viernes, 31 de enero de 2014

Sapphira y la joven esclava (Willa Cather)



Título original: Sapphira and the slave girl
Traductor: Alicia Frieyro
Páginas: 272
Publicación: 1940 (2014)
Editorial: Impedimenta
ISBN: 9788415578918
Sinopsis: Black Creek Valley, Virginia, 1856. Sapphira Colbert es una de las pocas propietarias que mantienen esclavos en sus tierras. Una práctica que su marido, Henry, considera cada vez más difícil de defender. Sapphira, matriarca implacable, confinada a una silla de ruedas, maneja con mano de hierro la propiedad con ayuda de su fiel criada negra, Till, y de la hija de esta, la joven y bella Nancy. Henry es dueño de un molino, pero no solo trabaja en él, sino que duerme allí cada vez que puede ya que su matrimonio constituye una mera formalidad. La vida de Sapphira es monótona. Tiene mucho tiempo para pensar, y cuando descubre que su marido desea que solo sea Nancy quien ordene su habitación en el molino, empezará a sospechar de ellos y su ira hará que se desate un enorme poder de resentimiento contra la niña esclava.

Hace poco comentaba aquí un libro que no me dejó indiferente, Mi enemigo mortal de Willa Cather. De qué forma me sorprendió, me agradó y me conmocionó esa lectura lo podéis ver en la entrada correspondiente. El caso es que pocos días después vi que la editorial Impedimenta iba a sacar Sapphira y la joven esclava. ¿Impedimenta y Willa Cather juntos? me puse hasta de los nervios, pero gracias a la amabilidad de la editorial Impedimenta mis nervios se serenaron cuando me facilitaron un ejemplar. Nunca podré agradecérselo lo suficiente.

Hay libros cuya lectura provocan tal adicción que prácticamente los lees del tirón de esa forma en la que es imposible encontrar un momento para despegar el libro de los dedos. No quieres salir de la historia en la que la lectura te introduce. Es como beber una cerveza fresquita justo cuando el calor te tiene al borde de la deshidratación. La bebes de un largo trago, apenas sin respirar. Y cuando terminas, suspiras, agradecida.

Hay otros libros, sin embargo, que lees despacito, los saboreas, los paladeas, los degustas a poquitos. Quieres que la lectura te dure y no termine, porque además cuando dejas el libro porque la vida tiene sus quehaceres, en cierta forma sigues dentro del mismo, de la atmósfera creada, de los personajes... Todo sigue dentro de ti. Es como beber un buen vino al final del día, en ese momento intimo en que como una especie de ceremonia, te reconcilias contigo misma y te das el homenaje de un tiempo para ti, con un vaso de buen vino que bebes a sorbitos, mientras miras al techo, a la chimenea o al infinito. Has estado todo el día esperando ese momento.

Sapphira y la joven esclava pertenece a este segundo tipo de lectura. La forma de escribir de Willa Cather es tan preciosa y precisa, tan poderosa, tan sugestiva, tan poéticamente descriptiva que apenas hay párrafos que puedas permitirte distracción fuera de la lectura. Sólo tienes ojos, mirada, para las palabras escritas de Willa, mientras, en tu cabeza, consigues visualizar todo como si estuvieras ahí. ¿He dicho “como si”?. Miento… ¡¡estás ahí!!. Estás en Back Creek, junto con Sapphira, Henry, Nancy, Till, Rachel, Jezabel, Martin, Lizzie, Bluebell, Fairhead

Los párrafos más descriptivos, que en otros textos pueden hacerse más imprescindibles o resultar menos relevantes, aquí son pura ingeniería, todo forma parte del puzzle que Willa Cather nos ofrece, piezas que van encajando una en otra hasta formar el retrato final: un lugar, una época, unas vidas…

Willa Cather sabía captar el interior de las personas, la naturaleza profunda a veces pura y a veces contaminada que nos caracteriza. Y sabe cómo mostrarnos las piezas que componen una sinfonía final, esa que compone el día a día. Tiene un gran sentido del ritmo narrativo, no hay violencia en sus palabras, no hay nada que nos resulte abrupto, aunque finalmente nos pueda llegar el dolor, la sensibilidad, la fuerza de las emociones, de los celos, de la soledad, de la nobleza, de la bondad… El drama de los gestos insignificantes, la interpretación de la realidad que termina por ser una malinterpretación y el consecuente gesto desproporcionado, arrogante, fuera de lugar…

Willa Cather no cae en la sensiblería, en el dramatismo, en la exageración. No desvirtúa lo que cuenta de forma innecesaria para ser más asequible o para manipularnos como lectores. No lo necesita porque sabe contar las cosas, sabe qué contar y cómo hacerlo, porque sabe ver más allá, desde fuera, desde lo que cree y lo que conoce bien, lo que se ve y lo que no. Y lo que no se ve es lo que suele mover muchos comportamientos. Cather tiene esa mirada especial de quien ve más allá de lo evidente, no se deja engañar y por eso no nos engaña. Para mí como lectora es un privilegio que quien me está narrando una historia lo haga haciéndome ver más allá de la superficie. Sutil, pero firme y sin tapujos, me hace ver. Y me emociona (otra vez), como emocionan los grandes autores, desde la admiración por una forma de contar y narrar.

