lunes, 29 de julio de 2019

Ex Libris (Anne Fadiman)


En los siguientes treinta años me di cuenta de que igual que hay más de una manera de amar a una persona, también hay más de una manera de amar un libro
No recuerdo un momento de mi vida sin un libro cerca. Cuando aún no sabía leer los libros ya estaban ahí como algo vivo, para nada un objeto decorativo, sino como un misterio tentador, una caja de Pandora inalcanzable, el superjuego de magia Borrás que contenía todos los trucos y todo el espectáculo de un fastuoso taumaturgo. Observaba a mi padre leer y sentía que entraba en un universo al que yo no podía acceder (todavía), un universo en el que estaban todas las respuestas y todas las preguntas, todos los mundos, las estrellas y los colores, que allí estaban el océano y el cielo y una tierra desconocida, y que las palabras y las letras eran como hormigas construyendo un futuro al que un día tendría que llegar.
Y llegaron: los libros, la posibilidad de leerlos. Tantos años de relación y no ha habido ni un desencuentro, todo ha sido ese aprendizaje que se me ofrecía desde el inicio, con la conciencia de ser una perpetua aprendiz subyugada por los libros. La relación con ellos va más allá de leerlos. Hay rituales, manías, emociones, complicidades, intercambio, significados, vínculos... Leer es siempre asombroso, un constante descubrir y descubrirse, un vértigo fiel y adictivo.
Es cierto, como dice Anne Fadiman, que hay muchas maneras de amar a un libro. Sobre ese amor, sobre toda la liturgia personal en torno a libros y lecturas, y de una forma muy refrescante y divertida, es de lo que habla este libro en el que no puedes evitar sentirte reconocida en muchas de sus páginas. Porque hay algo cierto: cuando conoces a alguien que (también) lee, hay un hilo rojo extra de unión con esa persona. Un plus. Conocer qué lee y cómo lee pasa a formar parte del descubrir al otro.
Nota: magnífica y cuidadosa traducción de Isabel Ferrer Marrades.

sábado, 27 de julio de 2019

Silencio (Thich Nhat Hanh)


La felicidad no es posible sin una cierta paz

No tengo paz interior ni quietud. Es lo que hay, no voy a negarlo pero no es lo que acepto. No me conformo. Cada día trabajo conmigo misma para encontrar esa paz y esa quietud. Sé que necesito silencio, ausencia de ruido. Y escucha, mucha, muchísima escucha.
Si digo “silencio” se creará en todos una imagen mental de lo que es el silencio: ausencia de ruido. Seguramente pensemos que todo el mundo coincidirá en lo esencial del concepto. Quizás debamos ahondar entonces en el concepto "ruido".
Este libro nos recuerda qué es exactamente el silencio: el silencio interior, el que desconecta la radio del PSP (Pensar Sin Parar). No es únicamente la ausencia de ruido externo (ruido que muchas veces ya ni percibimos como tal), es la presencia de la plena conciencia, el silencio interior que nos permite la escucha verdadera, sin parloteos mentales que nos impiden existir libres de toxicidades. Silenciar nuestro propio ser para escuchar la belleza, el propio silencio, la espiritualidad, el sonido de la impermanencia. Estar y ser en el presente.
¿Tenemos miedo del silencio?
Práctica de los cuatro mantras:
1.- Querida, estoy aquí para ti.
2.- Querida, sé que estás aquí y soy muy feliz.
3.- Querida, sé que estás sufriendo, por eso estoy aquí para ti.
4.- Querida, estoy sufriendo. Ayúdame, por favor.
Y perder miedo al silencio. Cultivarlo y darle espacio. El silencio es aprender a escuchar. Y a escucharse. No duele. No te dueles.

jueves, 25 de julio de 2019

El reino de las mujeres (Antón Chéjov)


