Traductora: Elena Rius
Páginas: 272
Publicación: 1963 (1982)
Editorial: Edhasa
ISBN: 9788435003773
Sinopsis: Esther es una joven universitaria que recibe un premio consistente en vivir unos meses en New York y conocer los entresijos del mundo editorial (publicaciones de cuentos o libros, revistas de moda...). En esos meses vive una vida regalada, con lujos y atenciones. Pero de entre esas primeras páginas surge Esther con su apabullante y tenaz vida interior. Su vida es una sucesión de tensiones morales, sociales, de imposiciones escritas y no escritas; de tabúes sexuales; de costumbres rurales en un mundo cambiante; de sueños incumplidos; de necesidades vitales apartadas; de anhelos desesperados; de miedo, de mucho miedo por la vida. Cuando acaba su estancia en New York y vuelve a su pueblo caerá sobre ella todo el peso de la realidad cierta o no.
Es como contemplar París desde el furgón de cola de un expreso que va en dirección contraria: a cada segundo la ciudad se hace más y más pequeña, sólo que sientes que eres tú misma la que se hace más y más pequeña y más y más sola, alejándose a mil kilómetros por hora de aquellas luces y aquel jolgorio.
Leí por primera vez La campana de cristal con 22 o 23 años, si no recuerdo mal. Aquella lectura me fascinó. Y más. Subrayé mucho. Qué descubrimiento, qué sacudida fue este libro. Unos años después volví a leerlo. Subrayé, re-subrayé, escribí en los márgenes… Alguien cogió aquel libro y se lo llevó. Poco después lo vendió, en un momento en el que todo lo que pudiera venderse, se vendía. Era el único valor que tenía todo, el del dinero; el precio que pagaran por lo que fuera, poco o mucho, no importaba. Dinero envenenado.
Mucho tiempo después volví a comprar el libro. Porque era como una carencia que tenía. Me hice con una edición del Círculo de Lectores. Y volví a leerlo por tercera vez. No lo subrayé. Sólo lo hice con la mirada. Como si el libro que tuviera delante fuera aquel otro, leído, releído, sentido, sacado de casa y vendido.
Y ahora, por cuarta vez, me puse con él de nuevo. Dispuesta a subrayarlo. Porque además ahora así quiero que se queden mis libros. Que algún día cuando yo ya no esté y alguien reciba mis libros, los lea y me encuentre ahí, en cada subrayado y cada nota al margen. Que no deje de encontrarme. Será una forma de permanecer en una mirada, en un corazón. Permanecer. Cuando ya no esté.
Cosas que pasan, estábamos en la misma página. Así que no ha sido (y ha sido) una lectura con, junto a… Ha sido (y no ha sido) una lectura a la vez que… Un capítulo aquí, otro allá, ahora te espero, ahora estoy aquí, ahora en silencio, ahora una imagen, ahora otra, ahora vete tú a saber, más silencio... Así como todo lo nuestro, con un ritmo distinto a todo lo conocido, desajustado, que sólo se acompasa porque es el que existe para ti y para mí. Diferente. Un ritmo que únicamente se hace unísono debajo de nuestra campana de cristal, de nuestro cuarto propio. Tan real como ficticio, tan verdad como mentira, volando de una cosa a la contraria.
Si ser neurótica es querer dos cosas mutuamente excluyentes a un mismo tiempo, entonces soy una neurótica perdida. Volaré de una cosa excluyente a otra y otra para el resto de mis días.
El párrafo anterior contiene (parte de) la esencia de la propia Sylvia Plath. Los contrarios, las contradicciones, el deseo de vivir sin renunciar a nada, porque la vida no excluye ni deja fuera nada. Parece fácil. No lo es. De eso habla este libro.
Si algo es La campana de cristal es autobiografía pura y dura. Plath sabía bien de qué hablaba cuando describía el intento de suicidio de Esther, la protagonista de este libro. Esther, su alter ego. De esta forma, leer La campana de cristal es desentrañar a la propia Plath. Y de rebote, desentrañarse una misma.
