jueves, 15 de junio de 2023

Memorias de una joven informal (Bianca Lamblin)


"Me imaginaba que nunca era frágil (y estaba equivocada), ni compleja (volvía a equivocarme). Era 'una fuerza que avanza' en línea recta, sin flaquear, sacrificándolo todo a su ambición de notoriedad y tal vez de gloria"

Casi todas mis lecturas tienen una historia detrás relacionada con el motivo por el cual he elegido ese libro y no otro. Este en concreto también tiene su historia detrás, pero estoy por aquí todavía de forma precaria, tal vez de paso, y en formato breve, así que esta historia me la quedo para mí.

Tenía algún conocimiento de los hechos narrados en “Memorias de una joven informal”. Si has leído a Simone de Beauvoir y tienes información sobre su vida (algo inevitable aunque no te lo propongas) sabrás que ¡oh, cielos! Beauvoir era humana, contradictoria, polémica, con una fuerte personalidad. También que su relación con Sartre fue (cuanto menos) peculiar, confusa a ratos, muy extravagante y, sin duda, muy intelectual.

No pensaba de antemano que mi visión de Beauvoir se fuera a tambalear al leer a Bianca Lamblin. No me equivoqué: nada me va a hacer dudar de la conmoción al leer por primera vez a Beauvoir, con todo lo que eso supuso para mí, ni tampoco resta un ápice el valor que Beauvoir tuvo y tiene para el feminismo, su legado fundacional.

A ratos, leyendo a Lamblin, tenía la sensación de estar asistiendo a un salseo de esos que transcurren en Twitter, tan encarnizados, tan llenos de rabia y rencor, tan innecesarios y faltos de coherencia. Otras veces me parecía estar ante un culebrón de telenovela turca, con toda la élite cultureta e intelectual del momento ahí, mostrando su lado más propio de un Sálvame que de “Les Temps Modernes”.

En definitiva, una lectura prescindible (para mí, siempre para mí). Me quedo (de largo) con la historia que hay detrás de esta lectura, aquella que me llevo a la biblioteca (está descatalogado) y a, con el libro a medio leer, mandar un WhatsApp para certificar que no me hace falta releer a Beauvoir para hacer contrapeso a esta lectura. Lo cual no quiere decir que Beauvoir no sea (siempre) de obligada relectura (al igual que Virginia Woolf), especialmente en estos tiempos de retroceso que vivimos.

¿He dicho que iba a ser breve? Disculpa, tú que has venido a parar a este blog, mis contradicciones.

©AnaBlasfuemia


miércoles, 14 de junio de 2023

El asesino tímido (Clara Usón)

 


"El perdón es un acto de generosidad del ofendido que en nada redime al ofensor" (Clara Usón)

Pues hasta ahora esta cita es lo más destacable del libro (que, por otro lado, tampoco es que sea una idea original. Para comprender qué es el perdón mis referencias son Hannah Arendt y Chantal Maillard). 

Por lo demás, me está recordando muy mucho a cierto libro de Rosa Montero ("La ridícula idea de no volver a verte") en cuanto a estructura narrativa (juego de espejos con Marie Curie en el caso de Rosa Montero y con Ludwig Wittgenstein -también con Sandra Mozarovski, pero menos, y todavía menos con Camus y Pavese- en el caso de Clara Usón)

En mi lectura del libro de Rosa Montero el resultado fue 1-0 a favor de Marie Curie. Mismo resultado para Wittgenstein respecto a Usón. Por cierto, menuda familia más estrambótica y especial la familia Wittgenstein. Que eso es lo que me llevo de este libro: un afán por conocer más de Ludwig y de su increíble familia.

Me ha faltado frescura, menos engañifa. La idea es buena, aunque no original, pero durante la lectura la sensación de impostura no me permitía avanzar con fluidez, me chirriaban cosas que sentía estaban forzadas, como si Usón las hubiera incrustado un poco con calzador. Como un patchwork bien intencionado pero mal rematado, con piezas que no encajan pero que se ven forzadas a convivir por imposición de las manos que las han tejido.

Es lo que hay. 

martes, 3 de agosto de 2021

Truca

 

Has sido mi equilibrio, mi sostén, mi refugio, mi mar, mi cielo y mi tierra, mi faro, mi calma, mi cordura. Has sido mi pértiga, haciendo de contrapeso y a la vez siendo el punto de apoyo necesario para el impulso y saltar, una vez más, por encima de todas las barreras (reales o ficticias). El apoyo que sostiene, cobija, empuja, acoge y propulsa.

Cómo decir que cuando ya no quería vivir, viví para cuidarte. Que cuando tu corazón se quiso parar, tú dijiste: “no, ahora no, tengo algo que hacer”. Y tu corazón hizo lo impensable: siguió latiendo durante más de cuatro años. Y viviste para cuidarme a mí y nos cuidamos las dos, pero la vida siempre estuvo de tu lado, era tu mensaje para mí, tu enseñanza: vive, Ana, vive. Y nos vivimos ambas mientras yo aprendía de ti, de tu generosidad, de tu bondad, de tu paciencia, de tu amor calmo y sereno. Vivir sin rencor, sin culpas, sin dolor, vivir cada segundo con el corazón lleno de agradecimiento por, simplemente, respirar.

Cómo decir que hasta el último suspiro me has estado dando una lección de vida: para aprender a morir hay que saber vivir. Y cuando eso se aprende, cuando se aprende la vida, puedes irte en paz. Aquí, ahora, el ayer pasó, no existe y el mañana es siempre hoy.


