Traductora: Eugenia Vázquez Nacarino
Páginas: 104
Publicación: 1992 (2016)
Editorial: Lumen
Sinopsis: Un trapo que gotea leche, el sabor extraño de un dedo en la boca, un lugar sin piedad envuelto en alambres y tres nombres que estallan en la oscuridad: Rosa, Stella y Magda. Fueron los tiempos sin sentido en un campo de concentración donde el horror se repartía a granel, pero hubo quien logró sobrevivir, llevar su tragedia lejos e hilvanar un futuro.
Stella ahora está en Nueva York y se ha inventado una vida nueva. Magda... Magda era muy niña cuando todo pasó. Rosa ha ido rodando como un botón maltrecho hasta las costas de Florida, y cultiva su extravagante cordura por las calles de Miami. Para ella no hay futuro porque todo es pasado y la memoria, terca, insiste en devolverle aquel chal sucio con sabor a leche y saliva....
Stella, fría, fría, la frialdad del infierno.
Hacía tiempo que no me sumergía en una de mis temáticas preferidas: la IIGM. Y qué mejor que hacerlo de la mano de Cynthia Ozick, que posee una mirada dilatada, crítica e inteligente.
Aunque la mirada de Ozick es amplia, sin embargo condensa en tan solo las cinco páginas que abarcan el relato de El chal todo el horror despiadado de los campos de concentración. Con un lenguaje poderoso que recrea sin sentimentalismos ni artificios una de tantas posibles historias ocurridas, consigue que el libro te tiemble en las manos como si, pese a esa distancia descriptiva que Ozick deposita en el relato, el golpe asestado estuviera fuera de control.
Y es que Ozick pone ese control en el lenguaje, pero éste tiene consecuencias, y esas son las que saltan de las páginas. Ozick hace lo suyo, la historia hace el resto. Y el lector se revuelve porque es difícil permanecer impasible. Y he puesto “difícil”, en lugar de “imposible” por no caer en un “imposible permanecer impasible”. Que no estoy como para juegos de palabras. Quede constancia de que no hay ni un ápice de manipulación emocional por parte de Ozick, recurso muy utilizado (y que personalmente detesto) en otros libros sobre el holocausto (léase El niño con el pijama de rayas, por poner un ejemplo).
En América los gatos tienen nueve vidas, pero nosotros… nosotros somos menos que los gatos, así que tenemos tres. La vida de antes, la vida de durante, la vida de después.
El libro está compuesto por dos relatos: El chal y Rosa. Publicados inicialmente por separado, finalmente han sido reunidos en un mismo volumen. En realidad, Rosa es la continuación de El chal, y pese al posible debate sobre si es mejor que estén editados juntos o por separado, yo he preferido leerlos así, uno al lado del otro, uno después de otro.
Porque eso es este libro: la vida de antes, la vida de durante, la vida de después. ¿Qué sucede cuando alguien (sobre)vive una experiencia atroz, inhumana, desgarradora? No voy a hacer un listado de situaciones crueles que puede vivir un ser humano. Pero, sin duda, de todas ellas hay una especialmente atroz y despiadada: la que es infligida por otro ser humano. Supongo que tendría que entrecomillar “ser humano” cuando hablamos de nazis u otros especímenes, pero creo que se me entiende porque todavía está reciente el último estremecimiento.
La identidad es un tema transversal en los escritos de Ozick y que también he encontrado en muchos otros autores. Si en un contexto más favorecedor ya puede ser toda una odisea la construcción de tu propia identidad y poder mantenerla en el tiempo ¿qué sucede en un entorno que destruye todos los pilares sobre los que puedas sostenerla? Y, sobre todo ¿cómo reconstruir esa identidad después?
He quedado fascinada sobre la cantidad de temas que Ozick pone encima de la mesa, más allá del espanto de los campos de exterminio, en torno no sólo a la identidad, sino también a la pertenencia, a las etiquetas, al lenguaje, a la supervivencia.
Pese al simbolismo y el realismo mágico, el mensaje es claro, los temas subyacentes también: el horror, la lucha “después de”, la obsesión, la culpa del superviviente, reconstruirse, los otros, la soledad…
Lo más aterrador de todo es la vigencia. Aquellos supervivientes del holocausto son los refugiados que hoy en día mantenemos confinados en fronteras físicas y mentales. Lejos, eso sí, no nos vayan a contagiar algo (lo que sea).
- ¿Qué clase de persona es usted, que todavía tiene miedo?
- La clase de persona que ve.
Escalofriante. Más escalofriante aún leerlo hoy. Tanto tiempo después de aquellos hechos que narra. Y con tanta vigencia. Mentiría si no dijera que yo… sí tengo miedo.
Sabía yo que este libro te iba a gustar. No hace manipulación emocional pero es que con esos hechos no lo necesita. Y luego está su forma de contarla, la fuerza que tienen las palabras escogidas. Cualquiera que cuente esa historia impresiona, pero sí además lo hace como ella, pasa esto, que te tiemblan las manos como dices, y todo lo demás. Te marca y sospecho que es de los que se quedan para siempre. El segundo relato es vital para sobrevivir a la lectura del primero.
ResponderEliminarAbrazos
En general aborrezco cualquier tipo de manipulación emocional. Pero en ciertos temas me genera más náuseas todavía. Supongo que la diferencia que hace que un libro sea literatura o no es que quien lo escribe no necesita trucos "facilones". Porque además como tú dices, hay historias que no lo necesitan.
