Título original: Instrumental
Traductor: Ismael Attrache
Páginas: 280
Publicación: 2014 (2015)
Editorial: Blakie Books
ISBN: 9788416290437
Sinopsis: La música fue su salvación. James Rhodes fue víctima de abusos durante su infancia y su vida ha estado marcada por esa tragedia. Escuchar a Rajmáninov en bucle durante su adolescencia y descubrir el Adagio de Bach en un ala psiquiátrica le ayudó a combatir sus demonios y a transformar su vida. James Rhodes es uno de los más eminentes concertistas de piano de la actualidad y un gran renovador de la música clásica. Ha protagonizado documentales para la BBC y Channel 4, escribe en The Guardian y ofrece recitales en todo el mundo. «Instrumental» son sus memorias, que vieron la luz en Reino Unido después de que el Tribunal Supremo levantara el veto que pesaba sobre la obra. Todo un tributo apasionado al poder terapéutico de la música y que aborda cuestiones fascinantes sobre cómo funciona la música clásica y sobre cómo y por qué puede cambiar nuestras vidas.
Yo estaba en un bar. Cutre, pero extrañamente acogedor. Creo que era la luz, que irradiaba una atmósfera sepia en insultante afinidad con mi ánimo. Sentada en la barra, estuve a punto de pedir un whisky para componer la postal perfecta. Pero no. No soy de whisky. Me pedí una copa de Baileys. A decir verdad pedí la botella.
Tenía que tomar decisiones, buscar destinos. Cada vez que decidía algo todo se torcía y me despellejaba entera al ser consciente de que todas las decisiones que no podía tomar me llevaban inevitablemente a la única que no quería considerar como posibilidad ni como opción ni mucho menos como decisión.
Y entonces apareció Rhodes. Seguramente olió el dolor y fue inevitable que se sentara a mi lado. Una colisión de auras distorsionó breve e intensamente la tenue iluminación. No nos dijimos nada. Él sí se pidió un whisky y no pude evitar sonreír. Brindamos en silencio. Nos miramos. Rompió mis libretas, mis itinerarios, mis listas, mis historias y mis proyectos. Y empezamos a hablar.
Durante horas, muchas horas, tal vez días, quién lo recuerda ya, hablamos, reímos, lloramos, follamos, gemimos. Nos emborrachamos hasta el punto de quitarnos las babas y los vómitos el uno al otro. No había retorno. Nos abrazamos, nos insultamos, seguimos bebiendo, me da un puñetazo, rompo una botella en su cabeza, volvemos a follar. Nos escuchamos. Hablamos y nos escuchamos sin pudor, sin temor, sin decoro.
Nos echan del bar. Vamos a otro. Hay un piano. Rhodes hace el amor con él. Yo aúllo. A mí me vuelve a follar. Juro que quiero morir. Se lo digo. Él quiere morir conmigo. Pero seguimos bebiendo. Rompe un vaso con sus manos y me enseña a hacerme cortes con un cristal. Aprendo rápido y con los cortes formo la palabra vete, justo al lado del tatuaje que dice Las historias son mapas. Sus cortes forman la palabra ven en su brazo izquierdo, que acerca al mío, donde otro tatuaje grita Cuéntame una historia.
Nos vamos a la habitación más indecente y miserable que encontramos. De camino nos compramos varias botellas de vino. Trapicheamos en una esquina. Desnudos, no nos queda otra que escribir sobre nuestros cuerpos. Lo hacemos con tinta roja. Descarriados ya, absolutamente disipada la frágil cordura que nos quedaba, inhalamos la heroína porque no somos capaces de encontrarnos una vena. Creo que ya no nos queda sangre en el cuerpo, sólo daño y soledad. La euforia no tarda en llegar, nos explota dentro, y con ella, inexplicablemente, viene un sosiego que nos hace hablar sin parar, vomitamos palabras, nos las escupimos, nos las arrojamos. Y lo hacemos con calma, a cámara lenta, en una paz extraña y cercana.
Cada vez que James habla me araña el alma, pero no puedo parar de escucharle. Cada palabra es un zarpazo, cada frase una cuchillada, cada historia un desgarro, cada recuerdo una herida, cada confesión un puñetazo. Me destroza.
