Título original: La Moustache
Traductora: Esther Benitez
Páginas: 184
Publicación: 1986 (2014)
Editorial: Anagrama
ISBN: 97884339790108
Sinopsis: Un hombre se afeita el bigote que lleva años luciendo. Lo hace en secreto, para darle una sorpresa a su mujer. Pero cuando aparece ante ella con su nueva imagen, la esposa no reacciona. No parece ver en esa cara con que lleva años conviviendo cambio alguno. No parece percatarse de que su marido se ha afeitado. Es más, cuando éste le muestra su perplejidad ante la falta de reacción, ella le asegura que él nunca ha llevado bigote. Un gesto en principio sin mucha trascendencia –afeitarse el bigote– se convierte en el punto de partida de una pesadilla kafkiana para el protagonista de esta novela. ¿Es víctima de un juego, de una broma de su entorno más próximo? ¿Se ha vuelto loco y realmente nunca llevó bigote? ¿El mundo se ha confabulado contra él para ponerlo a prueba? ¿Afeitarse el bigote puede lanzarlo a uno al abismo?
¿Se puede escribir una novela sobre un bigote? Es más, ¿se puede escribir una novela sobre el hecho, pueril y nimio, de afeitarse el bigote? La respuesta parece evidente: sí, se puede. Claro, diréis, se puede escribir sobre cualquier cosa. Cierto, tendría que decir yo, poder se puede. Ahora bien ¿puede mantenerse una trama alrededor de un bigote (o su ausencia) y que la historia te atrape y te haga leer sin parar? ¡Ah!... ahí os quería ver yo. Se puede, claro, pero no está al alcance de cualquiera. Salvo que ese “cualquiera” se llame Emmanuel Carrère.
No es nada fácil conseguir la atención del lector. Ni siquiera la del lector más avezado. Pero claro, hay quien tiene el don. Esa capacidad para poner una palabra detrás de otra y que la mirada lectora vaya detrás de ellas, recorriéndolas como si fueran hormigas en fila, encaminándose a su hormiguero. Embobada mirando, ajena al tiempo y a lo que te rodea. Sólo mirando las palabras, arremolinándose en frases, mientras esa fila de palabras adquiere sentido, interés y te lleva a algo más grande que las propias palabras. En este caso las palabras, juntas, no son grises y anodinas como pudiera parecer lo son las hormigas. Son, más bien, un arte. Escribir sobre cómo un hombre decide afeitarse el bigote, atraer tu atención desde las primeras palabras y desarrollar una historia kafkiana.
Es la primera vez que leo a Emmanuel Carrère, aprovechando que Anagrama recuperaba esta novela de ficción, una de las primeras escritas por Carrère. Y no va a ser la última, porque me ha ganado para la causa. No parecía fácil que un bigote lo hiciera, la verdad, que reconozco haberme acercado a esta historia con cierta desconfianza. Pero desde el principio me vi atrapada en el retorcido, rítmico, ágil y atrapante discurso del protagonista.
Un hombre se afeita el bigote con la idea de sorprender a su mujer, con la que lleva casado cinco años. Y la sorpresa se la llevará él cuando ella no sólo no se sorprende, sino que niega que él haya tenido bigote en algún momento. No sólo ella, es que sus amigos tampoco parecen sorprendidos de verle sin bigote ¿es que lo ha tenido alguna vez?. Lo que en principio parece una elaborada y compleja broma, a la que tan dado es el matrimonio, se convierte poco a poco en un descenso a la locura. Pero ¿quién está loco? ¿él? ¿ella? ¿tú? ¿yo?.
Narrada en primera persona, por lo que vamos conociendo todos y cada uno de los pensamientos de Marc, el protagonista, no parecería fácil dar congruencia y lógica a una situación tan absurda. Y sostenerla durante más de cien páginas. Sin embargo, Carrère sostiene la coherencia de los derroteros mentales de una persona cuyo pensamiento transcurre como un péndulo de un lado a otro, oscilando entre la locura y la cordura, la razón y la sinrazón. Se anticipa a cualquier agujero negro en el que pudiera deslizarse la trama y los va tapando uno a uno, conduciendo ineludiblemente al lector a seguir los argumentos y razonamientos del protagonista sin que podamos atisbar una puerta de salida, una solución al enredo psicótico y delirante que se nos plantea.
Los múltiples recursos sintácticos utilizados por Carrère consiguen un efecto quinestésico en el lector que se ve sumergido en el vaivén emocional al ritmo que nos va marcando, con sensaciones que oscilan desde la sonrisa inicial a la desazón final. Porque será inevitable que no seas partícipe del discurrir mental de Marc, no puedes ser un espectador pasivo de lo que sucede, entras en la lógica planteada e intentas razonar, cuestionar, encontrar resquicios que inclinen la balanza a un lado u otro. Participas porque estamos acostumbrados al raciocinio, a la explicación lógica y coherente de lo que sucede, porque nos cuesta enfrentarnos a una mente que encadena razonamientos tan aparentemente convincentes y que, sin embargo, podría ser una mente enferma. Y angustia comprobar qué fina es la frontera entre la razón y la locura.
La densidad y cadencia narrativa en tan pocas páginas, el clima paranoico y de indefensión, la agitación inducida, la capacidad de Carrère para provocar desasosiego y socavar el ánimo tranquilo del lector a ritmo de frases cortas, rápidas, cotidianas… me ha dejado rendida al autor, de la que estoy por declararme fan con tan sólo esta inquietante y brillante lectura.
¿Para qué limpiar los instrumentos del crimen si el cadáver se ve a la legua?
En 2005 el propio Emmanuel Carrère dirigiría la versión cinematográfica de El bigote, interpretada por Vincent Lindon y de la que os dejo el tráiler (no tengo noticias de si ha sido doblada o subtitulada en español).