martes, 22 de septiembre de 2020

Corazón de perro (Mijaíl Bulgákov)


"Lo terrible es que ya no tiene el corazón de un perro, sino precisamente uno humano. El peor de todos los que existen en la naturaleza"

Conocer el contexto histórico en el que se escribe un libro es importante, aunque luego su lectura confirme que lo transciende. Bulgákov escribió "Corazón de perro" en Rusia en 1925, en pleno apogeo del comunismo, ya muy asentado y por tanto en la deriva de la dejadez y el delirio del poder absoluto, Bulgakov (con un par) escribe una sátira socarrona y lúcida sobre la eugenesia y el ideal del nuevo hombre soviético.

La búsqueda del hombre perfecto es un tema recurrente de la humanidad desde el principio de los tiempos. Hay ejemplos recientes y no hay poder político, a diestra o siniestra, que no busque ese ideal del ser humano inmejorable que, curiosamente, suele ser siempre joven e inmortal, despreciando los valores de lo efímero. Un nuevo hombre pletórico en belleza, juventud, ideales y valores, inmortal y magnífico. Un intelectual, claro.

La Rusia de Lenin también quería perpetuar sus valores, porque los ideales hay que inocularlos así, en la glándula pituitaria, y se dio a los científicos instrucciones al respecto, o al menos se alentó la teoría de la eugenesia (la positiva, la que transmite valores “buenos”).

"Huy, sí, los ojos son algo primordial. Son como un barómetro. Puede verse todo: quien tiene una gran sequedad en el alma, quien por nada del mundo va a clavarte la punta de las botas en las costillas, y quien tiene miedo de cualquiera"

Corazón de perro” es una sátira muy “bulgakoviana” sobre el nuevo hombre soviético, un esperpento en el que destaca su capacidad para engarzar detalles realistas y cotidianos con elementos de la fantasía, habilidad que redunda en beneficio del lector, hasta el punto de que lo he leído como si fuera una obra de teatro que visualizaba al detalle, espectadora privilegiada en un teatro de esos que ahora nos necesitan (¡consumamos cultura!).

A partir de lo disparatado, Bulgákov construye una crítica sarcástica sobre la construcción de ese hombre ideal, acreditando su escepticismo al respecto y sin dejar títere con cabeza: desde lo absurdo de las teorías del nuevo hombre soviético, que olvidaba los valores del proletariado para transmitir los de la intelectualidad, a la denuncia de la explotación histórica y constante sufrida por el pueblo ruso, a los que prácticamente se les negaba su condición de seres humanos, pasando por evidenciar la peculiaridad de la individualidad del ser humano y el rechazo a cualquier forma de violencia.

Qué placer leer a Bulgákov.

"Explíquemelo, por favor, ¿por qué es necesario fabricar artificialmente a Spinoza cuando cualquier mujer puede parirlo cuando le venga bien?"

©AnaBlasfuemia 


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