sábado, 14 de julio de 2012

Castillos de cartón (Almudena Grandes)


Páginas: 202
Publicación: 2004
Editorial: Tusquets
Categoría: Narrativa
ISBN: 9788483102596
Sinopsis: María José Sánchez trabaja de tasadora de arte en una casa madrileña de subastas. Un día recibe la llamada de un antiguo compañero y amante, Jaime González, anunciándole que su común amigo, Marcos Molina Schulz, se ha suicidado. La noticia no sólo devuelve a la narradora a su época de estudiante de Bellas Artes, cuando todavía soñaba con ser pintora, sino que le hace revivir la torrencial historia de amor que vivieron los tres cuando ella apenas tenía veinte años. Con la amarga emoción de lo que se siente irrecuperable, María José reconstruye los detalles de aquella pasión triangular, imposible y excesiva, la alegría desbordante con que exploraron el sexo, la intimidad sin tapujos recién estrenada, la entrega cómplice y excluyente a la pintura. Fueron destellos de una felicidad intensa, verdadera, que sólo acabaron ensombreciendo los celos de los amantes y la injusta negociación con el talento de los tres aprendices de artista.

Vaya por delante que no soy una lectora imparcial de Almudena Grandes. Ni quiero.

He leído “Castillos de cartón” como hago siempre: independientemente de otras novelas de Almudena. No las comparo. Hacía tiempo que no leía nada suyo, ni siquiera me he leído aún ninguno de sus dos libros de los “Episodios de una guerra interminable”, porque Almudena Grandes me agota, no me permite saltarme ni una coma, no la puedo leer del tirón, tengo que tomar aire para seguir leyendo. Y al leer “Castillos de cartón” he comprendido porqué.

“Castillos de cartón” se desarrolla en Madrid en los años 80 (concretamente 1984-1985), la época de la movida. Pero la referencia a la movida es sólo eso: una referencia, porque no nos habla de la movida, pero sí nos sitúa en el pensamiento de esos años: años de liberación, pero con el lastre de la moralidad de los años anteriores:

“Estábamos en 1984, teníamos veinte años, el mundo todavía caminaba hacia delante, Madrid era el mundo y yo estaba en el medio, dispuesta a tragármelo sin tomare la molestia de masticar antes de cada bocado. Diez años antes, aquella escena no habría podido suceder. Diez años después, habría sido igual de imposible. Pero estábamos en 1984 y teníamos veinte años, Madrid tenía veinte años, España tenía veinte años y todo estaba en su sitio, un pasado oscuro, un presente luminoso, y la flecha que señalaba en la dirección correcta hacia lo que entonces creíamos que sería el futuro. Aquél fue nuestro riesgo, y nuestro privilegio”

Así nos sitúa Almudena, nos da el contexto espacio-temporal para contarnos la historia de un triángulo amoroso. Aunque en realidad, hablar de “pasión triangular” es faltar a la verdad: no se trata de una relación triangular, los dos chicos (Marcos y Jaime) no mantienen relación entre sí, la relación es entre José (no confundirse: es una chica) y los dos chicos, y los dos chicos con José. En ningún momento es un triángulo, quizá sea otra figura geométrica, pero no un triángulo, los tres protagonistas no están unidos entre sí por la misma pasión sexual y amorosa.

No es el triángulo la clave de esta novela, sino el número: el tres. El libro está dividido en cuatro partes:

1)     El arte (donde el tres es un número impar)
2)     El sexo (donde el tres es un número aparte, un número diferente y especial)
3)     El amor (donde el tres es un número par y se produce el desequilibrio, la balanza y el fluir de las emociones ya no son iguales ni bidireccionales)
4)     La muerte (el tres ya no es ni siquiera un número)

Toda la historia está centrada en los tres protagonistas y su relación, por lo que, pese a ser (atípicamente) una novela corta, la intensidad hace que parezca más larga de lo que realmente es.

Una de las cosas que más me gusta de Almudena Grandes es su capacidad para transmitir lo especial que es la normalidad. La sensibilidad y lo especial que hay en cada uno de los seres más normales (y por tanto identificables, nos reconocemos en ellos) es algo que transmite de una forma tan fácil que me fascina. Por eso sus personajes tienen nombres tan comunes (no necesitan destacar con nombres llamativos): María José Sánchez, Jaime González, Marcos Molina..

En esa recreación de lo cotidiano, Almudena no hace trampas, y serán precisamente los aspectos más cotidianos y mundanos lo que lleve a los protagonistas al desenlace. Porque en el día a día, lo cotidiano nos aleja de lo sublime, de lo emocional, de lo intuitivo; los códigos morales no escritos, las ataduras de la educación familiar suponen muchas veces un lastre, las obligaciones que nos impone la sociedad y que asumimos como propias nos hace cuestionar cada paso que damos por alejarnos de lo material. Y ahí, insisto, Almudena no hace trampas y esos elementos tienen su papel en la historia.

