domingo, 30 de julio de 2023

Un año en los bosques (Sue Hubbell)


Como ocurre con la mayoría de causas nobles, sospecho que todas nuestras opiniones son la mera expresión de un sentido personal sobre lo que es correcto y apropiado

Qué leemos, porqué, cómo, cuándo, incluso a quién o con quién, es algo que con el tiempo no es casual. Una va aprendiendo, dejándose llevar, eligiendo, rechazando, aprendiendo de sus propios hábitos, de sus aciertos y errores y, sobre todo, escuchando sus necesidades. Necesitaba un libro para descansar.

Y descanso, calma y relajación es lo que me dio este libro que relata la experiencia de la autora durante un año viviendo sola en una granja en los bosques de Ozarks. Un año de apicultura y contacto con la naturaleza salvaje (soy incapaz de decir “naturaleza” sin añadir “salvaje”) que a Sue Hubbell le dio paz.

Y a mí me ha dado una lectura agradable, sana, natural, en la que disfruté de las abejas y sus colmenas, los coyotes, la lluvia, las arañas, los murciélagos, las gallinas, los pumas, los ácaros rojos, los chaparrones que asientan el barro…

La alegría de las cosas sencillas sin dar la espalda a las dificultades, la fascinación por la naturaleza, sobrevivir sola, el respeto por todos los seres vivos, la amabilidad con otros puntos de vista diferentes al de una misma… Eso es este libro. Nada más. Y nada menos. No hay mejor libro de autoayuda que la naturaleza.

Oleadas de personas para quienes la vida urbana era demasiado complicada han venido aquí, con la intención de llevar vidas basadas en la sencillez. Lo que aún no han descubierto es que una vida es tan sencilla o complicada como la persona que la vive, y que si a una persona le parce abrumador vivir en la ciudad, se lo parecerá aún más vivir aquí, donde es mucho más difícil ganarse la vida

domingo, 23 de julio de 2023

El hijo (Michel Rostain)


 
"La muerte es una máquina de crear arrepentimientos"

Y el arrepentimiento es hijo del sentimiento de culpa, añado.

A ver cómo cuento esta lectura. Verán, me gusta mucho la literatura del duelo. Joan Didion, Paco Umbral, Piedad Bonnet, Chantal Maillard, son algunos de los autores que han abordado su duelo personal y lo han reflejado en libros que para mí son de una belleza increíble. Una belleza muy humana. Entiendo el miedo a la muerte, ¿cómo no entenderlo?, por eso busco en este tipo de lecturas perder ese miedo: porque sé que así viviré la vida con mayor consciencia y conciencia. Si ignoro a la muerte no seré ni estaré plenamente viva. Por eso no evado el tema (también es verdad que a la fuerza ahorcan, pero eso es otro tema). No creo en que aquello que ignoras o invisibilizas, deje de existir.

La segunda razón de porqué llegué a este libro está en la portada: como podéis ver en la foto pone "Premio Goncourt 2011". Os recuerdo algunos de los ganadores de este premio: Proust, Malraux, Gracq, Beauvoir, Romain Gary, Michel Tournier, Modiano, Margueritte Duras, Ben Jelloun, Maalouf, Jean Echenoz, Pascal Quignard, Houllebecq... ¿veis por donde voy, no?

La tercera razón fue algo que me llamó la atención: Michel Rostain nos va a contar el duelo por su hijo adolescente, fallecido de una meningitis fulminante, pero lo va a hacer dándole la voz a su propio hijo fallecido.

Tengo un profundo respeto por la literatura del duelo, porque quien escribe sobre una experiencia tan traumática lo hace desde un dolor tan terrible como íntimo. Compartir esa vivencia me parece de una generosidad infinita. La lectura de "El hijo" no se escapa de ese respeto ni de la inevitable e impactante emoción en un par de pasajes. Pero.

Antes de entrar en ese "pero" a lo emocional y a lo literario, voy a exponer algo que me mosqueó cuando lo comprobé a mitad de la lectura. Y es que me dio por comprobar la lista de ganadores del premio Goncourt y ¡no estaba Michel Rostain! Me quedé anonadada, así que seguí buscando y bueno, sí, lo había ganado, concretamente el "Premio Goncourt... a la primera novela". Ah, vale, miro esta lista y compruebo que salvo a Hélène de Monferrand, a quien se le concedió el premio en 1990 por "Las amigas de Hélóise", no conozco a nadie (disculpen mi ignorancia). Bueno, es una anécdota, pero sentí que me la habían colado o al menos bajado el listón un peldaño.

Anécdota aparte, estaba claro que algo no iba bien: salvo un par de pasajes en los que la emoción es inevitable, la lectura de "El hijo" era de ese tipo de lectura estancada, farragosa, que tienta abandonar. No lo hice porque por alguna extraña razón hay libros (cada vez menos) que me empeño en terminar aunque sepa que su destino final no va a ser perdurar en ninguna de mis abarrotadas estanterías. Puedo decir que han sido, como mínimo, dos las razones por las que este libro ha sido un "no" para mí:

1) La voz del hijo fallecido. Algo que había sido un ingrediente atractivo resultó ser el mayor de los obstáculos durante toda la lectura. Porque todo el tiempo es, en verdad, la voz del padre. Por múltiples detalles: porque aunque Rostain intente que, al ser la voz del hijo fallecido la que nos habla, queden reflejados los duelos tanto del padre como de la madre, esto no es así. Todo el tiempo es el duelo del padre. Incluso añadiría algo más, y esto puede sonar un poquito cruel: los hijos adolescentes son siempre un poco desconocidos para sus padres, algo muy normal en ese periodo vital en el que se suele sentir a los amigos como más familia que tu propia familia. Esto no implica que un adolescente no pueda tener una relación maravillosa y cercana con sus padres, pero habrá también aspectos que solo compartirán con sus amigos y no con ellos. Y ese "hueco" está muy patente en "El hijo" porque, aunque Rostain lo intenta, no es capaz de saber qué ni cuánto desconocía de su hijo, lo cual no ayuda a que la voz narrativa funcione. Creo que literariamente le vino grande esa elección.

