domingo, 7 de julio de 2019

Diario filosófico (Hannah Arendt)


El amor es una historia de la que puede salir una historia o un destino” (Hannah Arendt)
Leáis cuando leáis esto, yo estaré leyendo estos dos libros. No es normal que comente libros que aún no he terminado de leer. Me explico y os cuento.
Llevo más de un año leyendo el “Diario filosófico” de Arendt. ¿Por qué tanto tiempo? Porque cada vez que cojo este libro… vuelvo a empezarlo, a repasar lo leído, a tomar notas (mentales), a escudriñar, pensar, reflexionar… Y, así, avanzo retrocediendo para progresar, desando lo andado para retomar la huella, como un placer intelectual y emocional en bucle, intenso y potente.
Leyendo el “Diario filosófico”, construyo mi propio diario. No es el diario de Arendt un diario personal, íntimo. Es, como su nombre indica, un diario filosófico, un contenedor de retazos con una exposición fragmentada y no sistemática de su pensamiento sobre aquello que llevó al desastre del siglo XX, pero también una manera de enfrentarse a ese desastre y un repaso por la historia de la filosofía.
Leí con unos seis años de edad una biblia para niños, con dibujos, que me subyugó. Luego la lectura de la biblia fue más dirigida y manipulada externamente, lo que me alejó de ella y me convirtió en la descreída que soy. Pero nunca olvidé la primera lectura, la intensidad literaria que en ese momento no podía describir, cierta idea de la justicia, de liberación personal que en ese momento no era (todavía) capaz de encajar como una necesidad. Pero no olvidé. Hace mucho que quería releer la biblia, una lectura personal, libre de influencias religiosas, cristianas. No sé si decir una lectura atea, pero sí una lectura literaria y personal. Una lectura libre. Y hace poco encontré una edición con un tamaño de letra bastante amable y no lo dudé. En ello estoy.
Y al final, como era inevitable, he maridado estas dos mastodónticas lecturas, que combino con otras y que, dado el tamaño y número de páginas y dada mi forma de leer hacia delante y hacia atrás y obnubilándome en pasajes concretos, es más que probable que me acompañen hasta el fin de mis días.
Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos de los apóstoles, 20:35)

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