domingo, 28 de junio de 2020

Blasfuemiada


Que tal vez para volar se necesiten alas y para correr pies. Pero si la realidad no importa, como no importa todo aquello que puede ser o no, entonces a mí me basta el regalo de captar el momento para saber que, sin alas ni pies, puedo volar sin necesidad de correr. En el pacto conmigo misma, la perversión tiene forma de reloj y la virtud es una aurícula atenta al flujo de la vida.


jueves, 25 de junio de 2020

Estamos en el borde (Caroline Lamarche)


Las personas atormentadas por un duelo irreparable ya no creen en el futuro. Pero sí en la imaginación, de donde nacen las historias más descabelladas. Las historias de ella, sin embargo, no inventan otros mundos. Tampoco otros amores. Les basta con ser cómplices de algunas vidas salvajes

¿Cuándo sabes que un libro te va a gustar de principio a fin? Cuando lo coges como quien no quiere la cosa para ver de qué va, hacerte una idea del contenido, el estilo narrativo… y empiezas a leer una página y otra, y sigues sumando páginas de lectura y se te olvida que ibas a hacerte un arroz a la cubana y ya son las cuatro de la tarde y ni arroz ni cubana, y piensas que tal vez sea mejor hacer una merienda-cena más tarde. Y sigues leyendo porque con este libro regresó el ritmo lector, el hambre voraz, insaciable, de leer, leer y seguir leyendo.

El borde en el que estamos, del que nos habla Lamarche, es un poco las afueras, los márgenes en los que se encuentra lo animal, lo salvaje, las personas que no se dejan domesticar, la buena gente que sufre y se asoma a ese borde porque prefieren las curvas a lo rectilíneo, el silencio al ruido, los lugares que liberan, la naturaleza nómada. Que están hechas de un material refractario a la servidumbre y lo banal, de corrientes profundas y torbellinos identitarios.

La narrativa de Lamarche es cálida y cercana, con un ritmo sosegado y cautivador. No hay sobresaltos pero penetra en ti como cuchillo en mantequilla. Sin encontrar resistencia.

Dice uno de los personajes de estos relatos “Necesito un nosotros en mi vida”. ¿Quién no? Y en la naturaleza, en los animales que la habitan, encuentran ese “nosotros” que nos espejea la imagen que no queremos constatar: parecemos más felices de lo que somos.

Una canción de Eladia Blazquez viene como anillo al dedo para este libro: “Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas. Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida”. En la interacción con los animales nosotros somos los alumnos. Honrar la vida es también respetar y escuchar a quienes mejor nos saben cuidar, que no siempre resultan ser personas. 

lunes, 22 de junio de 2020

Hopper (Mark Strand)


Los cuadros de Hopper […] sugieren el tono, pero no el contenido. La implicación, pero no la evidencia. Son profundamente sugerentes

Situarse ante un cuadro siempre es una experiencia solitaria, como situarse ante una ventana abierta al misterio a través de la cual rebuscas en la memoria y en los sentidos. Ver, mirar, siempre es algo complejo.

Hopper y Strand. Imposible pasar de largo por esta propuesta. Los cuadros de Hopper a través de la mirada del poeta Strand. Necesito esa belleza. La necesito ahora. Esa belleza inmutable de los cuadros en la que todo queda detenido. Aquí. Ahora.

Tienen los cuadros de Hopper un halo de espera que, contemplados ahora, parecen reflejar este período de confinamiento del que estamos empezando a salir. Sus juegos de luces y sombras, de exteriores e interiores, la peculiar geometría, la disposición de elementos, provocan una sensación de inquietud que probablemente tenga mucho que ver con que, de alguna manera, las escenas que contemplamos nos impulsan a situarnos en algún lugar de aquello que observamos: o estamos dentro o estamos fuera. Y además debemos precisar ese espacio físico y narrativo concreto del dentro o fuera en el que nos ubicamos.

Los personajes de los cuadros de Hopper miran dentro de sí o hacia el infinito (que es también una manera de mirar dentro de una misma). Y en este libro contemplas esas miradas a través de la mirada de Strand y sientes que el distanciamiento tan presente en las obras de Hopper se hace menos solitario de su mano, más compartido.

Coger cualquier cuadro de Hopper y ahí estaréis. Como dijo en marzo el escritor Michael Tisserand: Todos somos pinturas de Hopper ahora”. Y Strand ayuda con sus palabras haciendo lo mismo que Hopper con sus cuadros, “dándole forma a la privacidad, otorgándole un espacio donde pueda ser atestiguada sin ser violada”, con un texto muy limpio, puro y respetuoso. Dos narrativas potentísimas (Strand y Hopper, Hopper y Strand).

