domingo, 30 de julio de 2023

Un año en los bosques (Sue Hubbell)


Como ocurre con la mayoría de causas nobles, sospecho que todas nuestras opiniones son la mera expresión de un sentido personal sobre lo que es correcto y apropiado

Qué leemos, porqué, cómo, cuándo, incluso a quién o con quién, es algo que con el tiempo no es casual. Una va aprendiendo, dejándose llevar, eligiendo, rechazando, aprendiendo de sus propios hábitos, de sus aciertos y errores y, sobre todo, escuchando sus necesidades. Necesitaba un libro para descansar.

Y descanso, calma y relajación es lo que me dio este libro que relata la experiencia de la autora durante un año viviendo sola en una granja en los bosques de Ozarks. Un año de apicultura y contacto con la naturaleza salvaje (soy incapaz de decir “naturaleza” sin añadir “salvaje”) que a Sue Hubbell le dio paz.

Y a mí me ha dado una lectura agradable, sana, natural, en la que disfruté de las abejas y sus colmenas, los coyotes, la lluvia, las arañas, los murciélagos, las gallinas, los pumas, los ácaros rojos, los chaparrones que asientan el barro…

La alegría de las cosas sencillas sin dar la espalda a las dificultades, la fascinación por la naturaleza, sobrevivir sola, el respeto por todos los seres vivos, la amabilidad con otros puntos de vista diferentes al de una misma… Eso es este libro. Nada más. Y nada menos. No hay mejor libro de autoayuda que la naturaleza.

Oleadas de personas para quienes la vida urbana era demasiado complicada han venido aquí, con la intención de llevar vidas basadas en la sencillez. Lo que aún no han descubierto es que una vida es tan sencilla o complicada como la persona que la vive, y que si a una persona le parce abrumador vivir en la ciudad, se lo parecerá aún más vivir aquí, donde es mucho más difícil ganarse la vida

domingo, 23 de julio de 2023

El hijo (Michel Rostain)


 
"La muerte es una máquina de crear arrepentimientos"

Y el arrepentimiento es hijo del sentimiento de culpa, añado.

A ver cómo cuento esta lectura. Verán, me gusta mucho la literatura del duelo. Joan Didion, Paco Umbral, Piedad Bonnet, Chantal Maillard, son algunos de los autores que han abordado su duelo personal y lo han reflejado en libros que para mí son de una belleza increíble. Una belleza muy humana. Entiendo el miedo a la muerte, ¿cómo no entenderlo?, por eso busco en este tipo de lecturas perder ese miedo: porque sé que así viviré la vida con mayor consciencia y conciencia. Si ignoro a la muerte no seré ni estaré plenamente viva. Por eso no evado el tema (también es verdad que a la fuerza ahorcan, pero eso es otro tema). No creo en que aquello que ignoras o invisibilizas, deje de existir.

La segunda razón de porqué llegué a este libro está en la portada: como podéis ver en la foto pone "Premio Goncourt 2011". Os recuerdo algunos de los ganadores de este premio: Proust, Malraux, Gracq, Beauvoir, Romain Gary, Michel Tournier, Modiano, Margueritte Duras, Ben Jelloun, Maalouf, Jean Echenoz, Pascal Quignard, Houllebecq... ¿veis por donde voy, no?

La tercera razón fue algo que me llamó la atención: Michel Rostain nos va a contar el duelo por su hijo adolescente, fallecido de una meningitis fulminante, pero lo va a hacer dándole la voz a su propio hijo fallecido.

Tengo un profundo respeto por la literatura del duelo, porque quien escribe sobre una experiencia tan traumática lo hace desde un dolor tan terrible como íntimo. Compartir esa vivencia me parece de una generosidad infinita. La lectura de "El hijo" no se escapa de ese respeto ni de la inevitable e impactante emoción en un par de pasajes. Pero.