En esta novela aparecen muchas de las constantes de su autora: los contrastes y  contradicciones personales, la memoria (como algo que perdemos, más que como algo que recuperamos), las dudas, las inseguridades, la culpa (¡ese lastre que nos ponemos!). El lenguaje de Almudena siempre es muy descriptivo, apenas deja resquicio para que el lector improvise. Tiene una capacidad tremenda, inmensa y poderosa para describir sensaciones, emociones, lo invisible, el espacio íntimo de los personajes, su mundo interior. Todo ello en un contexto tan cotidiano que, insisto, siempre te reconoces en alguna parcela del mundo que nos crea Almudena Grandes.

Tengo que hacer alguna crítica al libro y la voy a hacer precisamente respecto a la caracterización de los personajes: aunque la novela está centrada en ellos, son protagonistas absolutos, y pese a que sí, los entiendes, los comprendes, los identificas y te identificas en algún momento con ellos…; pese a eso, creo que Almudena podría haber profundizado más en la caracterización de los personajes.

Marcos, quizá el más atractivo (como personaje) de los tres queda a veces algo desdibujado y borroso. Y es una lástima porque es, probablemente, el que ofrece más matices: tímido, introvertido, observador, inseguro. Jaime responde más a un patrón más conocido y reconocible: joven no muy agraciado físicamente pero que lo compensa con inteligencia, capacidad de liderazgo y simpatía. José es a la que mejor conocemos (probablemente tenga un ligero perfil autobiográfico, al fin y al cabo Almudena Grandes empezó a escribir porque no sabía dibujar), no le gusta pensar, no quiere complicarse la vida cuestionándose cosas. Sabe, porque es inteligente, pero prefiere vivir el momento sin más.

Hay un momento de la historia en la que todo se precipita, el cambio que se produce en los tres sucede de una forma tan rápida que me he quedado con la sensación de que realmente Almudena necesitaba más páginas y no sé si por falta de tiempo, necesidad o compromiso de publicar en una fecha concreta, o lo que sea, pero Almudena nos “roba” una parte de la historia. O más bien, nos la ofrece con cierta precipitación.

Aunque la novela empieza narrando las ambiciones artísticas de los tres jóvenes (es la parte en donde la calidad literaria de Almudena es más evidente), luego se centra en la relación entre los tres. Personalmente pienso que es un pequeño error, porque si bien la peculiar relación que mantienen es muy atractiva y está muy bien construida por la mano de Almudena Grandes, sin embargo nos desdibuja a los personajes porque se quedan incompletos al parecer que únicamente viven durante meses y meses esa relación, como si de repente sus proyectos artísticos apenas existieran. Y sin embargo, las ambiciones personales de cada uno en ese aspecto serán importantes para el transcurrir de la relación entre los tres.

Decía al principio que Almudena Grandes me agotaba y que nunca había comprendido porqué. Pero ahora me he dado cuenta que no es únicamente por la intensidad de lo que me transmite. Ya sé (ahora lo sé) que es algo que muchos críticos le reprochan, pero yo no me había dado cuenta hasta ahora (tengo mi propio ritmo). Y es que abusa mucho, muchísimo, de los adjetivos, y tiene ese ritmo siempre (curioso): de tres en tres (parece que es el número de Almudena, habrá que investigarlo). Unos pocos ejemplos (pero hay muchísimos más, incluso varios en la misma página):

“.. el desafío de pintar el lado bueno de las cosas injustas, desgraciadas o tristes.”
“Un gris casi blanco, amable, plateado, resplandecía en su enorme frente”
“Le pinté dormido y despierto, alegre y llorando, quieto y en movimiento, entero y por piezas.
“Tal vez no fuera brillante, pero era profundo, violento, conmovedor
“..no podría reprochárselo jamás porque le quería, porque le entendía, porque le envidiaba.”

Pero es capaz de hacerlo dos veces en una misma frase: “Cada uno de nuestros movimientos, de nuestras palabras, de nuestros gestos, parecía sincronizado, calculado, integrado en una secuencia perfecta que no había llegado a tener un principio y jamás podría alcanzar un final”

“.. porque él lo absorbía todo, lo masticaba todo, se lo bebía todo, y nos dejaba limpios, secos, exhaustos..”

Y más de dos veces tres: “Qué bien, pensé, qué bien, mientras nos besábamos, y nos acariciábamos, y nos desnudábamos de la manera torpe, ineficaz y confusa que resultaba del colocón que ambos compartíamos, tardamos mucho tiempo en progresar, flotábamos, teníamos la cabeza llena de humo y nos hacíamos un lío con las mangas, con los botones, con las cremalleras, pero todo daba igual, qué bien, pensaba yo, pero qué bien, me gustaba tanto besar a Marcos, acariciarle, desnudarle, sentir sus labios, sus manos, sus dedos, todo su cuerpo contra el mío, qué bien..”