El aislamiento puede florecer en compañía de otro

viernes, 19 de junio de 2020

George Orwell fue amigo mío (Adam Johnson)


Una sola mirada basta para narrar una historia entera

A quienes no sois amantes de los libros de relatos, tengo algo que deciros: un buen relato basta para narrar una historia entera. Y si son seis, como es el caso, tendremos seis historias enteras de gran solidez y una hondura impresionante.

Cada uno de los relatos funciona como una arena movediza: el suelo cede y te absorbe. No hay nada sólido que te sostenga, será la serenidad y la calma, el reparto del peso del cuerpo y el impulso inteligente lo que te permitirá salir de cada arena movediza. No es una sensación desagradable, no deja de ser agua y arena, una especie de barro que te empapa y te empieza a pesar. Si entras en pánico, te tragará. Si mantienes la calma, saldrás de la arena movediza. No del todo indemne, nadie sale ileso de un aprendizaje, y menos aún de los relatos de Adam Johnson.

El agua y la arena de estas seis arenas movedizas están hechas de los dilemas y la moralidad de sus protagonistas, de la soledad en la que se encuentran en la encrucijada de sus decisiones, de cómo se aferran a aquello que eligen, de los que nacen, de los que se hacen y de los que eligen, de los finales como una forma de la libertad ante la imposición de acontecimientos no siempre elegidos.

Gracias a la habilidad, fiabilidad y credibilidad con la que Johnson dota a sus personajes, cada uno de ellos ha supuesto un desafío para mi propia conciencia: a alguno de ellos no quisiera cruzármelo en la calle, pero Johnson me mete dentro y lo más fascinante: los entiendo, porque Johnson proporciona a cada uno de su parcela de humanidad. Y eso me inquieta.

Las cosas más importantes nos las ocultamos a nosotros mismos”, dice la protagonista de “Datos interesantes” uno de los relatos que me noqueó hasta el llanto (más aún al saber que Johnson escribe desde la perspectiva de su propia mujer, que sufrió un cáncer del que se recuperó). Johnson nos muestra en cada relato lo que cada personaje oculta y lo hace con inteligencia y elegancia. Inquietud, perturbación, asombro, desgarro… cada historia deja su huella. Ninguna de ellas será la indiferencia y todas confluyen en el deslumbramiento. 

lunes, 15 de junio de 2020

El Tercer Policía (Flann O`Brien)


¿Era yo también un mero vínculo en una vasta secuencia de seres imponderables, y el mundo que yo conocía solamente el interior del ser cuya voz interior era yo mismo?

Hay libros que me desconciertan porque me confunden y no los comprendo y libros que me desconciertan pero que provocan mi admiración. “El tercer policía” me ha desorientado pero también me ha impresionado y admirado.

No es fácil proponer una arriesgada trama narrativa desde el absurdo y lo incomprensible y a la vez mantener la estructura sin que haya un resquicio por el que dicha propuesta se desmorone. Y O’Brien no deja resquicios, es hábil e ingenioso a un nivel inhabitual.

Hay libros ante los que razonar según lo establecido no sirve de nada. Debes de creer lo que se te está narrando. No fiarte de la lógica habitual. La mejor manera de no volverse loca es comportándose con normalidad, como si todo lo fuera (normal) y aunque todo lo que suceda sea absurdo, estrambótico, al estilo de “Alicia en el País de las Maravillas”. Se trata de usar la imaginación y disfrutar de un relato surrealista exquisito, sólido y delicioso, otra dimensión diferente a lo acostumbrado, plagada de descripciones de escenarios y situaciones que parecen indescriptibles pero que O’Brien consigue transmitirte como absolutamente reales, imposibles pero reales.

“El tercer policía” es una novela atípica, indefinible, con una poderosa originalidad que te embriaga y te sumerge en una historia delirante y llena de humor, un juego literario, dialéctico y narrativo con un propósito que parece insondable pero alcanzable para cada lector. Encontrar el propósito de lo narrado, la intención, es un desafío que puedes aceptar o no. Una vez aceptado quizás convengas conmigo que las búsquedas profundas, espirituales y/o intelectuales, son inútiles, inabordables y extenuantes; que las búsquedas infinitas terminan produciendo un profundo deseo de volver a casa y que cada mañana es un día nuevo, una promesa refulgente que nos limpia e ilumina y que ese despertar diario, cada amanecer, es la auténtica eternidad.

