domingo, 30 de julio de 2023
Un año en los bosques (Sue Hubbell)


domingo, 23 de julio de 2023
El hijo (Michel Rostain)


jueves, 20 de julio de 2023
Algunas formas de amor (Charlotte Mew)


domingo, 16 de julio de 2023
Aberración estelar (Gilbert Sorrentino)


jueves, 13 de julio de 2023
El sendero de los nidos de araña (Italo Calvino)


jueves, 6 de julio de 2023
Siete plantas (Dino Buzzati)


domingo, 2 de julio de 2023
Manual para mujeres de la limpieza (Lucia Berlin)


miércoles, 28 de junio de 2023
La muerte del adversario (Hans Keilson)


jueves, 22 de junio de 2023
El sentido de un final (Julian Barnes)


domingo, 18 de junio de 2023
Los nuestros (Serguéi Dovlátov)
“De manera que en mi vida imperaban dos realidades enfrentadas. A la izquierda, bramaba el océano de un naciente inconformismo. Y a la derecha se extendía la imperturbable calma chicha de un recogido y tedioso bienestar. Y yo me abría paso, a trompicones, por la estrecha franja que discurría entre ambos océanos”
Existimos por los otros. Si no hubiera otros (ese intercambio necesario que son los demás) no existiríamos. No me atrevo a afirmar rotundamente que somos aquellos otros que se han cruzado en nuestras vidas y que nuestros valores y virtudes se construyen gracias a los demás. Pero ahí lo dejo. Los otros también son los nuestros, nuestra familia, las generaciones que nos anteceden, nuestros allegados, además de aquellos que elegimos y nos eligen.
El corazón de “Los nuestros”, su órgano vital, son sus personajes (incluido el propio Dovlátov) y la presentación que el autor hace de ellos, tan eficaz que provoca que te deslices por esta lectura con espíritu solícito y liberador, dejándote llevar por esa vívida coexistencia entre lo absurdo y lo puro, la comedia y el drama. Pero ese corazón no latiría sin la poderosa herramienta de la escritura de Dovlátov y su narrativa rítmica, lúdica y tremendamente humorística, que no renuncia a la lucidez ni a la crítica.
“Los nuestros” no es sólo la familia de Dovlátov, es también el propio autor, su escisión entre lo cotidiano y la locura, su intento de defenderse del caos pero también la descripción certera, precisa e inteligente de la Unión Soviética que le silenció. La voz (muy intencionada) de Dovlátov es irónica y socarrona, pero el epicentro de toda comedia siempre es la tragedia y el humor una forma inteligente de abordarla.


jueves, 15 de junio de 2023
Memorias de una joven informal (Bianca Lamblin)
"Me imaginaba que nunca era frágil (y estaba equivocada), ni compleja (volvía a equivocarme). Era 'una fuerza que avanza' en línea recta, sin flaquear, sacrificándolo todo a su ambición de notoriedad y tal vez de gloria"
Casi todas mis lecturas tienen una historia detrás relacionada con el motivo por el cual he elegido ese libro y no otro. Este en concreto también tiene su historia detrás, pero estoy por aquí todavía de forma precaria, tal vez de paso, y en formato breve, así que esta historia me la quedo para mí.
Tenía algún conocimiento de los hechos narrados en “Memorias de una joven informal”. Si has leído a Simone de Beauvoir y tienes información sobre su vida (algo inevitable aunque no te lo propongas) sabrás que ¡oh, cielos! Beauvoir era humana, contradictoria, polémica, con una fuerte personalidad. También que su relación con Sartre fue (cuanto menos) peculiar, confusa a ratos, muy extravagante y, sin duda, muy intelectual.
No pensaba de antemano que mi visión de Beauvoir se fuera a tambalear al leer a Bianca Lamblin. No me equivoqué: nada me va a hacer dudar de la conmoción al leer por primera vez a Beauvoir, con todo lo que eso supuso para mí, ni tampoco resta un ápice el valor que Beauvoir tuvo y tiene para el feminismo, su legado fundacional.
A ratos, leyendo a Lamblin, tenía la sensación de estar asistiendo a un salseo de esos que transcurren en Twitter, tan encarnizados, tan llenos de rabia y rencor, tan innecesarios y faltos de coherencia. Otras veces me parecía estar ante un culebrón de telenovela turca, con toda la élite cultureta e intelectual del momento ahí, mostrando su lado más propio de un Sálvame que de “Les Temps Modernes”.
En definitiva, una lectura prescindible (para mí, siempre para mí). Me quedo (de largo) con la historia que hay detrás de esta lectura, aquella que me llevo a la biblioteca (está descatalogado) y a, con el libro a medio leer, mandar un WhatsApp para certificar que no me hace falta releer a Beauvoir para hacer contrapeso a esta lectura. Lo cual no quiere decir que Beauvoir no sea (siempre) de obligada relectura (al igual que Virginia Woolf), especialmente en estos tiempos de retroceso que vivimos.
¿He dicho que iba a ser breve? Disculpa, tú que has venido a parar a este blog, mis contradicciones.