Podría seguir poniendo ejemplos, he subrayado muchos y me he dejado muchos más sin subrayar. El caso es que este lenguaje tan sumamente descriptivo, repetitivo, si bien nos habla mucho de la riqueza del lenguaje de Almudena también me provoca agotamiento porque además no me deja un hueco para que mi imaginación aporte. Almudena no insinúa, le pone palabras a todo. Y a veces, al menos yo, necesito formar parte de la historia que leo intuyendo, leyendo entre líneas. Almudena no me deja, tiene palabras y no sólo una, tiene varias y las utiliza todas.

¿Es un libro que recomiendo? Pues sí. Yo siempre recomiendo a Almudena Grandes. Tal vez no sea el mejor libro de esta escritora, pero “mejor o peor” son términos relativos y subjetivos. Almudena Grandes siempre ofrece algo en sus  novelas, nunca “te vas” de vacío. Así que ¡¡claro que lo recomiendo!!.

Hace tiempo vi una película llamada “Un hombre enamorado”, de Diane Kurys y anoté esta conversación que se me quedó grabada:

Ella: “Si amas a dos personas a la vez, traicionas a las dos”.
Él: “Si piensas que sólo puedes amar a una persona, te traicionas a ti mismo”.

8 comentarios:

  1. Confieso que Almudena Grandes es una de mis escritoras preferidas, menos “Mercado de Barceló he leído todos sus libros. Leí “Cartillos de cartón” en su momento y me gustó mucho, tu reseña es muy acertada, aunque a mi no me resulta pesada, disfruto mucho con su prosa. La novela supuso un giro en la narrativa de Almudena Grandes hay una indagación en la personalidad masculina, que deja de ser el punto de referencia para la identidad femenina, dejando atrás los estereotipos de las novelas nateriores. Tengo varios libros firmados por ella, es una mujer imponente en lo físico pero muy llana tambien. Es tambien una apasionada de la literatura, su compromiso es total con la literatura y sus lectores.

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    1. Almudena Grandes me gusta mucho, pero no puedo decir que esta lectura haya sido "pesada" ni mucho menos, pero es verdad que como comento, es una autora que me agota. La tengo por una mujer como describes, imponente :D pero transparente también. Y muy comprometida, no sólo con la literatura, sino con las injusticias también. Y es una autora muy querida, no me cabe duda, porque aunque seas la primera persona en comentar en esta entrada, resulta que es el post más visto de todo el blog. Constantemente hay búsquedas de Almudena Grandes, y también de este libro, y por aquí aparecen ;)

      Saludos!

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    2. Sólo comentar que se hizo una peli de esta novela, como de otras de Almudena: http://www.filmaffinity.com/es/film726002.html. Guión de Enrique Urbizu, pero no consiguió plasmar la complejidad de la novela.

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    3. Vi la película después de haber leído el libro. Me eche una siesta muy rica :D

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  2. Buceando en Google sobre el libro "Castillos de cartón" me he encontrado con esta magnífica reseña, y coincido con todo. Yo soy una lectura total y loca de Almudena Grandes, de la que me queda ya poco por leer de su obra, y eso que la voy leyendo a saltitos para no acabarla. Precisamente, ahora estoy terminando "Los aires difíciles", y me parece de lo mejor que he leído de ella, aunque el listón está alto. Almudena Grandes es muy grande, es de las mejores escritoras contemporáneas, y lo que más me gusta de ella es precisamente esa capacidad de hacer LITERATURA con los asuntos más simples y mundanos. Sus protagonistas sin ser héroes lo parecen, y sus palabras evocan tantas cosas que cada libro suyo es un soplo de aire fresco. Sin duda, me he emocionado al leer esta reseña, y creo que pronto leeré "Castillos de cartón". Saludos

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    1. Es una de las búsquedas que más se hacen en este blog, no sé la razón. Lo bueno que tiene Almudena Grandes es que es muy generosa con sus libros, que no son precisamente cortos y duran bastantes días, además de tener que leerla despacito. Hace fácil lo difícil, es cierto, quizás porque saber mirar alrededor y VER. Habla de cosas cercanas y les pone el acento (y el adjetivo...).

      Un abrazo

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  3. Acabo de terminar el libro y he querido ver lo que le había parecido a alguien mas, a mi me ha gustado aunque me haya parecido triste en todo momento, porque aunque ellos tienen una época preciosa, alegre y dulce, sabes que sin duda alguna termina, pronto además, ya que el libro no da para más dado lo corto que es, aunque para nada liviano, ya que todos los sentimientos y sensaciones te las trasmite, te hace una transfusión de emociones que ya quisieran muchos libros extensos. Es verdad que la novela se hace corta, también es verdad que el final me ha dejado...no sé, un poco desilusionada porque aún no me atrevo a dilucidar lo que creo que deja claro y no quiero ver.

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