sábado, 25 de noviembre de 2017

Haru (Flavia Company)

Páginas: 384
Publicación: 2016
Editorial: Catedral
Sinopsis: Haru es una joven oriental que, tras la muerte de su madre, es enviada a aprender a un dojo, una pequeña escuela en la que son admitidos sólo un puñado de alumnos y donde vivirán durante cinco años. A través de la práctica del shodo (la escritura clásica), el tiro con arco, el tai-chi y la meditación, Haru irá aprendiendo una filosofía de vida contra la que su propia edad la empuja a rebelarse. Pasados cinco años llega el momento de abandonar el dojo y Haru se encontrará con la realidad. Después de negarse a regresar a casa con su padre, pasa hambre, frío, situaciones límite y llega a caer en los bajos fondos.

Cada día es una vida entera. Cada día una vida.
Haru, Haru… ¿qué hago contigo? Veamos, Haru es, dicen, una  historia de aprendizaje, una historia que atraviesa la vida de Haru, desde que su padre la envía al dojo hasta que, ya anciana, vuelve a uno de los lugares de los que huyó. Más o menos. Como si fuera un círculo, tan perfecto como perverso, la vida parece llevarnos a los sitios de los que huimos; un regreso elegido, porque has aprendido, has perdonado y te has perdonado. 

A ver, a ver… es que tengo emociones encontradas con este libro. Opuestas. Y conviven perfectamente, que mis contradicciones siempre congenian muy bien entre ellas, tendría que haberme apellidado oxímoron (Ana Oxímoron). Haru es un libro balsámico. Me ha venido bien, entre tanta lectura feroz, leer algo tan… plácido. Un libro en el que te mueves desde la tranquilidad y el sosiego; ahora entiendo lo de leerlo en un día de sol, quizás con el mar de fondo y las olas como música ambiental. Y un libro que me ha enseñado a no huir. A irme sin huir.
Solo podemos ser quienes somos si no nos miramos desde fuera.
Una lectura amable, sí. Zen, diría yo, puesto que encontramos todo el armazón de esa filosofía: meditación, silencio, equilibrio, espiritualidad, contemplación, etc. Y yo estoy últimamente de un zen que flipas. ¿Cuál es el problema entonces? He subrayado muchas frases. Pero nada nuevo, nada que no sepa. Y eso es parte del problema, quizás si hubiera leído este libro hace años me hubiera “iluminado” algo más, aunque tengo ciertas y razonables dudas. En cualquier caso no me ha aportado mucho nuevo, ni siquiera en la forma de plantear esas ideas ya tan familiares y reconocidas. Esto en cuanto, digamos, el aprendizaje que puede conllevar una lectura. En cuanto a emoción me ha dado sosiego, una especie de oasis en el desierto.
Cada vez que se pierde la atención, se hiere a alguien.
Pero creo que principalmente el mayor obstáculo que me he encontrado es que toda la historia está demasiado al servicio de esas citas, frases, tópicos… No se derivan de la historia, sino que ésta se construye en torno a esas ideas. Y busca confirmarlas, hacerlas verdad. 

Mi espíritu rebelde es malsano, me impide aceptarlo todo sin cuestionarlo previamente, siempre pongo dudas en alguna de las partes, o incluso en la totalidad. Cuestiono. Me cuestiono. Supongo que es falta de fe, desconfianza, exceso de decepciones o, simplemente, que soy rara. Pero no puedo aceptar Haru en su totalidad, entre otras cosas porque me obliga a hacerlo, me lo exige, y si no aceptas las máximas extendidas a lo largo de las casi 400 páginas te sientes como una mala alumna a la que regañan por no prestar atención. Y si no prestas atención... se hiere a alguien (o te hieren a ti).

Y como a estas alturas no me vienen nada, pero que nada bien las regañinas, aunque se camuflen de sabiduría, el balance final es una especie de: te he leído, ha sido plácido, has sido amable, has sido generosa, ha sido una buena lectura, calmante y balsámica, muchas gracias, gracias de corazón por protegerme durante un tiempo, pero no me quedo, no vuelvo, no regreso, sigo mi camino, muevo mis pasos (que no sé si son muchos, pocos o ninguno pero sí que son decididos, lleven donde me lleven).
Nunca tires contra nadie; nunca tires para seducir a nadie; nunca tires para ser más que nadie; nunca tires para demostrarte nada a ti misma; el tiro con arco es un estado que se puede compartir.

viernes, 17 de noviembre de 2017

La librería (Penelope Fitzgerald)

Título original: The Bookshop
Traductora: Ana Bustelo
Páginas: 181
Publicación: 1978 (2010)
Editorial: Impedimenta
Sinopsis: Florence Green vive en un minúsculo pueblo costero de Suffolk que en 1959 está literalmente apartado del mundo, y que se caracteriza justamente por «lo que no tiene». Florence decide abrir una pequeña librería, que será la primera del pueblo. Adquiere así un edificio que lleva años abandonado, comido por la humedad y que incluso tiene su propio y caprichoso poltergeist. Pero pronto se topará con la resistencia muda de las fuerzas vivas del pueblo que, de un modo cortés pero implacable, empezarán a acorralarla. Florence se verá obligada entonces a contratar como ayudante a una niña de diez años, de hecho la única que no sueña con sabotear su negocio. Cuando alguien le sugiere que ponga a la venta la polémica edición de Olympia Press de Lolita de Nabokov, se desencadena en el pueblo un terremoto sutil pero devastador. 
Puedes leer las primeras páginas AQUÍ

