martes, 12 de septiembre de 2017

Un mal secreto (Ann-Marie MacDonald)


Título original: Adult Onset
Traductor: Ana Mata Buil
Páginas: 536
Publicación: 2014 (2017)
Editorial: Lumen
Sinopsis: Hay semanas que resumen una vida entera y nos cuentan de nosotros más de lo que querríamos saber. Un mal secreto arranca un lunes cualquiera, mientras Mary Rose MacKinnon está sentada en la mesa del desayuno de su casa, y acabará en domingo, pero en estos siete días el caos del día a día y los recuerdos de infancia se irán trenzando para dar la imagen de un mundo donde caben la comedia y el drama. Bien mirado, Mary Rose algo de responsabilidad tiene en todo eso; es ella quien ha decidido dejar de lado su carrera para dedicarse a sus hijos, Maggie y Matthew, dos criaturas que tendrá que cuidar sola mientras su compañera Hilary está de viaje por trabajo. En general, todo parece dispuesto para lo mejor, pero hay detalles que duelen: ¿nadie se ha fijado en la abolladura de la nevera?, ¿cómo es posible que Maggie aparezca de repente con unas tijeras en la mano?, ¿dónde está el maldito mando del coche...?

No preguntes por quién parpadea el cursor…
Estoy tan removida por tantas cosas (que no son “cosas”) que se me hace difícil comentar esta lectura. Pero tengo una cita ineludible con mi yo del futuro, que acudirá aquí algún día a recordar cómo ha (he) llegado a dónde sea que esté. Manos a la obra, pues.
Los malos tiempos terminaron de forma abrupta y todos siguieron adelante como si no hubiese ocurrido nada; pasaron página. Sin embargo, desde hace un tiempo se pregunta si lo que hicieron fue quemar el libro.
Este libro llegó a mí de forma inesperada, y sin saber muy bien con qué me iba a encontrar. Las lecturas siguen entrelazándose entre sí de una forma que se me empieza a escapar de las manos, como quien encuentra señales por todos los lados. Sé qué me quieren decir. Lo que no sé es por qué tanta insistencia.

Siete días. Siete días en la vida de Mary Rose. Días normales, cotidianos. Tan sólo en apariencia. Porque los días no transcurren en el vacío de las rutinas. Los pensamientos nos asaltan constantemente, detalles insignificantes pueden desencadenar tempestades emocionales. Y todo transcurre dentro de nosotros. Y, así, en esos siete días Mary Rose intenta desentrañar su propia historia. 
Es imposible saber qué palabras nos van a desmoronar.
Otra vez el apego feroz: relación madre-hija, la maternidad encima de la mesa. La familia. La familia de la que vienes y la que has creado tú misma. La mochila en la espalda llena de piedras y que a cada paso parece hacerse más pesada hasta el punto en el que mover un pie y luego otro parece una tarea descomunal que nos produce una inmensa fatiga. 

¿Hay alguna familia que no guarde dentro de sí un secreto, tal vez varios? Mary Rose intenta trepar en sus recuerdos hasta encontrar uno en concreto. Sabe que está. Pero no lo recuerda. Y sus padres ya son mayores, su memoria es frágil, juguetona, incluso cruel. No pueden devolverle ese recuerdo que se le escapa de las manos. El microcosmos familiar, ese universo lleno de enredos, nudos, recuerdos… y olvidos.
¿Cómo te cuentas algo que ya sabes? Si has logrado evitar algo con éxito ¿cómo sabes que lo has evitado? Hay minas antipersona hechas de rabia, restos de alguna guerra olvidada, y puedes pisar alguna por casualidad. Hoyos de depresión repentinos, de los que sales a cuatro patas. […] Trincheras desdibujadas por la maleza, pero visibles desde el espacio, cinturones verdes, cicatrices que cuentan una historia. Aprietas.
¿Y qué sucede cuando el odio y la rabia no pueden ser, no pueden suceder? La madre de Mary Rose, maltratadora psicológica e incluso física de sus hijos, es ya, con una edad avanzada, una persona desmemoriada, extrovertida e incluso divertida. Complicado dirigir el rencor a una madre a quien la ancianidad la convierte en una niña pequeña, vulnerable, desesperante… y casi que hasta tierna.