El silencio me deprimía. No se trataba del silencio del silencio. Era mi propio silencio.
Se da duro Plath: inteligente, cínica, sensible, bella, celosa, fría, intensa, intolerante, rebelde, exigente, confundida, mentirosa, insegura… No se oculta. Ni siquiera oculta su imaginario, libre, grandioso, profundo. Y traidor. Hay gritos silenciosos que no entiendes que no sean oídos. Hay silencios que duelen como un alfiler clavado en un ojo.
La escritura de Plath es tan sutil como detallista. Pura belleza (poeta por encima de todo). Mira desde fuera pero alcanza lo más dentro. Generosa en metáforas y creadora de imágenes absolutamente líricas y sensibles sin recargar de más. Con el bisturí de su observadora mirada hace una incisión en la superficie de lo que le rodea para llegar a las entrañas, donde está la realidad, descarnada. Jamás se queda en lo superficial, cada gesto importa, incluso la carencia de gestos, como delatores de la realidad: la que le rodea y la suya propia. Gestos (o ausencia de gestos) que son como guillotinas. Nada es vacío ni desde el vacío. Ni lo que se hace ni lo que no se hace. Plath construye paisajes desde lo aparentemente insignificante. Contundente y estremecedora.
Me sentía muy rígida y muy vacía, de la misma manera que debe de sentirse el ojo de un tornado, moviéndose pesadamente en medio del tumulto circundante.
Esther (Plath) buscando su lugar en el mundo. Y eso me suena y resuena tanto... Cómo todo lo que te rodea vive y siente y cómo vives y sientes tú. Desconexión. En ningún momento se acoplan ambos caminos haciéndose uno sólo. Y entonces sucede: las etiquetas. Depresión, trastorno obsesivo, anorexia, neurosis, trastorno bipolar… bla, bla, bla, bla… Electroshocks. Intento de suicidio. Internamiento.
Querer morir por querer vivir. No hay contradicción más cruel. Volar del deseo de vivir al deseo de morir. Sin que se excluyan. Porque lo que quieres, lo que deseas más que nada, es vivir. VIVIR. Pero hay una grieta entre lo que la sociedad espera de ti y lo que sientes que la vida ha de ser. Y la grieta va creciendo, y sangras por ella, y te encuentras sobreviviendo. Hasta que no puedes más.
Lean este texto. Másquenlo. Digiéranlo:
Vi que mi vida se ramificaba ante mí, como la verde higuera del cuento. De la punta de cada rama, como un enorme higo morado, un maravilloso futuro me hacía señas y me guiñaba el ojo. Un higo era un marido, un hogar feliz e hijos; otro, era una famosa poeta; y otro higo era una profesora brillante; y otro higo era E Ge, la sorprendente directora literaria; otro higo era Europa, África y Sudamérica; otro higo era Constantin y Sócrates y Atila y un montón de amantes con raros nombres y raras profesiones; otro higo era una remera olímpica; y más allá, por encima de todos aquellos higos, había muchos más que no acababa de distinguir.Me veía sentada en la bifurcación de aquella higuera, muerta de hambre, sólo porque no podía decidir qué higo escoger. Los quería todos y cada uno, pero elegir uno significaba perder el resto y, sentada allí, incapaz de escoger, los higos empezaban a arrugarse y a ennegrecer y, uno a uno, caían silenciosamente al suelo, a mis pies.
Sylvia Plath escribe como el agua: cristalina, profunda, salvaje, libre, inasible. Para ella la lluvia son gotas como platos de café y no cae sino que se escurre, siseante. Es brutal. Leerla es contener la respiración. Todo se detiene. Son sus palabras, ella y yo y (casi) nada más. Un vacío alrededor. Sylvia Plath. Yo. Dentro de la campana. Sin aliento.
Un mal sueño.Para la persona encerrada en la campana de cristal, en blanco y detenida como un bebé muerto, el mundo en sí mismo es un mal sueño.Un mal sueño.
