos desear una cosa, y la deseamos en realidad con una de esas capas superpuestas de nuestro yo, pero con otra quisiéramos seguir quietas en la cama dejándose ir la vida suavemente sin complicaciones… (De Elena Fortún a Carmen Laforet)
Sin embargo, la figura de Fortún ha crecido enormemente después de leer De corazón y alma. Sabia, lúcida, inteligente, fuerte en los momentos terribles que estaba viviendo, mientras un cáncer de pulmón la devoraba. Una Elena Fortún preparada para irse de la vida y que lo único que deseaba era dejar de padecer dolor. Y, aun así, terriblemente generosa con las mujeres que la rodeaban. Generosa, cariñosa, protectora, consciente de la necesidad de ser piña, ser grupo y visibilizarse. Ya era tarde para ella, pero quizás no lo sea para Laforet, y eso es lo que intenta transmitirle.
Te quiero mucho más de lo que tú supones, querida mía. Toda la vida, aun cuando ni soñaba en conocerte, me has hecho mucha falta. (De Carmen Laforet a Elena Fortún)
Las muestras de cariño, y sobre todo de admiración, salpican constantemente las cartas que se enviaban la una a la otra. Especialmente por parte de Laforet, que no deja de repetir una y otra vez lo mucho que quiere a Fortún. Por eso no alcanzo a entender que se vieran tan pocas veces, que Carmen no acudiera a ver a Elena cuando estaba internada en un sanatorio e inmovilizada por la enfermedad que finalmente acabaría con su vida. Que Laforet era madre joven de varios hijos, lo sé, que reclama un espacio, un cuarto propio para escribir y ser, que menciona constantemente las apreturas económicas (pero sin embargo tiene varias sirvientes en casa). Vale. Pues yo, tozuda, no lo entiendo.
Cosas mías. Pero sin duda salgo de esta lectura conociendo más, pero todavía poco, y a la vez sabiendo que nunca se comprende lo suficiente.
Despertarse cada día en un nuevo lugar, no saber lo que hay detrás de cada casa, o de cada cuesta de la carretera, me parece la más perfecta manera de vivir. (De Elena Fortún a Carmen Laforet)