Traductor: F. Oliver Brachfeld
Páginas: 320
Publicación: 1939 (2007)
Editorial: Galaxia Gutemberg
Sinopsis: En 1934, la vida de Frigyes Karinthy sufrió un vuelco de consecuencias imprevisibles: le habían diagnosticado un tumor cerebral. Viaje en torno de mi cráneo arranca con los trenes invisibles que, un buen día, atraviesan los tímpanos del autor. Es el primero de una serie de síntomas, pequeñas molestias que poco después derivaron en sospechosas advertencias de algo con visos de ser una grave enfermedad y que acabaron por adueñarse de su vida.
No hay más que días. Veinticuatro horas, eso es lo que hay, y siempre es posible de una manera u otra resistir la vida durante este tiempo.
La vida no me da para tanto libro. Una vez asumido esto mi misión es no equivocarme con mis lecturas. Leer sólo aquello que me satisface. Habrá muchos libros buenos que no lea pero que no son lecturas que me sumen. No me importará no leerlos. Pero de esos que añaden, que me aportan, no quiero que se me escape ninguno. El tiempo cuenta y transcurre, si lo (mal)gasto con una lectura que no acaba de cuajar es tiempo que no dedico a otra que me agradaría más. Pero hay que arriesgar, sólo las relecturas son seguras y muchos libros no dejan de ser una incógnita, aunque sean de un autor o autora que sepas no te fallarán.
No recuerdo porqué tenía este libro. Pero quiero pensar que si lo tenía es porque en algún momento algo me hizo creer que merecía la pena o llamó lo suficiente mi atención como para adquirirlo. Del autor no tenía referencia, más allá de la que busqué por encima justo antes de empezar la lectura. Y no estaba segura de si el tema iba a ser oportuno justo en este momento. No rehúyo la dureza, pero no, ahora no, gracias. Bah, pensé, no hay problema: si no me convence, lo aparco.
Y que luego digan que no leo libros “alegres”. Pues acabo de leerme uno: este. Aunque quizá el término “alegre” no sea el más adecuado (no, no lo es). Pero rebosa sentido del humor, sarcasmo, ironía, inteligencia… Sí, con un tema tan delicado como un tumor cerebral (y en 1934 nada menos –algo que amablemente nos recuerda el traductor, ya en 1961-, háganse una idea de lo que ha avanzado la medicina desde entonces).
Karinthy no deja nada fuera, ni los primeros síntomas de la enfermedad, ni los posteriores, ni las posibles secuelas… ni siquiera nos priva de contarnos con detalle la operación, puesto que estuvo despierto la mayor parte de la misma. Y no recurre al drama, al “pobre de mí”, a retorcerte las entrañas con un tono trágico. Al contrario, se desprende de todo tono simbólico, afectivo, emocional. No hay el menor atisbo de retorcimiento morboso. Solo quiere escribir y describir lo que le sucedió para recordar, para no olvidarlo. Cierto, hay momentos que cruje, pero sin la “violencia” de la tristeza catastrofista, porque Karinthy tenía un sentido del humor extraordinario e inteligente (y no lo pierde en esta situación) y también una mirada científica, incisiva, astuta y muy auténtica.
Karinthy nos habla de todo el proceso, no sólo desde dentro, sino también desde el exterior, como si se proyectara fuera de sí mismo pero manteniendo intacto tanto lo que percibe y siente desde dentro y añadiendo lo que percibe y siente quien “está” fuera. Un desdoblamiento al alcance de mentes brillantes. Quizá me he embarullado un poco explicándolo pero como escribo para mí (para recordar mis sensaciones lectoras, mi biografía a través de las lecturas), me vale.
Hay mucha curiosidad en este libro, no sólo la del lector, queriendo saber, sino también la del propio autor, que muestra continuamente mucho interés por saber qué es lo que le sucede continuamente, tratando de entender, no desde la desolación, sino desde el deseo de intentar resolver la extrañeza de todo lo que le sucede. En ningún momento busca compasión de los demás. Quienes le rodean reaccionan de distintas maneras, y Karinthy siente también la curiosidad de desentrañar sus reacciones, de analizarlas y ubicarlas en el contexto de la propia enfermedad.
De hecho Karinthy consigue algo extraordinariamente asombroso: no le compadeces, no le sufres. Simplemente le acompañas en ese viaje en torno a su cerebro, aprendiendo de este sorprendente viaje y del análisis y la visión con que Karinthy lo enfrenta.
Viaje en torno de mi cráneo no sólo es un testimonio de una dura experiencia médica, contiene también mucha y buena literatura. Las últimas páginas son de una belleza asombrosa. Sin duda, la parte más estremecedora y poética.
La realidad sabe mucho mejor, aun desde el punto de vista simbólico, cómo, cuándo y dónde colocar las cosas.
Amén, Karinthy. No ha sido, ni mucho menos, un tiempo perdido. Siempre es posible resistir la vida, un día, y otro, y otro.