Quería empezar de nuevo –dijo Florence-. Creí que podría hacerlo.
Con la versión cinematográfica, de manos de Isabel Coixet, ya en la gran pantalla, me pareció buen momento para leer previamente el libro. ¿He dicho leer? Pues no: resulta que es relectura. Nada más abrir el libro me encuentro con una anotación (Leído/Septiembre-2010). ¿He leído el libro? ¿No me acuerdo de haber leído el libro? Pues no, no lo recuerdo, no recuerdo la historia, no recuerdo si en su momento me gustó o no. Y este detalle es parte del problema del libro: que es fácilmente olvidable. En cualquier caso, volví a leerlo, quería saber la razón por la que no me dejó ninguna huella y, sin embargo, había conservado el libro.
Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida y, como tal, no hay duda de que debe ser un artículo de primera necesidad.
La librería es un libro engañoso porque con ese título y sabiendo que se trata del proyecto de una mujer para abrir una librería en un pueblo en el que no existía ninguna, lo que una espera encontrar es, cuanto menos, amor por los libros, pasión por los libros. Pero no es exactamente eso con lo que nos encontramos.

La pequeña, delgada, insignificante y viuda Florence quiere reivindicarse, quiere ser visible, empezar de nuevo (y pocas cosas hay más motivadoras e ilusionantes que empezar algo: una vida, una relación, un aprendizaje…) Para ello decide abrir una librería en el inhóspito, húmedo y cínico pueblo de Hardborought. ¿Por qué una librería? Pues no por amor a los libros, aunque querer los quiere, pero de una forma desapasionada (desde mi punto de vista): abre una librería porque hace tiempo trabajó en una y tiene esa experiencia previa. También, es verdad, porque en Hardborought no hay ninguna librería. Y todos los sitios necesitan tener una librería por lo menos. 
La valentía de ella, al fin y al cabo, no era otra cosa que su determinación por sobrevivir.
Quizás me excedo en decir que Florence no tenía amor por los libros. Sí lo tiene, y quiere que las personas tengan acceso a los libros. De hecho, aunque eso no beneficia a su negocio, abre una biblioteca e incluso regala libros a los niños de primaria. Así que sí, me excedo y rectifico: ama los libros. Pero no siente pasión por los libros. O Penelope Fitzgerald no me transmite esa pasión.

Y esa es la razón por la que olvidé el libro, y posiblemente la razón por la que vuelva a olvidarlo: que le falta fuerza emocional. Pese a la correcta, elegante y precisa prosa de Penelope, los personajes me son ajenos, su comportamiento me resulta distante e incluso incomprensible en muchos casos.

Antes decía que La librería es un libro engañoso. No sólo por el tema de la débil presencia de la pasión por los libros (apenas se mencionan algunos y el hecho de que decida vender la primera edición de la controvertida Lolita, de Nabokov, resulta ser un acontecimiento poco explotado dentro de la historia, a mi modo de ver), sino porque en realidad la librería es una excusa (no casual, es cierto, pero tampoco tan central) para poner sobre el tapete el comportamiento cínico, chismoso y clasista de la pequeña sociedad de un pueblo donde las apariencias, los convencionalismos y los espacios de poder son muy importantes.
Florence tenía buen corazón, aunque eso sirve de bien poco cuando de lo que se trata es de sobrevivir.
Florence, ciertamente, es una persona bondadosa, posee esa heroicidad innata de las buenas personas que se resisten a dejar de serlo y no conciben otra forma de ser y actuar. En ese sentido, la conclusión no es precisamente optimista: no basta con ser buena persona, no basta con las buenas intenciones. Parece que los rencores, las envidias y las luchas de poder tienen más adeptos que la bondad.

Es verdad que La librería carece de sentimentalismo, pero lo hace hasta el exceso, poniendo demasiada distancia entre los personajes y el lector. No es menos cierto que en literatura la sutileza es un activo a tener muy en cuenta y yo suelo valorarla mucho. Pero el equilibrio entre la sutileza y la implicación del lector no lo es menos. La complicidad. En este caso el trecho entre los protagonistas, la historia y la que aquí cuenta lo que lee ha sido demasiado amplio como para que me tocara la fibra, alguna fibra, aun reconociendo que se lee con fluidez y facilidad, que no carece del típico (y casi tópico) humor inglés, que es un fiel retrato de la sociedad de un pequeño pueblo inglés de aquella época, que es una lectura sencilla y agradable, que refleja hábilmente esa contención tan inglesa y las convenciones de la época, que Penelope Fitzgerald es tan aguda observadora como hábil y sutil describiendo los pequeños y decisivos detalles del comportamiento humano. Pero.

Pero aún y con todo eso, será una buena lectura que, pasado un tiempo, habré vuelto a olvidar.
La fuerza de voluntad es inútil si no se va a algún lado.
Estoy convencida de que Coixet, en su adaptación cinematográfica habrá incorporado esas emociones más a flor de piel y me aproximará más a Florence y a otros personajes de lo que ha hecho el libro. O eso espero/deseo.

¿Por qué conservé el libro?: Porque las ediciones de Impedimenta son una preciosidad.