Siendo el último libro que escribió Willa Cather antes de morir, y dedicándole además mucho tiempo para hacerlo, estoy segura que detrás de las metáforas y sutilezas que podamos encontrar en esta historia, hay un juego de espejos con trasfondo autobiográfico.
Ninguno de los personajes que nos presenta Willa es prescindible, todos son importantes, todos son necesarios, a todos los recordaremos, hasta los que aparecen brevemente tienen su papel y también hacen mella en la memoria del lector.
Sólo hay un punto controvertido en este libro y es el cómo aborda Willa Cather el tema de la esclavitud, si bien hay que decir que esta no es su historia, no es la historia de la esclavitud lo que nos quiere contar Willa, los personajes de color que aparecen en la obra son títeres en manos blancas.

No debiera hablaros más de este libro, solo invitaros a que os dejéis llevar de la mano y los ojos de Willa Cather y disfrutéis de la lectura.


Todos lo haríamos mejor de disponer de nuestras vidas para vivirlas de nuevo
(©AnaBlasfuemia)

miércoles, 29 de enero de 2014

Reto Escritoras Únicas: Sylvia Plath



Cuando nos planteamos el Reto de Escritoras Únicas, tanto Marilú, como Meg como yo misma, teníamos claro que no sólo buscábamos conocer la obra de estas escritoras, sino también conocer más de sus vidas, fascinantes en la mayoría de los casos y que ayudan a entender también su legado literario. Es por ello que cada mes os dejaremos una pincelada de la biografía de una de las autoras de nuestras listas. He escogido a Sylvia Plath por varias razones, una de ellas que próximamente (el 11 de febrero, es el aniversario de su fallecimiento).
 


Sylvia Plath (Boston, EEUU, 1932-1963), es conocida en España principalmente por su novela “La campana de cristal” (que escribió bajo el seudónimo de Victoria Lucas,  con claros tintes autobiográficos). También escribió algunos relatos y ensayos. Pero Sylvia Plath era, sobre todo, poeta.

Escribió su primer poema con ocho años, en el mismo año que fallece su padre (1940), quedando a cargo de su madre, una mujer autoritaria que impuso a sus hijos el perfeccionismo como objetivo vital. Su primer intento de suicidio lo tuvo a los 19 años (algo que narra en “La campana de cristal”), tomándose hasta 50 tranquilizantes, lo que le llevo a ingresar en una institución psiquiátrica, donde pareció recuperarse hasta el punto de conseguir graduarse en la Universidad Smith College. Claro que hay que mencionar que por aquella época este tipo de instituciones psiquiátricas usaban el electroschok como método de cura (aparece reflejado en “La campana de cristal), algo que a fecha de hoy pone los pelos de punta.




Obtuvo una beca que la llevó a la Universidad de Cambridge, donde conoció al poeta Ted Hughes, con el que se casaría 1956 (la luna de miel la pasaron… ¡¡en Benidorm!!). Después de varias idas y venidas, se establecen finalmente en Devon (Inglaterra), donde publica su primera recopilación de poesía en 1960. En 1961 Sylvia tiene un aborto involuntario en su segundo embarazo, algunos de sus poemas posteriores hacen referencia a este suceso. En 1962 se separa de su marido, hay quien dice que por la infidelidad de él con la poetisa Aessia Wewill (que también se suicidaría, y de la misma forma que Sylvia Plath), y también quien comenta que fue la hermana de Ted Hughes (Olwyn) que malmetió mucho y bien en el matrimonio. Posiblemente una mezcla de ambas cosas, más la difícil combinación de celos, infidelidad, baja autoestima, timidez e inseguridad.