2) Mientras leía, sobrevolaban en mi cabeza algunos de los libros leídos sobre el duelo, pero hay uno que lo hacía especialmente: "Ahora" de Brigitte Giraud, un libro (que me gustó muy mucho) que escribió a raíz del fallecimiento de su pareja en un accidente de moto. Acudí a mí misma: releí lo que había escrito en el blog sobre esa lectura. Y así fue cómo conseguí entender la segunda razón por la que me estaba defraudando la lectura de "El hijo": la liturgia de la muerte. Algo que Giraud consigue reflejar de una forma más fluida y directa y además con un manejo de las voces narrativas mucho más eficaz. Giraud 1- Rostain 0

Curiosamente, a Brigitte Giraud le han concedido el Premio Gouncourt en 2022 por su novela "Vivre Vite", que en España ha traducido la Editorial Contraseña y que es un libro escrito 20 años después del fallecimiento de su pareja, a raíz de la venta de la casa que habían comprado juntos, momento en el que decide "hacer por última vez un balance".

Qué cosas, ¿verdad?. El libro de Giraud ya está en mi punto de mira. El de Rostain, que, ojo, no deja de ser un libro muy digno, lo dejaré en algún lugar en el que espero que quien lo encuentre sepa apreciarlo mejor.


jueves, 20 de julio de 2023

Algunas formas de amor (Charlotte Mew)

 


Perdóneme si, habiendo encontrado una voz, hago mal uso de ella. Creo que la vida es muy larga. Si fuese más corta el heroísmo sería posible, pero es larga; sólo podemos ser mártires, y el peor martirio no es el sufrimiento, sino la aniquilación; y la muerte más profunda no es morir, sino sobrevivir a la vida

Posiblemente haya tantas formas de amor como personas. Es más, la misma persona puede amar de distintas maneras según a quien ame. El amor y sus infinitas variables. Pocas cosas hay tan universales como el amor y, sin embargo, pocas admiten tanta variedad.

El amor puede ser silencio, compasión, entrega, egoísmo, imposición, belleza, superficialidad, sexo, pasión, posesión, sufrimiento, gratitud, caos, alegría, violencia, reconocimiento, soledad, multitud… El amor puede ser insoportable y, a la inversa, puede ayudarnos a soportar. Puede ser una cosa y su contraria. Una ecuación que puede ser injusta. El amor no entiende de reglas ni normas, ni siquiera de números: puedes amar a uno o a una, a dos, a tres, a una misma, a esta, a aquel o a aquella, a todos y a nadie. A la vez, a destiempo, por orden o incluso por desorden. Y todo será amor si es verdad. Quizás esa es la única certeza: si es mentira no es amor. Todo lo demás, cabe.

Charlotte Mew nos muestra en este (muy interesante) libro de relatos algunas de las caras de amor, no todas (¿quién puede escribirlas todas?). Y lo hace con la prosa por excelencia del amor: la poética. Una prosa íntima, equilibrada y elegante para hablarnos de algunas formas de amor que atraviesan épocas y siglos porque siempre conectarán con las emociones de quien alguna vez amó.

Si algo está claro es que el amor, en cualquiera de sus múltiples formas, no es una línea recta. Diría que el amor es hasta irresponsable, además de ciego. Y que el amor, como la vida, puede oscilar entre lo breve y lo longevo pero no alcanzar lo eterno.

"Veo dos puertas; una conduce a ti y la otra más allá de ti, pero cuál es la que señala el dedo divino, eso no lo veo"

domingo, 16 de julio de 2023

Aberración estelar (Gilbert Sorrentino)


Las fotografías, por excluirlo todo salvo la décima de segundo en que se toman, mienten siempre

Y esta frase, que se carga de un plumazo los cimientos de muchas redes sociales y sus correspondientes "influencer" (conozco pocas palabras que me rechinen tanto), es un perfecto resumen de lo que es este libro.

No es que “Aberración estelar” sea una fotografía, no, sino que más bien nos muestra todo lo que se excluye de una fotografía (y de la vida en general). Y es que el problema, lo que hace tan compleja la vida, es precisamente todo eso que excluimos de ella. Lo que no se ve, pero ES. De hecho, lo que se ve es consecuencia directa de todo aquello que no se ve. Algo que ya mostró John Williams en su sutil y magistral “Stoner”.

Pero hasta aquí la comparación entre ambos libros, porque luego cada autor toma caminos distintos. Y aunque para mí “Stoner” es sublime y es un libro top (al menos en mis preferencias), reconozco que lo que hace Sorrentino es también una enorme genialidad debido sobre todo al despliegue de recursos narrativos y estilísticos. Si “Stoner” es la culminación de lo natural y sencillo, “Aberración estelar” es un desparrame de técnica, juego literario, ingenio y estrategia narrativa.

La historia que se narra es simple. El problema es que todo lo que nos incumbe a los seres humanos NO es sencillo porque lo retorcemos y porque dominamos a la perfección el arte de hacer complicado lo fácil. La discrepancia entre lo que vemos y la realidad es inevitable, pero tendemos a obviarla (y esto sí es evitable). A mí constatar esa discrepancia, ese salto al vacío, es algo que me explota la cabeza constantemente. Y de eso va este libro y por eso tenemos que reconstruir lo que Sorrentino nos ofrece.

La trama es casi insignificante, aquí lo esencial es la forma literaria, el juego que propone Sorrentino, su interferencia en lo que cuenta, el engaño literario, la ruptura de las convenciones literarias y la manipulación de Sorrentino que mejora de forma notoria la experiencia lectora de una historia convencional, casi un folletín... si no pasara por manos del autor.

Hay libros que valoro por lo emocional (lo personal), otros por lo literario (su "estética" y recursos) y otros que aprecio hasta la exaltación porque aúnan ambas cosas. Este lo he estimado por lo literario, absolutamente destacable.

jueves, 13 de julio de 2023

El sendero de los nidos de araña (Italo Calvino)


Yo creo que nuestro trabajo político es éste, utilizar incluso nuestra miseria humana, utilizarla contra sí misma, para nuestra redención, así como los fascistas utilizan la miseria para perpetuar la miseria, y utilizan al hombre contra el hombre

Hay autores por los que siento un afecto especial, una lealtad inquebrantable, que me formaron como lectora. Están en los inicios de mi trayectoria con los libros, en esas lecturas por las que deambulaba muy verde y virgen de todo, con libros que posiblemente me quedaban grandes pero que, a su vez, me hacían crecer. Hay muchos autores y autoras en esos inicios. Italo Calvino es uno de ellos.

