lunes, 29 de julio de 2019

Ex Libris (Anne Fadiman)


En los siguientes treinta años me di cuenta de que igual que hay más de una manera de amar a una persona, también hay más de una manera de amar un libro
No recuerdo un momento de mi vida sin un libro cerca. Cuando aún no sabía leer los libros ya estaban ahí como algo vivo, para nada un objeto decorativo, sino como un misterio tentador, una caja de Pandora inalcanzable, el superjuego de magia Borrás que contenía todos los trucos y todo el espectáculo de un fastuoso taumaturgo. Observaba a mi padre leer y sentía que entraba en un universo al que yo no podía acceder (todavía), un universo en el que estaban todas las respuestas y todas las preguntas, todos los mundos, las estrellas y los colores, que allí estaban el océano y el cielo y una tierra desconocida, y que las palabras y las letras eran como hormigas construyendo un futuro al que un día tendría que llegar.
Y llegaron: los libros, la posibilidad de leerlos. Tantos años de relación y no ha habido ni un desencuentro, todo ha sido ese aprendizaje que se me ofrecía desde el inicio, con la conciencia de ser una perpetua aprendiz subyugada por los libros. La relación con ellos va más allá de leerlos. Hay rituales, manías, emociones, complicidades, intercambio, significados, vínculos... Leer es siempre asombroso, un constante descubrir y descubrirse, un vértigo fiel y adictivo.
Es cierto, como dice Anne Fadiman, que hay muchas maneras de amar a un libro. Sobre ese amor, sobre toda la liturgia personal en torno a libros y lecturas, y de una forma muy refrescante y divertida, es de lo que habla este libro en el que no puedes evitar sentirte reconocida en muchas de sus páginas. Porque hay algo cierto: cuando conoces a alguien que (también) lee, hay un hilo rojo extra de unión con esa persona. Un plus. Conocer qué lee y cómo lee pasa a formar parte del descubrir al otro.
Nota: magnífica y cuidadosa traducción de Isabel Ferrer Marrades.

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