miércoles, 28 de octubre de 2015

Lo que aprendemos de los gatos (Paloma Díaz-Mas)

Páginas: 128
Publicación: 2014
Editorial: Anagrama
ISBN: 9788433997807
Sinopsis: Los seres humanos –piensa el gato– tienen una irremediable tendencia a entender las cosas al revés. Por ejemplo, si ven un libro que se titula Lo que aprendemos de los gatos, probablemente creerán que trata de lo que los humanos pueden aprender acerca de los gatos, para conocerlos mejor (cosa que, dicho sea de paso, tampoco estaría de más); sin embargo, para cualquiera que sea capaz de pensar con claridad, resulta evidente que Lo que aprendemos de los gatos significa otra cosa: lo que los humanos pueden aprender a partir de los gatos, es decir, lo que los gatos pueden enseñarles. Este tipo de errores se producen porque los humanos parten de la absurda creencia de que son animales superiores, cuando todo el mundo sabe que los animales superiores son los gatos. Los gatos –piensa la autora de este libro– tienen mucho que enseñarnos, pero para ello hace falta que estemos atentos y dispuestos a aprender.


Cuando mi gata Candela enfermó, se acurrucaba en rincones de la casa poco habituales para ella. Algo escondida. Apenas entraba al salón y sólo por las noches (y ya no en los últimos días) iba a mi cama, puntual a nuestro ritual nocturno de mimos. Y cada noche que pasaba era más impuntual, tardaba más en ir. Lo primeros días pensaba que era debido al calor, excesivo e irritante, y que buscaba lugares frescos, aunque no fueran los acostumbrados. Tardé en darme cuenta de lo que estaba pasando, hasta que lo evidente se hizo urgencia y todo se precipitó. Eso es algo que aún me pellizca el corazón, no haber detectado las señales, aunque sé que nada hubiera cambiado. Culparme a mí misma es algo que se me da de lujo.

Una vez que se confirmó que el corazón de Candela era tan grande que ya no podía más con él, y que se negaba a entrar al salón y a la habitación (generosa Candela: no quería dejar rastro de su despedida en aquellos sitios en los que tanto hemos compartido), empecé a ir donde ella se encontrara (despacho o cocina, los dos sitios donde menos solía estar), me sentaba en el suelo, ni demasiado cerca ni demasiado lejos, respetando la distancia sin distanciarme ni distanciarla. Y le iba leyendo en voz alta Las mejores historias sobre gatos, un libro que me regalaron por mi cumpleaños hace tiempo. Cuántas vueltas da la vida… Cuando me sentaba con el libro en la mano, Candela empezaba a ronronear y no dejaba de hacerlo hasta que terminaba, la abrazaba un rato y me iba.

No nos dio tiempo a terminar el libro.

Diez minutos antes de llevarla al veterinario quise retenerla. Hice unos trazos rápidos que son los dibujos que acompañan la entrada de Gracias por tanto, junto a una foto hecha una semana antes. Despedirme de ella me desgarraba.

Hace tiempo que tenía localizado en la biblioteca Lo que aprendemos de los gatos, pero no le había llegado su momento, más que nada porque… hay tanto que leer, y unos libros se adelantan a otros sin que nosotros, sus lectores, a veces podamos decidir ni elegir. Y ese momento llegó hace unos días. Porque aún no he podido pasar el duelo por Candela. Porque no encuentro el momento, o las fuerzas, y a veces no encuentro las lágrimas adecuadas. Así que decidí ir por el libro de Paloma Díaz-Mas, un empujón para ese duelo necesario, me dije.

Y no sé cómo decirlo. El duelo sigo sin pasarlo. El libro se lee con agrado y asentimiento continuo por parte de quienes adoramos a los gatos; reconocemos todos y cada uno de los gestos que Paloma nos muestra de los suyos: Tris-Tras, el gato que se fue (y ahí sí me crujió todo, tan reciente ese protocolo de la despedida en el centro veterinario) y de Tris y Tras, los gatos que llegaron. En el irse de Tris-Tras reconozco esa ausencia de Candela, la despedida y los días posteriores, las huellas que (todavía hoy) sigo encontrando. Y en la llegada de Tris y Tras recupero los inicios del encuentro entre Candela y Truca.

