Traductor: Damián Alou
Páginas: 224
Publicación: 2005 (2016)
Editorial: Anagrama
Sinopsis: Tras la reciente muerte de su esposa después de una larga enfermedad, el historiador de arte Max Morden se retira a escribir al pueblo costero en el que de niño veraneó junto a sus padres. El pasado se convierte entonces en el único refugio y consuelo para Max, que rememorará el intenso verano en el que conoció a los Grace (los padres Carlo y Connie, sus hijos gemelos Chloe y Myles, y la asistenta Rose), por quienes se sintió inmediatamente fascinado, y en el que se inició a la vida y sus placeres –la amistad y el amor– pero también, al dolor y la muerte. Premio Man Booker 2005.
¿Es posible que tengamos una voz que nunca utilizamos?
Siempre he mirado de reojo a John Banville, su desdoblamiento en Benjamin Black me producía cierta desconfianza. Esa capacidad como escritor para escindir su voz me desconcertaba, era una bipolaridad curiosa la suya, pensaba. Pero las referencias sobre este libro eran inevitables, así que aun en la convicción de que ciertamente tenemos voces que nunca utilizamos, y otras que usamos pero no se escuchan, presté mi atención a la de Banville, concretamente a esta voz.
Se marcharon, los dioses, el día de la extraña marea.
Los inicios de un libro siempre son importantes, y a fe que la primera frase de El mar, con esa extraña marea, me hicieron acomodarme en el sofá. Iba a prestar, decididamente, mucha atención a lo que leía, a lo que Banville contaba. O, siendo más exacta, a cómo lo contaba.
Porque pronto me queda clara una cosa: qué forma de contar. Que prosa. Qué descripciones. Qué imágenes. No me esperaba que Banville fuera tan poético, tan incisivo y profundo. Hay que joderse con las ideas previas.
En la orilla del mar todo son estrechas franjas horizontales, el mundo reducido a unas cuantas líneas largas y rectas que se aprietan entre el cielo y la tierra.
Tenemos a Max Morden, el protagonista absoluto de la novela. Hay otros personajes, que en realidad le sirven para construirse a él, para que podamos atisbar esos pliegues que tal vez nos puedan pasar inadvertidos a la hora de conocer a Max. Pero él es el centro de todo, el personaje que se extiende ante nosotros. Nuestro interlocutor, porque ese papel quiere tener (Pero esperad, no, no es eso. Estoy siendo falso…)
Max Morden piensa para nosotros, incluso por nosotros, consciente de que hay un público, quiere que seamos partícipes de sus reflexiones. Quiere contarnos algo. ¿Quiere hablarnos de su mujer, recientemente fallecida? ¿De lo ocurrido con los Grace en aquel verano de su adolescencia? No. Subterfugios, aunque necesarios. No es de eso de lo que quiere hablar. Algo que resulta evidente cuando vas comprobando que esas historias de su pasado remoto y de su pasado más reciente, son resueltas casi con desaire. Son un instrumento ¿dónde nos quiere llevar Banville entonces?
Buscábamos escapar de un presente intolerable en el único tiempo verbal posible, el pasado, es decir, el pasado remoto.
Ciertamente no es la trama el gran atractivo de este libro, algo que Banville no se molesta en ocultar, el interés está en la comprensión de los nudos de los que estamos hechos las personas, en la reflexión sobre temas que a todos nos afectan: la memoria, los recuerdos, el amor, la convivencia, las aspiraciones, las motivaciones, las pérdidas, el envejecimiento… De eso es de lo que quiere hablar Banville, esa es la auténtica trama.
