Páginas: 240
Publicación: 2015
Editorial: Galaxia Gutenberg
ISBN: 9788416495283
Sinopsis: Dora y Violeta Oliver, dos hermanas que mantienen una ambigua relación, viven aisladas en una casa situada a las afueras de una comunidad. Sus miembros se han ido reuniendo en el lugar en torno a una gran casa que semeja la forma de una colmena, en busca de un estilo de vida marcado por el retiro y la autosuficiencia, por la coherencia y la introspección. Hasta que un día, una de las hermanas Oliver comienza un acercamiento hacia el tímido Denis, un muchacho perseguido por un turbio pasado que se remonta varias generaciones atrás, y desaparece. En ese espacio aislado, dominado por una naturaleza omnipresente que también establece sus propias normas, una mujer, Anita, es la encargada de conservar el equilibrio y la normalidad, al menos de modo aparente. Podéis leer las primeras páginas AQUÍ
12 años ha tardado Pilar Adón en escribir Las efímeras. 12 años. En 12 años pasan tantas cosas, dentro y fuera de una, que no puedo menos que sentir admiración (y mucho respeto) por el hecho de que Pilar haya conseguido estar ahí, sin salirse de aquello que quería contar y cómo quería contarlo, sin dejarse influir por los propios cambios que se habrán producido en ella como persona y como escritora. Manteniéndose como autora férrea y fiel a la ficción, a la estructura que estaba construyendo sin que sus propios marasmos y cambios como persona tocaran o retocaran a sus personajes, a la historia que nos quería contar. Perfeccionando, y de qué manera, esta joya de libro que es Las efímeras.
Hay muchas cosas que me encantan de Adón, como escritora y como persona. Una de ellas, aunque pueda sorprender, es que aparentemente no es nada amable con el lector. En realidad es una especie de trampa. Una propuesta que nos hace. Yo misma he comentado en Las hijas de Sara que era una autora exigente con sus lectores, que no daba tregua. Y si digo “aparentemente” es porque a mí me parece que lo que hace es precisamente ser muy amable con sus lectores. Nos trata como personas inteligentes, como buenos lectores. No nos da masticado nada. Pero nos ofrece un menú, un banquete, digno de dioses. Hace lo suyo. Masticar, digerir y apreciar el manjar, ya es tarea nuestra. Esa es la auténtica amabilidad de las personas. La amabilidad de Pilar.
Por eso, nada hay en este libro que sea explícito, rotundo, definitivo, evidente. Y a la vez, todo lo es. Sugiere. Propone. Muestra. Pero las interpretaciones, lo que cada uno ve, la mirada que pone, está en nuestras manos. En nuestra mirada.
Cuando terminé el libro pensé para mí (aunque ya lo había pensado muuuuchas páginas antes de finalizarlo): Las efímeras es un librazo. No hay nada de lo que puedas prescindir, desde la ilustración de la sobrecubierta (hermosa The Merry Wanderers, de Andrea Kowch), hasta las citas iniciales (“El caos verde. O un bosque” -John Fowles- “No son hombres, son leones” -Marcel Proust-) y la cita intermedia de Nathaniel Hawthorne (“Quiero mi sitio, mi propio sitio, mi verdadero sitio en el mundo, mi verdadero ámbito, aquello con lo que la Naturaleza pretende que cumpla… y que he estado buscando en vano durante toda mi vida”), pasando por todo el contenido del libro. Nada es casual, nada es prescindible. Todo se entrelaza, todo suma, todo cuenta. Estas citas mismas que acabo de mencionar son una muestra de lo que hace Pilar. Porque en ellas está todo lo que cuenta dentro del libro. No da puntada sin hilo.
Podría, puedo, mantener muchas conversaciones sobre todo lo que Pilar toca en este libro. Me encantaría hacerlo porque sería hablar de la vida, de cada uno de nosotros. Pero voy a contaros algo que ayude, que me ayude, a trasladaros mis sensaciones.
Cuando me faltaban unas 50 páginas por leer (mucho antes en realidad) ya tenía una certidumbre: Pilar había conseguido darle una forma literaria extraordinaria a los temas que le obsesionan y sobre los que construye y se construye como escritora (incluso como lectora, y no me voy a arriesgar a decir que también como persona, pero…) Literariamente estamos ante un libro de una categoría prodigiosa.
