Traductor: Alicia
Frieyro
Páginas: 272
Publicación: 1940 (2014)
Editorial:
Impedimenta
ISBN:
9788415578918
Sinopsis: Black Creek
Valley, Virginia, 1856. Sapphira Colbert es una de las pocas propietarias que
mantienen esclavos en sus tierras. Una práctica que su marido, Henry, considera
cada vez más difícil de defender. Sapphira, matriarca implacable, confinada a
una silla de ruedas, maneja con mano de hierro la propiedad con ayuda de su
fiel criada negra, Till, y de la hija de esta, la joven y bella Nancy. Henry es
dueño de un molino, pero no solo trabaja en él, sino que duerme allí cada vez
que puede ya que su matrimonio constituye una mera formalidad. La vida de
Sapphira es monótona. Tiene mucho tiempo para pensar, y cuando descubre que su
marido desea que solo sea Nancy quien ordene su habitación en el molino,
empezará a sospechar de ellos y su ira hará que se desate un enorme poder de
resentimiento contra la niña esclava.
Hace poco
comentaba aquí un libro que no me dejó indiferente, Mi enemigo mortal
de Willa Cather. De qué forma me sorprendió, me agradó y me conmocionó esa
lectura lo podéis ver en la entrada correspondiente. El caso es que pocos días
después vi que la editorial Impedimenta
iba a sacar Sapphira y la joven esclava. ¿Impedimenta y Willa Cather juntos?
me puse hasta de los nervios, pero gracias a la amabilidad de la editorial
Impedimenta mis nervios se serenaron cuando me facilitaron un ejemplar. Nunca
podré agradecérselo lo suficiente.
Hay libros
cuya lectura provocan tal adicción que prácticamente los lees del tirón de esa
forma en la que es imposible encontrar un momento para despegar el libro de los
dedos. No quieres salir de la historia en la que la lectura te introduce. Es
como beber una cerveza fresquita justo cuando el calor te tiene al borde de la
deshidratación. La bebes de un largo trago, apenas sin respirar. Y cuando
terminas, suspiras, agradecida.
Hay otros
libros, sin embargo, que lees despacito, los saboreas, los paladeas, los
degustas a poquitos. Quieres que la lectura te dure y no termine, porque además
cuando dejas el libro porque la vida tiene sus quehaceres, en cierta forma
sigues dentro del mismo, de la atmósfera creada, de los personajes... Todo
sigue dentro de ti. Es como beber un buen vino al final del día, en ese momento
intimo en que como una especie de ceremonia, te reconcilias contigo misma y te
das el homenaje de un tiempo para ti, con un vaso de buen vino que bebes a
sorbitos, mientras miras al techo, a la chimenea o al infinito. Has estado todo
el día esperando ese momento.
Sapphira
y la joven esclava pertenece a este segundo tipo de
lectura. La forma de escribir de Willa Cather es tan preciosa y precisa, tan
poderosa, tan sugestiva, tan poéticamente descriptiva que apenas hay párrafos
que puedas permitirte distracción fuera de la lectura. Sólo tienes ojos,
mirada, para las palabras escritas de Willa, mientras, en tu cabeza, consigues
visualizar todo como si estuvieras ahí. ¿He dicho “como si”?. Miento… ¡¡estás
ahí!!. Estás en Back Creek, junto con Sapphira, Henry, Nancy, Till, Rachel,
Jezabel, Martin, Lizzie, Bluebell, Fairhead…
Los párrafos
más descriptivos, que en otros textos pueden hacerse más imprescindibles o
resultar menos relevantes, aquí son pura ingeniería, todo forma parte del
puzzle que Willa Cather nos ofrece, piezas que van encajando una en otra hasta
formar el retrato final: un lugar, una época, unas vidas…
Willa Cather
sabía captar el interior de las personas, la naturaleza profunda a veces pura y
a veces contaminada que nos caracteriza. Y sabe cómo mostrarnos las piezas que
componen una sinfonía final, esa que compone el día a día. Tiene un gran
sentido del ritmo narrativo, no hay violencia en sus palabras, no hay nada que
nos resulte abrupto, aunque finalmente nos pueda llegar el dolor, la
sensibilidad, la fuerza de las emociones, de los celos, de la soledad, de la
nobleza, de la bondad… El drama de los gestos insignificantes, la
interpretación de la realidad que termina por ser una malinterpretación y el
consecuente gesto desproporcionado, arrogante, fuera de lugar…
Willa Cather
no cae en la sensiblería, en el dramatismo, en la exageración. No desvirtúa lo
que cuenta de forma innecesaria para ser más asequible o para manipularnos como
lectores. No lo necesita porque sabe contar las cosas, sabe qué contar y cómo
hacerlo, porque sabe ver más allá, desde fuera, desde lo que cree y lo que
conoce bien, lo que se ve y lo que no. Y lo que no se ve es lo que suele mover
muchos comportamientos. Cather tiene esa mirada especial de quien ve más allá
de lo evidente, no se deja engañar y por eso no nos engaña. Para mí como
lectora es un privilegio que quien me está narrando una historia lo haga
haciéndome ver más allá de la superficie. Sutil, pero firme y sin tapujos, me
hace ver. Y me emociona (otra vez), como emocionan los grandes autores, desde
la admiración por una forma de contar y narrar.
Siendo el
último libro que escribió Willa Cather antes de morir, y dedicándole además
mucho tiempo para hacerlo, estoy segura que detrás de las metáforas y sutilezas
que podamos encontrar en esta historia, hay un juego de espejos con trasfondo
autobiográfico.
Ninguno de los
personajes que nos presenta Willa es prescindible, todos son importantes, todos
son necesarios, a todos los recordaremos, hasta los que aparecen brevemente
tienen su papel y también hacen mella en la memoria del lector.
Sólo hay un
punto controvertido en este libro y es el cómo aborda Willa Cather el tema de
la esclavitud, si bien hay que decir que esta no es su historia, no es la
historia de la esclavitud lo que nos quiere contar Willa, los personajes de
color que aparecen en la obra son títeres en manos blancas.
No debiera
hablaros más de este libro, solo invitaros a que os dejéis llevar de la mano y
los ojos de Willa Cather y disfrutéis de la lectura.
(©AnaBlasfuemia)Todos lo haríamos mejor de disponer de nuestras vidas para vivirlas de nuevo