Paloma Díaz-Mas sabe contar, sabe hacerlo desde la literatura. Es por eso que este libro no sólo gustará a los amantes de estos animales independientes, y a la vez tan fieles y generosos, que son los gatos. También pueden disfrutarlo quienes no tienen el gozo de deleitarse de la convivencia con los gatos. E incluso puede animarles a que adopten alguno (adopta, no compres). Descubrirán que en realidad ningún gato es indiferente ni impasible ni poco cariñoso. Entenderán porqué los que convivimos con gatos sabemos que es una convivencia especial, distinta a la que se tenga con cualquier otra mascota. Comprenderán porqué acaban siendo los reyes y reinas de la casa, y hasta qué punto les cedemos espacio, físico y emocional, cómo nos van ganando y les permitimos los mejores sitios aunque eso implique que un sofá de más de dos metros de largo sea ocupado por dos gatas en un 90% mientras tú, la que te crees su dueña, ocupas el 10% restante sin intentar en lo más mínimo recuperar terreno en el sofá. Deducirán que, ciertamente, no enseñamos a los gatos, sino que ellos nos enseñan a nosotros. Mucho y bueno. Y querrán un gato en su vida.

Pero. Pero me faltó un algo. Todo lo que me cuenta Díaz-Mas lo he vivido con mis gatas, con Blas, con Candela, con Truca… Pero con cada una de ellas ha sido diferente, porque aun en ese re-conocimiento que tenemos de los gatos, de su comportamiento y que somos conscientes de que su proceder es la marca del felino, algo propio y genuino de ellos; sin embargo cada gato es diferente, en cada gato lo mismo es distinto y único. Siempre hay diferencias, como en las personas. Y esas diferencias son lo que me ha faltado. Yo he podido contar (no tan bien, evidentemente) algo diferente, personal, en ese comportamiento común que tienen los gatos cuando enferman. Y quizás sea ese el algo que he echado de menos en esta lectura.

Es evidente que no es una obra de ficción, y quizás por eso precisamente hay cierta emoción contenida o que no se ha querido/podido compartir. Pero yo ya no sé ni quiero contener nada. Y quiero pasar mi duelo, encontrar la energía necesaria. Llorar a Candela para poder empezar a disfrutar de sus recuerdos. Poder pensar en ella. Quiero atusarme con largos lengüetazos rosados (y que me atusen a lengüetazos, todo hay que decirlo).


..son inasequibles a la angustia. Su miedo dura sólo un momento: el momento en que se produce. El nuestro se prolonga en el tiempo, se arrastra en recuerdos y se proyecta hacia un futuro desconocido e imprevisible. Mientras, acomodados en su sillón favorito, los gatos se atusan mutuamente con largos lengüetazos rosados.
©AnaBlasfuemia

viernes, 16 de octubre de 2015

Divisadero (Michael Ondaatje)

Título original: Divisadero
Traductor: José Luis López Muñoz
Páginas: 312
Publicación: 2007 (2008)
Editorial: Alfaguara
ISBN: 9788420473444
Sinopsis: En la más íntima y hermosa de sus historias, Michael Ondaatje narra la vida de Anna, quien tras un brutal suceso acontecido en su hogar, tendrá que dejar atrás la vida en la granja de California y empezar un nuevo camino en el sur de Francia. Lejos de su padre, de su gemela Claire y de Coop —un misterioso muchacho acogido por la familia— encontrará en la literatura y en la reconstrucción de la biografía de un importante escritor la manera de conciliarse con su pasado. Una novela de vidas cruzadas que se extiende por dos continentes y a lo largo de un siglo.


