"Hoy sigo teniendo miedo porque sé que solo puedo vivir si no entiendo ciertas cosas"
Un día vas con tus amigos a una casita en los Alpes y ese mismo día te quedas aislada del mundo por una pared invisible. Sí, una especie de cúpula sólida y transparente a lo Stephen King, pero hasta ahí los parecidos (el libro de Haushofer se publicó en 1963, y "La cúpula" de King en 2009). Fuera de esa barrera, de esa campana invisible pero lo suficientemente corpórea como para no poder traspasarla, nadie. Dentro de esa campana, una mujer, un perro, una gata y una vaca.
La razón por la que no he leído antes este libro se desconoce, sirva de excusa que la vida es demasiado corta para tanto libro, una hace lo que puede. No importa, los libros siempre llegan cuando deben de hacerlo, en su punto justo, con la cocción adecuada para que llegue al paladar con la textura jugosa y necesaria para que te permita paladear la lectura de forma espectacular.
¿Qué hace ahi esa pared? ¿cómo y por qué ha aparecido? ¿qué ha pasado con el resto de la humanidad que se ha quedado fuera de esa pared? Quizás esas sean las preguntas que inicialmente te planteas cuando empiezas esta lectura. Pronto las abandonarás. No es lo importante. Empezarás a hacerte otras preguntas.
La mujer, de la que (salvo que se me haya pasado por alto) no conocemos el nombre, escribe un diario que nosotros, lectores cotillas, seguiremos con fruición, motivados por algo inherente al ser humano: encontrar un sentido o una explicación a la situación planteada. También lo hace ella, nuestra mujer aislada, buscar un sentido. Esa necesidad de conocer los porqués, especialmente cuando no esperamos algo y cuando nuestra zona de confort se ve dinamitada. Sin previo aviso, claro, sino esa hecatombe que se produce no sería de tal magnitud.
"Las cosas suceden sin más; yo solo intento, como los millones de personas que me precedieron, encontrarles un sentido porque mi vanidad se niega a admitir que el único sentido de un acontecimiento radica en el acontecimiento mismo [...] Solo nosotros estamos condenados a perseguir un significado inexistente"
Bien, la mujer sobrevive. Vuelvo a repetir: sola, con la única compañía de un perro, una gata y una vaca. Amaremos tanto a Lince, Perla, Bella, Toro, Tigre. Pero tanto, tanto. Como decía, la mujer sobrevive (por lo menos hasta el punto final de su diario, que termina porque se queda sin papel). No sabemos qué sucede después, no importa. Hasta entonces vamos viendo cómo se las apaña, sus paseos, sus idas y venidas por los espacios que la pared le permite. Sabemos qué le sucede y qué piensa porque, recordemos, estamos leyendo su diario (su informe), ella nos lo cuenta. No se deja amilanar, sobrevive porque no pierde la esperanza, no se lo permite. Y porque tiene que cuidar de su única compañía: perro, gata, vaca. No es casual. Y qué importante es esto: vivir para cuidar.
"Aunque la pared me obligó a empezar una vida nueva, lo que de verdad me importa es lo mismo de siempre: el nacimiento, la muerte, las estaciones; crecimiento y decadencia"
Estamos ante un proceso de revelación, la mujer descubre el espacio que le rodea, sus habitantes, a sí misma. Explora y se explora. Está sola ¿cómo no pensar en la propia existencia, en la humanidad? Y ahí el libro crece como un árbol crece para ser parte del pulmón del planeta. Y crece porque lo va haciendo la mujer, con sus raíces, su tronco, su copa, sus ramificaciones, sus heridas, su corteza. Y crece en una atmósfera asfixiante, claustrofóbica y angustiosa. Como la vida, tan inevitable ella, siempre creciendo.
La lucha por la supervivencia es en principio el sostén de este libro, pero de una manera también invisible (como la pared) hay un hilo que va conectando todo: los recuerdos de la mujer, sus pensamientos, sus reflexiones. Recorriendo ese hilo junto a ella observamos cómo va desdeñando su vida anterior, la modernidad de una vida sustentada en la vanidad, el delirio de grandeza, las ensoñaciones y cómo aprende a encontrar cobijo en la naturaleza que le rodea, esa naturaleza de la que cada vez nos alejamos más y respetamos aún menos. Aprende que la naturaleza no es justa ni injusta. No cabe en ella la clemencia porque la naturaleza no es humana: es naturaleza.
Podría considerarse esta novela como una novela de supervivencia, una distopía. He podido ver que se refieren a ella como una "novela robinsoniana". Parece ser que Doris Lessing comentó de este libro que sólo podría haber sido escrito por una mujer. No lo voy a discutir porque estoy bastante de acuerdo con Lessing. Tal vez podríamos decir que es una novela sutilmente ecofeminista y también me parecería bien (más por la parte ecológica que feminista). Pero ante todo es una novela brillante y poderosa, cuya trama aparentemente sencilla esconde inteligentes reflexiones sobre la condición humana, la civilización y la naturaleza.
Qué libro tan magnífico. No quería que se terminara. Envidio a quienes aún no lo habéis leído.
"A veces se me enmarañan las ideas, es como si el bosque echara raíces en mí y utilizara mi cerebro para sus pensamientos ancestrales y eternos. Y el bosque no desea que el hombre regrese"