Yo tocaba palmas con las orejas en cada frase, en cada párrafo, en cada capítulo. Hay fragmentos que llegué a leer y releer en voz alta, me los repetía, sonreía, y casi que hasta me imaginaba a Pilar en el momento en el que le dio la forma definitiva a ese párrafo (y por lo que comentó, mi imaginación no se ha equivocado mucho). Porque además su estilo de contar, de escribir, me es muy cercano. También de lo que habla. Habría subrayado todo el libro desde la primera palabra hasta la última. No encontré un vacío, un resquicio, nada que me pareciera endeble, indolente, precipitado... Todo me transmitía algo. Si a lo largo de esos 12 años en los que estuvo escribiendo Las efímeras tuvo un momento de debilidad, de cansancio (que los tendría), no aparecen reflejados en ninguna línea del libro.
Y a falta de esas 50 páginas, subí una foto al instagram y escribí: Un libro que ¿cierra un ciclo? Literatura de la buena. Porque pensaba (no necesitaba saber el final) que Pilar había conseguido crear el lienzo perfecto en el que ha conseguido plasmar con una calidad de vértigo los temas que venía abordando en sus libros anteriores. Es verdad que los temas que le bullen a Pilar Adón y que traslada a sus libros no se cierran nunca, por supuesto que puede seguir profundizando en ellos. Son temas que atraviesan la historia de la humanidad (y esto tiene mucho que ver con el título del libro y ahora lo explico). Pero lo que había escrito en Las efímeras, lo que cuenta y cómo lo ha escrito, es de tal calidad que pensaba para mí que Pilar Adón se había puesto el listón altísimo a ella misma. Que si seguía escribiendo sobre ello ¿qué sería lo siguiente?... seguro que una barbaridad de esas que dices: me puedo morir ya. Pero es que a mí este libro ya me parece una barbaridad (en el mejor de los sentidos, obvio). Así y todo, se lo pregunté. Y me dijo que no, que no era un fin de ciclo. Me quedé sorprendida (caramba, mi primer “desencuentro” con Pilar). Pero... hay desencuentros que son encuentros y maneras distintas de ver las cosas que no son excluyentes.
Y deciros: pasión. Pasión por Pilar Adón, pasión por este libro, pasión la que te traslada Pilar, cuando escribe, cuando habla, cuando lee, porque la tiene dentro y te la contagia, espléndida y valiente. Leal a ella misma. Me pasaría la vida hablando de todo esto… y estaría viviendo. Viviendo e indagando sobre la vida misma sin salirme de libros, lecturas, escritoras…
Hay muchas personas que escriben bien. Que escriben muy bien. Rematadamente bien. Condenadamente bien. Y ni así llegan a hacer literatura. Dónde sitúo personalmente a Pilar Adón creo que ha quedado claro ¿no?
¿Da o no el libro para conversaciones y más conversaciones?
¡Sí, aplaudo!
(Pilar, nos debemos un tiempo sin reloj)
(©AnaBlasfuemia)
Publicación: 2015
Editorial: Galaxia Gutenberg
ISBN: 9788416495283
Sinopsis: Dora y Violeta Oliver, dos hermanas que mantienen una ambigua relación, viven aisladas en una casa situada a las afueras de una comunidad. Sus miembros se han ido reuniendo en el lugar en torno a una gran casa que semeja la forma de una colmena, en busca de un estilo de vida marcado por el retiro y la autosuficiencia, por la coherencia y la introspección. Hasta que un día, una de las hermanas Oliver comienza un acercamiento hacia el tímido Denis, un muchacho perseguido por un turbio pasado que se remonta varias generaciones atrás, y desaparece. En ese espacio aislado, dominado por una naturaleza omnipresente que también establece sus propias normas, una mujer, Anita, es la encargada de conservar el equilibrio y la normalidad, al menos de modo aparente. Podéis leer las primeras páginas AQUÍ
Lo cercano y lo lejano. Lo permanente y lo que no lo era.Los contrarios conviven en mí con un desparpajo que hasta me resulta divertido. Por eso me voy, sin irme, de mi propio blog. Y es que hay tantas formas de irse como de quedarse. En cualquier caso si no dejo de leer no podré dejar de contarlo. Especialmente algunos libros. Y ya lo dije: que seguiré leyendo es una certeza, y esto no admite más contrario que leer libros que no me muevan nada por dentro. Difícil ahora mismo.