Quiero un amor tan delicado e inmaterial como un rayo de sol
Anna, la protagonista de “El reino de las mujeres”, se siente en tierra de nadie. Ni de aquí ni de allá. Ni de arriba ni de abajo. Ni de los ricos ni de los pobres. No importa que suba y baje escaleras, es irrelevante, no encuentra lugar ni siente que pertenece a nada ni a nadie, todo le aburre y le resulta ajeno porque, ay, si no hay amor, no hay vida. La mujer de final del siglo XIX si no ama y es amada, es un ser incompleto. Anna cree que es una persona inferior y vacía porque únicamente el amor de un hombre dará paz y sentido a su vida.
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A estas alturas no voy a descubrir a Chéjov, un maestro en el relato corto, un valor seguro para cualquier lector. Nunca decepciona, nunca aburre. Artista del realismo narrativo, personifica la sutileza detrás de lo sencillo y habla de lo común sin necesidad de deformarlo ni de ser desmesurado. Un estilo literario nada forzado ni distorsionado, suficiente para sugerir el evidente conflicto y patetismo de Anna.
Con una narrativa mundana y un tono controlado y deliberadamente medido, con Anna en el centro de gravedad, Chéjov ejerce de testigo (que no de juez) y deja al lector el resto. Porque es para el lector, y no para sí mismo, para quien escribía Chéjov. Su habilidad para mostrar lo que apenas parece un boceto, un instante común y cotidiano y hacer de ello algo trascendente y relevante está al alcance de muy pocos.
Los relatos de Chéjov son siempre un espacio inquietante dentro de la zona de confort lectora, hablando de lo complicado desde lo sencillo. En eso Chéjov, y perdonarme el exabrupto, es el puto amo. En “El reino de las mujeres” muestra lo ordinario sin adornos, renunciando al artificio pero no a mostrar las contradicciones y la complejidad del ser humano.
No esperéis tramas ni finales. Imaginaros a Chéjov como un fotógrafo captando una escena de lo más común y corriente. Miráis esa fotografía, una escena más, aparentemente anodina… y sin embargo intuís que hay algo extraordinario, profundo y complejo en ella. Eso es Chéjov, su mirada y su manera de mostrar la realidad.

martes, 23 de julio de 2019

Leer para ti (Siri Hustvedt)


Ahora recuerdo lo que había  olvidado. He olvidado pero cómo es posible que recuerde lo que olvido
Si la poesía es también poiesis (creación) no cabe duda de que Siri Hustvedt es una artesana de la belleza, que moldea y da a luz a criaturas extrañas e hipnóticas, con libertad absoluta para crear una estética personal y una métrica que está más cerca del corazón que de la ortodoxia académica.
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Si la poesía es también crear intensas imágenes mentales a través de las palabras, Siri Hustvedt hace un recorrido a la inversa: a partir de imágenes concretas (fotografías) juega y construye un lenguaje del recuerdo, un tenaz ejercicio para diluir el olvido.
Nada más cotidiano que las imágenes fijas de una fotografía: rostros, paisajes, pequeños gestos, espacios, objetos. En ocasiones esas imágenes atrapan la mixtura entre la inocencia captada y la brutalidad escondida, detalles que captan tanto lo ordinario como lo extraordinario. Fotografías inmóviles que se fusionan con el flujo y la vibración de los recuerdos.
Siempre te leeré. Te lo prometo
Nadie sabe cómo y cuánto nos cambia la lluvia porque olvidamos que la pena es muda y que las fotografías persisten mucho tiempo, más allá de su pertinaz inmovilidad y pese a que fuera de ellas todo continúe con fluida e imprecisa celeridad.
Publicada en 1983 “Pensar para ti” es, como bien afirma Eduardo Lago en el prólogo, todo un hallazgo, yo añadiría que para muy admiradores (que es mi caso) de la críptica y embelesada Siri Husdvedt.
Hemos escogido nuestras multitudes
Y las hemos amado como a las cartas y a las cucharas,
A los dedales y a los pequeños pedazos de hilo
Olvidados en el escritorio de un ser querido

sábado, 20 de julio de 2019

El sentido del asombro (Rachel Carson)


Siempre me han encantado los líquenes porque tienen la cualidad de la tierra de las hadas, anillos de plata sobre una roca, curiosas formas pequeñas de huesos o cuernos o de caparazón de una criatura marina

Rachel Carson fue la inspiradora del ecologismo actual, haciendo más que nadie por despertar en la sociedad una conciencia ambiental, y también fue una de las mejores escritoras sobre la naturaleza. Esta ya es toda una carta de presentación de alguien a quien no debería de ser necesario presentar ni descubrir. Espero que la curiosidad os lleve a investigar sobre Rachel Carson y me centro en esta pequeña delicia.