Recuerdo que tengo que respirar y acompaso mi respiración con la de Plath. Fácil y ligera, respiro deslizándome por sus palabras, por ella. Me bombea la sangre. Me aniquila, eso hace Plath. Como hizo la primera vez, y la segunda, y la tercera. Y ahora otra vez. Aniquilada.
Y vuelvo a recordar porqué este libro me fascina: porque me destroza. Sylvia Plath sólo necesitaba PERTENECER.
Soy, soy, soy.
Y en este libro estamos, de alguna forma, todos. Y, si no todos, la mayoría. Grandísima reseña, Ana.
ResponderEliminarEstámos quienes nos encontramos. No todos, incluso igual no la mayoría. O bueno, sí. Pero no todo el mundo se mira.
EliminarGracias, Querida Juliet.
Un (fuerte) abrazo
Aterrizo aquí por varias causalidades y me quedo por obligación (al acabar de leer tu reseña). Fabuloso. Muchas gracias
ResponderEliminarLas casualidades no serán tales. Quién sabe. Obligación ninguna. Eso sí, que te quedes es un placer. Bienvenido.
EliminarGracias a ti por leer(me) y comentar.
Un abrazo
La intensidad de tu lectura también me quita el aliento, como la propia Sylvia. Que maravilla topar con autores y escritos así, justo así, que nos hacen morir de amor y de belleza.
ResponderEliminarPor cierto, leía la semana pasada sobre las cartas de su marido, Ted Hughes, y decía de Sylvia que le daba miedo desde el primer momento en el que la conoció. Comentan los críticos de ambos que la historia fue injusta con Hughes tras el suicidio de su esposa y que con los años esas cartas (de ambos) están ayudando a matizar los altibajos de su matrimonio y las causas de su muerte. Te lo comento porque creo que Plath escribía tal y como vivía, me has hecho pensar en eso con los comentarios de "La campana de cristal".
Estoy intensa, Mónica... Y me dejo. Plath es un descubrimiento de hace tiempo, como tantos otros que intento retomar.
EliminarSobre lo de su marido. Es que no está tan claro. Al fin y al cabo él nos ha birlado unos cuantos escritos de Plath que tal vez pusieran algo de luz. Este tema es una cuestión de fe. Creer a uno, a la otra, a los dos... Sin duda este libro nos da muchas claves (y sobre el tema de la maternidad, que a mí no se me pasa por alto) sobre quién y cómo era Plath. Y Hughes siempre tendrá la sombra de que la mujer por la que abandonó a Plath... también se suicidó... Sin duda Sylvia Plath escribía más como sentía que como vivía. Esa era la brecha. Lo que sentía, lo que vivía.
Un abrazo
Disculpen los 3 años de tardanza, pero ¿tendrán de casualidad esa carta de Ted Hughes?
EliminarMe encantan estas reseñas tuyas tan apasionadas. No conocía el libro pero me lo apunto.
ResponderEliminarPues tal y como estoy me temo que caerán reseñas así durante un tiempo. Aunque depende del tino que tenga con las lecturas. En este caso iba sobre seguro.
EliminarUn abrazo
Guau, a veces tanta lucidez nos deja como sin aliento...
ResponderEliminarUn abrazo
La lucidez de ciertas personas que son consideradas por la sociedad como "enfermas" (y se me viene a la mente ahora Unica Zürn) da tanto miedo que tendemos a pasar de puntillas y, a ser posible, mirando a otro lado...
EliminarUn abrazo, Idefonso.
Esta novela me gustó a la vez que me hizo entender algunos de los problemas de la autora. Detrás de esa historia y esa narración se esconde una autora depresiva y con un montón de problemas. Un beso.
ResponderEliminarDesde luego, es muy revelador de la manera de pensar/sentir/vivir de Plath. Un grito. Eso es este libro.