Tengo escalofríos y veo que Rhodes tiembla. Intento sujetarle pero sólo consigo que retemblemos ambos todavía más. Él intenta detenerme, recoger los fragmentos. Pon música, pon música. Y nos serenamos. Con sus dedos oprime una a una cada cicatriz de mi cuerpo, con mis dedos dibujo una estela con las suyas. La partitura de nuestra piel suena a lágrimas y abrazos, nos despedazamos sin mesura. Estamos huyendo y lo sabemos.
No puedo más, Rhodes, no puedo más. Para.
Se detiene. Sólo quiero música, le digo. No más dolor. Basta.
Tirados en el suelo, rodeados de todo aquello que no queréis que os describa, desnudos por fuera y por dentro, nos abrazamos y finalmente quedamos dormidos, agotados hasta el desmayo.
Le observo con toda la energía que me queda. Es poca, pero mi corazón todavía baila. James respira ruidosamente, con esa difícil sonoridad característica de la droga y el alcohol. O tal vez sea la respiración del dolor, la culpa y la vergüenza. Me quedo allí de pie, sin más. No siento miedo, no siento nada, no se despertará. Durante unos instantes tengo una idea peregrina, siento que no me costaría nada acercarme, coger la almohada y apretarla contra su rostro. No opondría resistencia. Tal vez no quisiera oponerla.
Pero… también podría… sí, también podría darle un beso en su cabeza, llena de culpas que no le corresponden, de miedos que le han impuesto, de una vergüenza que no es suya, sino nuestra. Podría meterme de nuevo en la cama con él, abrazarle, ignorar el olor a alcohol, sudor, vómitos, droga… Podría recorrer el camino de su piel, el perfil de su cuerpo, el aroma de su alma… Tampoco eso le despertaría, pero espantaría sus pesadillas y tendría bonitos sueños.
Sigo de pie, observándole, calibrando las distintas posibilidades: almohada o abrazo. Decido música. Se la pongo, y en ella dejo toda la fe que yo ya no tengo y toda la energía que ya no me queda. Decido marcharme, primero andando y luego corriendo, alcanzo la calle y contemplo el cielo, las estrellas me devuelven una luz que no acabo de creerme. No confío en ese cielo estrellado, tan lejano e incierto. Sollozo y grito a la vez, en una inútil plegaria.
Ya no tengo música en la cabeza. La oigo en la distancia. Es James Rhodes.
Toca otra vez, James. Toca otra vez, para mí. Por ti.
Traductor: Ismael Attrache
Páginas: 280
Publicación: 2014 (2015)
Editorial: Blakie Books
ISBN: 9788416290437
Sinopsis: La música fue su salvación. James Rhodes fue víctima de abusos durante su infancia y su vida ha estado marcada por esa tragedia. Escuchar a Rajmáninov en bucle durante su adolescencia y descubrir el Adagio de Bach en un ala psiquiátrica le ayudó a combatir sus demonios y a transformar su vida. James Rhodes es uno de los más eminentes concertistas de piano de la actualidad y un gran renovador de la música clásica. Ha protagonizado documentales para la BBC y Channel 4, escribe en The Guardian y ofrece recitales en todo el mundo. «Instrumental» son sus memorias, que vieron la luz en Reino Unido después de que el Tribunal Supremo levantara el veto que pesaba sobre la obra. Todo un tributo apasionado al poder terapéutico de la música y que aborda cuestiones fascinantes sobre cómo funciona la música clásica y sobre cómo y por qué puede cambiar nuestras vidas.
Ponerte en pie y salir al mundo. Sabiendo que va a doler. Que el día se te va a hacer muy largo.En realidad no he leído este libro. Porque este libro no se lee, se sufre. No lo leí, lo sufrí así:
Yo estaba en un bar. Cutre, pero extrañamente acogedor. Creo que era la luz, que irradiaba una atmósfera sepia en insultante afinidad con mi ánimo. Sentada en la barra, estuve a punto de pedir un whisky para componer la postal perfecta. Pero no. No soy de whisky. Me pedí una copa de Baileys. A decir verdad pedí la botella.
Tenía que tomar decisiones, buscar destinos. Cada vez que decidía algo todo se torcía y me despellejaba entera al ser consciente de que todas las decisiones que no podía tomar me llevaban inevitablemente a la única que no quería considerar como posibilidad ni como opción ni mucho menos como decisión.