Hace tiempo leí El paciente inglés, un libro (y una película) que me dejó buenas sensaciones. Así que decido buscar algo más de Ondaatje. Y sin referencia alguna, salvo el autor, llego a Divisadero.

A vueltas con las sinopsis: Anna y Claire no son gemelas. Claire, al igual que Coop, son adoptados, si bien Claire, con apenas unos días, lo es en el momento en que nace Anna. En las sinopsis originales no he encontrado ninguna alusión a que fueran gemelas, así que no tengo claro de dónde surge esta “gemelaridad”. Cierto que en algunos momentos parecen intercambiables (de tan unidas), especialmente a ojos de los demás, pero ¿gemelas? Pues va a ser que no.

Y sobre el título, Divisadero, que se menciona en un determinado momento por Anna:
 

Procedo de Divisadero Street, relacionada con la palabra española “división”, la calle que en otro tiempo era la línea divisoria entre San Francisco y los campos del Presidio. O quizá venga de la palabra “divisar”, ver desde lejos.
A falta de más explicaciones, me quedo con ambas (división y divisar), si bien en castellano la palabra “divisadero” tiene más relación con observar, mirar a lo lejos, que con división. Pero en el fondo nos vamos a encontrar con vidas divididas, observándolas desde cierta distancia, quizás desde un mirador que nos permita atisbar un amplio paisaje y un no menos amplio espacio temporal.

No voy a escatimar los inconvenientes que esta lectura puede provocar en algunos lectores: no es una estructura lineal; la prosa es exquisita pero puede ser tachada de rebuscada. Digamos que es poética, no en vano Ondaatje es también poeta. Y, por último, si esperas ver, como si de una radiografía se tratara, cómo Anna encontrará en la literatura y en la biografía de Lucien Segura (el escritor) la manera de conciliarse con su pasado, entonces pasa de largo. La sutileza de Ondaatje es de tal calibre que hay que hilar muy fino para llegar a esa reconciliación. Que llegas, sí. Pero lo haces por la experiencia personal que te lleva a percibir y vivir la literatura como un arte que puede conciliarte con la vida. O todo lo contrario. La literatura sana, y también clarifica.

Dicho todo esto, he disfrutado de esta lectura en cada página y en cada una de las historias de las muchas que contiene el libro. Porque no es la historia de Anna, es también la de Claire, la de Coop, la de Lucien Segura, la de Rafael, la de Aria, la de Marie-Neige…

Porque si no saqueas el pasado, esa ausencia se alimenta de ti.

Vidas cruzadas, vidas que se cruzan sin cruzarse, el entramado que une vidas separadas, que en algún momento han estado juntas, quizás durante un tiempo, corto o duradero, o que se entrelazan por detalles. Divisadero es un libro generoso, un libro que contiene varios libros, varias historias, varias vidas. Historias que se ramifican, historias inconclusas, lo que no a todo el mundo satisfará, deseosos de que los círculos se cierren y las historias sean redondas. Pero como en la vida, no todas las historias terminan, ni se cierran, ni se resuelven. Así es el pasado, a veces sin solventar, que muchos arrastramos.

Todos los personajes que aparecen tienen profundidad, una profundidad que va más allá de su clase social, hasta el analfabeto Roman, trabajador y poco hablador, tiene un calado que en cierta forma lo ilumina. Esa luz que aporta Ondaatje a sus personajes tiene mucho que ver con la naturaleza, los paisajes en los que se desenvuelven y viven, que dan forma a esas personalidades, les dan ese matiz luminoso. Todos tienen identidad propia, aunque algunos la estén buscando en los demás, en sí mismos, en su pasado...

Las primeras páginas de este libro servirán de filtro, quien continúe con la lectura se sumergirá en todas y cada uno de los paisajes y personajes sobre los que Ondaatje nos contará y quedará satisfecho del camino, deseando que no se termine. Quien no se encuentre lo suficientemente cómodo y no divise lo que contiene esta lectura, cerrará el libro y lo dejará aparcado.