Tocaba volver a él y quise hacerlo con una relectura de la que es considerada una de sus obras menores, la primera novela que escribió. Pero claro, hablar de obra menor de un autor de la talla de Italo Calvino es hablar de un muy buen libro. Además ahora he apreciado muchísimo mejor el prefacio que el propio Calvino hizo en 1964, 17 años después de la primera edición. Y es que el prefacio me parece una genialidad exquisita, llena de giros generosos, un regalo de esos que nos hacen algunos escritores sobre su propia obra.

Escrita al finalizar la II Guerra Mundial y con un estilo neorrealista (inhabitual posteriormente en Calvino), a través de la voz de un niño, Pin, nos adentramos en la resistencia italiana, el mundo partisano que Calvino conocía bien puesto que perteneció a las Brigadas Partisanas Garibaldi. Pin es un niño huérfano, un niño viejo que vive con su hermana y al que todos le dan la espalda. Un niño que se comporta como los hombres de la taberna, por su boca salen obscenidades, insultos, chistes, bromas pesadas. Y canciones.

Los otros niños no lo entienden y los grandes se ríen de él. Pin es un rufián que, al igual que aquellos que se burlan de él o le ignoran, sólo intenta diluir la soledad, deshacer sus carencias. Porque más allá de consideraciones sociales y políticas, “El sendero de los nidos de araña” es también una reflexión sobre las carencias y sobre cómo éstas conforman nuestra identidad.

Llegar a no tener miedo, ésta es la meta última del hombre"

¿Y yo que cada vez tengo más (miedo)?

jueves, 6 de julio de 2023

Siete plantas (Dino Buzzati)

 


El verano en La Mancha es agotador. Inhabilita. Nos deja las madrugadas y las primeras horas de la mañana para realizar cualquier actividad que implique gasto de energía (deporte, compras, gestiones en la calle, limpieza de la casa...). A partir de ahí: el letargo, el sofá, el ventilador, el aire acondicionado, las persianas bajadas. Modo ameba activado. Cuesta activarse cuando te pasas el día más cerca de los 40º que de los 30º y las noches más cerca de los 30º que de los 20º. Muy ingrato, el verano manchego.

Todo esto viene porque a mí este calor excesivo, contundente, me afecta de muchas maneras (ninguna buena) y una de ellas tiene que ver con mis lecturas. Mi capacidad lectora (también) se ralentiza y la enjundia de los libros que escojo para leer también se suaviza. Busco con más frecuencia libros cortos y más ligeros. Por eso escogí "Siete plantas": es corto (de hecho es un cuento, o un relato, como quieran llamarlo) y se lee prácticamente de una sentada. Pero, ojo, ligero no es lo mismo que superficial. La sintaxis de "Siete plantas" es sencilla, sin necesidad de peroratas, cháchara ni palabrería ni atavíos grandilocuentes. El estilo de Buzzati es elegante, de apariencia ligera pero de ánimo contundente, en plan colleja inesperada.

Giussepe Corte llega un día, de buena mañana, a un sanatorio de siete plantas especializado en la enfermedad que padece. La manifestación de la enfermedad en Giussepe es leve, por lo que ingresa en la última planta, la séptima. A mayor gravedad de la enfermedad, vas descendiendo en las plantas del sanatorio, siendo la primera planta en donde están ingresados los enfermos terminales.

"Giuseppe Corte se propuso por ello no transigir acerca de los derechos y no ceder a la molicie de la costumbre"

Di que sí, Giuseppe, con los derechos no se transige, dónde vamos a parar. Como decía Eduardo Galeano: "Los derechos humanos no se mendigan, se exigen". Mal vamos ya que haya que exigirlos. No tendría que ser necesario. Pero, ay, Giuseppe, el sistema, ¡EL SISTEMA!, nos devora... Y si queremos evitarlo, hay que hacer caso a Don Eduardo Galeano: exigir, EXIGIR, nuestros derechos (el derecho a la vida, al acceso a la información, a la salud, a la libertad, a la seguridad personal...). Mendigarlos no basta. Porque si los mendigas te puedes encontrar de repente en la planta baja de un sanatorio, cuando empezaste en la séptima.

El sistema sanitario ha tendido, y tiende, a burocratizarse tanto que asumimos con pasividad que la deshumanización es un coste necesario para que el sistema sanitario funcione con eficacia. Error, claro, y no baladí. Buzzati construye con maestría una alegoría sobre la naturaleza humana manteniendo el equilibrio entre el realismo y la fábula. Que Buzzati era muy kafkiano, eh, así que lo de plantearse el sinsentido de la realidad era para él como el respirar.

Y así es cómo una lectura que pretendía ser "ligera", terminó siendo un darle vueltas a si la esperanza a veces nos perjudica. Porque claro, la esperanza va de la mano con la espera. Y, a veces, la mejor esperanza no es esperar, sino actuar.

Una lectura esencial en cualquier época del año. Absténganse hipocondríacos y pusilánimes. Ah, las ilustraciones de Juan Berrio nada invasivas, acompañan el texto sin estridencias y creando el clima necesario para esta angustiante historia.

domingo, 2 de julio de 2023

Manual para mujeres de la limpieza (Lucia Berlin)


¿Sabes una cosa que he aprendido en la vida? La mayoría de la gente no se fija en nada, y si se fija, no le importa

Esto va así: cuando los demás estáis de vuelta, entonces yo voy allá donde habéis estado. Y sé que habéis estado ahí, en ese espacio ahora solitario que estuvo ampliamente habitado por vuestra presencia observadora, escudriñando donde ahora solo queda un lugar desértico y escucho el silencio allí donde clamó vuestro aplauso. 