miércoles, 14 de junio de 2023
El asesino tímido (Clara Usón)


martes, 3 de agosto de 2021
Truca
Has sido mi equilibrio, mi sostén, mi refugio, mi mar, mi cielo y mi tierra, mi faro, mi calma, mi cordura. Has sido mi pértiga, haciendo de contrapeso y a la vez siendo el punto de apoyo necesario para el impulso y saltar, una vez más, por encima de todas las barreras (reales o ficticias). El apoyo que sostiene, cobija, empuja, acoge y propulsa.
Cómo decir que cuando ya no quería vivir, viví para cuidarte. Que cuando tu corazón se quiso parar, tú dijiste: “no, ahora no, tengo algo que hacer”. Y tu corazón hizo lo impensable: siguió latiendo durante más de cuatro años. Y viviste para cuidarme a mí y nos cuidamos las dos, pero la vida siempre estuvo de tu lado, era tu mensaje para mí, tu enseñanza: vive, Ana, vive. Y nos vivimos ambas mientras yo aprendía de ti, de tu generosidad, de tu bondad, de tu paciencia, de tu amor calmo y sereno. Vivir sin rencor, sin culpas, sin dolor, vivir cada segundo con el corazón lleno de agradecimiento por, simplemente, respirar.
Cómo decir que hasta el último suspiro me has estado dando una lección de vida: para aprender a morir hay que saber vivir. Y cuando eso se aprende, cuando se aprende la vida, puedes irte en paz. Aquí, ahora, el ayer pasó, no existe y el mañana es siempre hoy.
Cómo decir que estoy arrasada pero llena de agradecimiento, que aprendo lento pero que cuando lo hago es ley para mí. Que lloro mucho porque sé que sabes que estoy lista para asimilar todo lo vivido y todo lo que me has enseñado. Que ya te echo de menos y que te querré siempre.
Sit tibi terra levis, Truca.


domingo, 1 de agosto de 2021
Oceanografía (Mircea Eliade)
Esos gestos automatizados, superficiales e inmediatos que repetimos día a día sin cuestionarnos (por miedo, por hábito, por comodidad) y esas realidades que no examinamos ni ponemos en duda ni intentamos siquiera argumentar, son para Mircea Eliade (y para una servidora) actos oscuros, complejos y peligrosos. No tanto por los gestos en sí como por el hecho de no cuestionarlos nunca.
Y porque dudar y hacerse preguntas es algo que me interesa, es por lo que he disfrutado tanto y durante tanto tiempo de esta recopilación de textos de Mircea Eliade que ya me hizo aplaudir y me ganó para esta lectura desde el prólogo en el que nos pide colaboración: no quiere nuestra aceptación, sino nuestra comprensión, así que ni siquiera espera de nosotros un espíritu crítico. Pide una escucha desde la confianza, no tanto en él como en sus palabras. Y yo confiada soy un rato, así que me entrego con calma, aún sabiendo que el propio Eliade reniega de muchas cosas que ha escrito en este libro.
Confianza, lucidez, comprensión, empatía, paciencia y tiempo es lo que puse por mi parte. Acepto los errores, las palabras que no le pertenecen, sus divagaciones, mis discrepancias. Y lo acepto porque entiendo que no me exige sólo que escuche: me pide también que no me quede en la forma, en la semántica. Así que me centro en el núcleo, al centro puro del objetivo que Eliade tiene en su punto de mira: examinar la vida.
“Oceanografía” ha sido un estímulo e incluso un juego divertido en el que leer es como un diálogo que admite diferencias y matices. Eliade es un provocador muy ameno, que argumenta y explica incluso sus propias contradicciones. Porque una cosa es saber, incluso saber mucho, muchísimo, y otra comprender lo que se sabe. Una diferencia sutil pero decisiva.
“Oceanografía” da lo que promete: una invitación a reflexionar. Y a fe que, pese a mis diferencias en algunos puntos con Eliade, me ha hecho cavilar a base de bien.


viernes, 30 de julio de 2021
Lejos del bosque (Chris Offutt)
Los sitios que abandonamos, los lugares y paisajes que somos, donde nacimos, la historia de tu familia, la historia de tu tierra y muchas generaciones, una cultura y una forma de ser… nos explican mucho más de lo que pensamos. Son lugares que tienen sus propios códigos, que solo entienden y comprenden quienes allí vivieron. Y huyes de esos códigos, quieres ser el verso suelto, el eslabón que se rompa aspirando a una libertad más imaginada y soñada que real. Eliges.
La escritura y los personajes de Offutt tienen un algo indefinible, un halo que tiene que ver más con la saudade portuguesa que con el orgullo norteamericano. Una morriña que pretende acortar la distancia con lo más primario, con la naturaleza recordada, tal vez imaginada; con las raíces que nos sostienen y su fragilidad y su fortaleza. Porque tal vez no añores un lugar que fue, sino un lugar que quisiste que fuera. Sabes porqué te has ido, pero cuando comprendes porqué quieres volver todo adquiere un sentido que refleja lo absurdo de muchas decisiones y cómo la libertad, al igual que la esperanza, puede ser una trampa endemoniada.