Cómo decir que estoy arrasada pero llena de agradecimiento, que aprendo lento pero que cuando lo hago es ley para mí. Que lloro mucho porque sé que sabes que estoy lista para asimilar todo lo vivido y todo lo que me has enseñado. Que ya te echo de menos y que te querré siempre.


Cómo decir que no hay espacio físico en el que quepa todo mi amor y agradecimiento por ti, gracias a ti. Que siento un vértigo inhumano pero que me has dejado lista, preparada para todos los abismos, para hacer de ellos cimas, mares y llanuras.


Que se vuelva a abrir la puerta de luz: Truca va y sé (lo SÉ) que Candela y Blas están esperándote. Las tres me enseñasteis, de las tres aprendí. Os quiero a las tres y ya estáis juntas y sé que felices por mí. Prometo hacerlo bien, que nada sea en vano. Prometo vivir como me habéis enseñado y cuidarme y agradecer mucho. Te lo debo. Os lo debo. Gracias por tanto amor. Gracias, gracias, gracias.

Sit tibi terra levis, Truca.

©AnaBlasfuemia

domingo, 1 de agosto de 2021

Oceanografía (Mircea Eliade)


Me parecen mucho más oscuros y complejos estos sencillos actos que cada uno de nosotros repetimos durante toda una vida sin cuestionarnos su validez o eficacia, por estar convencido de que deben ser así y de que han de seguir siéndolo

Esos gestos automatizados, superficiales e inmediatos que repetimos día a día sin cuestionarnos (por miedo, por hábito, por comodidad) y esas realidades que no examinamos ni ponemos en duda ni intentamos siquiera argumentar, son para Mircea Eliade (y para una servidora) actos oscuros, complejos y peligrosos. No tanto por los gestos en sí como por el hecho de no cuestionarlos nunca.

Y porque dudar y hacerse preguntas es algo que me interesa, es por lo que he disfrutado tanto y durante tanto tiempo de esta recopilación de textos de Mircea Eliade que ya me hizo aplaudir y me ganó para esta lectura desde el prólogo en el que nos pide colaboración: no quiere nuestra aceptación, sino nuestra comprensión, así que ni siquiera espera de nosotros un espíritu crítico. Pide una escucha desde la confianza, no tanto en él como en sus palabras. Y yo confiada soy un rato, así que me entrego con calma, aún sabiendo que el propio Eliade reniega de muchas cosas que ha escrito en este libro.

Confianza, lucidez, comprensión, empatía, paciencia y tiempo es lo que puse por mi parte. Acepto los errores, las palabras que no le pertenecen, sus divagaciones, mis discrepancias. Y lo acepto porque entiendo que no me exige sólo que escuche: me pide también que no me quede en la forma, en la semántica. Así que me centro en el núcleo, al centro puro del objetivo que Eliade tiene en su punto de mira: examinar la vida.

Oceanografía” ha sido un estímulo e incluso un juego divertido en el que leer es como un diálogo que admite diferencias y matices. Eliade es un provocador muy ameno, que argumenta y explica incluso sus propias contradicciones. Porque una cosa es saber, incluso saber mucho, muchísimo, y otra comprender lo que se sabe. Una diferencia sutil pero decisiva.

Oceanografía” da lo que promete: una invitación a reflexionar. Y a fe que, pese a mis diferencias en algunos puntos con Eliade, me ha hecho cavilar a base de bien.

©AnaBlasfuemia

viernes, 30 de julio de 2021

Lejos del bosque (Chris Offutt)


 “-¿De dónde eres?
-De Kentucky
-¿De qué parte?
-De la parte de la que se va la gente


Este diálogo es el más citado al hablar de “Lejos del bosque” e incluso se recoge en la contraportada del libro. Obvio, porque refleja a la perfección el espíritu de los relatos recogidos en “Lejos del bosque. Pero todo se entiende mejor cuando se acompaña de su complemento, su contrario, el guante que se acopla a la perfección con la mano, como si fuera piel sobre piel, piel que se ajusta a carne y huesos. Este magnífico libro de relatos de Offutt se entiende mejor si a la cita anterior le añadimos esta otra:


Al final, había logrado volver a casa, mientras que yo seguía aquí atrapado, en el mundo


Y, voilà, ya tenemos la panorámica completa, el arco que siguiendo el recorrido de un extremo a otro abarca una realidad extensa y tensa, completa y compleja. Las personas estamos hechas de costuras (y costurones) de las que no somos conscientes. Hasta que un día esas costuras crujen, se descosen, se abren y de ellas mana una nostalgia paradójica: añoramos los lugares de los que hemos huido.

Los sitios que abandonamos, los lugares y paisajes que somos, donde nacimos, la historia de tu familia, la historia de tu tierra y muchas generaciones, una cultura y una forma de ser… nos explican mucho más de lo que pensamos. Son lugares que tienen sus propios códigos, que solo entienden y comprenden quienes allí vivieron. Y huyes de esos códigos, quieres ser el verso suelto, el eslabón que se rompa aspirando a una libertad más imaginada y soñada que real. Eliges.

La escritura y los personajes de Offutt tienen un algo indefinible, un halo que tiene que ver más con la saudade portuguesa que con el orgullo norteamericano. Una morriña que pretende acortar la distancia con lo más primario, con la naturaleza recordada, tal vez imaginada; con las raíces que nos sostienen y su fragilidad y su fortaleza. Porque tal vez no añores un lugar que fue, sino un lugar que quisiste que fuera. Sabes porqué te has ido, pero cuando comprendes porqué quieres volver todo adquiere un sentido que refleja lo absurdo de muchas decisiones y cómo la libertad, al igual que la esperanza, puede ser una trampa endemoniada.

