martes, 15 de agosto de 2023
Relatos del mar (VV. AA., comp. de Marta Solís)


sábado, 12 de agosto de 2023
Aniara (Harry Martinson)


miércoles, 9 de agosto de 2023
Desvarío amoroso (Wilhelm Genazino)


domingo, 6 de agosto de 2023
Las pequeñas virtudes (Natalia Ginzburg)


sábado, 5 de agosto de 2023
Ítaca (C. P. Cavafis)
pide que sea largo tu camino,
lleno de aventuras, pleno de saberes.
A los lestrigones y los cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
nunca se cruzarán en tu camino,
si es alto tu pensar, si una emoción
delicada en tu espíritu y tu cuerpo anida.
ni al fiero Poseidón encontrarás,
si no los llevas tú dentro del alma,
si tu alma no los levanta a tu paso.
Pide que sea largo tu camino,
y muchas las mañanas de verano
en que -con qué placer, con qué alegría-
entres en puertos nunca vistos;
detente en los emporios fenicios,
y hazte con sus preciadas mercancías,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y aromas sensuales de todas las clases,
cuantos más aromas sensuales puedas;
a muchas ciudades egipcias ve,
a aprender y aprender de quienes saben.
Ten siempre a Ítaca en la mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero sin prisa alguna en el viaje.
Más vale que se alargue muchos años;
y ya en la vejez recales en la isla,
con toda la riqueza ganada en el camino,
sin esperar que te enriquezca Ítaca.
Ítaca te brindó el espléndido viaje.
Sin ella no te habrías puesto en camino.
No puede ya ofrecerte nada más.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Con la sabiduría que has alcanzado, con tu experiencia,
ya habrás comprendido qué significan las Ítacas."
(Ítaca, Cavafis)
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domingo, 30 de julio de 2023
Un año en los bosques (Sue Hubbell)


domingo, 23 de julio de 2023
El hijo (Michel Rostain)


jueves, 20 de julio de 2023
Algunas formas de amor (Charlotte Mew)


domingo, 16 de julio de 2023
Aberración estelar (Gilbert Sorrentino)


jueves, 13 de julio de 2023
El sendero de los nidos de araña (Italo Calvino)


jueves, 6 de julio de 2023
Siete plantas (Dino Buzzati)


domingo, 2 de julio de 2023
Manual para mujeres de la limpieza (Lucia Berlin)


miércoles, 28 de junio de 2023
La muerte del adversario (Hans Keilson)


jueves, 22 de junio de 2023
El sentido de un final (Julian Barnes)


domingo, 18 de junio de 2023
Los nuestros (Serguéi Dovlátov)
“De manera que en mi vida imperaban dos realidades enfrentadas. A la izquierda, bramaba el océano de un naciente inconformismo. Y a la derecha se extendía la imperturbable calma chicha de un recogido y tedioso bienestar. Y yo me abría paso, a trompicones, por la estrecha franja que discurría entre ambos océanos”
Existimos por los otros. Si no hubiera otros (ese intercambio necesario que son los demás) no existiríamos. No me atrevo a afirmar rotundamente que somos aquellos otros que se han cruzado en nuestras vidas y que nuestros valores y virtudes se construyen gracias a los demás. Pero ahí lo dejo. Los otros también son los nuestros, nuestra familia, las generaciones que nos anteceden, nuestros allegados, además de aquellos que elegimos y nos eligen.
El corazón de “Los nuestros”, su órgano vital, son sus personajes (incluido el propio Dovlátov) y la presentación que el autor hace de ellos, tan eficaz que provoca que te deslices por esta lectura con espíritu solícito y liberador, dejándote llevar por esa vívida coexistencia entre lo absurdo y lo puro, la comedia y el drama. Pero ese corazón no latiría sin la poderosa herramienta de la escritura de Dovlátov y su narrativa rítmica, lúdica y tremendamente humorística, que no renuncia a la lucidez ni a la crítica.
“Los nuestros” no es sólo la familia de Dovlátov, es también el propio autor, su escisión entre lo cotidiano y la locura, su intento de defenderse del caos pero también la descripción certera, precisa e inteligente de la Unión Soviética que le silenció. La voz (muy intencionada) de Dovlátov es irónica y socarrona, pero el epicentro de toda comedia siempre es la tragedia y el humor una forma inteligente de abordarla.