Sylvia vuelve a Londres con sus dos hijos (Frieda y Nicholas –que se suicidaría en 2009, como consecuencia de una fuerte depresión) y alquila un piso en el que había vivido W.B. Yeats, pensando que sería un buen presagio. El 11 de febrero de 1963 Sylvia Plath (deprimida y arruinada) cierra las puertas de todas las habitaciones de la casa, colocando toallas húmedas en las puertas para asegurarse que sus hijos no corrieran ningún peligro, toma varios somníferos, deja una nota con el teléfono de su médico, se encierra en la cocina, abre el horno, mete la cabeza dentro y abre el gas. Fin.



Posteriormente su viudo, Ted Hughes, se responsabilizaría del legado personal y literario de Sylvia Plath, y publicaría sus manuscritos, si bien se encarga de destruir el último volumen del diario de Plath, aquel en el que hablaba (oh, casualidad!) del tiempo que ambos estuvieron juntos. Al viudo lo han acusado de manipular y utilizar en su beneficio las publicaciones de la obra de Sylvia Plath. Atacado desde diversos frentes, acusado de haber llevado a Sylvia al suicidio, lo cierto es que esta lo admiraba y respetaba (al menos como poeta), incluso después del divorcio, aunque también se felicitaba a sí misma de no verse sometida a su influencia como poeta. Hay mucha información tórrida sobre como gestionó Ted Hughes todo el legado de Sylvia y los enfrentamientos que ha tenido, principalmente con feministas que le han hecho acusaciones muy fuertes.

La historia de la vida de Sylvia Plath es sórdida, y cuando lees por aquí y por allá, no puedes evitar sentir una ligera tristeza, una desazón instalada en algún lugar de tu interior. ¿Cómo era Sylvia Plath? ¿Qué la llevo a suicidarse? ¿Su divorcio? ¿Su inseguridad?. Bien es verdad que ya desde niña era insegura, débil y muy inteligente. Y a mí me llama la atención precisamente esto, que una gran inteligencia esté unida a sensibilidad, fragilidad e inseguridad puede ser un cóctel emocional de consecuencias impredecibles, al menos son elementos que apuntan a tener una vida atormentada.



Admiro la inteligencia y la sensibilidad por encima de todas las cosas. Es por eso que he decidido desentrañar cómo sentía y pensaba Sylvia Plath a través de su obra. En mi punto de mira están concretamente “La campana de cristal” y “Tres mujeres”. Será precisamente este último libro, una pequeña y preciosa edición bilingüe e ilustrada de la editorial Nórdica con el que me iniciaré en el Reto de Escritoras Únicas ¿Por qué? Pues porque aunque su obra más conocida en España es “La campana de cristal”, y es un libro que poseo desde hace … ya ni se sabe, y sería una relectura, pues se cruzó esta edición de “Tres mujeres”, y ya que quería conocer a la Sylvia Plath poeta y también mujer, me pareció la opción más adecuada.

Hay que decir que Sylvia Plath en sus poemas exorcizaba sus demonios interiores. En esos años la “poesía confesional” estaba de moda, la poesía como una especie de psicoanálisis donde el/la poeta muestra detalles íntimos y personales en una especie de búsqueda y, a la vez, liberación. Sylvia Plath fue una de las representantes de este tipo de poesía.

Intuyo que Sylvia Plath se pasó su vida luchando entre su necesidad de pedir ayuda y a la vez sus deseos de no pedirla; posiblemente todo lo que escribía era personal, una forma de sacar a la luz su depresión y su trastorno bipolar, y lo hacía desalojada y despojada de sentimientos, desde quien construye su vida desde la ficción, superada por la realidad y por sí misma. Sylvia quería ser Dios, no quería someterse a las ataduras de ser una mujer común y todo eso lo refleja en su obra. Tímida y tremendamente perfeccionista y autoexigente, se fue justo cuando mejor estaba escribiendo. Si su suicido fue absolutamente buscado o si pretendía ser una llamada de socorro a la que nadie llegó a tiempo, nunca se sabrá.




El objetivo de nuestro Reto de Escritoras Únicas es mantener vivas a estas escritoras. Sylvia Plath se merece, sin duda, que la mantengamos con vida. Es por eso que os invito a que la conozcáis a través de su obra. Por internet hay mucha información sobre su vida y su trabajo, yo quiero dejaros tres cosas (la cuarta será mi comentario del libro “Tres mujeres”, que se publicará el 11 de Febrero, en el aniversario de su fallecimiento):



     3)    El último poema de Sylvia Plath, escrito en la víspera de su suicidio:



Límite



La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización,
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga,
sus pies desnudos parecen decir,
hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía.
Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo;
así los pétalos de una rosa cerrada,
cuando el jardín se envara
y los olores sangran de las dulces gargantas
profundas de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros crepitan y se arrastran.


(©AnaBlasfuemia)