©AnaBlasfuemia

lunes, 26 de julio de 2021

Caribou Island (David Vann)


Tal vez carecía de alguna facultad humana elemental, eso que hace que la gente se relacione. Él sólo deseaba que lo dejaran tranquilo. ¿Tan grave era eso?

A veces me pasa que insisto en que un autor me guste, no sé bien la razón, pero me empeño obstinadamente. Me pasa con Vann: es el tercer libro suyo que leo y quiero que me guste y tercera vez que no lo consigo.

En “Caribou Island” Vann aborda nuevamente su tema por excelencia (y posiblemente sea eso, el tema, lo que me hace insistir): las arrasadoras relaciones familiares, a las que no deja un resquicio de luz. Creo que consigue mayor intensidad en la considerada su mejor novela: “Sukkwan Island”.

Como en los anteriores libros que he leído de este autor, hay mucha paja e historias secundarias que siento que son un relleno, que percibo como absolutamente prescindibles y que nunca llegan a encajar unas con otras. Bien es verdad que “Caribou Island” va de menos a más, pero ese “más” no evita que el “menos” pese como una losa.

No hay forma: pese a mi buena predisposición, no consigo engancharme a este autor, aunque me interesen los temas que aborda. La mayoría de sus personajes me caen antipáticos y Vann me irrita ahí donde debería conmoverme.

No puedes tener lo que ya no existe

Y algo así me pasa a mí con Vann: que no existe conexión con él y con su forma de contar las cosas. No puedo tenerlo, no me seduce. Ya no insisto más. Tres libros son más que suficientes como para entender que esta es una relación fallida y que es mejor finiquitarla.

©AnaBlasfuemia

domingo, 18 de julio de 2021

El día de las ballenas (Tommaso Carozzi y Cornelius)

 

Las palabras constriñen y ponen límite al caos, eclipsan y reducen, reducen y expanden, oscurecen e iluminan pero las imágenes son puertas, una invitación, una propuesta . Bastan por sí solas para contar una historia, una verdad, un mensaje. Imágenes desnudas de frases, pero con una contundencia que no necesita reforzarse con palabras escritas, sin más vocabulario que las ilustraciones que por sí solas convocan emociones y a cada persona le removerá una sensibilidad

Porque lo que vemos también transmite y propone, lo que confunde es lo que nos contamos, la narrativa interior que añadimos, la historia que construimos a partir de las imágenes.


Por eso no quiero enmarañar con palabras la fuerza de estas ilustraciones (que nos dejan retratados a los seres humanos, a nuestra violenta reacción ante el miedo -y el nulo esfuerzo por comprender- a lo desconocido) y voy a seguir disfrutando de esta maravilla visual así, en silencio y sin palabras, sólo con las imágenes y el concepto y las emociones que transmiten.

©AnaBlasfuemia

jueves, 15 de julio de 2021

Aún no se lo he dicho a mi jardín (Pia Pera)


El verdadero peligro de esta enfermedad, quizá de todas las enfermedades, es quedar encerrados en la jaula de nuestro propio egoísmo

Son muchas las reflexiones y frases subrayadas, pero la anterior creo que atrapa lo esencial. Posiblemente el egoísmo (exceptuando un egoísmo mínimo, de supervivencia) sea una enfermedad que no reconoceremos nunca como tal e incluso hay quien lo disfraza de autoestima (no, la autoestima ni es egoísta ni tiene nada que ver con un ego que tiene más de narcisista que de empoderado). Pero no quiero irme por las ramas.

Hay libros que no es que los leas, sino que los acompañas. En silencio, recibiendo y a la vez sujetando. Sabes que estás (re)aprendiendo algo, aprendiendo a vivir, aprendiendo a morir. El libro está muy vivo, aunque lo escriba alguien con una enfermedad incurable, alguien que se rebela pero también acepta, que se resiste pero también indaga. Y por eso, mientras el libro avanza, mientras Pia Pera nos comparte su proceso, el lector la acompaña con el recogimiento y el agradecimiento de quien sabe que hay miradas que, al compartirse, concentran en sí mismas toda la generosidad de la que el ser humano es capaz.

No es fácil escribir sobre la enfermedad, la muerte, el sentido de la vida. Y no lo es porque en realidad siempre es un camino que nos lleva donde nos llevan todos los caminos: al aquí y ahora, no añorar, no temer, la belleza de lo simple, aprender a mirar, aprender a escuchar, agradecer. Por eso no me parece fácil: porque siendo siempre lo mismo, siempre parece nuevo y distinto. Una notificación, un recordatorio de aquello que se nos olvida una y otra vez, una y otra vez, como si cada noche se nos reseteara el apartado de “aprender a vivir sabiéndote fugaz y mortal” o su versión “vive hoy como si fuera el último día de tu vida” y al despertarnos volvemos a sentirnos inmortales, a sumergirnos en las prisas, en el vértigo, en la tormenta de lo vacío, a deslizarnos en lo superficial y aparente, a olvidar la pausa, el silencio, la ternura, la naturaleza, el gesto, la mirada…

Aprender a vivir y aprender a morir tiene mucho que ver con dejar el egoísmo en un arcén. Y con agradecer.

A mí libros así me alivian.

viernes, 9 de julio de 2021

La juguetería mágica (Angela Carter)

 

El verano en que cumplió quince años, Melanie descubrió que era de carne y hueso

Que puede parecer que lo sabemos de siempre, que estamos hechos de carne y hueso. Pero no y menos cuando eres una adolescente con muchas prisas por crecer, beberte la vida, vivir tu cuerpo, descubrirlo, sentirlo... Hasta que un día te das cuenta que no sólo eres deseos, imaginación, ardor, belleza y sexo, sino que también estás hecha de carne y hueso. Y entonces empiezas a querer vivir más despacio.