Cuando falleció su sobrina Carson adoptó a su hijo de cinco años y con él se mudó a Maryland. Este libro recoge los paseos que Rachel Carson hacía con el niño explorando y descubriendo los bosques y el mar de Maine.
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He aquí un breve, brevísimo libro (un artículo en realidad) lleno de una intensa sensibilidad y de una belleza acendrada digna de lágrimas de emoción, de esas que dejan una agradable huella que te recuerda por dónde has de pisar.
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Con una prosa sencilla, que podría resonar poética a momentos debido a la potente lírica de la propia naturaleza, Rachel Carson celebra la capacidad de asombro de los niños cuando entran en contacto con la naturaleza, en una evidente invitación a que adultos y niños compartan ese acercamiento sin más instrucciones que pasarlo bien y compartir la fascinación y la curiosidad por lo que nos rodea. Lo importante, más que conocer, es sentir.

Una delicia que se hace muy corta (su intención era escribir un libro más extenso, pero falleció antes de que le diera tiempo) y que considero imprescindible para redescubrir y volver a conquistar nuestra capacidad de asombro y acompañar a los niños en el suyo cuando descubren las maravillas, grandes y pequeñas, de la naturaleza. Ahí donde no hay pantallas, solo una inmensidad llena de misterios y bellezas por descubrir, compartir y admirar con (y en) todos los sentidos.
El mundo de los niños es fresco y nuevo y precioso, lleno de asombro y emoción

jueves, 18 de julio de 2019

Esto es agua (David Foster Wallace)


Lo de ‘aprender a pensar’ en realidad quiere decir ejercer cierto control sobre cómo y qué piensa uno
Esa es la propuesta de David Foster Wallace en esta conferencia recogida en "Esto es agua": elegir qué y cómo pensar. Tres años después se suicidó.
Y claro, una no sabe qué pensar.
¿Qué nos dice Foster Wallace en "Esto es agua"?:
1.- Que “las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuestan de ver y las que más cuestan de explicar”. Y por supuesto, existen tantas realidades como personas y como creencias y sentido personal de autoconstruir la experiencia de cada cual.
2.- Que está la arrogancia, porque padecemos de un egocentrismo básico y natural.
3.- Que no prestamos (suficiente) atención a lo que sucede dentro de nosotros.
4.- Que podemos, incluso debemos, controlar cómo y qué pensamos. Elegir la forma de ver las cosas.
5.- Que estamos “extraordinaria, completa e imperialmente solos, día tras día
6.- Que podemos elegir “la compasión, el amor, la unidad última de todas las cosas”
7.- Que la libertad autentica implica esfuerzo, atención, disciplina, preocuparse por otras personas.
8.- Que la libertad conlleva, por encima de todo, enseñar a pensar y vivir de forma consciente.
Y tres años después, insisto, se suicidó. ¿Qué me dice a mí todo esto? Obviamente muchas cosas que no voy a desvelar aquí, no ahora, excepto una: elijo leer a David Foster Wallace, libro a libro. Y, luego, ya veremos.

martes, 16 de julio de 2019

Un domingo en el campo (Pierre Bost)


Aquel sol como un líquido o un polvo, que no se comía los colores, no, es mentira lo que dicen, sino que los volvía vivos, plenos, a punto de estallar, como si cada uno fuera una pequeña criatura que solicitaba caricias, o una palabra que había que comprender
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Una de las cosas que más me agobia en Instagram es la urgencia por la novedad (hablo de libros, claro). Miento, lo que me agobia es la rapidez con la que luego la novedad deja de existir. La vida efímera de los libros. Se nos olvida su perdurabilidad, que siguen ahí, que no por no ser ya novedad deja de ser un libro para ser leído. Y, así, libros magníficos quedan en el limbo, sepultados por novedades, muchas de la cuales tienen una calidad, no voy a decir dudosa (que también), pero sí ligada al único valor de ser novedad.
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Todo esto viene por esas pequeñas joyas que pasan desapercibidas y que, sin embargo, leerlas son un regalo sanador, curativo, que apaciguan y calman. “Un domingo en el campo” es uno de esos libros.
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Qué magnifica radiografía del transcurrir interno, de las distintas realidades y puntos de vista de un mismo hecho o situación. Qué realismo más bello. Qué verdad más verdadera. Que delicia más divertida y tierna. Cuánta resignación ante la inevitabilidad de la muerte que, a más cercana está, más lejos está la estación de tren. Esa lentitud inevitable, pero también consciente, del final de una vida.
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Ingeniosa, irónica y fresca, esta novela es un retrato de las relaciones familiares (también de la vida) con un encanto agridulce, feroz y sensible. La grandeza de los pequeños gestos que no esperan recompensa. ¿Sabéis del valor de esos gestos?