Antes de entrar en ese "pero" a lo emocional y a lo literario, voy a exponer algo que me mosqueó cuando lo comprobé a mitad de la lectura. Y es que me dio por comprobar la lista de ganadores del premio Goncourt y ¡no estaba Michel Rostain! Me quedé anonadada, así que seguí buscando y bueno, sí, lo había ganado, concretamente el "Premio Goncourt... a la primera novela". Ah, vale, miro esta lista y compruebo que salvo a Hélène de Monferrand, a quien se le concedió el premio en 1990 por "Las amigas de Hélóise", no conozco a nadie (disculpen mi ignorancia). Bueno, es una anécdota, pero sentí que me la habían colado o al menos bajado el listón un peldaño.

Anécdota aparte, estaba claro que algo no iba bien: salvo un par de pasajes en los que la emoción es inevitable, la lectura de "El hijo" era de ese tipo de lectura estancada, farragosa, que tienta abandonar. No lo hice porque por alguna extraña razón hay libros (cada vez menos) que me empeño en terminar aunque sepa que su destino final no va a ser perdurar en ninguna de mis abarrotadas estanterías. Puedo decir que han sido, como mínimo, dos las razones por las que este libro ha sido un "no" para mí:

1) La voz del hijo fallecido. Algo que había sido un ingrediente atractivo resultó ser el mayor de los obstáculos durante toda la lectura. Porque todo el tiempo es, en verdad, la voz del padre. Por múltiples detalles: porque aunque Rostain intente que, al ser la voz del hijo fallecido la que nos habla, queden reflejados los duelos tanto del padre como de la madre, esto no es así. Todo el tiempo es el duelo del padre. Incluso añadiría algo más, y esto puede sonar un poquito cruel: los hijos adolescentes son siempre un poco desconocidos para sus padres, algo muy normal en ese periodo vital en el que se suele sentir a los amigos como más familia que tu propia familia. Esto no implica que un adolescente no pueda tener una relación maravillosa y cercana con sus padres, pero habrá también aspectos que solo compartirán con sus amigos y no con ellos. Y ese "hueco" está muy patente en "El hijo" porque, aunque Rostain lo intenta, no es capaz de saber qué ni cuánto desconocía de su hijo, lo cual no ayuda a que la voz narrativa funcione. Creo que literariamente le vino grande esa elección.

2) Mientras leía, sobrevolaban en mi cabeza algunos de los libros leídos sobre el duelo, pero hay uno que lo hacía especialmente: "Ahora" de Brigitte Giraud, un libro (que me gustó muy mucho) que escribió a raíz del fallecimiento de su pareja en un accidente de moto. Acudí a mí misma: releí lo que había escrito en el blog sobre esa lectura. Y así fue cómo conseguí entender la segunda razón por la que me estaba defraudando la lectura de "El hijo": la liturgia de la muerte. Algo que Giraud consigue reflejar de una forma más fluida y directa y además con un manejo de las voces narrativas mucho más eficaz. Giraud 1- Rostain 0

Curiosamente, a Brigitte Giraud le han concedido el Premio Gouncourt en 2022 por su novela "Vivre Vite", que en España ha traducido la Editorial Contraseña y que es un libro escrito 20 años después del fallecimiento de su pareja, a raíz de la venta de la casa que habían comprado juntos, momento en el que decide "hacer por última vez un balance".

Qué cosas, ¿verdad?. El libro de Giraud ya está en mi punto de mira. El de Rostain, que, ojo, no deja de ser un libro muy digno, lo dejaré en algún lugar en el que espero que quien lo encuentre sepa apreciarlo mejor.


jueves, 20 de julio de 2023

Algunas formas de amor (Charlotte Mew)

 


Perdóneme si, habiendo encontrado una voz, hago mal uso de ella. Creo que la vida es muy larga. Si fuese más corta el heroísmo sería posible, pero es larga; sólo podemos ser mártires, y el peor martirio no es el sufrimiento, sino la aniquilación; y la muerte más profunda no es morir, sino sobrevivir a la vida

Posiblemente haya tantas formas de amor como personas. Es más, la misma persona puede amar de distintas maneras según a quien ame. El amor y sus infinitas variables. Pocas cosas hay tan universales como el amor y, sin embargo, pocas admiten tanta variedad.