Ángela Carter era hasta ahora tierra ignota para mí. Mi relación con la literatura fantástica y gótica tiene sus altibajos, así que me acerco a ella de puntillas. Pero enseguida me tranquilizo y me instalo en la quietud de saber que voy a leer un libro que no me va a agitar las venas, pero que voy a disfrutar mucho.

Me ha gustado su estilo narrativo, con un perfecto y controlado equilibrio lírico y sus recargadas descripciones. Mi atención se bifurca, se polariza entre la historia que nos cuenta y la sólida y vívida escritura de Carter, una escritura que atrae la atención sobre sí misma. Una prosa profesional, corajuda y una trama controlada. Un simbolismo y una ironía ya presentes desde el título del libro.

Ángela Carter recurre a una historia de apariencia surrealista pero con un lenguaje narrativo realista para abordar temas que parecen ser recurrentes en ella: la búsqueda de una misma, la identidad, el género, la naturaleza de las relaciones sexuales.

El despertar sexual de la protagonista está descrito con una prolija belleza simbólica que me cautivó, al igual que lo hizo el cambio de escenario: del poético y ardiente descubrimiento del cuerpo y la sexualidad de la protagonista, al turbio y oscuro ambiente cuando tiene que irse a vivir a la juguetería de su tío.

Me fascinó ese dominio casi climático, pasando de un entorno tropical (erótico y luminoso) a un clima de tormentas perturbadoras, grises y violentas. Aplaudo ese abrupto cambio de un ambiente a otro sin que esa ruptura descomponga la estructura narrativa, porque es una herramienta intencionada de las muchas que utiliza Carter para que la parodia no se descomponga ni el sentimentalismo distraiga de lo central: no hay redención fácil ni finales felices y limpios.

©AnaBlasfuemia

sábado, 3 de julio de 2021

Matar a Platón (Chantal Maillard)


Para que algo acontezca no basta un accidente,
no es suficiente un muerto,
ni dos, ni dos millones.

Un acontecimiento es un olor que espera
que alguien lo respire,
una herida que aguarda encarnarse,
el agua de un torrente
inundando los poros,
una mirada que cruza el aire
y encuentra a alguien que le hace señas
y en la seña, en ella, se reconoce.

Uno puede negarse al acontecimiento
y convertir su historia en un simple resumen
de lo ocurrido, pasos que no devienen cruce
y se apagan en vida, o se secan.

Uno puede negarse a saberse en el otro,
basta con acercarse a todo con un walkman
conectado a la carne,
enfundado el cerebro en aquella sustancia
impermeable que nos inmuniza,
basta con refugiarse en un desmayo a tiempo,
en el deseo de amar, u ocultarse
en la furia o el número de una cuenta bancaria.

De hecho, lo más frecuente es
que llevemos cosida el alma a su forro
como los trajes nuevos sus bolsillos,
para evitar que se deformen
por el peso

El acontecimiento es indefinible, una multiplicidad de espejos (no espejos platónicos, fieles reflejos de la realidad) y confluencias que nos impactan y estremecen (¿estremecimientos cioranos?).

Está lo inasible, lo sutil e intenso, la multiplicidad de gestos o ausencia de ellos. Imágenes efímeras que debemos procesar y a las que debemos acercarnos desde lo íntimo, desde la pregunta, la duda, la curiosidad, el cuestionamiento.

Matar a Platón, matar su racionalismo, también reivindicar a las mujeres que Platón menospreciaba. Releer a Maillard una y otra vez, replantearnos todas las ideas, movimiento continuo, nombrar lo innombrable para darle vida a lo muerto.

Cuánta riqueza y complejidad en este poemario del que nunca me voy, tanto tiempo permaneciendo en él para recordarme que la indiferencia no es una opción, que hay que “padecer con”, empatizar como un compromiso ineludible. Que tu dolor nunca me sea ajeno.

                            “Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse

Matar a Platón, amar a Chantal Maillard

domingo, 27 de junio de 2021

El diablo a todas horas (Donald Ray Pollock)

 

Era la primera vez que ella se daba cuenta de lo poderoso que podía ser el pecado

Es eso: el poder de pecar, el poder que otorga el mal. Da igual que sea más fácil la verdad, la compasión, la bondad, el perdón… La violencia, el mal, el “pecado” otorga a quien lo ejerce un (falso) poder que es magnético para los débiles. El mal es como un sendero paradisiaco para quienes no saben manejar sus carencias o traumas.

Este libro también tiene un poder y no es el del mal: es el poder del buen escritor, aquel que te mete en el fango y no solo lo aceptas, sino que te hundes en él con devoción adictiva e insaciable. O lo que es lo mismo: lees sin respirar, sin dormir, sin comer, del tirón y jadeando, da igual que quieras buscar un cobijo, el hechizo funciona y no puedes despegarte de la lectura. Y cuando lo terminas sabes, ipso facto, que vas a necesitar un tiempo para elegir el próximo libro y que quizás ese respiro que no te tomaste durante la lectura de “El diablo a todas horas” te lo tienes que conceder una vez lo has finalizado.

Es un libro endemoniadamente bueno. No para estómagos delicados (aunque en nuestro día a día se vean cosas no menos vomitivas), pero ya lo tenemos curtido y Pollock es muy eficaz (nivel perfección) no sólo en el ritmo narrativo y la dosificación de elementos, sino también en el manejo de una sutil e impresionante mixtura entre la depravación y la belleza, la violencia y el apego, lo enfermizo y lo hermoso, el horror y la nobleza. Porque no todo es blanco y negro, ni siquiera la violencia es solo sangre, ni la justicia justa, ni todos los pecados pesan lo mismo, ni la humildad es pacífica, ni el malo solo malo o el bueno solo bueno, ni elegimos lo que heredamos. Hay que poner en duda la fe (la fe en Dios, en el amor, en el poder, en los otros), la fe ciega, incondicional, aquella que no se cuestiona ni se interroga.

