miércoles, 29 de mayo de 2019

El archipiélago del perro (Philippe Claudel)


Codiciáis oro y sembráis ceniza. Ensuciáis la belleza, destruís la inocencia […] Vuestras emociones son efímeras, como mariposas calcinadas por la luz del día cuando apenas ha salido del capullo […] La soledad os devora. El egoísmo os engorda […] ¿Cómo juzgarán vuestra época los siglos futuros
El arranque del libro es tremendo, Claudel nos echa una bronca que consigue que el libro te dé calambre. Sabes que te la mereces, pero también es cierto que luego consigue el efecto contrario del pretendido: te distancia ligeramente de la culpa. Quiero intentar explicarlo.

Claudel es un escritor exquisito que maneja los ardides de las tramas como pocos. Admiro el espacio en el que se mueve, con una escritura ágil, envolvente, capaz de llegar a muchos lectores con su lenguaje cercano. Su prosa cinematográfica, directa, kinestésica, el toque de intriga con el que envuelve sus narraciones, consigue que devores el libro en un pis pás, con esa forma de thriller social y psicológico que este autor maneja con precisión.

La técnica de Claudel es la que llamo “huevo Kinder”: Su apariencia externa te promete una sorpresa en su interior. La sorpresa está dentro de un sabroso y reconocible huevo de chocolate que engulles con fruición, es una sorpresa que intuyes pero no sabes exactamente cuál será. Claudel normalmente guarda una sorpresa dentro de otra sorpresa que consigue enriquecer notablemente la historia que nos transmite. Pero en este libro va a saco y se le olvida sacar un conejo de la chistera. Así que la sorpresa del huevo Kinder resulta previsible. Y la previsibilidad distancia del compromiso que quiere arrancarnos.
Claudel escribe una fábula sobre el drama de la inmigración que pretende no dejarnos indiferentes, señalando algunas de las razones de nuestra indiferencia: “no es mi culpa”, “tengo mis problemas”, “no puedo cambiar nada”. Razones varias que nos alejan de la responsabilidad y aligera el peso de nuestra conciencia. La realidad está ahí y si querías esquivarla Claudel te la pone delante sin tapujos y, en mi opinión, de una forma demasiado explícita y no quiero pensar que oportunista. Pero hay que leerlo, esto es así y allá cada cual con su conciencia.

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