Título original: L'Amour,
Traductor: Enrique Sordo
Páginas: 112
Publicación: 1971 (2015)
Editorial: Austral
ISBN: 9788490661116
Sinopsis: Tres personas -una mujer encinta, un viajero y un hombre que camina-, cada una por alguna poderosa razón que sólo puede evocar la violencia de las llamas que devoran la exótica población de S. Thala, han terminado por encerrarse, en el espacio abierto de una isla. Únicamente ellas tres parecen ocupar el espacio soleado y ventoso de la playa desierta delimitada, a un lado, por el malecón y, al otro, por el río. En su melancólico vaivén, se miran a sí mismas y entre sí en el silencio atemporal, con la mirada hueca y fría de quienes han llegado al final. Todo parece haber quedado atrás: entre los brazos de una esposa y de sus hijos para el viajero; en un remoto salón de baile para la mujer encinta; y en el recuerdo intenso de un nombre olvidado para el hombre que camina. Pero, de pronto, por un instante, un atisbo de deseo vuelve a animarlas; se acercan, se rozan, se hablan, se interrogan en la noche, ante el mar… ¿El amor?
La mar está baja, apacible, la estación es indefinida, el tiempo, lento.
Era inevitable. Marguerite Duras tenía que estar aquí, en este blog. Una autora de su dimensión, que escribía desde sus llagas y vivencias, que no escribió sobre nada que le fuera ajeno, que aulló en cada palabra, que vivió por, para y desde el amor, el amor imposible, el amor que se da la mano con la muerte, el amor efímero como un meteoro, el amor que trastorna. Esa Marguerite Duras, alcohólica, que se duele, que se aburre y solo encuentra salida a ese aburrimiento vital en el amor… Transgresora, lúcida, melancólica, hija del desafecto y exiliada del mundo. Que no escribió, sino que se escribió. Desesperada y encantadora. Sí, tenía que traer a Duras, aquí, a mí, de nuevo. Volver a espejearme. Y purgarme.
Y no quise elegir lo cómodo. Lo fácil me aburre, ahora. Aunque en la literatura de Marguerite Duras no hay nada fácil. Ella, bendita sea, no lo era. Su libro más leído, El amante, lo escribió borracha y renegó de él (lo reescribiría bajo el título de El amante de la China del Norte). Que El amante sea de sus libros más leídos y comentados dice mucho de lo alejado que se lee a veces del autor/a. Esencial conocer a Duras para leerla. O leerla para conocerla.
El silencio comienza con un espaciamiento de los tiempos…El llanto acaba de espaciarse.
El amor es un libro de apariencia engañosa. Pocas páginas, una sinopsis que apunta a una lectura asequible, al encuentro de tres personas… (el encuentro siempre fue para Duras la culminación del amor. Culminación y principio del fin). Pues para nada. Es una lectura hermosamente dificultosa, entramada, compleja. Que me encanta leer libros terriblemente difíciles que me distraen y a la vez ponen el acento en lo importante (amor/dolor/vida/muerte y otros males/bienes).
Me arrebató el inicio del libro. Tres personas de las que no conocemos el nombre: un hombre que camina, otro hombre que mira y una mujer con los ojos cerrados. Los movimientos de estas personas son como un baile en la arena, incluso son como música, una partitura cuya ejecución produce una acústica que se asemeja a los movimientos de una partida de ajedrez. Una acústica amenazante. Pensé para mí que iba a tardar en leer este libro y no me equivoqué.
En la mar, incesante, el oleaje, la fiebre.
Me pasó algo curioso. Poco antes de la mitad de la lectura enfermé, un constipado con fiebre que me tiene aturdida. Y en ese estado febril, me costó menos formar parte del libro. Pasé a ser el cuarto personaje. La mujer turbada.
El amor es un libro extraño en el que la única acción es la de los recuerdos, los sentidos, la memoria, la fuerza de las emociones. Y todo ello fragmentado y en una atmósfera onírica, fantasmal, cuya trama principal es la propia voz de Duras.
El amor es un libro extraño en el que la única acción es la de los recuerdos, los sentidos, la memoria, la fuerza de las emociones. Y todo ello fragmentado y en una atmósfera onírica, fantasmal, cuya trama principal es la propia voz de Duras.
He dicho, entre otras cosas, que Duras era una mujer lúcida. Y lo era. Espantosamente aguda. Pero quizás deba matizar: la lucidez de Duras nos confronta con las aristas de la vida, sin subterfugios ni anestesia. Esa es la auténtica lucidez. Sin engaños. Penetrar en Duras es descifrar verdades de esas que se eluden y esquivan. Es interrogarse. Es pasión.
Nunca recomiendo libros ni lo contrario, solo los comento. Sé que mi apasionada forma de leer a veces puede arrastrar a lecturas que terminen decepcionando. Hay libros cuya clave de lectura es muy personal, reflejo del momento en el que estoy y soy, ahora. Hay que ser muy durasiana para acercarse e impregnarse de El amor. Coger esta lectura fragmentada, acariciar los filos de cada fragmento, coserlos en el alma y saber que son como un guante perfecto que encaja ahí, justo ahí. Soy muy durasiana, he de decir.
Y de la mano de Duras, iré por fin a buscar la mirada de Yann Andréa, su último amante (casi 40 años más joven que ella y homosexual). Una historia que siempre me cautivó.
Está buscando -y añade-: hay que dejarle.
Estoy buscando. Dejadme con mis “extrañas” lecturas. Que ya voy llegando.