Personajes grotescos, depravados, retorcidos y oscuros con escasos destellos de conciencia o arrepentimiento. No se van a intentar salvar porque en el fondo todos aceptan su destino con la resignación de lo inevitable y se dejan arrasar por él sin apenas un atisbo de rebeldía o intención de redimirse.

©AnaBlasfuemia

domingo, 20 de junio de 2021

Prisionero en la cuna (Christian Bobin)

Mucha gente se piensa que muestra su profundidad al expresar sus opiniones, pero las opiniones son ramas muertas flotando en el agua podrida de la época

He sonreído mucho y muy fuerte al leer este fragmento, con esa sonrisa que sólo se entiende si sabes qué es lo que la provoca. Sin abandonar esa sonrisa, alguien diría cínica e irónica (y no se equivocaría), vengo a dejar mi sensación de esta lectura. Porque sigue siendo sensación y no reseña, sólo un apunte para mí, una muesca de mi vida, una señal para cuando en el futuro mire atrás y vea qué escribí sobre una lectura… recuerde. Recuerde mi vida pasada, qué hacía, cómo sentía, qué pasaba, qué me preocupaba, cuán cerca o lejos estaba de mí misma, del camino, si estaba en algún camino.

Siempre necesito recordar eso, que estoy aquí de forma egoísta para dejar un registro de mí y que tengo que aceptar mi propia hipocresía: bien podría limitarme a escribir sólo en este blog, dejando en silencio mis lecturas… y sin embargo sigo en Instagram y Facebook  Reclamando atención. Hasta que llegue el día en que la única atención que realmente necesite sea la que una misma sea capaz de darse. Y más vale que ese día llegue pronto que tarde.

Y si has llegado hasta aquí, ya voy con el libro de Bobin. Ya sabemos qué nos ofrece este autor: un espacio íntimo y cercano envuelto en una escritura tan sencilla en la forma como llena de lirismo, que nos recuerda constantemente lo que hay de extraordinario e inesperado en lo común y cotidiano. Bobin busca aire desde su cuna sabiendo que la belleza es paciente y deseando ser enterrado en un copo de nieve. En medio, la vida.

Necesito de autores así: que me aten al aquí y ahora, a la belleza de lo sencillo y el respeto a la naturaleza, el agradecimiento a la vida, la capacidad de perdonar, la amabilidad por encima de la rabia. Autores que son refugio y que no ocultan ni maquillan el dolor ni la soledad, que no se someten a lo que se espera de ellos ni a ser rebaño, que saben que la vida es muchas cosas, pero que una de ellas es la búsqueda constante.

Bobin quizás peque ligeramente de moralista y roce algún que otro bucle, pero se lo perdono porque me recuerda que he de contemplar lo simple. Y no juzgar.

Sueño con una bondad que sea tan apremiante como el mal

©AnaBlasfuemia

jueves, 17 de junio de 2021

La entreplanta (Nicholson Baker)

La sensación de que eres más estúpido de lo que eras es lo que te despierta al final el interés por los asuntos verdaderamente complejos de la vida: por el cambio, por la experiencia, por las formas en que otras personas se han adaptado a la decepción y a la merma de capacidades

¿Qué filigrana es esta, Baker? ¿y cómo La Navaja Suiza se atreve a publicarla y (cómo no) Ce Santiago a traducirla? Tal vez porque hay otras opciones, otros mundos que están en este: no es lo comercial, es la calidad. El concepto: literatura. Y porque hay lectores que buscamos ciertos libros como el río busca su cauce o un bebé el pecho de su madre.

La trama es impresionante: a Howie se le rompen los cordones de sus zapatos. En un rato de asueto en su oficina, va a comprar unos nuevos. Ya está. No hay más. Quien busque una historia, esa es toda la que hay. Quien busque trama y diálogo que dé media vuelta. Quien busque una capacidad extraordinaria para sostener un libro a base de un monólogo que se nutre de minucias (muy reconocibles), que se quede un rato.

Los lectores somos seres extraños, encontramos placeres inesperados en libros que no responden al canon de la industria literaria masificada. Un placer casi onanista para algunos, un babeo devorando página tras página, un sentirse privilegiada. Es casi una perversión, he de decir. Incluso hay cierta tendencia a caer en una superioridad moral contra la que tienes que luchar. Lo cual no impide el goce, porque has elegido esta lectura, has experimentando y visto todas las posibilidades y has admirado lo que hace su autor.

Baker, sus pies de página, te expulsa y te mete de nuevo en la lectura con su retórica meticulosa. Impresionante literatura del detalle, un hilvanar pensamientos poniendo la lupa en cada gesto, hecho u objeto cotidiano con el quehacer de un mago inesperado. Baker da empaque y personalidad a lo vulgar y cotidiano.

En “La entreplanta” se narra lo inenarrable, no porque no haya palabras para narrarlo, sino porque ¿quién va a escribir sobre calcetines, pajitas, bolsas, moquetas, grapadoras, corbatas, cubiteras, desodorantes…. y mantener tu atención, tu asentimiento e incluso tu sonrisa?: Baker, Baker lo hace.