domingo, 14 de julio de 2019

Sobre el amor y la soledad (Jiddu Krishnamurti)


Tan solo cuando la mente está realmente en calma, cuando no espera, no pide ni exige, no busca ni posee nada, cuando no es celosa, no teme ni ansía, cuando está realmente en silencio, sólo entonces es posible amar
Quiero aprender a estar/ser sola, en silencio, y por eso este libro no debiera estar aquí. Sus valores representan todo lo contrario de lo que implica moverse en las redes sociales. Pero por eso lo traigo, como recordatorio. Para acudir aquí cada vez que quiera tomarme el pulso, saber a cuánta distancia estoy en mi aprendizaje, conocer la medida exacta de mi “yo”, verlo empequeñecer hasta que desaparezca y haya adquirido el conocimiento propio necesario para renunciar a él y alcanzar, por fin, el verdadero amor.
No es necesario estar de acuerdo con todas sus afirmaciones pero basta captar la esencia de su mensaje para saber que Krishnamurti nos está facilitando una brújula, unas coordenadas para liberar la mente, un mapa para comprender lo que hace llaga y cómo evitar la hemorragia.
Desprenderse del “yo”, de los deseos, los prejuicios y la vanidad, liberar el pensamiento… No es tarea fácil, nadie lo ha dicho. Amar no es fácil, las relaciones no lo son ¿quién dice que fuera a ser sencillo el camino hacia el amor verdadero, que no sea necesario alcanzarlo sin empaparnos de soledad hasta el tuétano? El amor es libre cuando amas a una persona sin desear nada de ella. No desear nada de nadie. Por ahí comienza el camino del amor.
La herida es la imagen que uno tiene de sí mismo
Pensar de una forma sana; romper los patrones que nos embotan; evitar la comparación, la indiferencia, la posesión, la vanidad. Aprender a amar la soledad, comprenderla para comprenderse a uno mismo, observar sin elegir, deshacer el miedo con la misma herramienta que lo crea: la mente.
Se trata de observar la soledad para que ella se revele a sí misma, y la soledad no se revelará a sí misma si uno huye, tiene miedo o se resiste
No huir. No resistirse.

jueves, 11 de julio de 2019

La soledad de la compasión (Jean Giono)


Esta noche, mientras te escribo, el sol acaba de ponerse en un estallido de sangre. Yo no he leído jamás el mito primigenio de la muerte del sol en los libros. Lo he leído en el gran libro, ahí fuera
Aunque me gustan los libros poliédricos, cosmogónicos, torrenciales y que penetran con lucidez en la penumbra del ser humano, sin embargo de vez en cuando necesito lecturas de apariencia más mansa y amable, bajar los decibelios sin que ello implique pérdida de calidad literaria. Y así, estos relatos de Giono me parecieron (y han sido) una buena opción, un oasis amable no carente de sentido ni mensaje y que no minimiza la necesidad de expandir mi universo personal.
Veinte relatos que tienen en común el amor de Giono por su tierra, la naturaleza y el medio ambiente, también por la honestidad y la bondad de algunas personas. El paisaje que nos rodea siempre nos transforma y, sin embargo, no es un elemento al que agradezcamos en la misma medida que nos aporta. Quizás la inabarcabilidad de la naturaleza nos asuste y por eso tendemos a domesticarla y dominarla. Giono no, él amaba la naturaleza y respetaba sus leyes. Sufría el sufrimiento de la tierra e intentaba una cura para la naturaleza, una salvación para el hombre. Esto implica aceptar lo salvaje y lo cruel, no pretender domar la tierra sino colaborar con ella.
La compasión no solo es difícil, sino también solitaria para quien la padece como consecuencia de la crueldad del mundo. La compasión difícil, como bien nos dijo Maillard, implica un diálogo y un encuentro entre quien la siente y quien la provoca. En estos relatos de Giono ese encuentro nunca se produce, de ahí la soledad. Pero Giono es un escritor amable al que le gustaba compartir la armonía y belleza de su tierra y que siempre tenía presente las alegrías simples y cotidianas. Un escritor que era capaz de ver en los ojos de las cabras miradas de compasión y dolor, escuchar cantar a las colinas o gemir a las montañas “como si el viento estuviera cargado de hierbas de mar

martes, 9 de julio de 2019

El dolor (Marguerite Duras)