lunes, 26 de julio de 2021
Caribou Island (David Vann)
“Tal vez carecía de alguna facultad humana elemental, eso que hace que la gente se relacione. Él sólo deseaba que lo dejaran tranquilo. ¿Tan grave era eso?”
A veces me pasa que insisto en que un autor me guste, no sé bien la razón, pero me empeño obstinadamente. Me pasa con Vann: es el tercer libro suyo que leo y quiero que me guste y tercera vez que no lo consigo.
En “Caribou Island” Vann aborda nuevamente su tema por excelencia (y posiblemente sea eso, el tema, lo que me hace insistir): las arrasadoras relaciones familiares, a las que no deja un resquicio de luz. Creo que consigue mayor intensidad en la considerada su mejor novela: “Sukkwan Island”.
Como en los anteriores libros que he leído de este autor, hay mucha paja e historias secundarias que siento que son un relleno, que percibo como absolutamente prescindibles y que nunca llegan a encajar unas con otras. Bien es verdad que “Caribou Island” va de menos a más, pero ese “más” no evita que el “menos” pese como una losa.
No hay forma: pese a mi buena predisposición, no consigo engancharme a este autor, aunque me interesen los temas que aborda. La mayoría de sus personajes me caen antipáticos y Vann me irrita ahí donde debería conmoverme.
“No puedes tener lo que ya no existe”
Y algo así me pasa a mí con Vann: que no existe conexión con él y con su forma de contar las cosas. No puedo tenerlo, no me seduce. Ya no insisto más. Tres libros son más que suficientes como para entender que esta es una relación fallida y que es mejor finiquitarla.


domingo, 18 de julio de 2021
El día de las ballenas (Tommaso Carozzi y Cornelius)
Las palabras constriñen y ponen límite al caos, eclipsan y reducen, reducen y expanden, oscurecen e iluminan pero las imágenes son puertas, una invitación, una propuesta . Bastan por sí solas para contar una historia, una verdad, un mensaje. Imágenes desnudas de frases, pero con una contundencia que no necesita reforzarse con palabras escritas, sin más vocabulario que las ilustraciones que por sí solas convocan emociones y a cada persona le removerá una sensibilidad.
Porque lo que vemos también transmite y propone, lo que confunde es lo que nos contamos, la narrativa interior que añadimos, la historia que construimos a partir de las imágenes.


jueves, 15 de julio de 2021
Aún no se lo he dicho a mi jardín (Pia Pera)


viernes, 9 de julio de 2021
La juguetería mágica (Angela Carter)
“El verano en que cumplió quince años, Melanie descubrió que era de carne y hueso”
Que puede parecer que lo sabemos de siempre, que estamos hechos de carne y hueso. Pero no y menos cuando eres una adolescente con muchas prisas por crecer, beberte la vida, vivir tu cuerpo, descubrirlo, sentirlo... Hasta que un día te das cuenta que no sólo eres deseos, imaginación, ardor, belleza y sexo, sino que también estás hecha de carne y hueso. Y entonces empiezas a querer vivir más despacio.
Ángela Carter era hasta ahora tierra ignota para mí. Mi relación con la literatura fantástica y gótica tiene sus altibajos, así que me acerco a ella de puntillas. Pero enseguida me tranquilizo y me instalo en la quietud de saber que voy a leer un libro que no me va a agitar las venas, pero que voy a disfrutar mucho.
Me ha gustado su estilo narrativo, con un perfecto y controlado equilibrio lírico y sus recargadas descripciones. Mi atención se bifurca, se polariza entre la historia que nos cuenta y la sólida y vívida escritura de Carter, una escritura que atrae la atención sobre sí misma. Una prosa profesional, corajuda y una trama controlada. Un simbolismo y una ironía ya presentes desde el título del libro.
Ángela Carter recurre a una historia de apariencia surrealista pero con un lenguaje narrativo realista para abordar temas que parecen ser recurrentes en ella: la búsqueda de una misma, la identidad, el género, la naturaleza de las relaciones sexuales.
El despertar sexual de la protagonista está descrito con una prolija belleza simbólica que me cautivó, al igual que lo hizo el cambio de escenario: del poético y ardiente descubrimiento del cuerpo y la sexualidad de la protagonista, al turbio y oscuro ambiente cuando tiene que irse a vivir a la juguetería de su tío.
Me fascinó ese dominio casi climático, pasando de un entorno tropical (erótico y luminoso) a un clima de tormentas perturbadoras, grises y violentas. Aplaudo ese abrupto cambio de un ambiente a otro sin que esa ruptura descomponga la estructura narrativa, porque es una herramienta intencionada de las muchas que utiliza Carter para que la parodia no se descomponga ni el sentimentalismo distraiga de lo central: no hay redención fácil ni finales felices y limpios.


sábado, 3 de julio de 2021
Matar a Platón (Chantal Maillard)