En la novela Ondaatje menciona una frase de Lucien Freud: "Todo es biográfico, todo es collage". Y no creo que haya una frase que describa mejor este libro. Una composición hecha de distintos materiales (personajes, paisajes, libros, referencias, poesía, épocas…) que si bien no consiguen del todo mantener un tono unificado sí que deja en mí una lectura muy satisfactoria. Mucho.
 

Está la presencia escondida de otros en nosotros, incluso de aquellos a los que hemos conocido muy poco tiempo. Los contenemos para el resto de nuestras vidas, sin que importen las muchas fronteras que crucemos.
(©AnaBlasfuemia)

miércoles, 7 de octubre de 2015

Siete casas vacías (Samanta Schweblin)

Páginas: 128
Publicación: 2015
Editorial: Páginas de Espuma
ISBN: 9788483931851
Sinopsis: Las casas son siete, y están vacías. La narradora, según Rodrigo Fresán, es “una científica cuerda contemplando locos, o gente que está pensando seriamente en volverse loca. Y la cordura, como siempre, es superficial.” Samanta Schweblin nos arrastra hacia Siete casas vacías y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una “normalidad” enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan.
IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero
Puedes empezar a leer AQUÍ


Qué grata sorpresa. Que un libro te arrastre así, sorprendiéndote, haciéndote surcar entre líneas, por aquello que no está escrito, lo que no lees, más que por las palabras escritas y por lo que lees. Lo que se insinúa. Empapándote de lo que transpira en cada página.

Lo cotidiano podría ser sinónimo de tranquilidad, de confort, de seguridad. Pero atravesando lo rutinario, detrás de cada gesto y cada palabra aparentemente baladí, intranscendente, está la esencia que circula por nuestras venas. Los miedos. Podemos decir pérdidas, soledades, incomunicación, engaños, decepción, incomprensión, deseo… pero siempre es lo mismo: miedo.

Por eso estas siete casas están vacías, aunque estén ocupadas, aunque haya personas que las habiten. Porque el miedo lo vacía todo, a nosotros mismos en primer lugar.

No tenía muchas referencias de Siete casas vacías, ni de Samanta Schweblin, pero en cuanto vi las personas que formaban parte del jurado que le concedió a este libro el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero no lo dudé. Hay premios y premios, y hay jurados y jurados.

Por otro lado tampoco me preocupaba que fuera un libro de relatos o cuentos o textos breves o como sea que se quiera etiquetar. Sé bien que los buenos libros, las buenas lecturas, las buenas historias, se puede encontrar en cualquier género. Sé que sea en un libro kilométrico, en una sola frase, en un poema, en un texto corto, en una imagen… puedo encontrar algo que me agita, que me espejea, que me pregunta, que me responde, que me estremece, que me hace vibrar. Sé qué es lo que busco, reconozco todo lo que me zarandea y necesito, aunque no sepa dónde encontrarlo. Y cuando lo tengo delante sé que no renunciaré a ello. Jamás.

Aunque intuía que Siete casas vacías sería una buena lectura, sin embargo me ha dado mucho más. Ese tipo de lectura me atrae de la misma forma que las almas gemelas se embelesan entre sí, libros que seducen por lo que sugieren sin recurrir a lo explícito, al desmenuzamiento, a lo rocambolesco, al invento, a lo retorcido. Lo complejo atravesando lo simple, mostrando lo cotidiano de forma que desnuda todo lo que oculta. Esbozos que luego la mirada de quien lee tiene que perfilar, dar forma, completar.

