miércoles, 2 de julio de 2025

¿A quién pertenece Anne Frank? (Cynthia Ozick)

 

Pero el diario en sí […] no se puede considerar la historia de Anne Frank. Una historia no puede llamarse historia si le falta el final. Y, a falta de ese final […] la historia de Anne Frank se ha expurgado, distorsionado, trucado, traducido, reducido, infantilizándose, homogeneizándose y sentimentalizándose hasta acabar falseada, cursilizada y, en definitiva, impúdica y arrogantemente negada”.


Este pequeño ensayo cabe en la palma de la mano y sin embargo su calado es de una profundidad tal que transciende su tamaño, pesa como un ladrillo en la conciencia. La inteligencia y la valentía de Ozick van a desmontar algo que parecía férreo e inquebrantable.


En este texto, profundo y polémico, Ozick aborda cómo la vivencia de Anne Frank ha sido transformada y manipulada desde su publicación. El ensayo es una crítica directa y sin concesiones a cómo el “Diario de Anne Frank” ha sido editado, adaptado y reinterpretado de maneras que traicionan su autenticidad y su contexto histórico. Lo que Ozick, con la lucidez y la mala leche necesarias, se atreve a preguntarse (y a preguntarnos) es: ¿qué hemos hecho con Anne Frank? ¿De quién es su historia? ¿Y, sobre todo, qué le hemos quitado al convertirla en icono, en mito, en símbolo universal de la esperanza y la bondad?


El eje central del ensayo es la crítica de Ozick a Otto Frank, padre de Anne, que editó el diario antes de su publicación. Para Ozick, las modificaciones realizadas por Otto (como la eliminación de pasajes personales o controvertidos) suavizaron la imagen de Anne y facilitaron que su diario se convirtiera en un símbolo universal de esperanza, alejándose de su realidad como testimonio de una joven judía atrapada en el horror del Holocausto. 


Lo que comienza como una reflexión sobre las decisiones personales de Otto se irá transformando en una crítica más amplia sobre cómo la cultura ha apropiado y deformado la memoria de Anne, minimizando su identidad judía y el contexto específico del Holocausto.


El ensayo también va más allá y plantea una reflexión profunda sobre cómo la sociedad manipula las narrativas históricas para ajustarlas a sus valores y expectativas. Según Ozick, el “Diario de Anne Frank” se ha convertido en un “ícono de esperanza” a costa de su autenticidad y esta transformación refleja un problema cultural más amplio: la tendencia a universalizar y sentimentalizar las tragedias para hacerlas más digeribles.


Lo que hace Ozick no es solo levantar la voz: es colocar dinamita (moral, crítica, intelectual) en el centro de un consenso aparentemente firme. Porque el “Diario de Anne Frank”, más que preservarse como el testimonio desgarrador de una niña judía asesinada en el Holocausto, ha sido transformado en un emblema universal y reconfortante. Su dolor ha sido estetizado, su identidad diluida, su voz reconfigurada para que encaje en los relatos que preferimos escuchar. Y eso, lejos de cumplir una función reparadora, podría estar contribuyendo a una forma más sutil (y quizá más peligrosa) de negación. Y cuando un testimonio se convierte en icono y el icono en mercancía cultural, ¿qué queda de la verdad? ¿Se ha convertido el “Diario de Anne Frank” en algo que ella misma no reconocería?


El mensaje es claro: nos hemos apropiado de Anne Frank, la hemos convertido en símbolo universal y, de paso, hemos edulcorado su historia hasta dejarla irreconocible. ¿Que el diario era un testimonio brutal del horror y la persecución? Bueno, mejor lo dejamos en “diario de una adolescente llena de esperanza”, que vende más y no amarga el desayuno. El ensayo repasa cómo el diario ha sido expurgado, distorsionado, reducido e infantilizado hasta el extremo de negar su verdad más incómoda: la de la persecución, el miedo y la muerte. Y, por si acaso, nos recuerda que Anne no murió de esperanza, sino de tifus, hambre y abandono. 


Este ensayo es una llamada de atención sobre el poder y los peligros de la reinterpretación cultural. Nos obliga a preguntarnos si las historias pueden ser universalizadas sin traicionar su verdad y si, en el esfuerzo por hacer que un testimonio nos sea más cercano, no se corre el riesgo de distorsionarlo por completo. 


Lo que leo lo cuento y, en este caso, lo que cuento, pica un poco. Avisados estáis.


Gracias, Cinthya Ozick. Gracias, Eugenia Vázquez Nacarino (traductora)


©AnaBlasfuemia