De los recuerdos es de lo nos quiere hablar. De la liviana y maleable textura de los recuerdos. Con un lirismo impresionante. La memoria como un viaje en el que se avanza y se retrocede, en una suerte de marejada rítmica, siempre igual y siempre diferente. También de la pérdida, pero no solo de la pérdida de las personas a las que hemos querido. Sino de las pérdidas, las micropérdidas (aparentemente pequeñas, estruendosamente grandes) que sufrimos en nuestro interior, las aspiraciones en nuestra vida que se pierden por el camino, aquello que nos va haciendo vivir la vida que vivimos y alejándonos de la que queríamos vivir…
Experimenté una sensación casi de pánico cuando lo real, esa realidad tan burdamente pagada de sí misma, se fue apoderando de las cosas que yo creía recordar y les fue dando su propia forma. […] El pasado, me refiero al pasado real, importa menos de lo que pretendemos.
El pasado real y el pasado recordado. Qué impacto, cuando aquello que recordamos, cómo lo recordamos, se confronta con el recuerdo real, no ese que hemos ido ajustando en nuestro imaginario, dándole una forma necesaria para que no nos sintamos desleales con nosotros mismos. El recuerdo hecho a medida de nuestra zona de confort.
Morden se toma su tiempo, se recrea en los recuerdos, en las luces, los reflejos, los olores. Con la languidez de un atardecer derramándose sobre el espejo del mar, Max Morden avanza por su memoria, la real y la construida, con estupor, desvelándose sin prisas, sin pausas, con cierto egocentrismo incluso.
Se supone que la vida, la auténtica vida, es una lucha, una acción y una afirmación inagotable, la voluntad embistiendo con su cabeza roma contra la pared del mundo, cosas por el estilo, pero cuando vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que la mayor parte de mis energías se dedicaron siempre a la simple búsqueda de cobijo, de comodidad, de, sí, lo admito, un rincón acogedor.
Y qué es la vida, sino aceptar la imperfección, la imperfección de los recuerdos, pero también de lo vivido, de quienes somos, de la vida misma. Aceptar nuestra propia impostura, querer ser otra persona que no somos.
Pues sí, he disfrutado intensamente de esta lectura y de la potente lírica de Banville, pese a que en ocasiones raya el exceso, ya que se alambica en las descripciones y está a punto de engolarse, de complicarse en la búsqueda de la exquisitez en el lenguaje, en algunos elaborados y casi barrocos párrafos. Pero solo a punto. Por los pelos, pero mantiene el equilibrio narrativo necesario, y eso me reconfortó durante toda la lectura.
Y de hecho no había pasado nada, una memorable nada, tan solo otro de esos grandes encogimientos de hombros con que el mundo manifiesta su indiferencia.
(Y así fue: al final nada. Una memorable nada…)
Hola, Ana.
ResponderEliminarPues mira, esta mañana al regresar solo en el coche después de dejar a mis hijas en el cole, escuchaba en la radio… Mediterráneo de Serrat (canción que jamás me cansará), con en ese inicio que… uff:
“Quizás porque mi niñez
Sigue jugando en tu playa
Y escondido tras las cañas
Duerme mi primer amor
Llevo tu luz y tu olor
Por dondequiera que vaya
Y amontonado en tu arena
Guardo amor, juegos y penas…”
El mar, nunca mejor dicho, nos da un baño de humildad. Frente a su inmensidad, todo en nosotros es pequeño, casi insignificante. Y nos permite entender eso que dices casi al final… que la vida es aceptar nuestra imperfección.
Lo leeré algún día, si es posible frente al mar.
Un fuerte abrazo ;)
Nos da perspectiva, el mar, de nuestro mínimo tamaño... Es buen libro, pero los hay mejores para leer en el mar ;)
EliminarUn abrazo grande.
Creo que me gustaría el estilo pero el libro en sí se me haría demasiado denso. No tengo cabeza ahora para lecturas con tanto fonDo, que encima estoy intentando entenderme con Cartarescu y el solenoide.
ResponderEliminarUn abrazo
No es un libro denso, pero tampoco superficial. Pero vamos, si estás con el gran Cartarescu esto es pan molido ;)
EliminarUn abrazo.