jueves, 15 de junio de 2023
Memorias de una joven informal (Bianca Lamblin)
"Me imaginaba que nunca era frágil (y estaba equivocada), ni compleja (volvía a equivocarme). Era 'una fuerza que avanza' en línea recta, sin flaquear, sacrificándolo todo a su ambición de notoriedad y tal vez de gloria"
Casi todas mis lecturas tienen una historia detrás relacionada con el motivo por el cual he elegido ese libro y no otro. Este en concreto también tiene su historia detrás, pero estoy por aquí todavía de forma precaria, tal vez de paso, y en formato breve, así que esta historia me la quedo para mí.
Tenía algún conocimiento de los hechos narrados en “Memorias de una joven informal”. Si has leído a Simone de Beauvoir y tienes información sobre su vida (algo inevitable aunque no te lo propongas) sabrás que ¡oh, cielos! Beauvoir era humana, contradictoria, polémica, con una fuerte personalidad. También que su relación con Sartre fue (cuanto menos) peculiar, confusa a ratos, muy extravagante y, sin duda, muy intelectual.
No pensaba de antemano que mi visión de Beauvoir se fuera a tambalear al leer a Bianca Lamblin. No me equivoqué: nada me va a hacer dudar de la conmoción al leer por primera vez a Beauvoir, con todo lo que eso supuso para mí, ni tampoco resta un ápice el valor que Beauvoir tuvo y tiene para el feminismo, su legado fundacional.
A ratos, leyendo a Lamblin, tenía la sensación de estar asistiendo a un salseo de esos que transcurren en Twitter, tan encarnizados, tan llenos de rabia y rencor, tan innecesarios y faltos de coherencia. Otras veces me parecía estar ante un culebrón de telenovela turca, con toda la élite cultureta e intelectual del momento ahí, mostrando su lado más propio de un Sálvame que de “Les Temps Modernes”.
En definitiva, una lectura prescindible (para mí, siempre para mí). Me quedo (de largo) con la historia que hay detrás de esta lectura, aquella que me llevo a la biblioteca (está descatalogado) y a, con el libro a medio leer, mandar un WhatsApp para certificar que no me hace falta releer a Beauvoir para hacer contrapeso a esta lectura. Lo cual no quiere decir que Beauvoir no sea (siempre) de obligada relectura (al igual que Virginia Woolf), especialmente en estos tiempos de retroceso que vivimos.
¿He dicho que iba a ser breve? Disculpa, tú que has venido a parar a este blog, mis contradicciones.


miércoles, 14 de junio de 2023
El asesino tímido (Clara Usón)


martes, 3 de agosto de 2021
Truca
Has sido mi equilibrio, mi sostén, mi refugio, mi mar, mi cielo y mi tierra, mi faro, mi calma, mi cordura. Has sido mi pértiga, haciendo de contrapeso y a la vez siendo el punto de apoyo necesario para el impulso y saltar, una vez más, por encima de todas las barreras (reales o ficticias). El apoyo que sostiene, cobija, empuja, acoge y propulsa.
Cómo decir que cuando ya no quería vivir, viví para cuidarte. Que cuando tu corazón se quiso parar, tú dijiste: “no, ahora no, tengo algo que hacer”. Y tu corazón hizo lo impensable: siguió latiendo durante más de cuatro años. Y viviste para cuidarme a mí y nos cuidamos las dos, pero la vida siempre estuvo de tu lado, era tu mensaje para mí, tu enseñanza: vive, Ana, vive. Y nos vivimos ambas mientras yo aprendía de ti, de tu generosidad, de tu bondad, de tu paciencia, de tu amor calmo y sereno. Vivir sin rencor, sin culpas, sin dolor, vivir cada segundo con el corazón lleno de agradecimiento por, simplemente, respirar.
Cómo decir que hasta el último suspiro me has estado dando una lección de vida: para aprender a morir hay que saber vivir. Y cuando eso se aprende, cuando se aprende la vida, puedes irte en paz. Aquí, ahora, el ayer pasó, no existe y el mañana es siempre hoy.
Cómo decir que estoy arrasada pero llena de agradecimiento, que aprendo lento pero que cuando lo hago es ley para mí. Que lloro mucho porque sé que sabes que estoy lista para asimilar todo lo vivido y todo lo que me has enseñado. Que ya te echo de menos y que te querré siempre.
Sit tibi terra levis, Truca.


domingo, 1 de agosto de 2021
Oceanografía (Mircea Eliade)
Esos gestos automatizados, superficiales e inmediatos que repetimos día a día sin cuestionarnos (por miedo, por hábito, por comodidad) y esas realidades que no examinamos ni ponemos en duda ni intentamos siquiera argumentar, son para Mircea Eliade (y para una servidora) actos oscuros, complejos y peligrosos. No tanto por los gestos en sí como por el hecho de no cuestionarlos nunca.
Y porque dudar y hacerse preguntas es algo que me interesa, es por lo que he disfrutado tanto y durante tanto tiempo de esta recopilación de textos de Mircea Eliade que ya me hizo aplaudir y me ganó para esta lectura desde el prólogo en el que nos pide colaboración: no quiere nuestra aceptación, sino nuestra comprensión, así que ni siquiera espera de nosotros un espíritu crítico. Pide una escucha desde la confianza, no tanto en él como en sus palabras. Y yo confiada soy un rato, así que me entrego con calma, aún sabiendo que el propio Eliade reniega de muchas cosas que ha escrito en este libro.
Confianza, lucidez, comprensión, empatía, paciencia y tiempo es lo que puse por mi parte. Acepto los errores, las palabras que no le pertenecen, sus divagaciones, mis discrepancias. Y lo acepto porque entiendo que no me exige sólo que escuche: me pide también que no me quede en la forma, en la semántica. Así que me centro en el núcleo, al centro puro del objetivo que Eliade tiene en su punto de mira: examinar la vida.
“Oceanografía” ha sido un estímulo e incluso un juego divertido en el que leer es como un diálogo que admite diferencias y matices. Eliade es un provocador muy ameno, que argumenta y explica incluso sus propias contradicciones. Porque una cosa es saber, incluso saber mucho, muchísimo, y otra comprender lo que se sabe. Una diferencia sutil pero decisiva.
“Oceanografía” da lo que promete: una invitación a reflexionar. Y a fe que, pese a mis diferencias en algunos puntos con Eliade, me ha hecho cavilar a base de bien.

