Traductora: Nuria Lago Jaraiz
Páginas: 252
Publicación: 1978 (1987)
Editorial: Plaza & Janes
Sinopsis: Anaïs Nin es una de las figuras literarias femeninas más sugestivas de nuestro siglo. Sus célebres Diarios son la continuación de este Diario de infancia. En el prólogo de este libro, el hermano de la autora, el compositor Joaquin Nin-Culmell, dice: "Por vez primera, gracias a la publicación del Diario de infancia de Anaïs, vemos el comienzo de una vocación de escritora que ha enriquecido tanto el arte de Diario, la literatura femenina y, en suma, la literatura en su conjunto." Este Diario, doloroso y encantador a la vez, es fruto de una separación de un padre admirado y querido, así como de la emigración a los Estados Unidos en vísperas de la guerra de 1914 a 1918. Anaïs tenía once años cuando comenzó a escribir estas páginas. Acompañarla en sus primeros pasos literarios significa descubrirla en su autenticidad, su encanto, su sinceridad, sus ilusiones, el conocimiento de ella misma...
Locuras, locuras, ¿estaré loca…? Sí, lo reconozco, estoy loca, así que voy a guardarme esas locuras en la cabeza y escribir sólo para el Diario, que no se burla de mis locuras.
Son bien conocidos los diarios de Nin que van desde 1931 hasta 1974, pero bastante menos Diario de infancia (1914-1918) y Diario de adolescencia (1919-1920). Cuando me hice con ellos tuve la sensación de que iba perfeccionando un puzle, que estaba consiguiendo las piezas necesarias que me permitirían tener una imagen completa de Anaïs.
Mi fascinación por Anaïs Nin viene de hace tiempo. Que luego atravesara mi vida de forma cruel era algo que no podía prever. Siempre he necesitado entender a Anaïs Nin, comprender lo que nos unía de forma profunda y bestial, pero también lo que me distanciaba de forma radical de ella. Ahora, además, necesito perdonarla.
Lo reconozco, más bien me veo para castigar, para vengar, para abrir los ojos y el corazón a los mortales con una bayoneta. ¿Cuál será mi bayoneta? ¡La pluma, qué tonta!
Hay varias razones por las que necesitaba bucear en este diario. Anaïs remodeló y rehízo sus diarios por distintas razones (privacidad de las personas que aparecían en él, fabular más su propia vida…) pero este Diario de infancia es el primero que se publicó tal cual fue escrito. Necesitaba encontrarme con la Anaïs genuina, no una Anaïs construida, inventada, creada y recreada por ella misma, por su genialidad única, su egoísmo, sus neurosis y mentiras. Una Anaïs Nin sin filtros.
Hay que decir que en sí mismo el diario no tiene ningún valor, ni literario ni casi narrativo. Es inmaduro, repetitivo, muy imbuido de ínfulas religiosas y patrióticas. El valor se lo da que sea el diario de Anaïs Nin. Entonces es cuando crece delante de tus ojos. Los diarios fueron para ella un cuarto propio, ese dedo gordo del pie que mantienes en tierra, en la realidad, para evitar separarte totalmente de ella y que la vida sea pura fantasía. Los diarios fueron su ancla y a la vez sus alas. Es cierto que ese contacto que Anaïs mantenía con la realidad era mínimo y que apenas conectaba con ella, que la fantasía la devoró hasta el punto de que sus verdades y sus mentiras se hicieron una misma cosa, complicado de distinguir unas de otras.
Anaïs fue infiel, desleal y mentirosa, y eso ensombrece tanto la veracidad de sus diarios más conocidos como su dudosa capacidad de empatía. Por eso precisamente me interesaban estos diarios, escritos en su infancia (de los 11 a los 14 años), donde Anaïs empezó a hacerse a sí misma, cuando era más inocente.
Me gusta demasiado soñar. ¿Sería que la realidad es demasiado triste para mí? Eso me temo. La ausencia de papá se transforma en deseos, sueños llenos de tristeza.
Los diarios comienzan cuando Anaïs, su madre y sus hermanos emigran a Estados Unidos, y su padre los ha abandonado. Por cierto, hace unas descripciones de su paso por Cádiz y Málaga que son absolutamente cautivadoras y divertidas.