EliminarUn abrazo
No he leído a Plath, pero lo haré. La intensidad de tu ¿reseña? (quiero ver algo más en tu texto, que es una comentario de una lectura, pero también es creación poética y lírica) me ha convencido. Hay libros que están para ser leídos y otros, unos pocos, para ser vividos. Con hondura y dejando nuestro poso, como has hecho con este.
ResponderEliminarUn abrazo.
No, no, reseña no... Yo no hago reseñas. Como pone en el lateral, cuento y me cuento a partir de lo que leo. No tengo más pretensión que esa, contar lo que leo, contarme en lo que leo. Precisamente porque tiendo a vivir los libros, más que leerlos. Este es un blog tremendamente egoísta: gira en torno a mí. Para qué engañarnos...
EliminarGracias Gerardo. Un abrazo
Con una reseña así queda poco que decir. Quizá nada.. Vamos que me has dejado sin palabras. Una autora que siempre voy postergando porque me da miedo no estar a la altura. Veremos si me atrevo
ResponderEliminarBesos
Pero qué manía os entra de quedaros sin palabras :P Es un libro muy transparente, Carax, sabiendo que es a Plath a quien lees, sin barreras entre ella y lo que escribe. Fácil de leer, compleja toda ella. Atrévete ;)
EliminarUn abrazo
También lo leí con poco más de veinte años (mi edición es de Edhasa), pero no lo he releído, casi nunca lo hago. Sin embargo tu manera de leerlo, me empuja a hacerlo, quién sabe... Si lo hago te cuento.
ResponderEliminarRecuerdo que me impactó mucho, eso ha quedado en mi recuerdo, es un libro que nunca he olvidado.
Abrazos!!
De Edhasa era la que tuve por primera vez en mis manos, luego la que tuve más a mano fue esta del Círculo de Lectores. Yo releo mucho, de hecho cada vez releo más. Quizás porque como comentaba empecé a leer muy fuerte y ahora, tiempo después, me gusta volver a encontrarme con aquellos autores, autoras, historias, que de alguna forma me conmovieron, me hicieron, me sacudieron... No es este un libro que se olvide fácilmente, la verdad. Cuatro veces (¡cuatro!) leído y cuatra veces impactada...
EliminarSi lo haces y lo cuentas ahí estaré para leerte.
Un abrazo
Hola Ana
ResponderEliminarComo tú la leí hace muchos años, tantos que no recuerdo si la poesía me llevó a este libro, o el libro a la poesia de Sylvia. Y es y será mi poetisa de cabecera, de guardía, de refugio... a pesar de sus tristezas, sus furias, sus rincones ovidados, su mente sangrante; aún así la belleza de su poesía es tan conmovedora , tan profunda,tan brutalmente directa,tan sabiamente introvertida, que no pasa una semana que no lea uno, dos, tres... de sus poesías y se remueve algo aun hoy... que he aprendido mucho desde la primera vez que la leí
un abrazo
Yo sí recuerdo, primero llegó la campana, luego la poesía de Plath. De hecho el único libro de poesías que he comentado en el blog (algo que tengo que solucionar YA) es uno de Plath. Hubo muchos autores, y autoras, que me marcaron mucho porque llegué a ellos (sobre todo a ellas) muy pronto (Nin, Plath, Woolf, Beauvoir, Bukowski, Vian, Steinbeck...), por eso me gusta ahora volver a ellos, me dan como un espacio de seguridad, como si me devolvieran a mí misma. La mente de Plath es tan transparente para mí que a veces me asusta. También es verdad que es muy directa, muy clara, y está claro que eso, no gusta un pimiento. Porque en el fondo hace de espejo y hay imágenes que muchos no quieren ver.
EliminarUn abrazo
Desde que oí hablar de ella siempre me ha fascinado esta mujer.
ResponderEliminarQue supo trasmitir excelentemente la distancia entre lo que se quiere ser y lo que se "tiene" que ser.
Su famosa frase : “So I began to think maybe it was true that when you were married and had children it was like being brainwashed, and afterward you went about as numb as a slave in a totalitarian state” es terribel, real y desoladora.
Yo soy del equipo de Sylvia y me niego a fichar en el de "el Ted".