El amor puede ser silencio, compasión, entrega, egoísmo, imposición, belleza, superficialidad, sexo, pasión, posesión, sufrimiento, gratitud, caos, alegría, violencia, reconocimiento, soledad, multitud… El amor puede ser insoportable y, a la inversa, puede ayudarnos a soportar. Puede ser una cosa y su contraria. Una ecuación que puede ser injusta. El amor no entiende de reglas ni normas, ni siquiera de números: puedes amar a uno o a una, a dos, a tres, a una misma, a esta, a aquel o a aquella, a todos y a nadie. A la vez, a destiempo, por orden o incluso por desorden. Y todo será amor si es verdad. Quizás esa es la única certeza: si es mentira no es amor. Todo lo demás, cabe.

Charlotte Mew nos muestra en este (muy interesante) libro de relatos algunas de las caras de amor, no todas (¿quién puede escribirlas todas?). Y lo hace con la prosa por excelencia del amor: la poética. Una prosa íntima, equilibrada y elegante para hablarnos de algunas formas de amor que atraviesan épocas y siglos porque siempre conectarán con las emociones de quien alguna vez amó.

Si algo está claro es que el amor, en cualquiera de sus múltiples formas, no es una línea recta. Diría que el amor es hasta irresponsable, además de ciego. Y que el amor, como la vida, puede oscilar entre lo breve y lo longevo pero no alcanzar lo eterno.

"Veo dos puertas; una conduce a ti y la otra más allá de ti, pero cuál es la que señala el dedo divino, eso no lo veo"

domingo, 16 de julio de 2023

Aberración estelar (Gilbert Sorrentino)


Las fotografías, por excluirlo todo salvo la décima de segundo en que se toman, mienten siempre

Y esta frase, que se carga de un plumazo los cimientos de muchas redes sociales y sus correspondientes "influencer" (conozco pocas palabras que me rechinen tanto), es un perfecto resumen de lo que es este libro.

No es que “Aberración estelar” sea una fotografía, no, sino que más bien nos muestra todo lo que se excluye de una fotografía (y de la vida en general). Y es que el problema, lo que hace tan compleja la vida, es precisamente todo eso que excluimos de ella. Lo que no se ve, pero ES. De hecho, lo que se ve es consecuencia directa de todo aquello que no se ve. Algo que ya mostró John Williams en su sutil y magistral “Stoner”.

Pero hasta aquí la comparación entre ambos libros, porque luego cada autor toma caminos distintos. Y aunque para mí “Stoner” es sublime y es un libro top (al menos en mis preferencias), reconozco que lo que hace Sorrentino es también una enorme genialidad debido sobre todo al despliegue de recursos narrativos y estilísticos. Si “Stoner” es la culminación de lo natural y sencillo, “Aberración estelar” es un desparrame de técnica, juego literario, ingenio y estrategia narrativa.

La historia que se narra es simple. El problema es que todo lo que nos incumbe a los seres humanos NO es sencillo porque lo retorcemos y porque dominamos a la perfección el arte de hacer complicado lo fácil. La discrepancia entre lo que vemos y la realidad es inevitable, pero tendemos a obviarla (y esto sí es evitable). A mí constatar esa discrepancia, ese salto al vacío, es algo que me explota la cabeza constantemente. Y de eso va este libro y por eso tenemos que reconstruir lo que Sorrentino nos ofrece.

La trama es casi insignificante, aquí lo esencial es la forma literaria, el juego que propone Sorrentino, su interferencia en lo que cuenta, el engaño literario, la ruptura de las convenciones literarias y la manipulación de Sorrentino que mejora de forma notoria la experiencia lectora de una historia convencional, casi un folletín... si no pasara por manos del autor.