El abandono del padre (con quien, se dice, mantuvo relaciones incestuosas). Ahí está todo. Casi nadie escribe para sí mismo. Aunque solo lo leas tú, siempre se escribe pensando en alguien, un interlocutor, imaginario o real. Y ese alguien en el caso de Anaïs es evidente: su padre. Que su padre la abandonara es el hecho que marcó de forma obsesiva la vida de Anaïs. En términos de psicoanálisis (con el que no comulgo, dicho sea de paso), se pasó la vida buscando a su padre en otros hombres.
Lloro porque pienso: “¿Por qué? ¿Qué le impide a papá estar a mi lado? ¿Hay allí alguien más querido que le retiene? ¿Quién? Cuántas veces me he hecho esta pregunta… Creo que puede ser, porque no soy más que una niña tonta, caprichosa, llena de ideas locas…
Es profundamente tierno ver cómo Anaïs reclama la presencia de su padre una y otra vez, cómo lo añora, cómo no admite el abandono, cómo sufre por su ausencia, cómo lo necesita, lo espera… Y brutal cuando empieza a ¿aceptar? la realidad del abandono. Y lo pongo entre interrogantes porque, cuando parece admitir la separación de sus padres, no acepta que eso conlleve el desarraigo de su padre.
Mis únicos placeres son leer y escribir […] No aspiro a nada, sólo deseo poder pensar y contemplar el paisaje y que me dejen leer en paz, esa es la verdad.
Extraordinario comprobar cómo Anaïs va creciendo en su escritura a lo largo de las páginas. Normal en alguien que estaba dotada para ello y que, además, leía de forma feroz (con 11 años fue a la biblioteca municipal de Manhattan y empezó a leerlo TODO, desde la A hasta la Z). Esa Anaïs lectora es sumamente atractiva, más aún cuando, tan joven, ya tiene un criterio preciso de lo que le provoca cada lectura, con una capacidad para analizar aquello que lee impropia de alguien tan joven.
Pero la capacidad de análisis de Anaïs venía de serie, no en vano una de las cosas que más me ha deslumbrado siempre de ella es precisamente esa capacidad de autoindagación que siempre tuvo. No solo observaba, buscaba y analizaba a su alrededor. Lo hacía, y mucho, sobre sí misma. Y eso es algo que ya encontramos en estos diarios. La búsqueda. Muchas veces para justificarse, pero muchas más por una curiosidad ansiosa y unos deseos de comprender y de sentir infinitos. Deseos de vivir con mayúsculas, acentos, exclamaciones... e intensidad. Ante esto siempre he caído rendida a los pies de Anaïs.
Mis deseos, mis sueños, mis ambiciones y mis opiniones son diferentes. ¿Por qué no soy como todo el mundo?
Anaïs era un ser especial, miraba a su alrededor y se sentía solitaria y diferente. Lo era. Su mente estaba a años luz de lo que la rodeaba. Y, como ya he encontrado en otros grandes autores, esa diferencia, ese sentirse extraña, distinta, es una especie de cicatriz punzante que lleva a una búsqueda constante. Buscando ¿qué? Espejos. Alter ego. Iguales. La búsqueda constante y permanente de una identidad. Y, en esa búsqueda, continuamente analizas, rastreas razones, causas, consecuencias.
Solo me gustan las cosas tristes o divertidas.
Anaïs sufría no solo por el abandono de su padre. Por ser diferente. También, por su carácter. Trágica, pretenciosa, con tendencia al dramatismo y al histrionismo, contradictoria. Una imaginación vigorosa. Todo girando a su alrededor. El sufrimiento estaba ahí, Anaïs tuvo que inventarse a sí misma, su mundo, su identidad, para escapar de los límites, de la inercia, del sinsentido, del vacío. La escritura no bastaba y terminó por hacerse personaje. Y algo que admiro profundamente: decidió vivir su vida sin reservas y sin que el amor, o la ausencia de él, supusiera una incapacidad. ¿Lo consiguió realmente? Cuánto, pero cuánto, me gustaría poder hablar con Anaïs. Saber si, en verdad, lo logró. Si encontró respuestas. Era una cazadora. Una encantadora de serpientes que posiblemente terminó por envenenarse a sí misma.
Como esa conversación no es posible, busco en sus diarios mientras construyo y destruyo los míos. Tal vez así encuentre el antídoto.
Escribo para consolarme, para quitarme un peso de encima.