martes, 15 de septiembre de 2020

El alma perdida (Olga Tokarczuk y Joanna Concejo)


Si alguien pudiera contemplarnos desde arriba, observaría que el mundo está lleno de personas apresuradas, sudorosas y exhaustas, y que sus almas también están perdidas

El alma perdida” es un texto brevísimo de Olga Tokarczuk. Con palabras precisas y una idea clara hace una alegoría contundente sobre la vida apresurada e irreflexiva que supone la cotidianeidad con la que transcurren los días (y la vida): prisas, falta de tiempo, exceso de trabajo, responsabilidades y actividades…

En sí mismo el texto pasaría desapercibido, quizás se desdibujaría hasta perder la fuerza de su contenido, de una efímera solidez, como esas ondas expansivas que se forman cuando lanzas una piedra al agua: surgen con un trazado ágil, contundente, y va perdiendo la grafía de su forma hasta desaparecer a medida que se alejan de su centro.

Pero cuando dos personas conectan surge una unión armoniosa destinada a que aquello que quieren transmitir se complemente y se fusione, adquiriendo una fuerza definitiva que se expande y crece en lugar de diluirse. Y así, las ilustraciones de Joanna Concejo se abrazan al texto de Tokarczuk y estalla la magia. Magia que es belleza y nos pide detenernos, deleitarnos en lo que podemos ver, tocar, sentir… y nos invita a reflexionar.

Todas las personas sin alma se parecen: son intercambiables. Se nos va cayendo el alma por aquí y por allá mientras vamos corriendo de un sitio a otro de una actividad a otra, de una reunión a una fiesta a un trabajo a ir de compras ir de cañas he quedado con fulanito o menganita tengo una fiesta hacer fotos para las redes sociales voy al cine a comer de vacaciones tengo que cocinar limpiar llevar los niños al colegio ir a clase mañana trabajo y pasado y el otro también… Y así, va pasando la vida, sin darnos cuenta que un día nuestra alma no pudo seguir nuestro ritmo y nos fuimos alejando de ella.

El alma perdidanos proporciona justo aquello que reclama: pausa, tranquilidad, paz. Entras a través de las imágenes, nostálgicas y melancólicas, te encuentras con el breve texto, meditas, y sigues avanzando en las ilustraciones que van tallando el mensaje de Tokarczuk hasta darle un contenido pétreo, sólido como una roca, rotundo y concluyente, con unos trazos delicados y tiernos.

Ambas narrativas, texto e ilustraciones, se ponen una al servicio de la otra y se dan la mano, el abrazo que funde dos almas en una, sin ponerse una por delante de la otra, destilan armonía y nos alejan de la inquietud de las prisas y de las personas sin alma. La conexión entre ambas se traslada a “El alma perdida” y la fuerza cósmica de esa unión y entendimiento hace el resto.

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