La reseña como siempre; totalmente tu.
Compartimos fascinación, pues. No es la única que transmite esa distancia, esa brecha (Nin, Woolf, Zürn... sobre todo en mujeres es donde encuentro más esa brecha, que acaban convirtiendo en grito). En este libro también habla de la maternidad, de cómo lo vivía ella, pero no es un tema en el que haya querido entrar (salvo conmigo misma).
EliminarEstamos en el mismo equipo. Que conste que intento matizar con las "aportaciones" de Ted, pero sé en qué bando estoy.
Totalmente yo. Cierto.
Un abrazo
No me atrevo, así te lo digo. No sé si estoy preparada para esta lectura. Me atrae lo que cuentas tanto como me atrajo lo que un día me contaron de este libro a la par que me lo regalaban y ahí sigue desde hace un par de años. Ya te contaré si me veo con el ánimo.
ResponderEliminarBesos.
Manuela, yo tardé 7 años (u 8, ahora no recuerdo) en leer a Winterson. No por no atreverme, sino porque los astros así lo quisieron. Pasos necesarios: que yo tuviera un blog en el que contara lo que leo (y me contara a mí). Nada que estuviera en mis manos.
EliminarAsí que llegarás a este libro cuando los hados y los astros así lo decidan. Más que tu ánimo, ya lo verás.
Un abrazo
Ana, viniendo de ti ya presentía que entrarías por la puerta grande, literariamente hablando, en este nuevo año… Nada menos que en compañía de Sylvia Plath, casi nada.
ResponderEliminarEs impactante cuando estás leyendo un libro y, de repente, te dices :
“un momento… para, ¿Estoy leyendo el libro? ¿O es el libro quien me está leyendo a mí?"
Lo cierras y se te eriza el vello, y lo vuelves a abrir porque ya te sientes dentro de esa historia. Como si el libro latiese con tu corazón.
Ana, dices: “Sylvia Plath escribe como el agua: cristalina, profunda, salvaje, libre, inasible”.
Esa es tu forma de leer, “cristalina, profunda, salvaje, libre, inasible” genuinamente tuya, auténtica. Por eso respiras sus palabras, por eso nos lo cuentas así… Por eso te leo, porque tú no te quedas en la historia de un libro, tú cuentas infinitamente más.
Un fuerte abrazo :)
Paco, Paco... cada vez que comentas por aquí es como un bálsamo.
EliminarDespués de las campanadas no quedaba otra que traer la campana. Mi campana. La de Plath.
Desde hace tiempo, aunque tonteo y me distraigo, sólo busco eso, libros que me lean a mí, que me cuenten a mí. Curioso que muchos de ellos, en realidad, ya los había leído. No me dicen cosas distintas. Es peor aún: me reafirman.
Mi forma de leer y mi forma de ser. Y eso, Paco, es un problema. Quién lo diría, pero así es.
Cuento más, me cuento. Y eso, también es un problema.
Un abrazo, largo.
Hermosa reseña. Me tienta, pero presiento que no es mi momento para este libro. Habrá mejores. Lo buscaré de todos modos. Y me gustó más aún el tema de tus libros subrayados... no podría estar más de acuerdo. Un abrazo grande.
ResponderEliminarUn día una amiga me dijo que alguien a quien quería mucho seguía vivo en ella porque lo tenía en sus libros. Así nació la idea, no de los subrayados, que siempre lo he hecho (aunque no en todos los libros), pero sí de subrayar más, anotar más, "dejarme" más en los libros que leo y que algún día pasarán a forma parte de la biblioteca personal de alguien.
EliminarEs un libro al que hay que llegar, Cintia, algún día. Y cada cual sabrá cuándo es ese día. Un abrazo.
Por cierto Ana, se me olvidó, me gusta la foto. Un libro, la mano que lo sostiene, y el lugar que lo enmarca. Eso también tiene una historia propia.
ResponderEliminarCuídate.
