sábado, 29 de mayo de 2021

Tienes que mirar (Anna Starobinets)


Dudé mucho tiempo si merecía la pena escribir este libro. Es demasiado personal. Demasiado real. No es literatura

Me alegró saber en su momento que Impedimenta iba a publicar a Staborinets. Una muy interesante autora rusa de ciencia ficción en la editorial que acoge a Stanislaw Lem ¿qué podía salir mal? Que el libro que editara NO fuera de ciencia ficción.

Tienes que mirar” es demasiado personal y demasiado real. Desparrama tanto dolor, tanto sufrimiento, que una no puede más que quedarse en un rincón y respetar ese dolor, ese duelo que además puedo comprender, abrazar y sentir hasta la médula.

Leer este libro es quedarte tiritando, con un profundo agujero en el corazón y sintiendo latir de nuevo una vieja cicatriz. Hay que ser muy insensible para que no te duela, porque eso forma parte del objetivo del libro, más allá de exorcizar su dolor a través de la escritura, de aliviar el dolor de otras mujeres (el consuelo del dolor compartido) y de denunciar la inhumanidad del sistema sanitario ruso. Compartir el dolor como denuncia, como un gesto para provocar el amotinamiento social que favorezca un cambio en el sistema.

El problema no es nuevo: todo sistema (sanitario, educativo, político, social…) está formado por personas. Y hay personas dentro de ese sistema que fallan: se acomodan, se endiosan, deshumanizan su propio trabajo… Esto es lo más estremecedor: que es un daño causado por personas a otras personas. La falta de empatía dentro del sistema sanitario es aterradora. Pero esa ausencia de empatía tiene unas raíces profundas que aquí no se muestran (dado lo personal y emocional del relato)

Me ha desconcertado este libro, evidente en su denuncia, impreciso en sus objetivos pero muy intenso y humano en sus sentimientos y emociones. Pero siento que podría guillotinarlo si no fuera por el respeto y la comprensión del dolor y la pérdida. Me aboca tan machaconamente al desconsuelo que me deja fuera como lectora para que sólo quede la persona, rota.

@AnaBlasfuemia

domingo, 23 de mayo de 2021

Eterno amor (Pilar Adón)


Por entonces yo ya era consciente de lo importante que resultaba llevar a cabo una reparación continuada de corazas y membranas. La membrana de la dulzura. La de la sencillez. La de la ingenuidad. La de la perspectiva de un futuro diferente al pasado propio y al futuro de los demás. Reparar las membranas de la inocencia. Las que se van resecando al comprobar que todas las vidas son iguales y que todas las vidas dejan de ser nuevas y relucientes…

Estoy rendida al universo “adoniano”. Lo reconozco sin pudor. No es una rendición incondicional, al contrario: leo a Pilar Adón con más espíritu crítico que a otros autores. Hay escritores que admiro hasta el tuétano que tienen su pequeña pifia en su obra, una traición, una rendición, una boutade. No pasa nada, cómo no perdonar a tus dioses literarios. Pero temo que eso me pase con Pilar porque sentiría que algo esencial se me ha escapado. Y a la vez también temo que no me pase porque yo sea condescendiente al leerla. De momento, anticipo, no ha pasado ni una cosa ni otra.

Todo lo habitual en el cosmos de Adón está en “Eterno amor”, sus temas recurrentes a los que no renuncia porque son su seña de identidad: la naturaleza (salvaje, amenazante y protectora, esquiva y acogedora), las edificaciones en las que se asienta una comunidad (grande o pequeña), la huida, la identidad, las normas, el sometimiento, los cuidados, las dependencias, el miedo, el intruso, el orden y el caos, el aislamiento, las contradicciones, la soledad, los microcosmos y su inviable impermeabilidad, las capas, las raíces…

Todo, todo está en este relato largo. Pero esta vez hay algo diferente. No supe descifrarlo hasta que oí a la propia Pilar comentarlo, justo cuando acababa de terminar la lectura. No soy escritora, pero intuyo que puede haber muchos condicionantes que constriñan la propia escritura. Como si la libertad ahogara. Y en “Eterno amor” Pilar rompe esas cadenas: se divierte, se deja llevar. Y lo hace sin perder el control sobre lo que cuenta. Sin que le importe. Al igual que Chéjov, Pilar no toma decisiones por el lector (ofrece posibilidades), algo que siempre agradezco profundamente.

La alegoría, el contenido metafórico, está ahí, en cada línea. Y percibo una paradoja: en el libro de Pilar menos críptico y más explícito en cuanto al lenguaje y la propia historia (habría apostado muy fuerte a que nunca vería la palabra “wifi” en un libro suyo: me equivoqué) finalmente la atmósfera resultante es la más misteriosa posible, la más abierta y franca y, sin embargo, simbólica. La más juguetona. Y posiblemente confusa para algunos lectores, por inesperada, original… y libre.