EliminarEl segundo relato sostiene, es verdad, pero también es desgarrador y deja muchísimas reflexiones.
Un abrazo
"El niño con el pijama de rayas" que mencionas, creo que es una de las novelas más tramposas que he leído. Su autor, es bastante tramposo en general y no se puede comparar con Ozick.
ResponderEliminarTengo que leer este libro porque es un tema del que creo que nunca hay bastante. Cuando veo a la gente decir que está harta de la IIGM o del holocausto o de la Guerra Civil pienso que con más insistencia, a lo mejor, aprendíamos algo de los errores pasados. Lo malo es que enseguida nos cansamos de los temas incómodos y, claro, así no hay manera de corregir nada.
Un beso.
Hay muchas novelas tramposas, pero esa en concreto... ufff. Y es cierto que es el estilo del autor (y de unos cuantos más). Nada que reprochar, supongo que es necesario también ese tipo de libros...
EliminarLo curioso de quien dice estar cansado de ciertos temas es que, en realidad, los libros suelen hablar sobre temas muy universales. Está casi todo inventado, salvo el cómo contar y qué aspecto o mirada de una historia quieres contar.
Un abrazo
Pues me has convencido, se me han puesto los pelos de punta y los ojos como platos, la curiosidad y el ansia me pueden, jajajaaj.
ResponderEliminarTengo que leerlo.
Un besito.
Relax, que el libro no se va a esfumar 😃 Es un libro cortito pero con mucho contenido.
EliminarUn abrazo
Madre mía Ana, otro que no sabía que existía. He leído mucho de la IIGM, es un tema que me entusiasma, aunque me duela. Aparcaré todos los que tengo pendientes y voy de cabeza a buscarlo!! Mil gracias.
ResponderEliminarAunque haya temas sobre los que leamos más siempre habrá libros sobre esa temática que desconocemos. Hay tanto libro.
EliminarCreo que te voy conociendo un poco y lo mismo cuando te estoy contestando ya estás leyendo el libro 😂
Un abrazo
Sólo leerte ya me ha puesto la piel de gallina. Sí, asusta que sigamos repitiendo los mismos errores, que se siga repitiendo las mismas historias... Sí, un libro que tengo que leer.
ResponderEliminarBesotes!!!
Estos temas siempre acongojan. Peto Ozick es una grande y en pocas páginas mete el dedo en unas cuantas llagas.
EliminarUn abrazo
Creo que puede ser una lectura muy interesante y que no debe dejar indiferente para nada.
ResponderEliminarTendré que buscarle su momento.
Un abrazo
Indiferente no te deja, desde luego. Necesitarás poco momento para leerlo porque es cortito, quizás algo más para digerirlo.
EliminarUn abrazo
Tener miedo es humano (y no sólo humano). La cobardía está en no reconocerlo. Y es esa cobardía el germen de tantas atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo a lo largo de la historia. Por eso aunque pasen los años hay historias que continúan vigentes.
ResponderEliminarMe quedo con el título, que a mí también me gusta de tanto en tanto volver a la Segunda Guerra Mundial.
Un abrazo
Qué alegría entrar aquí...hacia tiempo que no podía. Echaba de menos tus críticas literarias y los libros que nos traes, como éste...a mí también me atrae la Segunda Guerra Mundial...y la Primera...me atrae sobre todo, por qué...pero ya sabemos que esto parece innato al ser humano. El miedo también reside en mí...sobre todo el miedo a perderme a mí misma y mi identidad. Porque...¿Quiénes seremos cuando nos toque? ¿Seremos de los que ayudan? ¿De los que se esconden? Sufrir nos puede hacer cambiar...y el miedo es libre. Y la reconstrucción de quien supera algo así...debe ser increíble...Por eso me gusta tanto Viktor Frank o Boris Cyrulick cuando hablan de estos acontecimientos. No quitan realismo, pero si dan un toque de esperanza.
ResponderEliminarAh...y te recomiendo a Edith Hillesum. Creo que te gustará. Besos y feliz Septiembre.
Hola Ana después de un tiempo estival alejada voy poco a poco recuperando lecturas.
ResponderEliminarComo María a mi ese superar la crueldad, resistir las atrocidades y poder vivir esa vida de después me ha hecho recordar a Viktor Frank. Es difícil entender cómo los seres humanos somos capaces de realizar tantas barbaridades. Y por desgracia no se detiene ni cambia. Me dijeron que en Alemania es obligatorio estudiar lo que pasó para que no vuelva a repetirse, pero la realidad es que nadie ha aprendido ni los alemanes ni el resto del mundo y seguimos viendo desolación, sufrimiento, desarraigo, crueldad, violencia y sí se tiene miedo aunque se susurre en bajito. El miedo forma parte del ser humano también para poder sobrevivir, el problema es cuando llega a paralizar.
A pesar de lo doloroso que me resulta leer sobre estos temas que hacen que me avergüence como ser humano, me lo he apuntado.
Un abrazo
Lo había apuntado desde Norah; tus líneas sólo refuerzan la decisión de ubicarlo -lo que no es nada fácil, por aquí-. Parece sustancioso, como un breve manjar que colma.
ResponderEliminarCuídate, Ana.
Un abrazo grande.