Toda esta retórica para deciros que por fin llego a este libro por el que tantos y tantas habéis pasado hace tiempo. Que la unánime alabanza que supuso Lucia Berlin provocó que me mantuviera al margen, expectante, porque me desenvuelvo mal en multitudes, fiestas y celebraciones, pero es que me mareo con facilidad cuando hay mucho ruido y me resulta difícil discernir entre la melodía y el estrépito. Necesito el silencio como contraste para escuchar más activamente.

Así que cuando la fiesta acaba o está ya en sus últimas sacudidas, llego yo. Con cierta timidez porque me impone mucho la juerga y las celebraciones masivas. Me aturde, aunque envidio la capacidad del disfrute multitudinario, ese festivo hermanamiento. Y así, ligeramente apocada, con la incómoda sospecha de si voy a ser el bicho raro que no alcance a ver lo que tantos han visto y no encuentre el entusiasmo adecuado, empecé la lectura.

Y quizás fuera ese respeto al aplauso común, al reconocimiento global, pero me costó. Las expectativas, Ana, me decía. Pero dónde estaban ya las expectativas si el tiempo las había borrado hasta casi la extinción. Terca soy un rato y eso hace que a veces aflore en mí una virtud de la que carezco: la paciencia. Así que bajé la persiana, quedamos mano a mano Lucia Berlin y yo. Y nos encontramos, claro que sí. La encontré, encontré a Lucia Berlin y me pareció tan hábil, tan rápida, tan eficaz. Me enterneció, me llegó sin estruendo, con mucha inteligencia. Admiré su resistencia, su humor fino que nunca pierde la cara a la realidad, el insaciable apetito de vida, la melancolía y sensibilidad soterradas tras una aparente ligereza, la sutileza emocional y su divertida y desordenada energía.

Me uno al mancomunado aplauso.

miércoles, 28 de junio de 2023

La muerte del adversario (Hans Keilson)


"Los nobles sentimientos de los que tanto nos jactamos no pretenden sino ocultar el temor no confesado a no ser capaces de soportar una pérdida. Inseguridad por los cuatro costados"

"La muerte del adversario" es un libro tremendamente sutil. De entrada no sé ni siquiera cómo catalogarlo ¿novela? ¿ensayo? Diría que es un ensayo que se ha puesto el traje de novela para conseguir hacerse más accesible al lector. Un juego literario para mostrar un brutal y desasosegante duelo identitario entre el adversario y su victima.

Voy a poner un poco de ubicaína: Hans Keilson (escritor y psicoanalista germanoneerlandes y de origen judío) comenzó a escribir "La muerte del adversario" en 1942, en plena IIGM. Tuvo que enterrar su manuscrito hasta que pudo retomarlo finalizada la IIGM. Así que, aunque no lo menciona ni una sola vez, podemos imaginar quién es el "adversario". Con estos mimbres Keilson profundiza sobre la naturaleza del odio. He de decir que leí este libro al mismo tiempo que voy releyendo a poquitos "Masa y poder", de Elías Canetti, y ambos libros se hermanaron con una espontaneidad a la que no me pude (ni quise) resistir.

A lo largo de mi vida me he sentido excluida muchas veces, me han hecho sentir que no era "de los suyos". Me costó reconocer que quien (o lo que) me hacía sentir así eran "mis adversarios", que me causaban daño e impotencia pero también me proporcionaban una fuerza que he tardado mucho en atrapar y gestionar, en comprender que esa rabia, ese rencor, terminaría por ayudarme ("Por poco que ames tu vida, vas a transformar el odio que hay en ti; justo allí donde tú eres tu propio enemigo y adversario")

El protagonista de "La muerte del adversario" adopta inicialmente una actitud contemplativa, de inacción, incluso comprensiva. Ponerse en el lugar de su adversario forma parte de la autorreflexión, del aprendizaje. El suyo, inicialmente, es "un odio tímido, blando e infame", es un odio fruto del miedo, de no saber darle la importancia que tiene aquello a lo que tememos. Es un odio pequeñito, hijo de la condescendencia con el autoengaño. Pero hay situaciones en las que hay que poner una línea roja a esa complacencia con uno mismo: hay que aprender a odiar al adversario. El sufrimiento que te causa tu rival no puede convertirse en una trampa que te estigmatice y rompa el mundo y sus valores, su decencia, su humanidad. Si la esperanza es insensata, desesperada, entonces odiemos sin miedo a confrontarnos con nosotros mismos y con el "adversario". Un odio transformador.

Keilson analiza a su adversario tanto de forma individual como de forma colectiva, es decir, el otro como una estructura, una organización. Pese a esa visión empática, de ver al adversario como un ser humano con conductas y pensamientos que son reconocibles, Keilson es consciente de que hay una toma de decisiones ineludible: hay que elegir lo correcto. Siempre. Y para elegir lo correcto debes conocer lo incorrecto, para elegir la bondad has de comprender la maldad, el mal que algunas personas son capaces de hacer. Para elegir no puedes seguir mirando hacia otro lado, hay que acudir a esa batalla:

"Las montañas de sentimientos enfriados que uno mismo se coloca sobre los hombros son más fáciles de sobrellevar que los destellos de un peligro que invita a la batalla"

Hans Keilson no es capaz de odiar, su inquebrantable honestidad le lleva a una incapacidad de enfrentarse a una realidad a la que no se atreve a nombrar. Pero esa misma honestidad le lleva también a mostrarnos cómo la bondad, la sensibilidad, la inteligencia, pueden convivir perfectamente en una misma persona con el autoengaño y la necedad.

"La muerte del adversario" es un libro incómodo para los tiempos que corren. El porqué de esta perturbación queda resumida en una frase del libro:

"Esto es, nosotros somos. Y el simple hecho de que seamos le basta para sentirse agredido"

Un libro mayúsculo de la editorial Minúscula.

jueves, 22 de junio de 2023

El sentido de un final (Julian Barnes)



Hay acumulación. Hay responsabilidad. Y, más allá de ellas, hay desasosiego. Un gran desasosiego

Es mi primer Barnes, ¡a estas alturas!, es lo que da de sí la vida lectora en el inmenso espacio nada infinitesimal de la literatura. Y tengo sensaciones contradictoras. La certeza: Barnes es un hábil narrador. Muy bueno, excelente incluso, cercano, reflexivo. Con una formalidad cuidada, elaborada. Pero algo (impreciso) me dice que puedo y debo esperar más de él.