Libros valientes que no buscan lo fácil, y lo fácil ahora está en los escaparates de muchas grandes librerías. Pero lo mismo que las librerías valientes, pequeñas, independientes, amantes de la buena literatura, están en una lucha constante por sobrevivir a la venta rápida, superficial y cómoda, los libros valientes también tienen su propia lucha por sobresalir en el maremágnum de libros que nos invaden. Libros y autores que buscan sus lectores, lectores que buscan sus libros, sus autores, en una marea de tamaño tsunami en la que no todo es lo que parece y no todo lo que parece es literatura. Pero cuando libro, autor y lector se encuentran, zas, hay una energía que es brutal e íntima. Qué bien.

Hay muchas cosas que me han seducido de esta lectura, además de esos miedos que palpitan invisibles en lo cotidiano. Están las fronteras. En este caso las fronteras entre lo que es "normal" y lo que no lo es, ese frágil contorno que separa lo aceptable de la locura, lo habitual de lo extraño, lo común de lo raro, lo  normal de lo excepcional, lo inocente de lo perverso... También que se apele a que hay una locura que no es insana, que a veces lo insano es lo “cuerdo” y lo más real está al otro lado de los límites que no atravesamos. Y todo esto contado, transmitido, de una forma sutil, sencilla, creando la atmósfera necesaria para ver más allá, para intuir, para sentir lo que late en lo que no ves.

Siempre me rindo ante los libros que no me dejan indiferente. Y tengo que contarlo. Y es que, lo sé, este no es desde hace tiempo sólo un espacio en el que cuento lo que leo, sino que ya es un cuarto propio en el que me cuento a través de lo que leo, e incluso de lo que no leo.

Así me doy cuenta de qué es lo que quiero. Quiero que revuelva. Quiero que mueva nuestras cosas, quiero que mire, aparte y desarme. Que saque todo afuera de las cajas, que pise, que cambie de lugar, que se tire al suelo y también que llore.
©AnaBlasfuemia

viernes, 2 de octubre de 2015

Un buen hijo (Pascal Bruckner)

Título original: Un bon fils
Traductor: Lluís María Todó
Páginas: 224
Publicación: 2014 (2015)
Editorial: Impedimenta
ISBN: 9788415979593
Sinopsis: Un buen hijo es la historia de un amor imposible, el intento de Pascal Bruckner de ajustar cuentas con su propio padre, un fascista autoritario que es a la vez un hombre culto y de firmes convicciones. Semejante conflicto filial da paso a una maravillosa novela de formación, personal e intelectual, de quien es uno de los escritores más sólidos y controvertidos del panorama actual de las letras francesas. El hijo adulto se enfrenta en primera persona y sin ningún tipo de máscara narrativa a un personaje por el que siente, a un tiempo, rechazo y compasión, en un relato que nace del odio pero que va adquiriendo un inesperado y reconfortante tinte de ternura y que finaliza con un sorprendente giro que nos lleva a pensar que no es posible juzgar de manera absoluta los comportamientos ajenos.
Le suplico que provoque la muerte de mi padre, si es posible en accidente de coche. Un freno que falla en una cuesta, una placa de hielo, un árbol, lo que Le parezca mejor. “Dios mío, os dejo la elección del accidente, pero haced que mi padre se mate.”

Desear la muerte de alguien de tu misma sangre marca mucho a quien lo desea. Me consta. Qué es lo que te hace ansiar la muerte de un familiar, padre, madre, hermano, hermana, hijo, hija… es ya una historia de cada cual, una maquinaria diabólica que en algún momento se pone en marcha y que condicionará, para siempre, tu existencia. Una jugarreta endemoniada de la vida.