Había algo en mi interior que me daba zarpazos, que luchaba por salir por todos los medios, y yo ya no podía contenerlo.Saqué una de las libretas que llevaba y fui tachando una a una cada ruta, cada faro, cada mar. Pedí otra botella de Baileys. Intenté trazar un itinerario que esquivara lo inevitable. Sin querer me salía una lista de las personas a las que fallé y otra de aquellas que me fallaron. ¿Qué mierda de itinerario era ese? Tenía más pinta de despeñadero que de trayecto a seguir. Comencé de nuevo. No más abismos.
Y entonces apareció Rhodes. Seguramente olió el dolor y fue inevitable que se sentara a mi lado. Una colisión de auras distorsionó breve e intensamente la tenue iluminación. No nos dijimos nada. Él sí se pidió un whisky y no pude evitar sonreír. Brindamos en silencio. Nos miramos. Rompió mis libretas, mis itinerarios, mis listas, mis historias y mis proyectos. Y empezamos a hablar.
Durante horas, muchas horas, tal vez días, quién lo recuerda ya, hablamos, reímos, lloramos, follamos, gemimos. Nos emborrachamos hasta el punto de quitarnos las babas y los vómitos el uno al otro. No había retorno. Nos abrazamos, nos insultamos, seguimos bebiendo, me da un puñetazo, rompo una botella en su cabeza, volvemos a follar. Nos escuchamos. Hablamos y nos escuchamos sin pudor, sin temor, sin decoro.
Nos echan del bar. Vamos a otro. Hay un piano. Rhodes hace el amor con él. Yo aúllo. A mí me vuelve a follar. Juro que quiero morir. Se lo digo. Él quiere morir conmigo. Pero seguimos bebiendo. Rompe un vaso con sus manos y me enseña a hacerme cortes con un cristal. Aprendo rápido y con los cortes formo la palabra vete, justo al lado del tatuaje que dice Las historias son mapas. Sus cortes forman la palabra ven en su brazo izquierdo, que acerca al mío, donde otro tatuaje grita Cuéntame una historia.
Nos vamos a la habitación más indecente y miserable que encontramos. De camino nos compramos varias botellas de vino. Trapicheamos en una esquina. Desnudos, no nos queda otra que escribir sobre nuestros cuerpos. Lo hacemos con tinta roja. Descarriados ya, absolutamente disipada la frágil cordura que nos quedaba, inhalamos la heroína porque no somos capaces de encontrarnos una vena. Creo que ya no nos queda sangre en el cuerpo, sólo daño y soledad. La euforia no tarda en llegar, nos explota dentro, y con ella, inexplicablemente, viene un sosiego que nos hace hablar sin parar, vomitamos palabras, nos las escupimos, nos las arrojamos. Y lo hacemos con calma, a cámara lenta, en una paz extraña y cercana.
Cada vez que James habla me araña el alma, pero no puedo parar de escucharle. Cada palabra es un zarpazo, cada frase una cuchillada, cada historia un desgarro, cada recuerdo una herida, cada confesión un puñetazo. Me destroza.
Tengo escalofríos y veo que Rhodes tiembla. Intento sujetarle pero sólo consigo que retemblemos ambos todavía más. Él intenta detenerme, recoger los fragmentos. Pon música, pon música. Y nos serenamos. Con sus dedos oprime una a una cada cicatriz de mi cuerpo, con mis dedos dibujo una estela con las suyas. La partitura de nuestra piel suena a lágrimas y abrazos, nos despedazamos sin mesura. Estamos huyendo y lo sabemos.
No puedo más, Rhodes, no puedo más. Para.
Se detiene. Sólo quiero música, le digo. No más dolor. Basta.
Tirados en el suelo, rodeados de todo aquello que no queréis que os describa, desnudos por fuera y por dentro, nos abrazamos y finalmente quedamos dormidos, agotados hasta el desmayo.
En cualquier período de veinticuatro horas no hay momento peor que las cuatro de la mañana. La verdad es que la hora que va entre las 3:30 y las 4:30 es una putísima mierda.Cuando despierto son las 3.45 y mi cabeza está llena de música. Me concentro en ella intentando aislarme de mi propia respiración. No la quiero oír. No me quiero oir. Por un momento pienso que el hilo musical que suena en mi cabeza va a despertarle, pero sé que ni una manada de elefantes bailando encima de su estómago conseguirían despertarle. Es mejor así, pienso.