Creo que no hay nada en este blog que no tenga una historia... Por supuesto, la foto (el libro, la mano, el lugar, el marcapáginas...) tiene su propia historia (historias, en plural). Eres un observador atento y único, Paco.
EliminarMe cuido (aunque si me cuidaran tampoco me importaría) ;)
Un abrazo (otro)
Dios bendito, Ana, es una reseña en "carne viva" que diría Raphael. A veces tenía la sensación de que me sacudías por los hombros para que me diera cuenta de lo que realmente sentías con este libro. Como comprenderás, lo acabo de escribir con mayúsculas en el primer puesto de mi lista. Abrazos.
ResponderEliminarSupongo que ando así, en carne viva, y leo así. Y cuento así. Es lo que hay, pero vamos, que sacudir por los hombros no, que lo mío son los abrazos, no sacudir :) Eso sí: siento mucho con este libro, todas y cada una de las veces que lo he leído. Era necesario traerlo aquí, guardarlo en este cuarto propio de mi blog.
EliminarOjalá cuando lo leas lo disfrutes (no sé si disfrutar es la palabra adecuada) tanto como yo. Cómo (de bien) escribe Plath es incuestionable. Lo demás, ya cada cual lo recibe de una forma u otra. Ya nos contarás.
Un abrazo (sin sacudidas)
Y mira que dan miedo las relecturas. Da gusto leerte tan apasionada. No es tan fácil que un libro se disfrute de esa manera infinita...
ResponderEliminar¡Un abrazo!
A mi me da poco miedo releer, porque suelo ir sobre seguro. Hay libros a los que volveré una y otra vez. Libros de lectura infinita. Como sé cuáles son no corro riesgos...
EliminarUn abrazo
En estos momentos el libro no es para mí, más adelante recordaré tu reseña para elegirlo.
ResponderEliminarQuería escribirte para desearte Feliz Año Nuevo!
Gracias, Ariel, te deseo que todo lo que te propongas lo consigas. En este año y en todos los que venga.
EliminarUn abrazo
No he leído nada de ella, aunque sé que en algún momento lo haré. No obstante, es una autora que me impone mucho.
ResponderEliminarAbrazo!
Plath a mí me parece ineludible, pero cada lector somos un mundo (y complejo, además). No sé si hay autores que imponen, yo creo que son nuestras propias circunstancias...
EliminarAbrazo
No he leido a Silvia Plath, cuando surja el momento intentaré recordar tu reseña.
ResponderEliminarQue la intensidad con la que vives y lees dé movimiento a tus emociones, las airee y las haga avanzar. Y deseo que tu luz vuelva a emerger tras este delicado período por el que ahora transitas. De todo corazón.
Abrazo.
Aire necesito, sin duda. Lo busco. No avanzo, pero lo busco constantemente. Necesito esa luz y dejar de transitar. Y empiezo a necesitarlo con urgencia, la verdad. Todo llegará. Todo pasa, de una forma u otra.
EliminarSé que lo deseas de corazón.
Un abrazo
Leo que quieres plantearte seguir o no con el blog... sólo recordarte que en momentos de tribulación, no hacer mudanza. No hay que tomar decisiones en momentos de tránsito, fluye, lo que te apetezca... Pero quén soy yo? Este rincón es tuyo, nosotros sólo participamos, será o no lo que tú quieras.
EliminarAbrazo.
Extraordinaria reseña.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado leer , pero desde que me paso por este blog lo hago de forma distinta, con mas apasionamiento...sera porque las recomendaciones que nos hace son realmente buenas.
Hace unos días que he terminado Stoner.Magnifica novela...de esas que se le quedan a uno ahí por dentro.
Gracias por contagiarnos su entusiasmo y amor por la lectura.