Cada día de los siete, Mary Rose se construye, se devasta y se vuelve a reconstruir. Y, con ella, el recuerdo de su familia, especialmente de su madre, maltratadora sí, pero… ¿tal vez también maltratada?
Víctima de una víctima…
[…] ¿Es eso lo que se esconde detrás de un trauma?
(Esta cita es brutal)

Dolly, la madre de Mary Rose, padeció ese lado oscuro de la maternidad: abortos, hijos muertos, depresión posparto ¿Cómo enfrentarse a la maternidad?, ¿qué manual, dónde está cuando ser madre te deshace en mil esquirlas? Pero la maternidad de Mary Rose no es menos mezquina en su día a día, la angustia, la ansiedad, el miedo, la paciencia a punto de quebrarse… ¿Qué pasa, y porqué, cuando la maternidad te debilita?
¿Cómo se cura el tiempo?
Y luego está el dolor, el físico, real o recordado, el dolor del alma materializándose en el cuerpo, los huesos… El estrés del día a día con dos niños pequeños que te desbordan, un hermano del que (pre)ocuparse, una madre desmemoriada y disparatada que tal vez tenga signos de que la edad va a pasarle factura, un padre al que siempre has adorado pero no eres capaz de comunicarte con él, una rabia acumulada que no sabes dónde dirigir… En algún momento, quizás a lo largo de siete días, intentas poner orden a todo eso, encontrar el equilibrio, el aire para respirar, la grieta por la que entre la luz. ¿Dónde carajo está la luz?

No es Mary Rose un personaje con el que te sientas cómoda. Ella misma es consciente de lo difícil que es ser su amiga. Pero el mérito de Ann-Marie MacDonald está en que no necesita que empatices con la protagonista, ni siquiera las más de 500 páginas son un inconveniente cuando el manejo de los personajes, de la historia, de los diálogos, el uso nada truculento del lenguaje, hace que avances reconociendo lo que te está contando. No desgarra, pero eres consciente de es una historia sólida, bien contada y con ingredientes que identificas y reconoces: el entramado de las familias, cómo nos convertimos en lo que no queríamos, las relaciones de pareja, las materno-filiales, los secretos, lo que callamos y nos callan, el barro que vamos acumulando en los pies, la indefensión…
El amor es ciego. El perdón es tuerto.
Aunque pueda parecerlo, no hay exceso de drama, no más allá de esos microdramas (macrodramas) cotidianos y reales. No hay regodeo en ello. Pese a tanto acontecimiento turbulento en la vida de Mary Rose y su familia, hay cierto poso de esperanza, de conseguir avanzar.

No es un libro que vaya a dejarme un recuerdo imborrable, pero ha sido una lectura equilibrada, respetuosa, reflexiva y muy interesante. Está bien escrito, no carece de humor, no agrede aunque tampoco abraza. Me ha aportado mucho, en verdad.

Justo después de terminarlo, supe que era un libro que tenía mucho de autobiográfico y entonces entendí mejor muchas cosas, la siguiente cita entre otras:
- No tiene que ser perfecto. Basta con que sea sincero.
- Escribo obras de ficción.
- La ficción no es incompatible con la sinceridad.
El odio no es incompatible con el amor.
- No puedo
El miedo sí.
El miedo, el miedo, el miedo...
El miedo es incompatible con tantas cosas. 

lunes, 4 de septiembre de 2017

El chal (Cynthia Ozick)

