"¿Quién sabe si la materia de la que está formado el universo [...] no está dentro de otra materia infinitamente mayor, y asimismo la materia y la energía oscura no están dentro de una oscuridad infinitamente mayor? ¿Quién sabe si la curvatura del espacio y del tiempo, si hay tal curvatura, si existe el espacio, si existe el tiempo, no están también ellos dentro de una curvatura mayor, un espacio mayor, un tiempo mayor, que viene antes, que no ha llegado todavía?"
Me sucede mucho últimamente que termino una lectura y no sé qué decir. No es que no sepa si me ha gustado o no. No es eso. Tiene más que ver con una especie de conmoción, una suerte de síndrome de Stendhal que me deja sin palabras, con emociones intensas incapaces de encontrar el recorrido necesario para encapsularlas en un texto. No se me amontonan las palabras ni se colocan una detrás de otra, simplemente me quedo en una especie de letargo extraño: calmo por fuera y una vorágine de emociones en mi interior, fruto de sentir que estás ante ese tipo de belleza que ni todo el mundo es capaz de crear ni todo el mundo es capaz de percibir. Y sí, esto me ha sucedido con "La lucecita". Así que mientras surge (o no) ese trayecto que conecte la lectura con las palabras, os cuento cómo he llegado a este libro.
Pues resulta que la editorial Impedimenta se ha embarcado en una de esas titánicas empresas que les gusta acometer de vez en cuando (si encuentran "materia prima", supongo) y que ya hizo que en España estallara el boom Cărtărescu (la joya de la corona de la editorial). Ahora, y con el primer libro de una trilogía no menos imponente que la de "Cegador", Impedimenta nos trae "Los comienzos" de Antonio Moresco. Casi 700 páginas de un libro del que encuentras poca información, o mejor dicho, apenas encuentras información concreta, pero sí mucho elogio casi celestial. Total, que antes de tirarme a la piscina he decidido mirar a ver si había agua (una va aprendiendo), así que busqué información sobre Antonio Moresco, al que no dudan en comparar con Proust, Joyce y el propio Cărtărescu.
Nota: si yo fuera Proust, Joyce (incluso Virginia Woolf, muy recurrente también en este tipo de comparaciones) me sentiría bastante molesta con que salgan tantos escritores con una facilidad pasmosa para estar al nivel de Proust, Joyce o Woolf. Si el tiempo no fuera un filtro maravilloso e implacable , la literatura estaría llena de Proust, Joyce, Woolf, Kafka... etc. Pero va a ser que no. Es lo que tiene lo excepcional, que ocurre raras veces.
No me quiero alejar de Moresco. Decía que antes de tirarme a ciegas al inicio de una trilogía que se me antojaba descomunal decidí hacer una cata, algo que tenía al alcance al haber publicado Anagrama en el 2016 este libro de Moresco: "La lucecita".
Y en este punto es donde tengo que decir que antes de terminar de leer "La lucecita" ya estaba encargando "Los comienzos". Y no he escrito a Impedimenta para que hagan el favor de sacar la trilogía así del tirón y a la vez porque una se ha vuelto paciente y mansa y comprensiva y si ni siquiera me he puesto todavía con "Cegador" porque dosifico a Cărtărescu como si fuera el último oxigeno que hay en la tierra ¿cómo iba a ponerme con la trilogía de Moresco? No importa, se trata de tener los libros a buen recaudo: en mi casa. En el espacio en el que elijo y me eligen, les doy vida y me la devuelven, en un cuidado mutuo que no necesita de explicaciones ni permisos.
"He venido aquí para desaparecer en esta aldea abandonada y desierta de la que soy el único habitante"
Así empieza "La lucecita", de una forma tan aparentemente inocente y atractiva. Previamente Moresco, a través de una carta al editor, nos hace saber que esta breve novela es una historia que surge de una especie de caja negra de su vida, una escena apuntada que no encontró acomodo en su inmensa trilogía porque reclamó su propio espacio. Un espacio surgido de una zona íntima y secreta del propio Moresco.
Ahora bien si me preguntáis qué es "La lucecita", no sabría deciros. Pero os voy a confesar algo: formalmente Cărtărescu y Moresco son diferentes, Moresco es quizás un poco más terrenal (pero sólo en apariencia), sin embargo he encontrado muchas conexiones entre ambos. No me pidáis que las explicite, bueno… venga: esa mezcla de realismo y fantasía, esos límites finos finos finos entre el dormir y el despertar, la lucidez y la ensoñación, esa pátina onírica, ese universo contenedor de universos, esas descripciones detalladas, esa mariposa, las digresiones metafísicas... Y hasta aquí puedo leer.
Solo añadir que devoré "La lucecita" en una tarde, que ha sido una lectura que he disfrutado muchísimo porque hacía tiempo que no sentía esa emoción de leer un libro y querer leer todo lo que su autor haya escrito porque su lectura se convierte en una experiencia de una belleza inesperada, en la que no sólo vas desentrañando (intentándolo) todos los simbolismos sino que también, a la par, te dejas llevar porque sientes segura la mano que te conduce a través de soledades, bosques, seísmos y una enigmática lucecita.
Pues me pongo a ello, a ver si lo disfruto tanto como tú. He leído recientemente "Un caballero en Moscú" de Amor Towles y me pareció una maravilla.
ResponderEliminarDelicioso, me ha encantado. Voy a buscar más cosas de este autor que no conocía. ¡Gracias!
ResponderEliminarNos vamos a poner las botas con Moresco, Teresa. Impedimenta nos va a servir toda la trilogía, y va a ser maravilloso leerla a sorbitos.
Eliminar