No todo lo que se desea se cumple. En realidad casi nada. Así que Pascal Bruckner tendrá que atarse los machos y aprender a convivir con su deseo no cumplido y, por tanto, con su padre. Y su padre tiene una serie de atributos difíciles de digerir: antisemita, maltratador, nazi, dictador, racista… Una joya. La única forma de convivir con alguien así es ser igual que él, un ser nauseabundo y despreciable. Pero Pascal Bruckner no lo es. Como todos, tiene sus propias miserias [más que Un buen hijo, quizás el libro tendría que haberse titulado El mal padre que me tocó en (mala) suerte] pero entre ellas no está el mirar a otro lado: se revolverá y rebelará contra su propio padre y lo que representa.
Los padres violentos tienen una ventaja: no te atontan con su dulzura y sus arrumacos, no juegan a ser hermanos mayores o amigos tuyos. Te despiertan como si fueran una descarga eléctrica, te convierten en un eterno luchador o un eterno oprimido. El mío me comunicó su rabia: le estoy muy agradecido. El odio que me inculcó también me salvó. Lo volví contra él como un bumerán.

Hay una terrible violencia que traspasa la lectura: la que provoca “observar” la brutalidad existente en el espacio íntimo que es una familia. Una ventana a la que asomarse provoca un sonrojo terrorífico. Pero es una ventana que Bruckner ha querido abrir y mostrar. Por otro lado, es una radiografía clarividente y cruel del comportamiento de un maltratador y cómo lo viven sus víctimas.

En el caso de la madre, me impacta reconocer una vez más el mismo recurso: mirar a otro lado, callar. Como si así todo desapareciera. La incomunicación instalada como una cicatriz imborrable. Lo que no se habla no existe. La sumisión.

Tu padre es tan fuerte, tiene tanta energía…
No, mamá, es tu debilidad lo que lo hace fuerte.

En esta aterradora historia de miserias humanas se pone sobre el tapete lo más mezquino de las personas, del maltrato y sus secuelas. Y las contradicciones con las que vivimos, fruto de la debilidad. Hay que ser muy, pero muy fuerte, para asumir esas contradicciones y no dejar que nos empequeñezcan.

Juraba vengarme. Pero también quería agradarle, ganarme su aprecio, asombrarlo.

Y no se puede ignorar el daño que hizo, que hace, la religión católica en esa situación dócil ante el maltratador. El juego cruel del sentimiento de culpa, una losa con la que el catolicismo contaminó y maniató a los creyentes, dejando sin argumentos a las personas sobre las que el miedo provoca un efecto paralizante.
El auténtico secreto de familia no es el que se calla, sino el que todo el mundo conoce. Está sobreexpuesto y, por lo tanto, resulta imperceptible.

Esta frase es tremenda, porque refleja una realidad aplicable a muchas situaciones. Los secretos pasan más desapercibidos cuanto más a la vista están. ¿Por qué? Por la habilidad humana de mirar a otro lado ante aquello que nos incomoda o inquieta o es incompatible con nuestro confort emocional. No miro. No existe.

Los libros me han salvado. De la desesperación, de la estupidez, de la cobardía, del tedio.

Bruckner es escritor. Escribir, leer, le salva. Por si alguien dudaba que los libros sanan. No me cabe duda de que este libro es imprescindible para Bruckner, como forma de repararse a sí mismo y reestablecer la relación con su padre, y también para todos aquellos lectores a los que no les guste retorcer el cuello como un avestruz. 

La segunda parte del libro da un giro, se aleja más del impacto emocional y se aproxima a la reflexión, quizás un reflejo de la búsqueda del propio Pascal Bruckner por entender. Hasta en determinados momentos la imagen del padre parece dulcificarse, suavizarse. Para ello Bruckner busca en el contexto, en el entorno social, político y cultural francés. Una mirada crítica a su propio país, que es a la vez una mirada crítica a su padre. Las contradicciones que encuentra a su alrededor no dejan de ser un reflejo de las propias contradicciones que siente Bruckner por su padre hacia el final de su vida, un padre hacia el que no puede evitar sentir cierto afecto, un afecto distante y frío, pero afecto. Es un libro duro, pero también equilibrado, sincero y generoso.

La impactante e increíble revelación final no deja de ser una muestra más de que el destino es un jugador tan inteligente como complejo y feroz.

Llega un momento en que las relaciones con una persona son tan enrevesadas que ya no puedes distinguir entre el amor y el deber.