“Yo creo que nuestro trabajo político es éste, utilizar incluso nuestra miseria humana, utilizarla contra sí misma, para nuestra redención, así como los fascistas utilizan la miseria para perpetuar la miseria, y utilizan al hombre contra el hombre”
Hay autores por los que siento un afecto especial, una lealtad inquebrantable, que me formaron como lectora. Están en los inicios de mi trayectoria con los libros, en esas lecturas por las que deambulaba muy verde y virgen de todo, con libros que posiblemente me quedaban grandes pero que, a su vez, me hacían crecer. Hay muchos autores y autoras en esos inicios. Italo Calvino es uno de ellos.
Tocaba volver a él y quise hacerlo con una relectura de la que es considerada una de sus obras menores, la primera novela que escribió. Pero claro, hablar de obra menor de un autor de la talla de Italo Calvino es hablar de un muy buen libro. Además ahora he apreciado muchísimo mejor el prefacio que el propio Calvino hizo en 1964, 17 años después de la primera edición. Y es que el prefacio me parece una genialidad exquisita, llena de giros generosos, un regalo de esos que nos hacen algunos escritores sobre su propia obra.
Escrita al finalizar la II Guerra Mundial y con un estilo neorrealista (inhabitual posteriormente en Calvino), a través de la voz de un niño, Pin, nos adentramos en la resistencia italiana, el mundo partisano que Calvino conocía bien puesto que perteneció a las Brigadas Partisanas Garibaldi. Pin es un niño huérfano, un niño viejo que vive con su hermana y al que todos le dan la espalda. Un niño que se comporta como los hombres de la taberna, por su boca salen obscenidades, insultos, chistes, bromas pesadas. Y canciones.
Los otros niños no lo entienden y los grandes se ríen de él. Pin es un rufián que, al igual que aquellos que se burlan de él o le ignoran, sólo intenta diluir la soledad, deshacer sus carencias. Porque más allá de consideraciones sociales y políticas, “El sendero de los nidos de araña” es también una reflexión sobre las carencias y sobre cómo éstas conforman nuestra identidad.
“Llegar a no tener miedo, ésta es la meta última del hombre"
¿Y yo que cada vez tengo más (miedo)?
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