Traductora: Valeria Bergalli
Páginas: 203
Publicación: 1987 (2000)
Editorial: Minúscula
Sinopsis: Este relato-diario ha sido definido por la crítica italiana como un pequeño clásico contemporáneo. El hilo conductor de la narración es el éxodo de los italianos de Fiume, ciudad que en 1947 pasó a Croacia, dentro de la antigua Yugoslavia. Marisa Madieri vuelve a encontrar en la memoria los episodios trágicos y cómicos que marcaron su infancia, las personas con las que creció —como la inolvidable abuela Quarantotto— y el ambiente del Silos de Trieste, «un paisaje vagamente dantesco, un nocturno y humeante purgatorio», en el que vivió junto con otros refugiados hasta hacerse adulta.
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La profundidad del tiempo es una reciente conquista mía. En el silencio de la casa; cuando durante la mañana me quedo sola, reencuentro la felicidad de pensar, de recorrer el pasado adelante y atrás, de escuchar el fluir del presente
No se me ocurre mejor manera de definir de qué trata este libro que con la cita anterior. Decía Proust que no hay nada ingrato ni desagradable en el pasado, puesto que el tiempo redime los hechos vividos, por muy trágicos que hayan sido, ya que los recuerdos (especialmente los de la infancia) se adornan con un brillo que los embellece. Abordar los recuerdos con esa conquista del presente, de la vida viviéndose en el aquí y ahora, es el fulgor con que Madieri afronta sus recuerdos
Según iba leyendo Verde agua sentía que tenía entre las manos algo bello y poderoso y, al mismo tiempo, delicado y tierno como un pájaro pequeño al que siento palpitar entre mis dedos y que tengo que cuidar, no quebrar, alimentar y dejar volar, agradeciendo el recuerdo imborrable que dejará en mí.
Marisa Madieri, en forma de diario, alterna una mirada hacia atrás, a través de unos recuerdos personales e históricos, con los sentimientos y reflexiones de su presente. Mientras que a través de los recuerdos evoca hechos, acontecimientos, lugares, personas, sin embargo cuando cuenta en su presente aparecen sobre todo sensaciones y reflexiones, yo diría que aprendizajes, la realidad del alma después de un tiempo vivido.
El exilio sufrido por Madieri y su familia no deja de ser una metáfora de los exilios internos del alma, expulsados de nosotros mismos o de los otros, de lo que nos rodea, destierros silenciosos, los vacíos de quienes se van, de quienes nos desalojan de ellos mismos, la expulsión de paraísos inexistentes, las fronteras invisibles y delimitantes. El exilio como una parábola de la vida humana.
En cada palabra dada y recibida, en cada gesto y pensamiento, en cada fragmento incluso breve y casual de nuestra existencia y de los otros, hay algo precario y algo de ineluctable, de caduco y de indestructible.
En un momento dado de su vida, con la enfermedad que acabaría con su vida ya presente, y con la perspectiva que aporta una edad, Madieri evoca su vida desde la reflexión, el sosiego, la claridad. Una forma de corresponder y quedar en paz con una misma y con la vida, atender el pasado, ponerle orden, limpiarlo. Agradecerlo. Para alguien que vivió el exilio, recordar es una forma de encontrar un espacio al que pertenecer. Y ese espacio será el presente, el cual habitará gracias a esa mirada consciente, honesta, tranquila, al pasado.
Con la misma mirada, concordia y precisión con que describe personas, objetos, paisajes, el mar y las islas, Madieri va dando forma a su pasado, como si lo dibujara para hacerlo nítido, adquiriendo una forma reconocible, o al menos una forma con la que reconciliarse sin descuidar ninguna línea, nudo, arabesco, decoración, todos los trazos están ahí, con los colores que aportan la memoria y los años.
Quizás uno de los aciertos de Madieri a la hora de transitar por el paisaje de sus recuerdos es no ocultar nada (el carácter de su abuela materna y el de su propio padre, la violación de su tío a su mujer y sus hijas, la pobreza, el exilio…) pero tampoco juzgarlo. Ni siquiera esconde cómo la naturalidad y espontaneidad de la infancia le hace inconsciente y ajena a la guerra y la miseria que le rodea, la inocencia infantil como protección contra la brutalidad de un mundo cruel. Será el paso a la adolescencia lo que sitúe el dolor y la extrañeza en el centro de la vida misma.