La espina dorsal de “El sentido de un final” son los recuerdos. El narrador no nos engaña: deja claro que los recuerdos no son fiables, que aquello que recuerdas no necesariamente es lo que ha acontecido, sino cómo lo has vivido. Recuerdas las impresiones, la lectura que hiciste de lo sucedido. La vida no es literatura pero los recuerdos tal vez lo sean. Cuando los recuerdos son heridas, las restañas. O, mejor dicho: si lo que sucedió es una herida, serán los recuerdos quienes la restañen y taponen la hemorragia y para ello, si es necesario, traicionas la realidad para que parezca que el pasado no condiciona nuestro presente. Mientes, te mientes, y el recuerdo se convierte en mentira.

Pero la verdad es muy tozuda. A la verdad no le importa el tiempo, no tiene prisa, no tiene que rendir cuentas consigo misma. Al fin y al cabo solo queremos estar a salvo, tranquilos, que no nos molesten. Un poco de placidez, que más da si no lo queremos llamar cobardía.

Hay cierta pedantería en los personajes de “El sentido de un final” y también en el narrador. Pedantería suavizada por la escritura cercana de Barnes. No es que sea condescendiente con su narrador, él es el instrumento que utiliza el propio autor y no va a ponerse trampas a sí mismo. Pero quizás pueda ponerlas a los lectores, por supuesto. Porque, pese a que nos avisa de la poca fiabilidad del narrador, lo cierto es que es la única voz que se nos ofrece. Todo lo demás son trucos de magia de Barnes, demasiado explícito (para mí gusto), marcando un camino al lector al que apenas deja opciones de ir por los márgenes.  Barnes quiere contar una historia, no abrir posibilidades. La cuenta bien, muy bien, pero a mí me gusta tener la posibilidad de elegir el sentido de un final.

domingo, 18 de junio de 2023

Los nuestros (Serguéi Dovlátov)

 


De manera que en mi vida imperaban dos realidades enfrentadas. A la izquierda, bramaba el océano de un naciente inconformismo. Y a la derecha se extendía la imperturbable calma chicha de un recogido y tedioso bienestar. Y yo me abría paso, a trompicones, por la estrecha franja que discurría entre ambos océanos

Existimos por los otros. Si no hubiera otros (ese intercambio necesario que son los demás) no existiríamos. No me atrevo a afirmar rotundamente que somos aquellos otros que se han cruzado en nuestras vidas y que nuestros valores y virtudes se construyen gracias a los demás. Pero ahí lo dejo. Los otros también son los nuestros, nuestra familia, las generaciones que nos anteceden, nuestros allegados, además de aquellos que elegimos y nos eligen.

El corazón de “Los nuestros”, su órgano vital, son sus personajes (incluido el propio Dovlátov) y la presentación que el autor hace de ellos, tan eficaz que provoca que te deslices por esta lectura con espíritu solícito y liberador, dejándote llevar por esa vívida coexistencia entre lo absurdo y lo puro, la comedia y el drama. Pero ese corazón no latiría sin la poderosa herramienta de la escritura de Dovlátov y su narrativa rítmica, lúdica y tremendamente humorística, que no renuncia a la lucidez ni a la crítica.

Los nuestros” no es sólo la familia de Dovlátov, es también el propio autor, su escisión entre lo cotidiano y la locura, su intento de defenderse del caos pero también la descripción certera, precisa e inteligente de la Unión Soviética que le silenció. La voz (muy intencionada) de Dovlátov es irónica y socarrona, pero el epicentro de toda comedia siempre es la tragedia y el humor una forma inteligente de abordarla.

©AnaBlasfuemia

jueves, 15 de junio de 2023

Memorias de una joven informal (Bianca Lamblin)


"Me imaginaba que nunca era frágil (y estaba equivocada), ni compleja (volvía a equivocarme). Era 'una fuerza que avanza' en línea recta, sin flaquear, sacrificándolo todo a su ambición de notoriedad y tal vez de gloria"

Casi todas mis lecturas tienen una historia detrás relacionada con el motivo por el cual he elegido ese libro y no otro. Este en concreto también tiene su historia detrás, pero estoy por aquí todavía de forma precaria, tal vez de paso, y en formato breve, así que esta historia me la quedo para mí.

Tenía algún conocimiento de los hechos narrados en “Memorias de una joven informal”. Si has leído a Simone de Beauvoir y tienes información sobre su vida (algo inevitable aunque no te lo propongas) sabrás que ¡oh, cielos! Beauvoir era humana, contradictoria, polémica, con una fuerte personalidad. También que su relación con Sartre fue (cuanto menos) peculiar, confusa a ratos, muy extravagante y, sin duda, muy intelectual.

No pensaba de antemano que mi visión de Beauvoir se fuera a tambalear al leer a Bianca Lamblin. No me equivoqué: nada me va a hacer dudar de la conmoción al leer por primera vez a Beauvoir, con todo lo que eso supuso para mí, ni tampoco resta un ápice el valor que Beauvoir tuvo y tiene para el feminismo, su legado fundacional.

A ratos, leyendo a Lamblin, tenía la sensación de estar asistiendo a un salseo de esos que transcurren en Twitter, tan encarnizados, tan llenos de rabia y rencor, tan innecesarios y faltos de coherencia. Otras veces me parecía estar ante un culebrón de telenovela turca, con toda la élite cultureta e intelectual del momento ahí, mostrando su lado más propio de un Sálvame que de “Les Temps Modernes”.

En definitiva, una lectura prescindible (para mí, siempre para mí). Me quedo (de largo) con la historia que hay detrás de esta lectura, aquella que me llevo a la biblioteca (está descatalogado) y a, con el libro a medio leer, mandar un WhatsApp para certificar que no me hace falta releer a Beauvoir para hacer contrapeso a esta lectura. Lo cual no quiere decir que Beauvoir no sea (siempre) de obligada relectura (al igual que Virginia Woolf), especialmente en estos tiempos de retroceso que vivimos.