Hola ANa
ResponderEliminarDurante y al acabar de la novela me quedaron dos sensaciones: la idea de la belleza inquietante, y la terquedad del destino. Hay otra que me quedó difusa, acaso era la época que la leí, acaso no es nada, pero me quedo flotando la frase: no vuelvas, no vuelvas, donde fuiste, en algún momento, feliz -siempre aparecen fantamas-.
Cuídate
gracias
La verdad es que, creas en el destino o no, somos poco dueños de nuestras propias vidas. Y ya ves, Chavela Vargas cantaba aquello de que uno vuelve siempre a los lugares en los que algún día fue feliz. Pero quizás no debiéramos volver, no.
EliminarAgrazo grande.
Por una vez, no compartimos opinión. leí "El mar" hace ya varios años. Me venía muy recomendada por una amiga a la que le entusiamó. Creo que eso que comentas en tu último párrafo es lo que a mí más me pesó de la novela y es que creo que no solo "está a punto", sino que pasa el punto y " raya el exceso" y "se alambica en las descripciones" y se engola y le queda algo que yo llamo "mucho ruido y pocas nueces".
ResponderEliminarRecientemente he leído su última novela "La señora Osmond" en la que hace una continuación de "Retrato de una dama" y creo que le pasa lo mismo, aunque hay que reconocer que su mimetismo con la literatura de Henry James es asombroso... pero se queda en la forma sin acercarse ni de lejos al contenido profundo que suele utilizar James.
Como Benjamin Black no es que me entusiasme, pero no está mal.
No obstante, he pensado varias veces en releer "El mar" por si acaso fue algo que me sucedió por causas pasajeras.
Un beso.
Es cierto que está ese balanceo en el que a veces se engola demasiado. En mi caso hubo momentos en los que creí que también pasaba el punto, pero algunas cosas me hacían volver a equilibrar la lectura y al final, por los pelos, pero ha sido sí. También que me sorprendió y eso jugó a su favor.
EliminarUn abrazo
!Hola cielo! pues la verdad es que es una de mis lecturas, sí ya no favoritas, sí una lectura qué me ha marcado, fue un libro que había en casa, que lo leí por casualidad y que yo no sé si fue por el momento, por las circunstancias, pero que me llegó mucho y tengo muy buen recuerdo de él, creo que debería releerlo 😊
ResponderEliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Ha sido una buena lectura, no de las que me marque, pero sí de las que me ha sorprendido agradablemente. Releer es volver a espacios seguros ;)
EliminarUn abrazo
Una reseña exquisita. El mar como elemento reparador, útero materno, refugio de nuestras miserias. La memoria, los recuerdos, rincón y espejo donde mirarnos. La infancia donde volver a reconocernos. La eterna busquéda.El despertar de la nada.
ResponderEliminarEl mar simboliza muchas cosas, las que comentas y otras más duras: la soledad, lo efímero de la vida, también la crueldad, la supervivencia, vida y muerte... Pero, al menos en mi caso, el mar siempre cura.
EliminarUn abrazo.
Discrepo, pero alguna vez tenía que ser. Si, muy correcto pero no conecta conmigo,me resbala lo que dice. Creo que lo veo muy obvio o algo así. Como Banville, he leído está y El libro de las pruebas, como Black El otro nombre de Laura.Todas ellas hace ya bastante y creo que no volveré a probar suerte.
ResponderEliminarEn mi opinión, tu reseña está muy por encima del libro. Sinceramente.
Que conste que lo entiendo, porque ya comento que en ocasiones Banville estaba más cerca de lo excesivo que de la musicalidad de lo lírico. Pero creo que como no me esperaba una prosa así, equilibró un poco la balanza y me permití disfrutrarlo más siendo menos exigente. En principio, y por lo que he visto, este es su mejor libro, así que no creo que me tiente leer más, aunque no descarto, aunque no como Benjamín.
EliminarUn abrazo.
Pues sí, hay que joderse con las ideas previas, porque no es la idea que yo tenía de este autor, ni como Banville ni como Black. Y ahora me dejas con ganas de probar.
