“Mucha gente se piensa que muestra su profundidad al expresar sus opiniones, pero las opiniones son ramas muertas flotando en el agua podrida de la época”
He sonreído mucho y muy fuerte al leer este fragmento, con esa sonrisa que sólo se entiende si sabes qué es lo que la provoca. Sin abandonar esa sonrisa, alguien diría cínica e irónica (y no se equivocaría), vengo a dejar mi sensación de esta lectura. Porque sigue siendo sensación y no reseña, sólo un apunte para mí, una muesca de mi vida, una señal para cuando en el futuro mire atrás y vea qué escribí sobre una lectura… recuerde. Recuerde mi vida pasada, qué hacía, cómo sentía, qué pasaba, qué me preocupaba, cuán cerca o lejos estaba de mí misma, del camino, si estaba en algún camino.
Siempre necesito recordar eso, que estoy aquí de forma egoísta para dejar un registro de mí y que tengo que aceptar mi propia hipocresía: bien podría limitarme a escribir sólo en este blog, dejando en silencio mis lecturas… y sin embargo sigo en Instagram y Facebook Reclamando atención. Hasta que llegue el día en que la única atención que realmente necesite sea la que una misma sea capaz de darse. Y más vale que ese día llegue pronto que tarde.
Y si has llegado hasta aquí, ya voy con el libro de Bobin. Ya sabemos qué nos ofrece este autor: un espacio íntimo y cercano envuelto en una escritura tan sencilla en la forma como llena de lirismo, que nos recuerda constantemente lo que hay de extraordinario e inesperado en lo común y cotidiano. Bobin busca aire desde su cuna sabiendo que la belleza es paciente y deseando ser enterrado en un copo de nieve. En medio, la vida.
Necesito de autores así: que me aten al aquí y ahora, a la belleza de lo sencillo y el respeto a la naturaleza, el agradecimiento a la vida, la capacidad de perdonar, la amabilidad por encima de la rabia. Autores que son refugio y que no ocultan ni maquillan el dolor ni la soledad, que no se someten a lo que se espera de ellos ni a ser rebaño, que saben que la vida es muchas cosas, pero que una de ellas es la búsqueda constante.
Bobin quizás peque ligeramente de moralista y roce algún que otro bucle, pero se lo perdono porque me recuerda que he de contemplar lo simple. Y no juzgar.
“Sueño con una bondad que sea tan apremiante como el mal”