¿He dicho que iba a ser breve? Disculpa, tú que has venido a parar a este blog, mis contradicciones.

©AnaBlasfuemia


miércoles, 14 de junio de 2023

El asesino tímido (Clara Usón)

 


"El perdón es un acto de generosidad del ofendido que en nada redime al ofensor" (Clara Usón)

Pues hasta ahora esta cita es lo más destacable del libro (que, por otro lado, tampoco es que sea una idea original. Para comprender qué es el perdón mis referencias son Hannah Arendt y Chantal Maillard). 

Por lo demás, me está recordando muy mucho a cierto libro de Rosa Montero ("La ridícula idea de no volver a verte") en cuanto a estructura narrativa (juego de espejos con Marie Curie en el caso de Rosa Montero y con Ludwig Wittgenstein -también con Sandra Mozarovski, pero menos, y todavía menos con Camus y Pavese- en el caso de Clara Usón)

En mi lectura del libro de Rosa Montero el resultado fue 1-0 a favor de Marie Curie. Mismo resultado para Wittgenstein respecto a Usón. Por cierto, menuda familia más estrambótica y especial la familia Wittgenstein. Que eso es lo que me llevo de este libro: un afán por conocer más de Ludwig y de su increíble familia.

Me ha faltado frescura, menos engañifa. La idea es buena, aunque no original, pero durante la lectura la sensación de impostura no me permitía avanzar con fluidez, me chirriaban cosas que sentía estaban forzadas, como si Usón las hubiera incrustado un poco con calzador. Como un patchwork bien intencionado pero mal rematado, con piezas que no encajan pero que se ven forzadas a convivir por imposición de las manos que las han tejido.

Es lo que hay. 

martes, 3 de agosto de 2021

Truca

 

Has sido mi equilibrio, mi sostén, mi refugio, mi mar, mi cielo y mi tierra, mi faro, mi calma, mi cordura. Has sido mi pértiga, haciendo de contrapeso y a la vez siendo el punto de apoyo necesario para el impulso y saltar, una vez más, por encima de todas las barreras (reales o ficticias). El apoyo que sostiene, cobija, empuja, acoge y propulsa.

Cómo decir que cuando ya no quería vivir, viví para cuidarte. Que cuando tu corazón se quiso parar, tú dijiste: “no, ahora no, tengo algo que hacer”. Y tu corazón hizo lo impensable: siguió latiendo durante más de cuatro años. Y viviste para cuidarme a mí y nos cuidamos las dos, pero la vida siempre estuvo de tu lado, era tu mensaje para mí, tu enseñanza: vive, Ana, vive. Y nos vivimos ambas mientras yo aprendía de ti, de tu generosidad, de tu bondad, de tu paciencia, de tu amor calmo y sereno. Vivir sin rencor, sin culpas, sin dolor, vivir cada segundo con el corazón lleno de agradecimiento por, simplemente, respirar.

Cómo decir que hasta el último suspiro me has estado dando una lección de vida: para aprender a morir hay que saber vivir. Y cuando eso se aprende, cuando se aprende la vida, puedes irte en paz. Aquí, ahora, el ayer pasó, no existe y el mañana es siempre hoy.


Cómo decir que estoy arrasada pero llena de agradecimiento, que aprendo lento pero que cuando lo hago es ley para mí. Que lloro mucho porque sé que sabes que estoy lista para asimilar todo lo vivido y todo lo que me has enseñado. Que ya te echo de menos y que te querré siempre.


Cómo decir que no hay espacio físico en el que quepa todo mi amor y agradecimiento por ti, gracias a ti. Que siento un vértigo inhumano pero que me has dejado lista, preparada para todos los abismos, para hacer de ellos cimas, mares y llanuras.


Que se vuelva a abrir la puerta de luz: Truca va y sé (lo SÉ) que Candela y Blas están esperándote. Las tres me enseñasteis, de las tres aprendí. Os quiero a las tres y ya estáis juntas y sé que felices por mí. Prometo hacerlo bien, que nada sea en vano. Prometo vivir como me habéis enseñado y cuidarme y agradecer mucho. Te lo debo. Os lo debo. Gracias por tanto amor. Gracias, gracias, gracias.

Sit tibi terra levis, Truca.

©AnaBlasfuemia

domingo, 1 de agosto de 2021

Oceanografía (Mircea Eliade)


Me parecen mucho más oscuros y complejos estos sencillos actos que cada uno de nosotros repetimos durante toda una vida sin cuestionarnos su validez o eficacia, por estar convencido de que deben ser así y de que han de seguir siéndolo

Esos gestos automatizados, superficiales e inmediatos que repetimos día a día sin cuestionarnos (por miedo, por hábito, por comodidad) y esas realidades que no examinamos ni ponemos en duda ni intentamos siquiera argumentar, son para Mircea Eliade (y para una servidora) actos oscuros, complejos y peligrosos. No tanto por los gestos en sí como por el hecho de no cuestionarlos nunca.

Y porque dudar y hacerse preguntas es algo que me interesa, es por lo que he disfrutado tanto y durante tanto tiempo de esta recopilación de textos de Mircea Eliade que ya me hizo aplaudir y me ganó para esta lectura desde el prólogo en el que nos pide colaboración: no quiere nuestra aceptación, sino nuestra comprensión, así que ni siquiera espera de nosotros un espíritu crítico. Pide una escucha desde la confianza, no tanto en él como en sus palabras. Y yo confiada soy un rato, así que me entrego con calma, aún sabiendo que el propio Eliade reniega de muchas cosas que ha escrito en este libro.

Confianza, lucidez, comprensión, empatía, paciencia y tiempo es lo que puse por mi parte. Acepto los errores, las palabras que no le pertenecen, sus divagaciones, mis discrepancias. Y lo acepto porque entiendo que no me exige sólo que escuche: me pide también que no me quede en la forma, en la semántica. Así que me centro en el núcleo, al centro puro del objetivo que Eliade tiene en su punto de mira: examinar la vida.

Oceanografía” ha sido un estímulo e incluso un juego divertido en el que leer es como un diálogo que admite diferencias y matices. Eliade es un provocador muy ameno, que argumenta y explica incluso sus propias contradicciones. Porque una cosa es saber, incluso saber mucho, muchísimo, y otra comprender lo que se sabe. Una diferencia sutil pero decisiva.