Le observo con toda la energía que me queda. Es poca, pero mi corazón todavía baila. James respira ruidosamente, con esa difícil sonoridad característica de la droga y el alcohol. O tal vez sea la respiración del dolor, la culpa y la vergüenza. Me quedo allí de pie, sin más. No siento miedo, no siento nada, no se despertará. Durante unos instantes tengo una idea peregrina, siento que no me costaría nada acercarme, coger la almohada y apretarla contra su rostro. No opondría resistencia. Tal vez no quisiera oponerla.
Pero… también podría… sí, también podría darle un beso en su cabeza, llena de culpas que no le corresponden, de miedos que le han impuesto, de una vergüenza que no es suya, sino nuestra. Podría meterme de nuevo en la cama con él, abrazarle, ignorar el olor a alcohol, sudor, vómitos, droga… Podría recorrer el camino de su piel, el perfil de su cuerpo, el aroma de su alma… Tampoco eso le despertaría, pero espantaría sus pesadillas y tendría bonitos sueños.
Sigo de pie, observándole, calibrando las distintas posibilidades: almohada o abrazo. Decido música. Se la pongo, y en ella dejo toda la fe que yo ya no tengo y toda la energía que ya no me queda. Decido marcharme, primero andando y luego corriendo, alcanzo la calle y contemplo el cielo, las estrellas me devuelven una luz que no acabo de creerme. No confío en ese cielo estrellado, tan lejano e incierto. Sollozo y grito a la vez, en una inútil plegaria.
Ya no tengo música en la cabeza. La oigo en la distancia. Es James Rhodes.
Toca otra vez, James. Toca otra vez, para mí. Por ti.
La música me ha salvado la vida de una forma muy literal... Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia, y una energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una cáscara vacía de destrucción y agotamiento.(©AnaBlasfuemia)
Impresionante. Gracias , todo lo que diga está de más.
ResponderEliminarLo que tú digas nunca estará de más, Miguel Ángel. Por lo menos hasta donde yo sé.
EliminarUn abrazo
No sé si me gustaría leer este libro, pero leerte a ti me ha dejado... ni palabras tengo.
ResponderEliminarBesos.
Parezco una ladrona de palabras :) El libro es muy duro, no es agradable de leer. No puedo decir lo que no es.
EliminarUn abrazo
Me gusta lo que cuentas, es del tipo de lectura que suelo buscar, diferentes =)
ResponderEliminarBesotes
Diferente es, desde luego. Pero también brutal. Avisada quedas.
EliminarUn abrazo
Me atrae mucho el libro y me lo apunto en la lista de próximas lecturas aunque espero que no me haga sufrir tanto como a ti porque lo que has escrito me ha puesto los pelos de punta.
ResponderEliminarUn beso.
Te hará sufrir, Kirke. No sé si tanto o más que a mí, eso es lo de menos. Pero es un libro que se sufre y eso es así.
EliminarUn abrazo
Joder Ana, no sé cómo lo haces que siempre me cautivas. No sé si me iré de copas con ese libro pero vaya, que no sea por no querer sufrir con gusto. 1beso!
ResponderEliminarEres facilona, Tizire :) Es un libro que tiene mal trago. Y no se sufre con gusto, se sufre a lo bestia.
EliminarUn abrazo
¡Qué reseña, Ana! Me ha encantado.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Teresa :)
EliminarUn abrazo
La vida de Rhodes es la muestra que hasta desde la peor infancia, desde lo mas desolador se puede llegar a bocaditos de felicidad.
ResponderEliminarA este hombre le salvo la música... y la suerte de tener ese enorme talento. Pero sobre todo la actitud. Quería darse la oportunidad de ser feliz a pesar de la mochila que arrastra y tiene puertas abiertas a un futuro que hará verdad la frase que tanto repito: Lo mejor está por llegar.
Le deseo a Rhodes que obtenga de la vida mucho más que bocaditos de felicidad. Le ha salvado la vida la música, cierto, lo que espero es que no sea algo temporal.
EliminarY ojalá que lo mejor le/nos esté por llegar.