Como todo lo que cuesta mucho creer y lo que es difícil de comprender, es un asunto de lo más sencillo

jueves, 11 de junio de 2020

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (David Foster Wallace)


Cada día tengo que llevar a cabo más elecciones acerca de qué es bueno, importante o divertido, y luego tengo que vivir con la pérdida de todas las demás opciones que esas elecciones descartan

Elijo leer a Foster Wallace como algo supuestamente divertido que volveré a hacer. Tenía curiosidad por saber qué puede dar de sí un crucero de una semana de duración a través de la mirada perspicaz de Foster Wallace, en esa acrobacia mental que hace para constatar lo que le rodea haciendo reales a los demás y con esa meticulosidad impecable e implacable tan suya.

Hay cierta sorprendente amabilidad en la extraordinaria forma en que los libros nos eligen porque ¿qué puede interesarme a mí un crucero de lujo en pleno confinamiento? Poco o nada, pero si quien lo cuenta es Foster Wallace, que es capaz de hacer un pulcro análisis de un folleto de publicidad de un crucero convirtiéndolo en un fino análisis sociológico y una crítica literaria inmaculada, que es un experto en intentar comprender el funcionamiento interno de cualquier cosa que os podáis imaginar, pues entonces la lectura se convierte en una experiencia divertida y estimulante.

No sé si se puede decir de este libro que es un ensayo, lo que sí se puede decir es que, sea lo que sea, es divertido. Pero divertido a la manera de Wallace: irónico, analítico, lúcido. Un observador meticuloso, obsesivo y maniático, con una gran capacidad para transmitir de forma mordaz, profunda y brillante a través de analogías potentes y descripciones muy efectivas (que no efectistas)

Quizás pienses que ciertamente un ensayo sobre un crucero de lujo no sea especialmente atractivo, pero si el filtro es la mente de Foster Wallace entonces estamos hablando de otro nivel. Cualquier cosa supuestamente aburrida (la espera para subirse al barco, la descripción del camarote, el folleto del viaje, la limpieza del propio camarote…) se convierte en un ameno y ocurrente ensayo filosófico y sociológico que no elude el hecho de que hay algo fastidiosamente triste en los cruceros de lujo.

Leer en plena pandemia lo absurda que puede ser la sociedad a través de los ojos de Wallace ha sido muy buena elección.

lunes, 8 de junio de 2020

Felicidades, por cierto (George Saunders)


De lo que más me arrepiento en mi vida es de las situaciones en las que no fui amable

Tengo sensaciones inquietantes con este libro. Y le digo libro porque lo he pagado como tal, aunque apenas sean un par de folios distribuidos hábilmente para vendernos un discurso de George Saunders en el que reflexiona sobre la bondad.

Si algo necesitamos ahora mismo, a la voz de YA, con urgencia, es bondad, amabilidad ¿Cómo no buscarla? ¿Cómo no querer regalarla, expandirla, contagiarla? Y cómo no querer leer sobre ella.

Y aquí viene mi encontronazo con este libro: me parece muy poco bondadoso vender una conferencia de Saunders llena de obviedades y reflexiones muy simples y manidas como un libro en el que se reflexiona sobre la bondad.

En verdad, y siento no ser bondadosa, reflexiones hay pocas. Consejos para jóvenes, sí. En ese sentido, pueden y deben regalar y leer este texto en las puertas de los institutos: háganlo. Es necesario que el futuro (¡el presente!) esté lleno de bondad, amabilidad y empatía. Hay que combatir el egoísmo y el egocentrismo. La amabilidad, según Saunders, llega con la edad, así que les dice a los jóvenes: daos prisa, acelerad el proceso, el egoísmo tiene cura (la amabilidad).

Pero, dicho esto, la comercialización de este discurso dado por Saunders en la ceremonia de graduación de una universidad de Siracusa me parece un claro ejemplo justo de lo contrario que pregona el propio autor.

No ser amable en mi comentario sobre un libro que precisamente habla de la necesidad de serlo me hace sentir especialmente incómoda, debo reconocerlo.

Lo mejor del libro (que, oye, es necesario darle bombo y platillo a la amabilidad, eso no admite discusión) no está dentro, está en la contraportada y es la cita de Henry James:Hay tres cosas importantes en la vida: la primera, ser amable; la segunda, serlo siempre; y la tercera, nunca dejar de serlo

Imaginad que una editorial coge la cita de Henry James, pone cada palabra en una página, adorna la otra un poquito con estrellitas y consiguen sacar un libro de tapa dura de unas 30 páginas por el módico precio de unos 10 euros.