Yo pido desde aquí a Pilar que me firme la página 90 para enmarcarla y ponerla en la entrada de mi casa. En ese largo párrafo está todo el mundo de Pilar (¿o el mío?)

jueves, 20 de mayo de 2021

Rachel Carson y el libro que cambió el mundo (Laurie Lawlor y Laura Beingessner)

 

“No hubiera sido capaz de escuchar el canto de un zorzal sin remordimientos, si no hubiera hecho todo lo que estaba en mi mano para salvarlo” (Rachel Carson)

La nobleza, el compromiso y la coherencia de Rachel Carson me han desarmado cada vez que he leído un libro suyo. Me han desarmado como sólo lo hacen las personas que admiro, personas extraordinarias que cambiaron el mundo sin necesidad de grandes gestos pero sí con tenacidad, con verdad y con la constancia de mantener una actitud consecuente con sus propios valores. Y con mucha, muchísima generosidad.

Si alguien impulsó la conservación ambiental y el ecologismo fue Rachel Carson. La llamaron de todo (“solterona”, “esa mujer histérica y probablemente comunista”, “fanática”, “alarmista”…) Gracias a ella y a sus libros (sobre todo “Primavera silenciosa”) se prohibió el uso del DDT y otros pesticidas y el movimiento ecologista se consolidó de manera definitiva. El reconocimiento le llegó ya fallecida (prematuramente), como suele ser habitual.

Rachel Carson era bióloga, pero también una escritora sensible, amena y delicada que consigue que sus ensayos se lean con fruición sin perder la fuerza de sus argumentos. Posiblemente esa sea una de las razones por las que consiguió llegar a una gran población y hoy en día se le siga leyendo disfrutando tanto de su argumentación ecologista y más “técnica” como de su prosa descriptiva, serena, potente y bella. Un abrazo entre la biología y la literatura que pocas personas han sido capaces de reproducir. Hacer que la ciencia sea asequible, atractiva y comprensible, es posible.

Es por ello que al ver esta edición de Errata Naturae, un libro ilustrado que nos acerca a la vida de esta persona, no tuve dudas: tenía que hacerme con él. Y una vez leído y disfrutado, del texto y de las ilustraciones, sé que es un libro que voy a regalar muchas veces y que es un libro que debería de estar en la habitación de cada niña y niño porque de ellos es el futuro. Y el futuro será mucho mejor con personas con los valores y la actitud de Rachel Carson, que quiso un mundo en el que los seres humanos y la naturaleza vivieran en equilibrio y respeto.

@AnaBlasfuemia

jueves, 13 de mayo de 2021

La anomalía (Hervé Le Tellier)


Toda realidad es una construcción, por no decir una reconstrucción

¿Cuántos relatos simultáneos puede aceptar un lector?

En estas dos citas de “La anomalía” descansa todo su entramado. El cuestionamiento de lo que llamamos “realidad” y cuántas realidades simultáneas puede aceptar el ser humano (que va a ser no más de una, y a ser posible que entre como un guante en nuestra personal construcción cognitiva de la realidad). Le Tellier coge el concepto “realidad” y lo pone entre interrogantes (“¿realidad?”).

La anomalía” es un pastiche de varios géneros, aunque todos ellos se disfracen de thriller. Y cómo aborda ese pastiche Le Tellier es para mí el problema de este libro, demasiado ambicioso para resolverlo con perfección. Lo cual no lo convierte en mal libro, he de decir.

Pensaba que “La anomalía” precisaría de dos lecturas y quería leerlo de las dos formas posibles. Pero lo cierto es que solo hay una lectura posible porque Le Tellier es muy transparente en sus intenciones y en la estructura de la novela. No hay especial sutileza y todas sus herramientas y juegos literarios son evidentes.

La intención del autor es diáfana: ¿qué pasaría si tuviéramos oportunidad de enfrentarnos a nosotros mismos? Con un matiz importante: hay dos “yo mismo”, y por lo tanto dos “yoes” confrontados, con la no insignificante diferencia que uno de esos “yo” ha vivido tres meses más, tres meses en los que suceden cosas.

El planteamiento es original, atractivo. El problema está en que Le Tellier se toma casi la mitad del libro para presentar a los distintos personajes y deja la segunda mitad para lo que (para mí) tendría que ser el inicio y posterior desarrollo de la trama, con lo cual más que profundizar en las implicaciones de la situación planteada, lo que hay es una exposición apresurada de posibilidades que se quedan en lo obvio, porque además pretende tanto mostrar posibles reacciones individuales (y para ello desarrolla distintos perfiles) como colectivas.

Y lo obvio ya se conoce: cuando la realidad se cuestiona o no sabemos cómo enfrentarnos a ella, la negamos, la distorsionamos, la ignoramos, la eliminamos o la atacamos. Un “sálvese quien pueda” en toda regla.

Resumiendo: Es un libro entretenido y original, pero con un planteamiento ambicioso que se desarrolla superficialmente, aunque con eficacia y corrección “oulipiana”. Numerosas referencias literarias, explicaciones científicas, reflexiones filosóficas y éticas, un desarrollo accesible, una resolución satisfactoria y un ritmo narrativo endiablado. No voy a decir que me ha decepcionado porque lo he leído con fluidez y lo he disfrutado. Entiendo que es difícil pretender llegar a un público numeroso abordando ciertas cuestiones sin rendir pleitesía a lo comercial. Un equilibrio difícil. Un best seller profundo, complejo y de alta literatura sería una anomalía.

Veo una miniserie de Netflix basada en “La anomalía” en cero coma… 

@AnaBlasfuemia