ResponderEliminarBesotes!!!
Ya ves, reconozco que me sorprendió, para nada esperaba un Banville tan lírico y ya ves. También es verdad que a veces está muy a punto de pasarse de rosca.
EliminarUn abrazo
LOs párrafos que has escogido dicen mucho del contenido de este libro. Y todavía no he leído nada de este autor ni con este ni con el otro nombre.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo también me estrenaba, más porque había visto muy buenos comentarios de este libro en concreto. Es fácil que me quede ya en este libro, que hay mucho por leer y descubrir.
EliminarUn abrazo
Me interesa ese dialogo entre el pasado real y el recordado. El recuerdo tiene mucho de ficción, de proyección de cosas del presente en la interpretación del pasado. Cuando nos reunimos en família, un hermano mío relata sucesos del pasado familiar que no reconozco ni interpreto como él. Cada uno recuerda como puede. Tambien pienso que remitirse al pasado, o indagar mucho en él, solo sirve para expiar algun sentimiento que tuvimos y que ya no se puede borrar. Es la inexorabilidad de la vida, siempre va hacia adelante.
ResponderEliminarMe lo llevo apuntado.
Abrazos.
Sí, ya sabes, los recuerdos son maleables, pero porque la realidad también lo es, totalmente subjetiva y prácticamente inexistente porque podemos estar viviendo las dos la misma situación, en el mismo espacio-tiempo y vivir esa realidad de forma distinta. Así que imagina con los recuerdos.
EliminarUn abrazo.
Ese a punto tuyo y por los pelos a mí se me pasó de punto y de pelos, aunque no con este libro. De John Banville he leído solo un libro, 'El libro de las pruebas', y se me hizo bastante cuesta arriba su lectura. Tampoco tengo muy claro si fue Banville, si fui yo, si fue el libro en cuestión o si fue el momento (solo me falta echarle la culpa al cha cha cha), pero no me he vuelto a animar a repetir con el autor para descubrirlo. El caso es que me gusta lo que cuentas de este libro pero, con ese precedente, tengo mis dudas. Así que dejaré que sea el tiempo (o la oportunidad) quien decida.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo no esperaba a un Banville así, y el caso es que en lugar de echarme para atrás, me sorprendió para bien, aunque consciente de que hay veces que se le iba el lirismo de las manos y que lo que es la trama está como de adorno, no está bien engarzado todo. Y luego es que el mar siempre me suma :)
EliminarUn abrazo.
Lo leí hace varios años y algo dije sobre él. Me ha gustado más el estilo narrativo que la historia en sí misma, pero no dejé de señalar que había leído un gran libro. Es el Banville poético el que aflora.
ResponderEliminarEs toda una definición el que Morden haya vendido sus bienes para instalarse en aquella casa en la que recuerda haber sido feliz. Cómo nos aferramos a los recuerdos, más a medida que perdemos lo que nos ha resultado significativo, Ana. La muerte de su mujer es el elemento disparador de esa nostalgia de lo que ya no está. De lo que no se puede volver atrás.
Intuyo que a los lectores de más edad el libro nos ha de pegar de una manera diferente que a los más jóvenes; tal vez porque estamos más cerca de aquello que Banville nos narra. Pero aún hoy lo recomendaría sin dudar.
Un gran abrazo.
Es que la historia es una excusa, aquí se trata del protagonista y sus recuerdos y la memoria. Quizás ese querer contar una historia que luego es solo una excusa es uno de los peros más grandes que le puedo poner, además de ese a veces excederse en el lirismo.
EliminarUn abrazo
Pues me ha pasado como a ti, he mirado a Banville de reojo, he leído alguna de sus novelas pero no he encontrado aún la que me produzca el entusiasmo que describes respecto a esta que explicas tan bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
No he leído nada suyo y este pinta muy bien =)
ResponderEliminarBesotes