@AnaBlasfuemia

miércoles, 9 de junio de 2021

Días temibles (A. M. Homes)


Lo que he aprendido de ser el guardián del dolor es que dejarlo ir no significa olvidar, sino encontrar la libertad, ese espacio necesario para seguir avanzando. Uno aprende a vivir con el pasado, pero se permite un futuro y también se lo permite a los demás. No se olvida jamás

Y así es: el dolor no se olvida. Pero vamos viviendo. Lo que yo había olvidado es que había leído ya un libro de A. M. Homes (“La hija de la amante”) y me había decepcionado lo suficiente como para donarlo amablemente a una biblioteca de mi ciudad. Así que he llegado a este libro sin recordar que era mi segundo intento con Homes. Lo cual no dice nada bueno de mi memoria ni de mi relación con Homes, que presiento va a ser un tira y afloja constante, en plan “quiero quererte, pero me lo pones muy difícil”.

Pero estoy en modo optimista (el optimismo forma parte de mi actual plan de supervivencia), así que aunque Homes me confunda y sigo sin saber si su agudo estilo provocativo e incendiario es genuino, me centro en lo positivo: en estos relatos Homes es muy hábil exprimiendo su visión de la sociedad norteamericana. La clase media blanca norteamericana. Tan acomodados en su ser, tan depravados, tan tristes, tan snob, miserables y perdidos. Bien es cierto que Homes es como el filo de un cuchillo con ellos, el aguijón de la lucidez cargado de ironía y de un humor muy negro y cínico.

Que algunas de las historias me han confundido, otras me han hecho reír, y todas ellas me han atrapado con los diálogos mordaces y rápidos que construye Homes, que parece una ametralladora inmisericorde con sus personajes. Sin duda lo que más me ha gustado es esa agilidad en los diálogos, la escritura desenfadada, amena y sarcástica de Homes metiendo el dedo en los escondrijos de una sociedad norteamericana tan consumista como vacía y ahogada en la soledad y en sus propios cuerpos.

Homes es brillante e ingeniosa pero no hasta el punto de deslumbrarme, aunque sí lo suficiente como para insistir en volver a leerla, algo que tiene mucho que ver con mi extraña cabezonería y con un ligero presentimiento de que algún libro suyo (no toda su obra ni mucho menos) me convencerá.

@AnaBlasfuemia

lunes, 7 de junio de 2021

La defensa (Vladimir Nobokov)


Eso le causó la sensación de que allá lejos, en el infinito, adonde había obligado a retirarse la línea inclinada, se había producido una catástrofe inenarrable, un milagro inexplicable, y su mente vagó durante un buen rato por aquellos cielos donde las líneas terrestres perdían todo vestigio de razón

En literatura siempre, sí o sí, hay espacios seguros. Libros o autores a los que volver o acudir, en donde reside la literatura. Para mí uno de ellos es Nabokov. Da igual que estemos hablando de un perfil (literario) más bajo o más elevado. Sabes, hueles, sientes que ahí está lo que siempre sostendrá el universo literario. Al menos el mío que, para qué engañarnos, es el que me interesa.

En Nabokov nada es relleno, nada es casual: ni una descripción, ni un paisaje, un gesto, un silencio, una frase. Ya en sí esa no casualidad le dota de musicalidad, prosa, detalle y, sobre todo, de una fortaleza narrativa considerable.

En “La defensa” el ajedrez es el contexto idóneo para la mente torturada de Luzhin (el protagonista), su obsesión neurótica es necesaria en ese contexto ajedrecístico en el que se entrelaza el ajedrez, la música, las flores, los colores… Ese es “mí” Nabokov.

¿Que no es el mejor Nabokov? (pero sí su mejor novela rusa). Puede. Pero hasta el Nabokov más flojo sería siempre un gran Nabokov, en este caso introduciéndose en la mente desquiciada de un genio. Y personalmente considero una genialidad las metáforas ajedrecísticas. De hecho una de mis citas favoritas es una máxima del ajedrez: “la amenaza es peor que la ejecución de la amenaza” (una forma increíble de explicar los mecanismos del miedo).

No, no es la novela más laberíntica de Nabokov. Pero no está libre de complejidad ni de sus fantásticos juegos de palabras. Y sí, tiendo a releer mucho últimamente, como si buscara explicaciones, o tal vez espacios de seguridad, un confort que no tiene nada que ver con la famosa zona de confort, pero sí con aferrarse a aquello que (me) sostiene.

@AnaBlasfuemia

sábado, 29 de mayo de 2021

Tienes que mirar (Anna Starobinets)


Dudé mucho tiempo si merecía la pena escribir este libro. Es demasiado personal. Demasiado real. No es literatura

Me alegró saber en su momento que Impedimenta iba a publicar a Staborinets. Una muy interesante autora rusa de ciencia ficción en la editorial que acoge a Stanislaw Lem ¿qué podía salir mal? Que el libro que editara NO fuera de ciencia ficción.

Tienes que mirar” es demasiado personal y demasiado real. Desparrama tanto dolor, tanto sufrimiento, que una no puede más que quedarse en un rincón y respetar ese dolor, ese duelo que además puedo comprender, abrazar y sentir hasta la médula.

Leer este libro es quedarte tiritando, con un profundo agujero en el corazón y sintiendo latir de nuevo una vieja cicatriz. Hay que ser muy insensible para que no te duela, porque eso forma parte del objetivo del libro, más allá de exorcizar su dolor a través de la escritura, de aliviar el dolor de otras mujeres (el consuelo del dolor compartido) y de denunciar la inhumanidad del sistema sanitario ruso. Compartir el dolor como denuncia, como un gesto para provocar el amotinamiento social que favorezca un cambio en el sistema.