Oceanografía” da lo que promete: una invitación a reflexionar. Y a fe que, pese a mis diferencias en algunos puntos con Eliade, me ha hecho cavilar a base de bien.

©AnaBlasfuemia

viernes, 30 de julio de 2021

Lejos del bosque (Chris Offutt)


 “-¿De dónde eres?
-De Kentucky
-¿De qué parte?
-De la parte de la que se va la gente


Este diálogo es el más citado al hablar de “Lejos del bosque” e incluso se recoge en la contraportada del libro. Obvio, porque refleja a la perfección el espíritu de los relatos recogidos en “Lejos del bosque. Pero todo se entiende mejor cuando se acompaña de su complemento, su contrario, el guante que se acopla a la perfección con la mano, como si fuera piel sobre piel, piel que se ajusta a carne y huesos. Este magnífico libro de relatos de Offutt se entiende mejor si a la cita anterior le añadimos esta otra:


Al final, había logrado volver a casa, mientras que yo seguía aquí atrapado, en el mundo


Y, voilà, ya tenemos la panorámica completa, el arco que siguiendo el recorrido de un extremo a otro abarca una realidad extensa y tensa, completa y compleja. Las personas estamos hechas de costuras (y costurones) de las que no somos conscientes. Hasta que un día esas costuras crujen, se descosen, se abren y de ellas mana una nostalgia paradójica: añoramos los lugares de los que hemos huido.

Los sitios que abandonamos, los lugares y paisajes que somos, donde nacimos, la historia de tu familia, la historia de tu tierra y muchas generaciones, una cultura y una forma de ser… nos explican mucho más de lo que pensamos. Son lugares que tienen sus propios códigos, que solo entienden y comprenden quienes allí vivieron. Y huyes de esos códigos, quieres ser el verso suelto, el eslabón que se rompa aspirando a una libertad más imaginada y soñada que real. Eliges.

La escritura y los personajes de Offutt tienen un algo indefinible, un halo que tiene que ver más con la saudade portuguesa que con el orgullo norteamericano. Una morriña que pretende acortar la distancia con lo más primario, con la naturaleza recordada, tal vez imaginada; con las raíces que nos sostienen y su fragilidad y su fortaleza. Porque tal vez no añores un lugar que fue, sino un lugar que quisiste que fuera. Sabes porqué te has ido, pero cuando comprendes porqué quieres volver todo adquiere un sentido que refleja lo absurdo de muchas decisiones y cómo la libertad, al igual que la esperanza, puede ser una trampa endemoniada.

©AnaBlasfuemia

lunes, 26 de julio de 2021

Caribou Island (David Vann)


Tal vez carecía de alguna facultad humana elemental, eso que hace que la gente se relacione. Él sólo deseaba que lo dejaran tranquilo. ¿Tan grave era eso?

A veces me pasa que insisto en que un autor me guste, no sé bien la razón, pero me empeño obstinadamente. Me pasa con Vann: es el tercer libro suyo que leo y quiero que me guste y tercera vez que no lo consigo.

En “Caribou Island” Vann aborda nuevamente su tema por excelencia (y posiblemente sea eso, el tema, lo que me hace insistir): las arrasadoras relaciones familiares, a las que no deja un resquicio de luz. Creo que consigue mayor intensidad en la considerada su mejor novela: “Sukkwan Island”.

Como en los anteriores libros que he leído de este autor, hay mucha paja e historias secundarias que siento que son un relleno, que percibo como absolutamente prescindibles y que nunca llegan a encajar unas con otras. Bien es verdad que “Caribou Island” va de menos a más, pero ese “más” no evita que el “menos” pese como una losa.

No hay forma: pese a mi buena predisposición, no consigo engancharme a este autor, aunque me interesen los temas que aborda. La mayoría de sus personajes me caen antipáticos y Vann me irrita ahí donde debería conmoverme.

No puedes tener lo que ya no existe

Y algo así me pasa a mí con Vann: que no existe conexión con él y con su forma de contar las cosas. No puedo tenerlo, no me seduce. Ya no insisto más. Tres libros son más que suficientes como para entender que esta es una relación fallida y que es mejor finiquitarla.

©AnaBlasfuemia

domingo, 18 de julio de 2021

El día de las ballenas (Tommaso Carozzi y Cornelius)

 

Las palabras constriñen y ponen límite al caos, eclipsan y reducen, reducen y expanden, oscurecen e iluminan pero las imágenes son puertas, una invitación, una propuesta . Bastan por sí solas para contar una historia, una verdad, un mensaje. Imágenes desnudas de frases, pero con una contundencia que no necesita reforzarse con palabras escritas, sin más vocabulario que las ilustraciones que por sí solas convocan emociones y a cada persona le removerá una sensibilidad

Porque lo que vemos también transmite y propone, lo que confunde es lo que nos contamos, la narrativa interior que añadimos, la historia que construimos a partir de las imágenes.


Por eso no quiero enmarañar con palabras la fuerza de estas ilustraciones (que nos dejan retratados a los seres humanos, a nuestra violenta reacción ante el miedo -y el nulo esfuerzo por comprender- a lo desconocido) y voy a seguir disfrutando de esta maravilla visual así, en silencio y sin palabras, sólo con las imágenes y el concepto y las emociones que transmiten.

©AnaBlasfuemia

jueves, 15 de julio de 2021

Aún no se lo he dicho a mi jardín (Pia Pera)


El verdadero peligro de esta enfermedad, quizá de todas las enfermedades, es quedar encerrados en la jaula de nuestro propio egoísmo

Son muchas las reflexiones y frases subrayadas, pero la anterior creo que atrapa lo esencial. Posiblemente el egoísmo (exceptuando un egoísmo mínimo, de supervivencia) sea una enfermedad que no reconoceremos nunca como tal e incluso hay quien lo disfraza de autoestima (no, la autoestima ni es egoísta ni tiene nada que ver con un ego que tiene más de narcisista que de empoderado). Pero no quiero irme por las ramas.