Quisiera un tiempo que no pasa, la hora de la “persuasión”, porque sé que no me espera nada más hermoso que el presente que vivo.
Sucinta, lacónica incluso, pero contundente en su estilo preciso, descriptivo y elegante, Madieri busca en sus raíces para anclarse al presente, cuando el paso del tiempo necesita definir los perfiles de la memoria y de lo actual, el aquí y ahora, constatar su tamaño, entender sus fronteras, construir una cartografía amable en la que encontrarse, como una brújula que esquive un futuro impreciso, ligeramente temido por voluble y transformador.
Fraguando el pasado, dándole consistencia cuando aún está caliente en la memoria, para que pierda su plasticidad y su olvido, Marisa Madieri consigue construir un relato directo, íntimo, alcanzando lo universal desde lo personal. Y, así, Verde agua va adquiriendo una corporeidad delicada y liviana, etérea, con toda la fuerza y belleza vital de quien ha conseguido conquistar su presente.
En pocas páginas Madieri condensa una vida entera, una parte de la historia de Europa, y nos la ofrece con una agudeza descriptiva entrañable. Al igual que Maya Angelou (que convirtió su dramática historia en coraje y supervivencia desde la inocencia, la bondad y la ternura) Marisa Madieri supo reconvertir el sufrimiento y las sombras en bondad, generosidad y agradecimiento y ofrecérnoslo como un regalo tan inesperado como hermoso y afable en forma de esta pequeña joya, que no puede tener mejor broche que el posfacio (inteligente y sensible) escrito por su marido, Claudio Magris, en el año 2000, ya viudo.
Libros que te reconcilian con las personas.
Hoy no me encuentro en armonía conmigo misma y desearía poder alejarme de mí.
En realidad iba a decir que no por el contexto y porque me da que es de los difíciles. Creo que sería uno de esos casos en los que me gustaría más cómo lo cuenta que lo que cuenta. Pero la frase del final me gusta mucho y me ha dado. Ahora lo tengo en duda. Le echaré un vistazo por si acaso.
ResponderEliminarUn abrazo
No es difícil, Norah, y deja muy buen sabor de boca tanto por lo que cuenta como por el cómo lo cuenta. Échale ese vistazo porque te lo llevarás ;)
EliminarUn abrazo
Qué calma transmite tu reseña.
ResponderEliminarEs cierto que se pueden sufrir exilios internamente, sin cambiar de ubicación física, así como que también desde lo personal se puede contar lo universal. Suelo disfrutar mucho, además, de esos paralelismo.
Este libro de Marisa Madieri lo tenía ya en el punto de mira. Ahora, con tu reseña, me reafirmas mis ganas de leerlo.
Besos
Es que calma, y mucha paz, transmite el libro. Tu punto de mira estaba ya muy bien ajustado. Te chiflará este libro :)
EliminarUn abrazo
No me lo puedo creer...lo tengo en casa desde hace un tiempo y me había pasado desapercibido, tras leerte se me ha quedado cara de tonta ¡Si es estupendo! 😣
ResponderEliminarLo leeré.
Besitos 💋💋💋
Pues genial que ya lo tengas en casa. Yo también hago esperar mucho a los libros, pero su lectura llega siempre en el mejor momento.
EliminarUn abrazo
Me descubres este libro con esta reseña tan exquisita, tan sensible... Que es imposible decir que no.
ResponderEliminarBesotes!!!
El libro sí que es exquisito y sensible. Te gustará ;)
EliminarUn abrazo
Un libro para tener siempre cerca, no le sobra ni una palabra, ha destilado la esencia y se nota. Un maravilloso libro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Desde luego, es de esos que se queda en casa a buen recaudo.
EliminarAbrazo
Dispensa, Ana, pero tú lees más rápido tus libros que yo tus reseñas. Me alegra apreciar que has vuelto a tu voracidad lectora.
ResponderEliminarMe gustan estos libros que nos permiten un cierto grado de redención. Tus líneas han sido tan emotivas que no he dudado en hacerme de un ejemplar.
Gracias por descubrírnoslo.
Un gran abrazo.
Sí, la voracidad de leer no suele bajar, quizás sí las ganas de compartir, pero esa es otra historia. Me alegro que te hayas hecho con el libro porque te llevas una joyita a casa.
EliminarAbrazo grande.