¿Sabes? Es curioso. Estoy en un momento en el que me planteo si seguir con el blog. No me planteo si seguir leyendo porque eso es algo que nunca dejaré de hacer. Pero sí me planteo seguir contando(me) sobre lo que leo. Y no es la primera vez que tengo estas dudas. Y entonces no sé cómo ni de qué forma, siempre aparece alguien, por aquí o por mi correo, normalmente lectores silenciosos del blog y entonces me hacen darme cuenta de esas personas que estáis ahí, silenciosas, pero para quienes el blog, por la razón que sea, les importa o les llega. Y entonces vuelvo a replantearmelo todo.
EliminarQue me digas que desde que pasas por aquí lees de forma distinta, con más apasionamiento... me emociona... Darme cuenta que este estusiasmo apasionado con el que leo y cuento puede influir en alguien me descoloca. Y me vuelven las dudas sobre el destino de este blog.
Gracias, anónimo, seas quien seas. Gracias.
Un abrazo
Oooh! Qué genial reseña!! Lo tengo en casa y no lo he leído. Un crimen, lo sé. Espero que el 2016 sea el año que descubra a Plath.
ResponderEliminarUn beso.
Lo tienes en casa, ya es tuyo. Puede esperar todo lo que haga falta. Cuando llegue el momento de hacerlo sabrás darte cuenta y lo leerás.
EliminarUn abrazo
Es extraño, Ana. Lo tuve en mis manos hace poco, en la nueva edición de Edhasa. Lo hojeé, y fue como si dos grandes colmillos afloraran desde el libro hacia las yemas de mis dedos. Plath muerde. Aún no tengo claro si no estoy para libros que requieren tanto del lector, o si es que temo dejarme llevar -como tú- por la pasión de leer -o vivir, que es igual-, no vaya a ser cosa que, tras ello, no tenga a dónde volver...
ResponderEliminarMi sensación, después de leerte, es que Plath, en tus palabras, invita a pararse al borde del abismo. Y cuando te paras al borde del abismo aparece una cierta 'pulsión de muerte'; de arrojarse a ese vacío inmenso y hacerse uno con él, como un gesto último de liberación, de infinitud. He estado algunas veces por allí.
Lo que aún no puedo discernir es quién de ambas, Plath o tú, es la que escribe más intensamente. Lo apunto, aún con ciertas reservas. Próximo a descender a los infiernos -literarios-, quizás eso me prepare para abordar esta temática. Ojalá pueda regresar para saberlo.
En otro orden, no me va Bukowski. Ostentas el raro privilegio de haber seleccionado un poema suyo, y de que haya sido lo único de su autoría que he de leer.
Un fuerte abrazo.
He escrito algo parecido a lo que sigue, ayer, pero parece que no lo retuvo.
ResponderEliminarEs extraño, Ana. Tuve este libro en mis manos hace muy poco. Lo hojeé. Y sentí que un par de afilados colmillos que salían de su interior se apoyaban sobre las yemas de mis dedos. Plath muerde. No se si aún no estoy preparado para una lectura que requiere tanto del lector, o para dejarme conducir por la pasión de leer –o de vivir, que es lo mismo-.
Además, debido a tus palabras, parece que Plath intenta llevarnos al borde del abismo. Y en el borde del abismo surge una ‘pulsión de muerte’, un llamado a arrojarse a la inmensidad de ese vacío y hacerse uno con él. Lo se porque varias veces he estado allí.
Aún no puedo discernir si es la intensidad de Plath o la de tus líneas las que más me convocan. Lo cierto es que lo apunto, aunque con reservas. Para cuando esté preparado; probablemente después de mi próximo descenso a los infiernos, si es que regreso de él.
Un fuerte abrazo.
Plath muerde... cierto. No ella, exactamente, sino lo que transmite. A mí se me antoja un libro necesario, ya ves la de relecturas que llevo, aunque yo soy muy de releer ciertos libros. De alguna manera aunque me muerdan, a la vez me afianzan, es difícil de explicar pero así es.
EliminarPlath andaba por abismos, cierto. Pero no fue la única, y hay muchos libros que están llenos de abismos, aludes, tsunamis... y no siempre sabes que te los vas a encontrar. Yo estoy preparada para estas lecturas, sé que son libros, eso lo tengo calibradísimo.
