martes, 28 de abril de 2020

El infinito en un junco (Irene Vallejo)


En el fondo, lo que las comunidades humanas tienen en común es aquello que inevitablemente las enfrenta: la tendencia a creerse mejores

Y resulta que la primera lectura que quiero comentar en realidad es la última “antes de”. Después, la nada más absoluta. Y maldije hasta la extenuación haberlo leído porque habría sido la lectura perfecta para que no se produjera en mí esta incapacidad de leer que me ha durado casi 50 días. Quién me iba a decir a mí que el junco del Nilo, que posibilitó la materia prima del libro (después de intentarlo con tablillas, telas, maderas…) y le dio su perdurabilidad, iba a entrelazarse con ese “soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. Resistiré” al que he cogido, he de confesar, un poco de manía. El junco no sólo nos dice que resistimos todo lo que nos echen y más, sino también que en él cabe el infinito en forma de libros.

Quizás los ensayos no sean el género literario que más se comenta por redes sociales dedicadas a los libros. Tal vez se piense que es un tipo de lectura sesuda, compleja y que, en los tiempos que corren, con la capacidad de concentración tambaleante y pocas ganas de pensar (pero mucha necesidad de reflexionar), no se contempla que sea algo ameno, entretenido, que exista la posibilidad de disfrutar de un ensayo desde el esparcimiento y la fiesta que supone una lectura divertida, grata y muy instructiva.

Irene Vallejo combina de forma delicada y nada casual imaginación, hechos contrastados e hipótesis, con la convicción de que la historia es tan frágil como lo son los propios libros. Consigue sortear con habilidad el exceso de datos y las ideas repetidas gracias a una exposición entretenida y ágil, repleta de anécdotas, especulaciones y curiosidades.

Este recorrido por la invención de los libros en el mundo antiguo, volver a la cultura griega y romana que tantas lecturas provocaron en mi preadolescencia, ha sido un viaje inolvidable por una memoria del mundo que sigue mandándonos mensajes en la actualidad: el conocimiento nunca, jamás, es un lastre. Leamos.

Sentir cierta incomodidad es parte de la experiencia de leer un libro; hay mucha más pedagogía en la inquietud que en el alivio

©AnaBlasfuemia

jueves, 23 de abril de 2020

23 de Abril de 2020


44 días sin leer un libro, paralizada por la preocupación, el miedo, la incertidumbre, el pánico. 44 días haciendo lo que mejor se me da: ver (mirar), oír (escuchar)… y callar. Pero sin leer. Y eso es nuevo para mí. Aunque ¿qué no es nuevo ahora? si estamos de estreno cada día, estrenando circunstancias, situaciones, emociones, decisiones, temores…

Arrebatadas las certidumbres que creíamos tener, inconcebible el futuro, la única luz que ilumina y también limpia es la certeza del aquí y ahora que vivimos con la primicia de lo inconcebible, la improvisación como herramienta de supervivencia, la imaginación como una rutina a la que asirnos.

Hoy es Sant Jordi, día internacional del libro. Me he despertado y me he dicho “Ana, lee. Devuelve al libro lo que siempre te ha dado: refugio”. Consciente de que soy un grano de arena en una inmensa playa o en un desierto, sé también que ni playa ni desierto serían posible si renunciamos a ser grano de arena. El mío es volver a leer, compartir lo leído.

Los libros sobrevivirán pero las pequeñas librerías, las editoriales independientes y la buena literatura están en peligro. No habrá novedades de momento, pero un libro es novedad si no lo has leído. Los libros publicados siguen estando ahí. Regalemos y compremos libros en las pequeñas librerías, en las editoriales independientes. Ya nos los enviarán o ya los recogeremos.

¿Por qué “Solaris” de Lem? No lo sé, ¿dónde van a morir los pájaros? ¿por qué sonríen los delfines? ¿cuánto pesa la alegría?... No lo sé, no lo he elegido, me ha elegido él, quizás porque los protagonistas de “Solaris” están en un espacio en el que no existe tierra firme y ahora todos sentimos que bajo nuestros pies hay aire y aprendemos a dar pasos aferrándonos a aquello que puede salvarnos: amor, compasión, solidaridad, empatía, generosidad, bondad y verdad.

Y con esta fotografía hecha desde la ventana de mi casa a la que cada día me asomo a llorar y a reír, con el libro que me ha elegido, con ese cielo con nubes blancas como almohadas voladoras pero también con un azul nítido y con esa rosa de pacotilla porque la improvisación es lo que me sustenta, retomo.

Cuidaros y cuidad a quien os cuida.