Hay libros que no es que los leas, sino que los acompañas. En silencio, recibiendo y a la vez sujetando. Sabes que estás (re)aprendiendo algo, aprendiendo a vivir, aprendiendo a morir. El libro está muy vivo, aunque lo escriba alguien con una enfermedad incurable, alguien que se rebela pero también acepta, que se resiste pero también indaga. Y por eso, mientras el libro avanza, mientras Pia Pera nos comparte su proceso, el lector la acompaña con el recogimiento y el agradecimiento de quien sabe que hay miradas que, al compartirse, concentran en sí mismas toda la generosidad de la que el ser humano es capaz.

No es fácil escribir sobre la enfermedad, la muerte, el sentido de la vida. Y no lo es porque en realidad siempre es un camino que nos lleva donde nos llevan todos los caminos: al aquí y ahora, no añorar, no temer, la belleza de lo simple, aprender a mirar, aprender a escuchar, agradecer. Por eso no me parece fácil: porque siendo siempre lo mismo, siempre parece nuevo y distinto. Una notificación, un recordatorio de aquello que se nos olvida una y otra vez, una y otra vez, como si cada noche se nos reseteara el apartado de “aprender a vivir sabiéndote fugaz y mortal” o su versión “vive hoy como si fuera el último día de tu vida” y al despertarnos volvemos a sentirnos inmortales, a sumergirnos en las prisas, en el vértigo, en la tormenta de lo vacío, a deslizarnos en lo superficial y aparente, a olvidar la pausa, el silencio, la ternura, la naturaleza, el gesto, la mirada…

Aprender a vivir y aprender a morir tiene mucho que ver con dejar el egoísmo en un arcén. Y con agradecer.

A mí libros así me alivian.

viernes, 9 de julio de 2021

La juguetería mágica (Angela Carter)

 

El verano en que cumplió quince años, Melanie descubrió que era de carne y hueso

Que puede parecer que lo sabemos de siempre, que estamos hechos de carne y hueso. Pero no y menos cuando eres una adolescente con muchas prisas por crecer, beberte la vida, vivir tu cuerpo, descubrirlo, sentirlo... Hasta que un día te das cuenta que no sólo eres deseos, imaginación, ardor, belleza y sexo, sino que también estás hecha de carne y hueso. Y entonces empiezas a querer vivir más despacio.

Ángela Carter era hasta ahora tierra ignota para mí. Mi relación con la literatura fantástica y gótica tiene sus altibajos, así que me acerco a ella de puntillas. Pero enseguida me tranquilizo y me instalo en la quietud de saber que voy a leer un libro que no me va a agitar las venas, pero que voy a disfrutar mucho.

Me ha gustado su estilo narrativo, con un perfecto y controlado equilibrio lírico y sus recargadas descripciones. Mi atención se bifurca, se polariza entre la historia que nos cuenta y la sólida y vívida escritura de Carter, una escritura que atrae la atención sobre sí misma. Una prosa profesional, corajuda y una trama controlada. Un simbolismo y una ironía ya presentes desde el título del libro.

Ángela Carter recurre a una historia de apariencia surrealista pero con un lenguaje narrativo realista para abordar temas que parecen ser recurrentes en ella: la búsqueda de una misma, la identidad, el género, la naturaleza de las relaciones sexuales.

El despertar sexual de la protagonista está descrito con una prolija belleza simbólica que me cautivó, al igual que lo hizo el cambio de escenario: del poético y ardiente descubrimiento del cuerpo y la sexualidad de la protagonista, al turbio y oscuro ambiente cuando tiene que irse a vivir a la juguetería de su tío.

Me fascinó ese dominio casi climático, pasando de un entorno tropical (erótico y luminoso) a un clima de tormentas perturbadoras, grises y violentas. Aplaudo ese abrupto cambio de un ambiente a otro sin que esa ruptura descomponga la estructura narrativa, porque es una herramienta intencionada de las muchas que utiliza Carter para que la parodia no se descomponga ni el sentimentalismo distraiga de lo central: no hay redención fácil ni finales felices y limpios.

©AnaBlasfuemia

sábado, 3 de julio de 2021

Matar a Platón (Chantal Maillard)


Para que algo acontezca no basta un accidente,
no es suficiente un muerto,
ni dos, ni dos millones.

Un acontecimiento es un olor que espera
que alguien lo respire,
una herida que aguarda encarnarse,
el agua de un torrente
inundando los poros,
una mirada que cruza el aire
y encuentra a alguien que le hace señas
y en la seña, en ella, se reconoce.

Uno puede negarse al acontecimiento
y convertir su historia en un simple resumen
de lo ocurrido, pasos que no devienen cruce
y se apagan en vida, o se secan.

Uno puede negarse a saberse en el otro,
basta con acercarse a todo con un walkman
conectado a la carne,
enfundado el cerebro en aquella sustancia
impermeable que nos inmuniza,
basta con refugiarse en un desmayo a tiempo,
en el deseo de amar, u ocultarse
en la furia o el número de una cuenta bancaria.

De hecho, lo más frecuente es
que llevemos cosida el alma a su forro
como los trajes nuevos sus bolsillos,
para evitar que se deformen
por el peso

El acontecimiento es indefinible, una multiplicidad de espejos (no espejos platónicos, fieles reflejos de la realidad) y confluencias que nos impactan y estremecen (¿estremecimientos cioranos?).

Está lo inasible, lo sutil e intenso, la multiplicidad de gestos o ausencia de ellos. Imágenes efímeras que debemos procesar y a las que debemos acercarnos desde lo íntimo, desde la pregunta, la duda, la curiosidad, el cuestionamiento.

Matar a Platón, matar su racionalismo, también reivindicar a las mujeres que Platón menospreciaba. Releer a Maillard una y otra vez, replantearnos todas las ideas, movimiento continuo, nombrar lo innombrable para darle vida a lo muerto.

Cuánta riqueza y complejidad en este poemario del que nunca me voy, tanto tiempo permaneciendo en él para recordarme que la indiferencia no es una opción, que hay que “padecer con”, empatizar como un compromiso ineludible. Que tu dolor nunca me sea ajeno.

                            “Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse

Matar a Platón, amar a Chantal Maillard