Fuera de esta espera, ya no hay existencia
Qué dolor tan espeso y denso esta espera de Duras. Un dolor de una profundidad insondable, inhumana, que provoca un desmoronamiento anímico y físico casi suicida. “El dolor” trata de la espera y del modo en que Duras atrapa esa espera con las palabras. Una espera que es desesperación oblicua. Que es miedo. Que es movimiento.
Espera a su marido. Ya no lo ama. Pero elije la espera. Una espera brutal, insoportable, que desordena el pensamiento, el cuerpo, el tiempo, la conciencia y hasta el espacio. El espacio de una ausencia con una presencia constante. El espacio que ocupa el dolor, donde no hay aire para respirar.
No es un diario. Es literatura, también vanidad. Una amalgama de sus experiencias y sus ficciones. Todo es posible, lo normal y lo inesperado, lo ordinario y lo extraordinario. Es la guerra, es el final de la guerra que no acaba cuando se dice que se acaba. El odio y el resentimiento desdibujan la frontera con el amor, todo se amalgama en una masa llena de tajos hirientes como agujas clavadas en la retina.
Una lectura incómoda porque Duras no esconde nada, porque el dolor desagrada, el propio y el ajeno. Un dolor elegido, una espera elegida, fuera de ella ya no hay existencia posible. Solo queda el sufrimiento, nada más. El dolor.
No, insisto, “El dolor” no es un diario, es un conjunto de textos en los que se produce un desplazamiento, un movimiento, no sólo de la primera a la tercera persona, sino también desde la autenticidad más íntima hasta la argucia literaria, audaz y renovadora, tan propia de esta escritora.
Marguerite Duras, esa autora que escribía desde sus llagas y vivencias, que no escribió sobre nada que le fuera ajeno, que aulló en cada palabra. Que no escribió, sino que se escribió. Desesperada, sublime y encantadora.

domingo, 7 de julio de 2019

Diario filosófico (Hannah Arendt)


El amor es una historia de la que puede salir una historia o un destino” (Hannah Arendt)
Leáis cuando leáis esto, yo estaré leyendo estos dos libros. No es normal que comente libros que aún no he terminado de leer. Me explico y os cuento.
Llevo más de un año leyendo el “Diario filosófico” de Arendt. ¿Por qué tanto tiempo? Porque cada vez que cojo este libro… vuelvo a empezarlo, a repasar lo leído, a tomar notas (mentales), a escudriñar, pensar, reflexionar… Y, así, avanzo retrocediendo para progresar, desando lo andado para retomar la huella, como un placer intelectual y emocional en bucle, intenso y potente.
Leyendo el “Diario filosófico”, construyo mi propio diario. No es el diario de Arendt un diario personal, íntimo. Es, como su nombre indica, un diario filosófico, un contenedor de retazos con una exposición fragmentada y no sistemática de su pensamiento sobre aquello que llevó al desastre del siglo XX, pero también una manera de enfrentarse a ese desastre y un repaso por la historia de la filosofía.
Leí con unos seis años de edad una biblia para niños, con dibujos, que me subyugó. Luego la lectura de la biblia fue más dirigida y manipulada externamente, lo que me alejó de ella y me convirtió en la descreída que soy. Pero nunca olvidé la primera lectura, la intensidad literaria que en ese momento no podía describir, cierta idea de la justicia, de liberación personal que en ese momento no era (todavía) capaz de encajar como una necesidad. Pero no olvidé. Hace mucho que quería releer la biblia, una lectura personal, libre de influencias religiosas, cristianas. No sé si decir una lectura atea, pero sí una lectura literaria y personal. Una lectura libre. Y hace poco encontré una edición con un tamaño de letra bastante amable y no lo dudé. En ello estoy.
Y al final, como era inevitable, he maridado estas dos mastodónticas lecturas, que combino con otras y que, dado el tamaño y número de páginas y dada mi forma de leer hacia delante y hacia atrás y obnubilándome en pasajes concretos, es más que probable que me acompañen hasta el fin de mis días.
Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos de los apóstoles, 20:35)

jueves, 4 de julio de 2019

Contar es escuchar (Ursula K. Le Guin)