Hay libros que valoro por lo emocional (lo personal), otros por lo literario (su "estética" y recursos) y otros que aprecio hasta la exaltación porque aúnan ambas cosas. Este lo he estimado por lo literario, absolutamente destacable.

jueves, 13 de julio de 2023

El sendero de los nidos de araña (Italo Calvino)


Yo creo que nuestro trabajo político es éste, utilizar incluso nuestra miseria humana, utilizarla contra sí misma, para nuestra redención, así como los fascistas utilizan la miseria para perpetuar la miseria, y utilizan al hombre contra el hombre

Hay autores por los que siento un afecto especial, una lealtad inquebrantable, que me formaron como lectora. Están en los inicios de mi trayectoria con los libros, en esas lecturas por las que deambulaba muy verde y virgen de todo, con libros que posiblemente me quedaban grandes pero que, a su vez, me hacían crecer. Hay muchos autores y autoras en esos inicios. Italo Calvino es uno de ellos.

Tocaba volver a él y quise hacerlo con una relectura de la que es considerada una de sus obras menores, la primera novela que escribió. Pero claro, hablar de obra menor de un autor de la talla de Italo Calvino es hablar de un muy buen libro. Además ahora he apreciado muchísimo mejor el prefacio que el propio Calvino hizo en 1964, 17 años después de la primera edición. Y es que el prefacio me parece una genialidad exquisita, llena de giros generosos, un regalo de esos que nos hacen algunos escritores sobre su propia obra.

Escrita al finalizar la II Guerra Mundial y con un estilo neorrealista (inhabitual posteriormente en Calvino), a través de la voz de un niño, Pin, nos adentramos en la resistencia italiana, el mundo partisano que Calvino conocía bien puesto que perteneció a las Brigadas Partisanas Garibaldi. Pin es un niño huérfano, un niño viejo que vive con su hermana y al que todos le dan la espalda. Un niño que se comporta como los hombres de la taberna, por su boca salen obscenidades, insultos, chistes, bromas pesadas. Y canciones.

Los otros niños no lo entienden y los grandes se ríen de él. Pin es un rufián que, al igual que aquellos que se burlan de él o le ignoran, sólo intenta diluir la soledad, deshacer sus carencias. Porque más allá de consideraciones sociales y políticas, “El sendero de los nidos de araña” es también una reflexión sobre las carencias y sobre cómo éstas conforman nuestra identidad.

Llegar a no tener miedo, ésta es la meta última del hombre"

¿Y yo que cada vez tengo más (miedo)?

jueves, 6 de julio de 2023

Siete plantas (Dino Buzzati)

 


El verano en La Mancha es agotador. Inhabilita. Nos deja las madrugadas y las primeras horas de la mañana para realizar cualquier actividad que implique gasto de energía (deporte, compras, gestiones en la calle, limpieza de la casa...). A partir de ahí: el letargo, el sofá, el ventilador, el aire acondicionado, las persianas bajadas. Modo ameba activado. Cuesta activarse cuando te pasas el día más cerca de los 40º que de los 30º y las noches más cerca de los 30º que de los 20º. Muy ingrato, el verano manchego.

Todo esto viene porque a mí este calor excesivo, contundente, me afecta de muchas maneras (ninguna buena) y una de ellas tiene que ver con mis lecturas. Mi capacidad lectora (también) se ralentiza y la enjundia de los libros que escojo para leer también se suaviza. Busco con más frecuencia libros cortos y más ligeros. Por eso escogí "Siete plantas": es corto (de hecho es un cuento, o un relato, como quieran llamarlo) y se lee prácticamente de una sentada. Pero, ojo, ligero no es lo mismo que superficial. La sintaxis de "Siete plantas" es sencilla, sin necesidad de peroratas, cháchara ni palabrería ni atavíos grandilocuentes. El estilo de Buzzati es elegante, de apariencia ligera pero de ánimo contundente, en plan colleja inesperada.

Giussepe Corte llega un día, de buena mañana, a un sanatorio de siete plantas especializado en la enfermedad que padece. La manifestación de la enfermedad en Giussepe es leve, por lo que ingresa en la última planta, la séptima. A mayor gravedad de la enfermedad, vas descendiendo en las plantas del sanatorio, siendo la primera planta en donde están ingresados los enfermos terminales.