En este paisaje están todos los paisajes; en este minuto, todos los minutos.Resulta que he leído Las efímeras. Y tengo que venir a mi cuarto propio y contarlo, no lo puedo retener. Y no es fácil. Se podría escribir un libro sobre todo lo que contiene, implica, moviliza, toca, abarca… Pilar Adón en Las efímeras. Y quedarían todavía matices en los que escarbar, temas por desarrollar, vericuetos miles en los que profundizar. Como si fuera un caleidoscopio con múltiples espejos. En todos puedes verte reflejada, ahora en uno, luego en otro. Aunque aceptes no verte en el espejo completo, pero sí en alguna de las variadas imágenes que nos devuelve a cada movimiento, a cada giro, el caleidoscopio que es Las efímeras.
Repasando el significado de la palabra inteligencia y de la palabra equilibrio. Los factores que siempre había buscado en una persona con la que poder hablar y pasear. Con la que poder vivir. Inteligencia, naturalmente. Y equilibrio.Es el tercer libro que leo de Pilar (que sepas, Pilar, que ni siquiera de Winterson me he leído tantos). Cuando terminé de leerlo, en la madrugada del mismo día al que iba a ir a un club de lectura sobre Las efímeras en el que estaría la propia Pilar, no sabía cómo podría contarle a ella todas mis sensaciones sobre el libro. Pero la verdad es que cuento con una aliada inmejorable: la propia Pilar. Hay una empatía mutua, cierta complicidad, que nos facilita mucho la comunicación. Quizás una mirada, unos intereses y unas inquietudes comunes. Sin embargo compartir aquí lo que es este libro, lo que ha significado su lectura, no es tarea fácil. Y a mí me encantaría poder transmitiros todo tal y como me ha llegado a mí. Imposible, así que dejo titulares (y esto no va a ser breve, para variar)
12 años ha tardado Pilar Adón en escribir Las efímeras. 12 años. En 12 años pasan tantas cosas, dentro y fuera de una, que no puedo menos que sentir admiración (y mucho respeto) por el hecho de que Pilar haya conseguido estar ahí, sin salirse de aquello que quería contar y cómo quería contarlo, sin dejarse influir por los propios cambios que se habrán producido en ella como persona y como escritora. Manteniéndose como autora férrea y fiel a la ficción, a la estructura que estaba construyendo sin que sus propios marasmos y cambios como persona tocaran o retocaran a sus personajes, a la historia que nos quería contar. Perfeccionando, y de qué manera, esta joya de libro que es Las efímeras.
Podrían no volver a verse jamás y entonces tendría que aceptar los términos de esa nueva circunstancia. Cada matiz. Percibir la importancia y el significado de las palabras. Negación. Reiteración. Percepción. Irreversibilidad. No volver a verse jamás. Negación. Reiteración. Percepción. Irreversibilidad.Las palabras son importantes. Y cualquier lector que vaya más allá de la lectura como mero entretenimiento sabe qué quiero decir. Y por supuesto, cualquier escritor es consciente de ello. Son su herramienta. No pueden, las palabras, colocarse así por casualidad, arrimarse una a otra porque “suenen” bonitas cuando estén juntas, sin más. No. Son un vehículo, un medio de transporte. Comunican. Hasta las palabras que no se escriben, pero se insinúan, nos dicen (los silencios en la literatura también son significativos, y mucho). Y esas palabras, esas pausas, esos silencios, tienen que contarnos verdades desde la ficción. Y es importante cuidar las palabras, mimarlas, experimentar, combinarlas, y cuando por fin consigues moldearlas, entonces darte cuenta de que ahí, en ese párrafo, en el otro, en el de más allá, incluso en lo que no está escrito pero queda en el aire… está todo lo que quieres que esté, contando lo que quieres contar, de la forma que quieres hacerlo, con la sonoridad, el ritmo y el contenido preciso. Que lo has conseguido. Que Pilar Adón lo ha conseguido.
Hay muchas cosas que me encantan de Adón, como escritora y como persona. Una de ellas, aunque pueda sorprender, es que aparentemente no es nada amable con el lector. En realidad es una especie de trampa. Una propuesta que nos hace. Yo misma he comentado en Las hijas de Sara que era una autora exigente con sus lectores, que no daba tregua. Y si digo “aparentemente” es porque a mí me parece que lo que hace es precisamente ser muy amable con sus lectores. Nos trata como personas inteligentes, como buenos lectores. No nos da masticado nada. Pero nos ofrece un menú, un banquete, digno de dioses. Hace lo suyo. Masticar, digerir y apreciar el manjar, ya es tarea nuestra. Esa es la auténtica amabilidad de las personas. La amabilidad de Pilar.