Regresarás del infierno, Marcelo, lo harás.
Un abrazo
Me encanta tu reseña, ana. El entusiasmo y la intensidad con la que lees, con la que sientes este libro que aunque todavía no he leído lo tengo apuntado desde hace ya un tiempo. Me reconozco en tus costumbres de subrayar y escribir al margen de los libros y como dices, me parece una forma preciosa de trascender. Cuando ya no estemos...te deseo un 2016 cargado de lecturas como esta, que te "muevan" por dentro, de esas que disfrutas y que nos haces disfrutar con tus reseñas.
ResponderEliminarMil besos reguapetona.
Gracias morena :) La forma de leer yo creo que es genética. Yo subrayo y hasta tengo diálogos paralelos en los márgenes, jajaja. Madre mía, quien herede mis libros va a flipar, jajaja, sobre todo a partir de cierto momento de mi vida :)
EliminarYo no te deseo feliz 2016, que llego tarde para contestar (se me pasó responder algunos comentarios, sorry)
Abrazo
A mí me da cosilla subrayar sobre los libros (los de papel, claro, los electrónicos los tengo llenos de anotaciones), tomo notas aparte o hago fotos. Pero sí me gusta sin embargo encontrarme con libros leídos por otra persona y que estén subrayados. A ver si coincidimos en las frases que nos dicen algo, o intentar dilucidar por qué habrá subrayado algo determinado. Imaginar e inventar por mi parte, claro.
ResponderEliminarSylvia Plath es una de mis autoras pendientes. Precisamente acabo de leer un libro de biografías de poetisas suicidas. A plath solo se la menciona en un apéndice final porque las biografías son de poetisas hispanohablantes. Pero bueno, es un guiño, una señal, y ahora me encuentro con tu reseña. Otra miga de pan que me deja Sylvia Plath. Será que la tengo que leer más temprano que tarde.
Un abrazo.
Yo hace tiempo que no leo ya en electrónico, porque precisamente subrayo y escribo tanto en los márgenes que prefiero el papel, además de que hay libros que los quiero tener así, físicamente, en papel. Para el lector electrónico dejo esos libros de mero pasar el tiempo, entretenimiento puro y duro, que no me importa no "tener".
EliminarTienes que leer a Plath, pero también su poesia.
Un abrazo
Hola Ana, necesito hacerte una pregunta:
ResponderEliminarCrees que si Esther Greenwood hubiera sido aceptada para el curso de escritura, podría haber seguido su vida con normalidad? Desde luego siempre desde su singularidad excepcional. Es algo que me ronda la cabeza y necesito una opinión fiable. Gracias por tu tiempo y sobre todo gracias por volver a nosotros.
Hola Carolina, pues lo tengo claro... no. Creo que no hubiera cambiado gran cosa, Esther no deja de ser el alter ego de Sylvia. Y Sylvia escribió, y vaya cómo escribía, escritura confesional, escritura terapéutica... y como a otras autoras y autores que tuvieron igual final, no les sirvió de ayuda suficiente. Posiblemente durante un tiempo les alivió, les ayudó, sirvió de puerta de salida a sus fantasmas y tormentos. Pero no consiguieron "normalidad", no consiguieron sentirse incluídos.
EliminarLo que no sé, Carolina, es si mis opiniones son muy fiables, jajajaja.
Un abrazo y gracias a ti.
Gracias Ana, este libro me ha dejado muy tocada😔
ResponderEliminarEso hace este libro, Carolina: toca por dentro y remueve...
EliminarUn abrazo.
Este ha sido uno de los libros que más me ha gustado, que más me ha dolido. Lo leí apenas con 15 años y me hizo darme cuenta de lo terrible y cruel que puede ser la vida, que a pesar de que siempre vayas para adelante, los obstáculos no dejarán de aparecer. Sin embargo, tienes que seguir y seguir hasta que el camino termine.
ResponderEliminarMe ha fascinado la reseña, porque deja claro que el libro duele pero aún así enseña.