Un abrazo
Guau! Tengo pendiente el libro y por lo que veo tengo que ir preparada... Promete mucha intensidad y me apetece para empezar el año. Felicidades por la reseña!
ResponderEliminarNo es un libro con el que ponerse así como por descuido. Hay que ir preparada, la verdad. Intenso y violento y duro y... No es un libro que recomiendo alegremente, aunque se debiera de leer por tomar conciencia de ciertas cosas, traerlas más acá y no dejarlas en el limbo de aquello que apenas parece rozarnos aunque sepamos que son cosas que pasan.
EliminarGracias Mer
Un abrazo
Hola Ana
ResponderEliminarA veces sucede que una frase te obsesiona como me pasa a mí desde hace décadas con la estrofa de Silvio que dice: "Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida". Y es bueno saber que aunque como en este caso se cumple con agría certeza la primera parte, a RHodes, al menos, lo más hermoso no le costó la vida y es parte entera de su circunstancia... sobrevivió a la vida...por la musica y por él.
un abrazo
Esa frase es también de las "mías" de Silvio, de esas que siempre están danzando a mi alrededor... A Rhodes estuvo a punto de costarle la vida. Ni siquiera estoy segura de que su vida no siga en peligro, si te soy sincera. Por eso le deseo que la música no le suelte nunca. Y la vida que se merece.
EliminarUn abrazo
Hasta que tú lo presentaste, Ana, no sabía nada de autor ni de libro. Enhorabuena que lo hayas reseñado, de esa manera tan vivencial que tienes. Lo apunto, aunque por aquí los libros importados han escalado mucho los costes. No importa, tus líneas vale que lo lea.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Por aquí es un libro que está teniendo mucho tirón. Aunque no es para cualquier lector, y en este caso no se trata de ser un tipo determinado de lector, sino de estar preparado para leerlo. Es una lectura tremendamente dura.
EliminarUn abrazo grande también
Mira que tengo ganas con este libro; suelo renegar de los libros que se promocionan mucho pero "Instrumental" se ha promocionado sólo, con las lecturas. Y tu crítica es la más interesante que he leído, aunque todas coinciden en que es necesario sufrir con Rhodes. Mañana lo compro. Mi reseña no será tan maravillosa, pero espero estar de acuerdo, palabra por palabra, con lo que dices.
ResponderEliminarBesooooos.
Cierto, es de esos libros que funcionan más por el boca a boca que por promociones espectaculares de la editorial. Aunque suele ser así con libros de editoriales pequeñas o más independientes.
EliminarEs que es un libro que sufres, no creo que haya nadie que pueda decir que es un libro de entretenimiento o de lectura superficial. Te golpea y esto es así. Y quizás la ausencia de literatura, el lenguaje tan directo, tan de contártelo en un bar, de tú a tú, lo hace más duro todavía.
Tu reseña será tuya y por eso ya será maravillosa ;) (te vigilaré, ya puedes prodigarte más)
Un abrazo
El libro no creo que lo vaya a leer, pero tu entrada me ha encantado, de verdad.
ResponderEliminarUn beso!
Gracias Atalanta. No es un libro fácil.
EliminarUn abrazo
Te iba a decir que me has dejado sin palabras pero luego me sacas la lengua...
ResponderEliminarLo quiero, voy a leerlo, pero necesito estar tranquila por dentro, he leído algunas cosas sobre el y ahora no es el momento, me destrozaría y ahora necesito sentirme fuerte
besos
:) Si acabo de decirlo, que parezco una ladrona de palabras. Justo lo contrario de lo que quiero, no quiero quitarlas, quiero darlas.
EliminarHace falta más que estar tranquila por dentro, Carax, es un libro feroz. Y puede destrozar. Es hasta peligroso en algunos momentos.
A por la fortaleza, Carax.
Un abrazo
No sé si te repito el comentario, pero no importa. El libro debe ser tremendo, tu texto magnífico. Enhorabuena
ResponderEliminarEl libro ES tremendo. Duro, doloroso... Indiferente no deja, eso te lo aseguro. Pero no se puede leer en cualquier momento y conviene saber qué es lo que tienes entre manos.
EliminarGracias.