Por eso, nada hay en este libro que sea explícito, rotundo, definitivo, evidente. Y a la vez, todo lo es. Sugiere. Propone. Muestra. Pero las interpretaciones, lo que cada uno ve, la mirada que pone, está en nuestras manos. En nuestra mirada.
Saber dónde está la calma, y no ir a buscarla.Puedes leer el libro y quedarte en la superficie. O puedes rascar un poquito, y empezar a encontrar capas y capas y más capas (lo mismo sucedía en Las hijas de Sara). Y terminas el libro y te dices (me dije): aquí está todo. Todo. Hay tantos temas dentro de este libro que podría ir comentando página a página. Párrafo a párrafo. Y decir algo de cada página, de cada párrafo. Y emocionarme y entusiasmarme hablando de ello.
Cuando terminé el libro pensé para mí (aunque ya lo había pensado muuuuchas páginas antes de finalizarlo): Las efímeras es un librazo. No hay nada de lo que puedas prescindir, desde la ilustración de la sobrecubierta (hermosa The Merry Wanderers, de Andrea Kowch), hasta las citas iniciales (“El caos verde. O un bosque” -John Fowles- “No son hombres, son leones” -Marcel Proust-) y la cita intermedia de Nathaniel Hawthorne (“Quiero mi sitio, mi propio sitio, mi verdadero sitio en el mundo, mi verdadero ámbito, aquello con lo que la Naturaleza pretende que cumpla… y que he estado buscando en vano durante toda mi vida”), pasando por todo el contenido del libro. Nada es casual, nada es prescindible. Todo se entrelaza, todo suma, todo cuenta. Estas citas mismas que acabo de mencionar son una muestra de lo que hace Pilar. Porque en ellas está todo lo que cuenta dentro del libro. No da puntada sin hilo.
Controlar el miedo. Dejar de pensar.No voy a entrar mucho en los temas que aborda Pilar Adón. Podría hablaros de los personajes (y deciros que la naturaleza es un personaje más, y que no es una naturaleza cordial, porque la naturaleza no lo es -“un truco de la naturaleza para conseguir pretendientes. O víctimas”-), de la historia que cuenta, de la atmósfera que crea, que si habla de miedos (abstractos y ancestrales), de encierros, de huidas, de sometimientos, de aislamiento, de soledad, de poder, de fuerzas, de flaquezas, de contradicciones y contrarios, de dependencias, del mal disfrazado del bien, de la violencia muda, de la culpa, de tantas y tantas cosas... Todo esto, mucho mejor contado de lo que yo podría hacerlo, lo encontraréis en las muchas reseñas, artículos y entrevistas que hay por Internet.
Podría, puedo, mantener muchas conversaciones sobre todo lo que Pilar toca en este libro. Me encantaría hacerlo porque sería hablar de la vida, de cada uno de nosotros. Pero voy a contaros algo que ayude, que me ayude, a trasladaros mis sensaciones.
Cuando me faltaban unas 50 páginas por leer (mucho antes en realidad) ya tenía una certidumbre: Pilar había conseguido darle una forma literaria extraordinaria a los temas que le obsesionan y sobre los que construye y se construye como escritora (incluso como lectora, y no me voy a arriesgar a decir que también como persona, pero…) Literariamente estamos ante un libro de una categoría prodigiosa.
Yo tocaba palmas con las orejas en cada frase, en cada párrafo, en cada capítulo. Hay fragmentos que llegué a leer y releer en voz alta, me los repetía, sonreía, y casi que hasta me imaginaba a Pilar en el momento en el que le dio la forma definitiva a ese párrafo (y por lo que comentó, mi imaginación no se ha equivocado mucho). Porque además su estilo de contar, de escribir, me es muy cercano. También de lo que habla. Habría subrayado todo el libro desde la primera palabra hasta la última. No encontré un vacío, un resquicio, nada que me pareciera endeble, indolente, precipitado... Todo me transmitía algo. Si a lo largo de esos 12 años en los que estuvo escribiendo Las efímeras tuvo un momento de debilidad, de cansancio (que los tendría), no aparecen reflejados en ninguna línea del libro.