Título original: The Shawl
Traductora: Eugenia Vázquez Nacarino
Páginas: 104
Publicación: 1992 (2016)
Editorial: Lumen
Sinopsis: Un trapo que gotea leche, el sabor extraño de un dedo en la boca, un lugar sin piedad envuelto en alambres y tres nombres que estallan en la oscuridad: Rosa, Stella y Magda. Fueron los tiempos sin sentido en un campo de concentración donde el horror se repartía a granel, pero hubo quien logró sobrevivir, llevar su tragedia lejos e hilvanar un futuro. 
Stella ahora está en Nueva York y se ha inventado una vida nueva. Magda... Magda era muy niña cuando todo pasó. Rosa ha ido rodando como un botón maltrecho hasta las costas de Florida, y cultiva su extravagante cordura por las calles de Miami. Para ella no hay futuro porque todo es pasado y la memoria, terca, insiste en devolverle aquel chal sucio con sabor a leche y saliva....
Stella, fría, fría, la frialdad del infierno.
Hacía tiempo que no me sumergía en una de mis temáticas preferidas: la IIGM. Y qué mejor que hacerlo de la mano de Cynthia Ozick, que posee una mirada dilatada, crítica e inteligente.

Aunque la mirada de Ozick es amplia, sin embargo condensa en tan solo las cinco páginas que abarcan el relato de El chal todo el horror despiadado de los campos de concentración. Con un lenguaje poderoso que recrea sin sentimentalismos ni artificios una de tantas posibles historias ocurridas, consigue que el libro te tiemble en las manos como si, pese a esa distancia descriptiva que Ozick deposita en el relato, el golpe asestado estuviera fuera de control.

Y es que Ozick pone ese control en el lenguaje, pero éste tiene consecuencias, y esas son las que saltan de las páginas. Ozick hace lo suyo, la historia hace el resto. Y el lector se revuelve porque es difícil permanecer impasible. Y he puesto “difícil”, en lugar de “imposible” por no caer en un “imposible permanecer impasible”. Que no estoy como para juegos de palabras. Quede constancia de que no hay ni un ápice de manipulación emocional por parte de Ozick, recurso muy utilizado (y que personalmente detesto) en otros libros sobre el holocausto (léase El niño con el pijama de rayas, por poner un ejemplo).
En América los gatos tienen nueve vidas, pero nosotros… nosotros somos menos que los gatos, así que tenemos tres. La vida de antes, la vida de durante, la vida de después.
El libro está compuesto por dos relatos: El chal y Rosa. Publicados inicialmente por separado, finalmente han sido reunidos en un mismo volumen. En realidad, Rosa es la continuación de El chal, y pese al posible debate sobre si es mejor que estén editados juntos o por separado, yo he preferido leerlos así, uno al lado del otro, uno después de otro.

Porque eso es este libro: la vida de antes, la vida de durante, la vida de después. ¿Qué sucede cuando alguien (sobre)vive una experiencia atroz, inhumana, desgarradora? No voy a hacer un listado de situaciones crueles que puede vivir un ser humano. Pero, sin duda, de todas ellas hay una especialmente atroz y despiadada: la que es infligida por otro ser humano. Supongo que tendría que entrecomillar “ser humano” cuando hablamos de nazis u otros especímenes, pero creo que se me entiende porque todavía está reciente el último estremecimiento.

La identidad es un tema transversal en los escritos de Ozick y que también he encontrado en muchos otros autores. Si en un contexto más favorecedor ya puede ser toda una odisea la construcción de tu propia identidad y poder mantenerla en el tiempo ¿qué sucede en un entorno que destruye todos los pilares sobre los que puedas sostenerla? Y, sobre todo ¿cómo reconstruir esa identidad después?

He quedado fascinada sobre la cantidad de temas que Ozick pone encima de la mesa, más allá del espanto de los campos de exterminio, en torno no sólo a la identidad, sino también a la pertenencia, a las etiquetas, al lenguaje, a la supervivencia.

Pese al simbolismo y el realismo mágico, el mensaje es claro, los temas subyacentes también: el horror, la lucha “después de”, la obsesión, la culpa del superviviente, reconstruirse, los otros, la soledad… 

Lo más aterrador de todo es la vigencia. Aquellos supervivientes del holocausto son los refugiados que hoy en día mantenemos confinados en fronteras físicas y mentales. Lejos, eso sí, no nos vayan a contagiar algo (lo que sea).
- ¿Qué clase de persona es usted, que todavía tiene miedo?
- La clase de persona que ve.
Escalofriante. Más escalofriante aún leerlo hoy. Tanto tiempo después de aquellos hechos que narra. Y con tanta vigencia. Mentiría si no dijera que yo… sí tengo miedo.