Un abrazo
Brutal. Leí la entrevista y me removió, esto me ha dejado del revés. Gracias
ResponderEliminarPues si la entrevista te removió ya puedes intuir cómo te sentirás leyéndolo. No es un libro fácil, no. Hay que leerlo con cierta protección previa. Yo no tenía mucha referencia y ... ufff
EliminarUn abrazo
Muchas ganas de leer este libro, Srta. Blasfuemia. Besos.-
ResponderEliminar*Kiko Amat entrevista a James Rhodes. Impresionante:
www.jotdown.es/2016/01/james-rhodes
Gracias, caballero Krust. Te sigo vigilando, así que estaré atenta por si lo comentas.
EliminarUn abrazo
Todo lo que he visto sobre este libro ha sido positivo, tu reseña espeluznántemente buena.
ResponderEliminarGracias Ana, antes de estar con James conviviste con Charles Bukowski? Se nota su poso.
Besos.
Positivo en cuanto a que es un libro necesario de leer. En sí mismo el libro no sé si decir que es positivo, aunque también es verdad que el mensaje final parece ser más positivo. Pero será mi momento, que yo no lo tengo tan claro.
EliminarSí, jajajja, conviví con Bukowski ;) Pero es otro poso el que se me nota...
Un abrazo
Hay reseñas que hacen al libro merecedor de una oportunidad al menos.
ResponderEliminarGracias por escribir tan bonito.
Besos.
Gracias Mara. El libro hay que leerlo, pero con todas las advertencias que estoy haciendo. Porque es un libro brutal y se sufre.
EliminarUn abrazo
El libro me da que no es para mí, y sin embargo tu reseña... Una delicia, como siempre inspiradora y magnética.
ResponderEliminarUn beso ;)
No sé si es para ti. Es de esos libros un poco inclasificables, necesarios pero a la vez no para todo el mundo o no para todos los momentos.
EliminarGracias Ray.
Un abrazo
Brutal, impresionante.
ResponderEliminarEl libro de Rhodes posiblemente también. Lo de escuchar una pieza de música clásica en bucle, buscando un imposible consuelo... sí yo también lo he hecho.
Besos
El libro de Rhodes es brutal e impresionante. Por cierto, cada capítulo comienza con una pieza musical (hay una playlist en el Spotify) y Rhodes siempre cuenta algo en torno a esa pieza (siempre música clásica) y su autor. Esa parte es genial. Y escuchar cada capítulo con la canción correspondiente es todo un acierto.
EliminarUn abrazo
Hola, Ana. Así es, la música es terapeútica. Y lo mejor, sea cual sea la dolencia del alma, hace maravillas. Actúa como bálsamo.
ResponderEliminarMe ha encantado la frase: Solo quiero música, no más dolor. Resume muy bien el pesar de nuestro protagonista. Me ha gustado que fuera una historia verídica y qué él triunfara en el mundo de la música y que saliera en la BBC siempre la he tenido en gran estima. A veces, las cosas salen bien. Cierto, muy pocas. Y cuando ocurre como en este testimonio, digo yo que habrá que celebrarlo :)
Un beso
La música, como los libros, sí que curan. O al menos ayudan. En cierta manera son como un abrazo, acompañan, sujetan, sostienen.
EliminarQue sea verídico lo hace todo más... tremendo. Aunque si lo contara como ficción igualmente sabríamos que habla de algo real. Y claro, eso inquieta. Porque vivimos tan ajenos a tantas cosas...
A veces las cosas salen bien. Eso dicen.
Un abrazo
No se que decirte, Ana. Me has dejado sin palabras. Brutal, intensa...
ResponderEliminarBesos.
PUes nada, otra más sin palabras :) El libro es brutal, intenso. Y te deja sin palabras. O necesitas escupirlas. Una de dos.
EliminarUn abrazo
Igual que los demás, impresionado ante tus palabras. Ha sido como atravesar un huracán de emociones, imágenes, sensaciones...
ResponderEliminarUn abrazo Ana.
Es que esa es la palabra. El libro no sólo lo sufres, lo atraviesas. Y te atraviesa. No es una lectura fácil ni cómoda. Tiene momentos que no sabría definir... peligrosos incluso.
EliminarUn abrazo
Ay, ay, ay. Nada más llegar y me encuentro con esto. Me perdonarás lo escueto del comentario pero es que me has dejado sin palabras. Y como a veces las palabras sobran me voy pero a la vez me quedo escuchando la música que nos has dejado.