El problema no es nuevo: todo sistema (sanitario, educativo, político, social…) está formado por personas. Y hay personas dentro de ese sistema que fallan: se acomodan, se endiosan, deshumanizan su propio trabajo… Esto es lo más estremecedor: que es un daño causado por personas a otras personas. La falta de empatía dentro del sistema sanitario es aterradora. Pero esa ausencia de empatía tiene unas raíces profundas que aquí no se muestran (dado lo personal y emocional del relato)

Me ha desconcertado este libro, evidente en su denuncia, impreciso en sus objetivos pero muy intenso y humano en sus sentimientos y emociones. Pero siento que podría guillotinarlo si no fuera por el respeto y la comprensión del dolor y la pérdida. Me aboca tan machaconamente al desconsuelo que me deja fuera como lectora para que sólo quede la persona, rota.

@AnaBlasfuemia

domingo, 23 de mayo de 2021

Eterno amor (Pilar Adón)


Por entonces yo ya era consciente de lo importante que resultaba llevar a cabo una reparación continuada de corazas y membranas. La membrana de la dulzura. La de la sencillez. La de la ingenuidad. La de la perspectiva de un futuro diferente al pasado propio y al futuro de los demás. Reparar las membranas de la inocencia. Las que se van resecando al comprobar que todas las vidas son iguales y que todas las vidas dejan de ser nuevas y relucientes…

Estoy rendida al universo “adoniano”. Lo reconozco sin pudor. No es una rendición incondicional, al contrario: leo a Pilar Adón con más espíritu crítico que a otros autores. Hay escritores que admiro hasta el tuétano que tienen su pequeña pifia en su obra, una traición, una rendición, una boutade. No pasa nada, cómo no perdonar a tus dioses literarios. Pero temo que eso me pase con Pilar porque sentiría que algo esencial se me ha escapado. Y a la vez también temo que no me pase porque yo sea condescendiente al leerla. De momento, anticipo, no ha pasado ni una cosa ni otra.

Todo lo habitual en el cosmos de Adón está en “Eterno amor”, sus temas recurrentes a los que no renuncia porque son su seña de identidad: la naturaleza (salvaje, amenazante y protectora, esquiva y acogedora), las edificaciones en las que se asienta una comunidad (grande o pequeña), la huida, la identidad, las normas, el sometimiento, los cuidados, las dependencias, el miedo, el intruso, el orden y el caos, el aislamiento, las contradicciones, la soledad, los microcosmos y su inviable impermeabilidad, las capas, las raíces…

Todo, todo está en este relato largo. Pero esta vez hay algo diferente. No supe descifrarlo hasta que oí a la propia Pilar comentarlo, justo cuando acababa de terminar la lectura. No soy escritora, pero intuyo que puede haber muchos condicionantes que constriñan la propia escritura. Como si la libertad ahogara. Y en “Eterno amor” Pilar rompe esas cadenas: se divierte, se deja llevar. Y lo hace sin perder el control sobre lo que cuenta. Sin que le importe. Al igual que Chéjov, Pilar no toma decisiones por el lector (ofrece posibilidades), algo que siempre agradezco profundamente.

La alegoría, el contenido metafórico, está ahí, en cada línea. Y percibo una paradoja: en el libro de Pilar menos críptico y más explícito en cuanto al lenguaje y la propia historia (habría apostado muy fuerte a que nunca vería la palabra “wifi” en un libro suyo: me equivoqué) finalmente la atmósfera resultante es la más misteriosa posible, la más abierta y franca y, sin embargo, simbólica. La más juguetona. Y posiblemente confusa para algunos lectores, por inesperada, original… y libre.

Yo pido desde aquí a Pilar que me firme la página 90 para enmarcarla y ponerla en la entrada de mi casa. En ese largo párrafo está todo el mundo de Pilar (¿o el mío?)

jueves, 20 de mayo de 2021

Rachel Carson y el libro que cambió el mundo (Laurie Lawlor y Laura Beingessner)

 

“No hubiera sido capaz de escuchar el canto de un zorzal sin remordimientos, si no hubiera hecho todo lo que estaba en mi mano para salvarlo” (Rachel Carson)

La nobleza, el compromiso y la coherencia de Rachel Carson me han desarmado cada vez que he leído un libro suyo. Me han desarmado como sólo lo hacen las personas que admiro, personas extraordinarias que cambiaron el mundo sin necesidad de grandes gestos pero sí con tenacidad, con verdad y con la constancia de mantener una actitud consecuente con sus propios valores. Y con mucha, muchísima generosidad.

Si alguien impulsó la conservación ambiental y el ecologismo fue Rachel Carson. La llamaron de todo (“solterona”, “esa mujer histérica y probablemente comunista”, “fanática”, “alarmista”…) Gracias a ella y a sus libros (sobre todo “Primavera silenciosa”) se prohibió el uso del DDT y otros pesticidas y el movimiento ecologista se consolidó de manera definitiva. El reconocimiento le llegó ya fallecida (prematuramente), como suele ser habitual.

Rachel Carson era bióloga, pero también una escritora sensible, amena y delicada que consigue que sus ensayos se lean con fruición sin perder la fuerza de sus argumentos. Posiblemente esa sea una de las razones por las que consiguió llegar a una gran población y hoy en día se le siga leyendo disfrutando tanto de su argumentación ecologista y más “técnica” como de su prosa descriptiva, serena, potente y bella. Un abrazo entre la biología y la literatura que pocas personas han sido capaces de reproducir. Hacer que la ciencia sea asequible, atractiva y comprensible, es posible.