Escuchar es un acto de comunidad, que requiere un lugar, tiempo y silencio. Leer es una manera de escuchar
Durante días he acudido con puntualidad británica a mi cita con Ursula K. Le Guin. Lo hacía siempre a esa hora crepuscular en la que el contraste entre luz y oscuridad se intensifica, al igual que mi consciencia y atención. A esas horas los matices lumínicos activan en mí unas emociones que durante el día tienden a anetesiarse. Ahí, en ese lugar, tiempo y silencio, me reunía con Ursula. Y la escuchaba atentamente. Acompañarme de Ursula K. Le Guin fue como poblar infinitos mundos sin alejarme de este.
Este conjunto de ensayos recogen el universo y la personalidad de Ursula con una brillantez increíble y amena. Un universo variado, multitemático, con una pátina de optimismo como fundamento del logro. Pero sobre todo destella en su sabiduría, su elegancia, su divertido e inteligente humor, su razonado feminismo anárquico.
La palabra “ensayos” puede provocar que potenciales lectores huyan de esta lectura, más centrados en la narrativa y esquivos con un género que, al provocar la reflexión, parece exigir de un empeño para el que creemos no estar preparados. Nada más lejos de la realidad, si bien hay ensayos muy sesudos y en los que cada párrafo es un Everest que nos hace parar a cada metro y nos reclama un esfuerzo tenaz (y también hermoso), sin embargo hay otros que son muy amenos, más cercanos a lectores que renieguen de este tipo de lecturas.
Quien quiera tener un ratito de variada conversación, de escucha activa con una notabilísima narradora, escuchen a Le Guin porque tiene mucho que contarnos y porque alguien que se imaginaba la esperanza, que la construía para ofrecérnosla sabiendo que se avecinan tiempos convulsos, es como un antídoto contra los males de este mundo, una brújula emocional necesaria.
Me costó despedirme de ella porque su lucidez, su electrizante vitalidad y su humor fueron un cobijo para mí durante días. Durante días crepusculares. Quién me contará, ahora.

martes, 2 de julio de 2019

Lugares remotos (Tom Spanbauer)


Qué pasaría si todo -todo lo que me resultaba familiar, todo lo que conocía- fuese una ilusión y en realidad yo estuviera flotando en el aire tenue, como la tierra flotaba en el aire tenue, como la luna, que yo veía flotando en el alto cielo: una esfera en lo alto sin nada sólido que la mantuviese en su sitio
Me encanta cuando la mejor sinopsis, comentario o reseña de un libro está dentro del propio libro, como es el caso del párrafo anterior. No se me ocurre mejor forma de describir “Lugares remotos” que la cita que comparto. ¿Qué pasaría si todo fuese una ilusión, si nuestra vida, tenue, flotase sin que nada sólido la sostenga? Esa sensación de que todo pende de un hilo, de que algún día sucederá algo y que ese algo llevará a otra cosa, y esa cosa a otra más y de repente todo se licúe y lo único sólido sean las ilusiones.
Volver a Spanbauer me producía vértigo. Su “Yo te quise más” (yo te quise más, yo te quise más… yo te quise) me produjo una distensión en el alma, un desgarro que evidenciaba la rotura que había en mí (una de tantas). Decidí volver a él por el principio, su primera novela.

Y si bien esta vez no me ha descuartizado (no de la misma manera), sí ha habido la conmoción de reencontrarme con un autor que es reconocible, que sabe contar, que te envuelve con la sutileza de su narrativa lírica pero sólida, con su prosa descriptiva y detallada pero sugerente, entremezclando la inocencia con la brutalidad, mostrando con sutileza cómo la violencia supone la finalización de la sensibilidad y la ingenuidad.
Spanbauer es un autor de analogías y matices, de contrastes que combina de una forma personal y potente, que se sumerge en los claroscuros de la condición humana, entra en el miedo y lo escribe para exorcizarlo, pone nombre al pavor. No, no los nombra… los describe. Detalles cotidianos aparentemente inocentes que se pervierten para mostrar lo siniestro, la maldad. La fragilidad.
¿Sabéis cuando un autor te cala hondo? Pues eso. Qué corto se me quedan las redes sociales para hablar de Tom Spanbauer.
Las cosas y lo que parecían ser las cosas no siempre coincidía