"Giuseppe Corte se propuso por ello no transigir acerca de los derechos y no ceder a la molicie de la costumbre"

Di que sí, Giuseppe, con los derechos no se transige, dónde vamos a parar. Como decía Eduardo Galeano: "Los derechos humanos no se mendigan, se exigen". Mal vamos ya que haya que exigirlos. No tendría que ser necesario. Pero, ay, Giuseppe, el sistema, ¡EL SISTEMA!, nos devora... Y si queremos evitarlo, hay que hacer caso a Don Eduardo Galeano: exigir, EXIGIR, nuestros derechos (el derecho a la vida, al acceso a la información, a la salud, a la libertad, a la seguridad personal...). Mendigarlos no basta. Porque si los mendigas te puedes encontrar de repente en la planta baja de un sanatorio, cuando empezaste en la séptima.

El sistema sanitario ha tendido, y tiende, a burocratizarse tanto que asumimos con pasividad que la deshumanización es un coste necesario para que el sistema sanitario funcione con eficacia. Error, claro, y no baladí. Buzzati construye con maestría una alegoría sobre la naturaleza humana manteniendo el equilibrio entre el realismo y la fábula. Que Buzzati era muy kafkiano, eh, así que lo de plantearse el sinsentido de la realidad era para él como el respirar.

Y así es cómo una lectura que pretendía ser "ligera", terminó siendo un darle vueltas a si la esperanza a veces nos perjudica. Porque claro, la esperanza va de la mano con la espera. Y, a veces, la mejor esperanza no es esperar, sino actuar.

Una lectura esencial en cualquier época del año. Absténganse hipocondríacos y pusilánimes. Ah, las ilustraciones de Juan Berrio nada invasivas, acompañan el texto sin estridencias y creando el clima necesario para esta angustiante historia.

domingo, 2 de julio de 2023

Manual para mujeres de la limpieza (Lucia Berlin)


¿Sabes una cosa que he aprendido en la vida? La mayoría de la gente no se fija en nada, y si se fija, no le importa

Esto va así: cuando los demás estáis de vuelta, entonces yo voy allá donde habéis estado. Y sé que habéis estado ahí, en ese espacio ahora solitario que estuvo ampliamente habitado por vuestra presencia observadora, escudriñando donde ahora solo queda un lugar desértico y escucho el silencio allí donde clamó vuestro aplauso. 

Toda esta retórica para deciros que por fin llego a este libro por el que tantos y tantas habéis pasado hace tiempo. Que la unánime alabanza que supuso Lucia Berlin provocó que me mantuviera al margen, expectante, porque me desenvuelvo mal en multitudes, fiestas y celebraciones, pero es que me mareo con facilidad cuando hay mucho ruido y me resulta difícil discernir entre la melodía y el estrépito. Necesito el silencio como contraste para escuchar más activamente.

Así que cuando la fiesta acaba o está ya en sus últimas sacudidas, llego yo. Con cierta timidez porque me impone mucho la juerga y las celebraciones masivas. Me aturde, aunque envidio la capacidad del disfrute multitudinario, ese festivo hermanamiento. Y así, ligeramente apocada, con la incómoda sospecha de si voy a ser el bicho raro que no alcance a ver lo que tantos han visto y no encuentre el entusiasmo adecuado, empecé la lectura.

Y quizás fuera ese respeto al aplauso común, al reconocimiento global, pero me costó. Las expectativas, Ana, me decía. Pero dónde estaban ya las expectativas si el tiempo las había borrado hasta casi la extinción. Terca soy un rato y eso hace que a veces aflore en mí una virtud de la que carezco: la paciencia. Así que bajé la persiana, quedamos mano a mano Lucia Berlin y yo. Y nos encontramos, claro que sí. La encontré, encontré a Lucia Berlin y me pareció tan hábil, tan rápida, tan eficaz. Me enterneció, me llegó sin estruendo, con mucha inteligencia. Admiré su resistencia, su humor fino que nunca pierde la cara a la realidad, el insaciable apetito de vida, la melancolía y sensibilidad soterradas tras una aparente ligereza, la sutileza emocional y su divertida y desordenada energía.

Me uno al mancomunado aplauso.