Y a falta de esas 50 páginas, subí una foto al instagram y escribí: Un libro que ¿cierra un ciclo? Literatura de la buena. Porque pensaba (no necesitaba saber el final) que Pilar había conseguido crear el lienzo perfecto en el que ha conseguido plasmar con una calidad de vértigo los temas que venía abordando en sus libros anteriores. Es verdad que los temas que le bullen a Pilar Adón y que traslada a sus libros no se cierran nunca, por supuesto que puede seguir profundizando en ellos. Son temas que atraviesan la historia de la humanidad (y esto tiene mucho que ver con el título del libro y ahora lo explico). Pero lo que había escrito en Las efímeras, lo que cuenta y cómo lo ha escrito, es de tal calidad que pensaba para mí que Pilar Adón se había puesto el listón altísimo a ella misma. Que si seguía escribiendo sobre ello ¿qué sería lo siguiente?... seguro que una barbaridad de esas que dices: me puedo morir ya. Pero es que a mí este libro ya me parece una barbaridad (en el mejor de los sentidos, obvio). Así y todo, se lo pregunté. Y me dijo que no, que no era un fin de ciclo. Me quedé sorprendida (caramba, mi primer “desencuentro” con Pilar). Pero... hay desencuentros que son encuentros y maneras distintas de ver las cosas que no son excluyentes.
Y deciros: pasión. Pasión por Pilar Adón, pasión por este libro, pasión la que te traslada Pilar, cuando escribe, cuando habla, cuando lee, porque la tiene dentro y te la contagia, espléndida y valiente. Leal a ella misma. Me pasaría la vida hablando de todo esto… y estaría viviendo. Viviendo e indagando sobre la vida misma sin salirme de libros, lecturas, escritoras…
Hay muchas personas que escriben bien. Que escriben muy bien. Rematadamente bien. Condenadamente bien. Y ni así llegan a hacer literatura. Dónde sitúo personalmente a Pilar Adón creo que ha quedado claro ¿no?
Siempre es así. Puedes pasar días, semanas, sin pensar en otra cosa, intentando arreglar algo, decidir algo y, de repente, ahí está. La solución. Clarísima. La única opción.Antes de terminar (me refiero a este post, porque el libro y las sensaciones me acompañaran durante mucho tiempo y espero que durante muchas conversaciones con quien se preste a ello) quiero explicar lo del título. Al decir “efímeras” se piensa en fugacidad, brevedad… Quizás se desconozca la etimología. “Efímera” procede del griego éphêmeros (“lo que dura un solo día”). Los efemerópteros son un orden de insectos (conocidos como efímeras) cuyo ciclo vital es de horas, un día. Dos como mucho (y excepcionalmente). En ese breve intervalo, pasan de ser insectos acuáticos a convertirse en insectos alados, para lo cual sufren entre 10 y 45 mudas, se vuelven alados e incluso después vuelven a mudar hasta convertirse en adultos con cuatro alas. No se alimentan en su corta vida. Sólo se aparean… y se transforman (varias veces, varios cambios). Toda una vida en horas. Pues resulta, y fijaros hasta qué punto nada deja al azar Pilar Adón, que son los insectos alados más antiguos que existen en la actualidad. Los más breves y los más antiguos. Lo efímero y lo vetusto. ¿Está el secreto de su antigüedad como especie en la brevedad de sus vidas? ¿En los múltiples cambios que se producen en su corta existencia?...
¿Da o no el libro para conversaciones y más conversaciones?
A mí no me interesa la belleza comúnmente aceptada, ya lo sabes. No me ha interesado nunca. Cuando veo cuerpos perfectos, una piel límpida, el pelo ordenado, las medidas correctas… Son elementos que no me sorprenden. No me conmueven. Prefiero detectar algún descuido. Alguna flaqueza. Los cuerpos impecables no han vivido. En cambio, cualquier vestigio de extrañeza, cualquier sombra en el rostro, me parece una prueba de experiencia. Un indicio de ahogo o de cansancio. Eso es lo que me importa, lo que me impresiona de los demás. Su conocimiento. Su perspicacia. Me interesa lo que han visto y lo que han aprendido. Lo que guardan aquí. –Se llevó un dedo a la frente.
¡Sí, aplaudo!
(Pilar, nos debemos un tiempo sin reloj)
(©AnaBlasfuemia)