ResponderEliminarP-R-E-C-I-O-S-O S-A-L-V-A-J-E- D-O-L-O-R-O-S-O
bueno, bueno... calma, paxarín... El libro es atroz. Supongo que terminarás por leerlo. Y verás que es difícil, muy difícil, contar sobre este libro. Supongo que por eso me salió así, como lo sentí, más que como lo leí.
EliminarUn abrazo
No hay nada que pueda añadir y que los demás no hayan dicho ya. Sin palabras nos habéis dejado tú y Rhodes. Ha sido un placer leerte y ya he apuntado Instrumental, esperando que sea igual de genial.
ResponderEliminarUn abrazo!
No te digo nada, sólo la que ya he ido comentando. Que ojito al leerlo porque hay que ir preparada. Es necesaria una distancia que yo no llevaba y que tuve que ir cogiendo a marchas forzadas. Y me costó.
EliminarUn abrazo
¡que entrada Ana! me lo llevo apuntado en mi libreta.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por presentarme a Rhodes!
un beso,
Ale.
Gracias, Ale. Busca el momento adecuado para leerlo. En este libro es muy necesario hacerlo en cierto momento y no en otro.
EliminarUn abrazo
Bufff, una lectura muy intensa ¿no? Y me gusta la idea de que la música puede salvarte la vida. En días grises de bajón, no sé qué haríamos sin determinadas artes.
ResponderEliminarSaludos :)
Muuyyy intensa. Y muuuuuy dura. Es algo más que una idea. La música puede salvar. En realidad lo que puede salvar a una persona puede ser cualquier cosa. Lo importante es que encuentre ese clavo ardiendo.
EliminarUn abrazo
Brutal! Después de leerte, tan solo tienes ganas de una cosa: hincarle el diente. Gracias ;).
ResponderEliminarTengo la sensación que acabo de tropezar con una piedra preciosa. ....
Pues cuidado, porque este es de los libros que es él el que te hinca el diente a ti y no al revés ;)
EliminarUps, gracias. Nos leemos.
Un abrazo
Tú sí que sabes cómo crear expectación. En otro momento, menos difícil para mí, saldría corriendo a por él. Abrazos.
ResponderEliminarYa quisiera yo crear expectación. Saber hacerlo y crearla en quienes yo quisiera ;)
EliminarEs un libro en el que hay que tener muy en cuenta el momento para leerlo. Sin duda.
Un abrazo
Hola, Ana! Me he releído tu reseña tras terminar el libro, que me "ardía" en las manos en muchos momentos. Pocas veces, por no decir nunca, me he encontrado con una verdad tan desnuda y tan dura como ésta. Duele, a veces duele mucho. A mí me hizo revivir momentos duros por los que yo he pasado y me vi cayendo con él en agujeros mucho más hondos... Me encantó, me gustó muchísimo, pese a la crudeza. Tu relato, genial: sí, leerlo es como pasar la noche a su lado. Un saludo!
ResponderEliminarLo cierto es que mi reseña sólo se entiende si se ha leído el libro :) Y no sé si incluso así se llega a entender, jajajaj. El libro es tremendamente impactante... y doloroso. Hubo momentos en esa lectura que se me caía el libro de las manos y resoplaba que no veas. Tiene el riesgo de arrastrar a precipicios que no son nada bonitos, no se puede leer en cualquier momento ni de cualquier forma.
EliminarUn abrazo y gracias por venir a comentar la lectura.
Estoy leyendo instrumental. Son brutales las sensaciones que siento. No sé si es ese poder de convincción que él mismo describe o mi propio desequilibrio me hace sentir tan cerca suyo. Al leerte pensé que te ocurre lo mismo.
ResponderEliminarInstrumental ES un libro brutal... No me tengo por una persona desequilibrada, lo cual no quiere decir que tenga equilibrio, he sentido de cerca muchas cosas en este libro, pero también lejanas otras. En cualquier caso, he visto su sufrimiento, y también el mío.
EliminarUn abrazo.
Ayer le llegó su hora, y pensé si lo habrías leído, y fui directa a visitarte ¡¡sorpresa!! Vaya micro relato que te has marcado, sin palabras me dejas... Estupendo!! Ya me extrañaba a mí que se te escapase algo así. Me pongo en cero coma a leerlo. Mil gracias Ana.
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