Pues, más o menos, eso. 

jueves, 4 de junio de 2020

Tú eres eso (Joseph Campbell)


La mitad de los habitantes del mundo piensan que las metáforas de nuestras tradiciones religiosas son hechos. Y la otra mitad afirma que no son hechos. Como resultado, hay quienes se consideran creyentes porque aceptan las metáforas como hechos, mientras que los demás dicen ser ateos porque piensan que las metáforas religiosas son mentiras

Y entonces ¿qué? Es evidente: no se trata de hechos, sino de símbolos. Y no se trata de la denotación de las metáforas, sino de su connotación. El mensaje está en los símbolos, pero su interpretación ha de ser espiritual y personal. Los símbolos existen, la mitología existe, pero su interpretación ha quedado anticuada y dañada al haber sido interpretada como hechos por religiones institucionalizadas.

¿Qué nos queda? Releer la Biblia con nuestros ojos, con ánimo abierto a entrar en el núcleo de la mitología, de “leer” con el espíritu, con la conciencia de que todo, TODO, está AQUÍ y no fuera, que el reino está en la tierra, ahora y aquí, que el infierno es la atadura al ego y a los valores egoístas, que hay muchos caminos para llegar a la transcendencia, que el amor por la vida incluye la aceptación del dolor, que la eternidad se alcanza en nosotros mismos y nuestra verdad, que somos espíritu y materia, que si abrimos el chakra de nuestro corazón seremos espontáneamente compasivos (“el corazón es el comienzo de la humanidad”)

Si hay algo que tengo que reprocharle a este libro, y concretamente a Joseph Campbell, es que no haya llegado antes a mi vida. También tengo un reproche para mí: me faltan conocimientos para argumentar un par de pequeñas discrepancias con él. Discrepancias mínimas de las que soy consciente que son más fruto de mi desconocimiento que de un desacuerdo real. Pero la ignorancia es un estímulo y Campbell un excelente maestro para aprender. Y aunque me falten argumentos para resolver y debatir ese par de pequeños desacuerdos, me sobran razones para asentir, aplaudir y admirar los profundos conocimientos y argumentos de este gran mitólogo.

Revisar la tradición judeocristiana, abrir la mente, poner luz donde hay confusión está al alcance de muy pocos. Uno de esos pocos es Joseph Campbell.

«El problema en nuestra sociedad y en nuestras escuelas consiste en saber inculcar, sin excesos, la idea de la educación, como en el latín “educere”: conducir, sacar lo que está dentro de cada uno, en vez de limitarse a adoctrinar desde el exterior»

martes, 2 de junio de 2020

Piezas en fuga (Anne Michaels)


La historia es amoral: sucedieron hechos. Pero la memoria es moral; lo que recordamos conscientemente es lo que recuerda nuestra conciencia

Si cada momento son dos momentos entonces ninguna guerra acaba cuando dicen que se acaba. Se terminan los hechos, vienen otros, pero quedan los recuerdos y la llaga, la maraña emocional, sus fantasmas y códigos de silencio. Queda el pecio, los restos del naufragio intentando ser regurgitados de una masa de agua y lodo creada por la barbarie nazi.

El tiempo es un guía ciego”, así comienza el libro y así nos guía Anne Michaels por él, como si sus protagonistas recorrieran su pasado a ciegas, con una memoria de lluvia e incorpórea y con una superficie vaga de la que perciben su peso antes que su contorno. El recuerdo incierto, piezas en fuga que intentan atrapar con una comprensión tardía del horror y un estremecimiento brutal de lo vivido, tan atroz como un cuerpo desprovisto de su carne.

Anne Michaels muerde el lenguaje para volverlo cálido dentro de tu boca, esa cavidad en la que el lenguaje (con su poder para destruir, pero también para restaurar) rebulle inquieto mientras dejas que los silencios se llenen de concavidades oscuras. Se arcilla y deja que la sangre fluya de nuevo como si volvieras a casa y amaras lo amado mientras la piel te arde, cauterizando las heridas de las ausencias.

El magnético lirismo sacrifica la solidez de una historia, una trama y unos personajes que a veces se cuartean, como si la prosa poética no pudiera sostenerles con la suficiente consistencia.

“Piezas en fuga” es una cartografía de la indestructibilidad del ser humano. Un libro moteado de poesía, horror y belleza, tierra y naturaleza. La tierra como un vientre fecundo y granuloso, vida germinando fantasmas del pasado a los que hay que dejar ir porque “permanecer con los muertos es abandonarlos” y ellos nos empujan de vuelta al mundo, porque eso es la vida: destellos, fulgores en la oscuridad.

Amar desde la ausencia de lo amado, recordar perforando la culpa y dejar que el amor te libere.

Escribe para salvarte a ti mismo y algún día escribirás porque estás salvado