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jueves, 16 de mayo de 2019

El paseo (Robert Walser)


Al diablo con el ansia miserable de parecer más de lo que se es

Paseante compulsivo, Walser nos pasea con él y su suave ironía pero fuerte perspicacia. Donde aparentemente no ocurre nada saltan las alarmas. Es todo tan jovial y festivo, todo tan propicio y delicado en este paseo que inevitablemente produce el vértigo de la duda ¿qué hay detrás de un paseo tan cándido?
Hay búsqueda, hay curiosidad, nostalgia, hay melancolía, libertad y vida intelectual. Hay mucha elegancia en Walser en este inquietante paseo, inquietante porque el idílico paseo, que se desliza como desaliñado, volátil y anticuado, se torna a cada paso más sombrío, más grave, sin renunciar en ningún momento a la belleza.

Paseos, deleitarse con lo sublime de la naturaleza, conectar con ella de forma casi sagrada. Encuentros que son de todo menos triviales y con una carga simbólica importante. Walser paseaba por el mismo motivo que escribía: por supervivencia y desamparo. Walser huyendo del miedo, paseando para escapar pero inevitablemente encontrando aquello de lo que huye al final del paseo.

Una pequeña y delicada joya de un Walser siempre exuberante, frágil y sagaz.
Yo ya no era yo, era otro, y precisamente por eso otra vez yo

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