domingo, 27 de junio de 2021

El diablo a todas horas (Donald Ray Pollock)

 

Era la primera vez que ella se daba cuenta de lo poderoso que podía ser el pecado

Es eso: el poder de pecar, el poder que otorga el mal. Da igual que sea más fácil la verdad, la compasión, la bondad, el perdón… La violencia, el mal, el “pecado” otorga a quien lo ejerce un (falso) poder que es magnético para los débiles. El mal es como un sendero paradisiaco para quienes no saben manejar sus carencias o traumas.

Este libro también tiene un poder y no es el del mal: es el poder del buen escritor, aquel que te mete en el fango y no solo lo aceptas, sino que te hundes en él con devoción adictiva e insaciable. O lo que es lo mismo: lees sin respirar, sin dormir, sin comer, del tirón y jadeando, da igual que quieras buscar un cobijo, el hechizo funciona y no puedes despegarte de la lectura. Y cuando lo terminas sabes, ipso facto, que vas a necesitar un tiempo para elegir el próximo libro y que quizás ese respiro que no te tomaste durante la lectura de “El diablo a todas horas” te lo tienes que conceder una vez lo has finalizado.

Es un libro endemoniadamente bueno. No para estómagos delicados (aunque en nuestro día a día se vean cosas no menos vomitivas), pero ya lo tenemos curtido y Pollock es muy eficaz (nivel perfección) no sólo en el ritmo narrativo y la dosificación de elementos, sino también en el manejo de una sutil e impresionante mixtura entre la depravación y la belleza, la violencia y el apego, lo enfermizo y lo hermoso, el horror y la nobleza. Porque no todo es blanco y negro, ni siquiera la violencia es solo sangre, ni la justicia justa, ni todos los pecados pesan lo mismo, ni la humildad es pacífica, ni el malo solo malo o el bueno solo bueno, ni elegimos lo que heredamos. Hay que poner en duda la fe (la fe en Dios, en el amor, en el poder, en los otros), la fe ciega, incondicional, aquella que no se cuestiona ni se interroga.

Personajes grotescos, depravados, retorcidos y oscuros con escasos destellos de conciencia o arrepentimiento. No se van a intentar salvar porque en el fondo todos aceptan su destino con la resignación de lo inevitable y se dejan arrasar por él sin apenas un atisbo de rebeldía o intención de redimirse.

©AnaBlasfuemia

domingo, 20 de junio de 2021

Prisionero en la cuna (Christian Bobin)

Mucha gente se piensa que muestra su profundidad al expresar sus opiniones, pero las opiniones son ramas muertas flotando en el agua podrida de la época

He sonreído mucho y muy fuerte al leer este fragmento, con esa sonrisa que sólo se entiende si sabes qué es lo que la provoca. Sin abandonar esa sonrisa, alguien diría cínica e irónica (y no se equivocaría), vengo a dejar mi sensación de esta lectura. Porque sigue siendo sensación y no reseña, sólo un apunte para mí, una muesca de mi vida, una señal para cuando en el futuro mire atrás y vea qué escribí sobre una lectura… recuerde. Recuerde mi vida pasada, qué hacía, cómo sentía, qué pasaba, qué me preocupaba, cuán cerca o lejos estaba de mí misma, del camino, si estaba en algún camino.

Siempre necesito recordar eso, que estoy aquí de forma egoísta para dejar un registro de mí y que tengo que aceptar mi propia hipocresía: bien podría limitarme a escribir sólo en este blog, dejando en silencio mis lecturas… y sin embargo sigo en Instagram y Facebook  Reclamando atención. Hasta que llegue el día en que la única atención que realmente necesite sea la que una misma sea capaz de darse. Y más vale que ese día llegue pronto que tarde.