Es por ello que al ver esta edición de Errata Naturae, un libro ilustrado que nos acerca a la vida de esta persona, no tuve dudas: tenía que hacerme con él. Y una vez leído y disfrutado, del texto y de las ilustraciones, sé que es un libro que voy a regalar muchas veces y que es un libro que debería de estar en la habitación de cada niña y niño porque de ellos es el futuro. Y el futuro será mucho mejor con personas con los valores y la actitud de Rachel Carson, que quiso un mundo en el que los seres humanos y la naturaleza vivieran en equilibrio y respeto.

@AnaBlasfuemia

jueves, 13 de mayo de 2021

La anomalía (Hervé Le Tellier)


Toda realidad es una construcción, por no decir una reconstrucción

¿Cuántos relatos simultáneos puede aceptar un lector?

En estas dos citas de “La anomalía” descansa todo su entramado. El cuestionamiento de lo que llamamos “realidad” y cuántas realidades simultáneas puede aceptar el ser humano (que va a ser no más de una, y a ser posible que entre como un guante en nuestra personal construcción cognitiva de la realidad). Le Tellier coge el concepto “realidad” y lo pone entre interrogantes (“¿realidad?”).

La anomalía” es un pastiche de varios géneros, aunque todos ellos se disfracen de thriller. Y cómo aborda ese pastiche Le Tellier es para mí el problema de este libro, demasiado ambicioso para resolverlo con perfección. Lo cual no lo convierte en mal libro, he de decir.

Pensaba que “La anomalía” precisaría de dos lecturas y quería leerlo de las dos formas posibles. Pero lo cierto es que solo hay una lectura posible porque Le Tellier es muy transparente en sus intenciones y en la estructura de la novela. No hay especial sutileza y todas sus herramientas y juegos literarios son evidentes.

La intención del autor es diáfana: ¿qué pasaría si tuviéramos oportunidad de enfrentarnos a nosotros mismos? Con un matiz importante: hay dos “yo mismo”, y por lo tanto dos “yoes” confrontados, con la no insignificante diferencia que uno de esos “yo” ha vivido tres meses más, tres meses en los que suceden cosas.

El planteamiento es original, atractivo. El problema está en que Le Tellier se toma casi la mitad del libro para presentar a los distintos personajes y deja la segunda mitad para lo que (para mí) tendría que ser el inicio y posterior desarrollo de la trama, con lo cual más que profundizar en las implicaciones de la situación planteada, lo que hay es una exposición apresurada de posibilidades que se quedan en lo obvio, porque además pretende tanto mostrar posibles reacciones individuales (y para ello desarrolla distintos perfiles) como colectivas.

Y lo obvio ya se conoce: cuando la realidad se cuestiona o no sabemos cómo enfrentarnos a ella, la negamos, la distorsionamos, la ignoramos, la eliminamos o la atacamos. Un “sálvese quien pueda” en toda regla.

Resumiendo: Es un libro entretenido y original, pero con un planteamiento ambicioso que se desarrolla superficialmente, aunque con eficacia y corrección “oulipiana”. Numerosas referencias literarias, explicaciones científicas, reflexiones filosóficas y éticas, un desarrollo accesible, una resolución satisfactoria y un ritmo narrativo endiablado. No voy a decir que me ha decepcionado porque lo he leído con fluidez y lo he disfrutado. Entiendo que es difícil pretender llegar a un público numeroso abordando ciertas cuestiones sin rendir pleitesía a lo comercial. Un equilibrio difícil. Un best seller profundo, complejo y de alta literatura sería una anomalía.

Veo una miniserie de Netflix basada en “La anomalía” en cero coma… 

@AnaBlasfuemia

jueves, 11 de marzo de 2021

Historias del arcoíris (William T. Vollmann)

 


Las palabras sólo nos muestran el lado bueno de las cosas pero no llevan la bondad a nuestros corazones

Empecé a leer este libro (más de 500 páginas turbias, francas, desafiantes, ásperas…) con cierta sensación de desamparo que se entremezclaba con un leve cosquilleo de placer. Y lo he finalizado con la certeza de una conquista, de haber transitado por el arcoíris de lo marginal, de esos mundos tan secundarios que preferimos ignorar, como si no convivieran con nuestro propio mundo.

Con un estilo periodístico y antinarrativo Vollmann se centra, más que en los personajes, en sus elecciones morales, y lo hace a través de 13 colores, 13 historias (que se replican a sí mismas, estallando en historias dentro de historias) que se mueven en los aledaños, las afueras, ahí donde la vida es más difícil, más sórdida, pero también más caleidoscópica, al igual que la escritura del propio Vollmann.

El arcoíris es la descomposición de la luz blanca, pero Vollmann nos muestra historias de personas que viven en la oscuridad (“lo más bello es la oscuridad más oscura”). Ahí es donde está la miseria y todos sus matices, ese espectro de penuria del que Vollmann se convierte en reportero de personas a las que no juzga y que viven en un equilibrio precario, entre lo ilegal y lo crudo, concediéndoles la luz que les negamos. Recoge las “sobras” antes de que se pudran, esos restos que tiramos a la basura, y hace de ellos un compost que se convertirá en abono, un fertilizante natural de la bondad.

La vida es un tropezón

No es un libro fácil, Vollmann no es un autor fácil: es excesivo, torrencial, ambicioso. Intimida. Pero es un escritor que nos saca del marasmo, de la mediocridad literaria, y sobre todo nos saca de nuestros pequeños y confortables mundos. Es un provocador majestuoso que busca incitar a la amabilidad. Y tal vez busque también el sudor de la frente del esforzado lector para ganarse un trozo de pan, eso sí: hecho con masa madre. Yo lo he sudado como se suda cuando escalas un ochomil: sin oxígeno. 

©AnaBlasfuemia