Y si has llegado hasta aquí, ya voy con el libro de Bobin. Ya sabemos qué nos ofrece este autor: un espacio íntimo y cercano envuelto en una escritura tan sencilla en la forma como llena de lirismo, que nos recuerda constantemente lo que hay de extraordinario e inesperado en lo común y cotidiano. Bobin busca aire desde su cuna sabiendo que la belleza es paciente y deseando ser enterrado en un copo de nieve. En medio, la vida.

Necesito de autores así: que me aten al aquí y ahora, a la belleza de lo sencillo y el respeto a la naturaleza, el agradecimiento a la vida, la capacidad de perdonar, la amabilidad por encima de la rabia. Autores que son refugio y que no ocultan ni maquillan el dolor ni la soledad, que no se someten a lo que se espera de ellos ni a ser rebaño, que saben que la vida es muchas cosas, pero que una de ellas es la búsqueda constante.

Bobin quizás peque ligeramente de moralista y roce algún que otro bucle, pero se lo perdono porque me recuerda que he de contemplar lo simple. Y no juzgar.

Sueño con una bondad que sea tan apremiante como el mal

©AnaBlasfuemia

jueves, 17 de junio de 2021

La entreplanta (Nicholson Baker)

La sensación de que eres más estúpido de lo que eras es lo que te despierta al final el interés por los asuntos verdaderamente complejos de la vida: por el cambio, por la experiencia, por las formas en que otras personas se han adaptado a la decepción y a la merma de capacidades

¿Qué filigrana es esta, Baker? ¿y cómo La Navaja Suiza se atreve a publicarla y (cómo no) Ce Santiago a traducirla? Tal vez porque hay otras opciones, otros mundos que están en este: no es lo comercial, es la calidad. El concepto: literatura. Y porque hay lectores que buscamos ciertos libros como el río busca su cauce o un bebé el pecho de su madre.

La trama es impresionante: a Howie se le rompen los cordones de sus zapatos. En un rato de asueto en su oficina, va a comprar unos nuevos. Ya está. No hay más. Quien busque una historia, esa es toda la que hay. Quien busque trama y diálogo que dé media vuelta. Quien busque una capacidad extraordinaria para sostener un libro a base de un monólogo que se nutre de minucias (muy reconocibles), que se quede un rato.

Los lectores somos seres extraños, encontramos placeres inesperados en libros que no responden al canon de la industria literaria masificada. Un placer casi onanista para algunos, un babeo devorando página tras página, un sentirse privilegiada. Es casi una perversión, he de decir. Incluso hay cierta tendencia a caer en una superioridad moral contra la que tienes que luchar. Lo cual no impide el goce, porque has elegido esta lectura, has experimentando y visto todas las posibilidades y has admirado lo que hace su autor.

Baker, sus pies de página, te expulsa y te mete de nuevo en la lectura con su retórica meticulosa. Impresionante literatura del detalle, un hilvanar pensamientos poniendo la lupa en cada gesto, hecho u objeto cotidiano con el quehacer de un mago inesperado. Baker da empaque y personalidad a lo vulgar y cotidiano.

En “La entreplanta” se narra lo inenarrable, no porque no haya palabras para narrarlo, sino porque ¿quién va a escribir sobre calcetines, pajitas, bolsas, moquetas, grapadoras, corbatas, cubiteras, desodorantes…. y mantener tu atención, tu asentimiento e incluso tu sonrisa?: Baker, Baker lo hace.

@AnaBlasfuemia

miércoles, 9 de junio de 2021

Días temibles (A. M. Homes)


Lo que he aprendido de ser el guardián del dolor es que dejarlo ir no significa olvidar, sino encontrar la libertad, ese espacio necesario para seguir avanzando. Uno aprende a vivir con el pasado, pero se permite un futuro y también se lo permite a los demás. No se olvida jamás

Y así es: el dolor no se olvida. Pero vamos viviendo. Lo que yo había olvidado es que había leído ya un libro de A. M. Homes (“La hija de la amante”) y me había decepcionado lo suficiente como para donarlo amablemente a una biblioteca de mi ciudad. Así que he llegado a este libro sin recordar que era mi segundo intento con Homes. Lo cual no dice nada bueno de mi memoria ni de mi relación con Homes, que presiento va a ser un tira y afloja constante, en plan “quiero quererte, pero me lo pones muy difícil”.

Pero estoy en modo optimista (el optimismo forma parte de mi actual plan de supervivencia), así que aunque Homes me confunda y sigo sin saber si su agudo estilo provocativo e incendiario es genuino, me centro en lo positivo: en estos relatos Homes es muy hábil exprimiendo su visión de la sociedad norteamericana. La clase media blanca norteamericana. Tan acomodados en su ser, tan depravados, tan tristes, tan snob, miserables y perdidos. Bien es cierto que Homes es como el filo de un cuchillo con ellos, el aguijón de la lucidez cargado de ironía y de un humor muy negro y cínico.

Que algunas de las historias me han confundido, otras me han hecho reír, y todas ellas me han atrapado con los diálogos mordaces y rápidos que construye Homes, que parece una ametralladora inmisericorde con sus personajes. Sin duda lo que más me ha gustado es esa agilidad en los diálogos, la escritura desenfadada, amena y sarcástica de Homes metiendo el dedo en los escondrijos de una sociedad norteamericana tan consumista como vacía y ahogada en la soledad y en sus propios cuerpos.

Homes es brillante e ingeniosa pero no hasta el punto de deslumbrarme, aunque sí lo suficiente como para insistir en volver a leerla, algo que tiene mucho que ver con mi extraña cabezonería y con un ligero presentimiento de que algún libro suyo (no toda su obra ni mucho menos) me convencerá.

@AnaBlasfuemia

lunes, 7 de junio de 2021

La defensa (Vladimir Nobokov)


Eso le causó la sensación de que allá lejos, en el infinito, adonde había obligado a retirarse la línea inclinada, se había producido una catástrofe inenarrable, un milagro inexplicable, y su mente vagó durante un buen rato por aquellos cielos donde las líneas terrestres perdían todo vestigio de razón

En literatura siempre, sí o sí, hay espacios seguros. Libros o autores a los que volver o acudir, en donde reside la literatura. Para mí uno de ellos es Nabokov. Da igual que estemos hablando de un perfil (literario) más bajo o más elevado. Sabes, hueles, sientes que ahí está lo que siempre sostendrá el universo literario. Al menos el mío que, para qué engañarnos, es el que me interesa.

En Nabokov nada es relleno, nada es casual: ni una descripción, ni un paisaje, un gesto, un silencio, una frase. Ya en sí esa no casualidad le dota de musicalidad, prosa, detalle y, sobre todo, de una fortaleza narrativa considerable.

En “La defensa” el ajedrez es el contexto idóneo para la mente torturada de Luzhin (el protagonista), su obsesión neurótica es necesaria en ese contexto ajedrecístico en el que se entrelaza el ajedrez, la música, las flores, los colores… Ese es “mí” Nabokov.

¿Que no es el mejor Nabokov? (pero sí su mejor novela rusa). Puede. Pero hasta el Nabokov más flojo sería siempre un gran Nabokov, en este caso introduciéndose en la mente desquiciada de un genio. Y personalmente considero una genialidad las metáforas ajedrecísticas. De hecho una de mis citas favoritas es una máxima del ajedrez: “la amenaza es peor que la ejecución de la amenaza” (una forma increíble de explicar los mecanismos del miedo).

No, no es la novela más laberíntica de Nabokov. Pero no está libre de complejidad ni de sus fantásticos juegos de palabras. Y sí, tiendo a releer mucho últimamente, como si buscara explicaciones, o tal vez espacios de seguridad, un confort que no tiene nada que ver con la famosa zona de confort, pero sí con aferrarse a aquello que (me) sostiene.

@AnaBlasfuemia