Publicación: 2017
Editorial: Anagrama
Sinopsis: Durante un vuelo, a Marta Sanz le duele algo que antes nunca le había dolido. Un mal oscuro o un flato. A partir de ese instante crece el cómico malestar que desencadena Clavícula.
Voy a contar lo que me ha pasado y lo que no me ha pasado. La posibilidad de que no me haya pasado nada es la que más me estremece.
No sé qué es este libro. Sé lo que no es: no es una novela. No es ficción. Vale, es autoficción. Pero es más. No es solo que a Marta Sanz un día, mientras viaja en avión, sienta un dolor en la clavícula y luego reflexione en torno a ese dolor. No es solo que Marta recoja sus fragmentos y escriba sobre lo que le duele. No. Si tengo que decir qué es este libro diría que es un grito desgarrador y sentido, un quejido. Una pena y una queja subterránea, primaria.
A Marta le duele la clavícula mientras viaja sola. Y en ese dolor toma conciencia de los miedos que habitan en ella y de lo indefensa que se siente. El cuerpo tiene algo que decirle y Marta está dispuesta a escucharlo. E inicia entonces un recorrido para ponerle nombre a ese dolor, un trayecto que se inicia rozando la hipocondría y que termina con una reconstrucción, o al menos una purga. Valiente Marta, honesta Marta, va escribiendo sus reflexiones, sus emociones, sus sentimientos… y nos lo cuenta. Sin red. Porque está harta del silencio. De que miremos a otro lado. Estoy segura de que odia tanto a Mr. Wonderful como yo.
No me puedo resistir a los mandatos de mi época. Los reconozco, me resisto, me vencen. Peno.
Hay quien puede pensar que este libro es algo impúdico, con lo que de obsceno tiene la impudicia. Pero en verdad lo obsceno e impúdico es lo que causa el dolor de Marta. ¿Qué le provoca ese dolor? Creo que sobre todo el silencio. No cualquier silencio. Marta está harta de que no se hable, que no se hable sobre la edad, sobre la menopausia, sobre los miedos, sobre cómo nos ahoga una sociedad capitalista a la que le hacemos el juego, sobre la tristeza, la ansiedad, el cuerpo, la enfermedad, la explotación de la mujer, la dependencia del dinero…
No os equivoquéis. No esperéis que Marta le vaya a poner nombre al dolor. Es verdad que se lanza a una búsqueda desesperada de un nombre, de una localización de ese dolor, para extirparlo, para ponerle remedio. Pero finalmente no lo etiqueta. Son demasiados nombres los que puede tener el dolor de Marta, que es también el mío y, quién sabe, tal vez también el tuyo.
Ya sabemos que hay muchos expertos en descubrir síntomas en los demás. Diría incluso que hay cierta avidez por ofrecernos ayuda. Depresión, ansiedad, fibromialgia, menopausia, angustia, estrés, hipocondría, somatización… Enseguida llueven las etiquetas. Pero ¿es una enfermedad sentirse triste, tener miedo? Ahora dicen que sí…
Quiero domar el dolor como si fuera un animal salvaje.
Hace tiempo podías mirar melancólicamente por la ventana y hasta por la vida; dar un portazo, salir a pasear bajo la lluvia, llorar sin esconderte… sin que por ello tus conocidos se ofrecieran a auxiliarte a base de terapia casera. Hace un tiempo, creo, no éramos tan simples como para creer que todo el mundo debía de dar muestras continuas de estar bien adaptado o, simplemente, bien. Ahora la sociedad entera está cargada de jerga diagnóstica y de expresiones (o sentencias) terapéuticas. Todo el mundo sabe lo que está bien y lo que está mal… Menos yo, que no me aclaro y siento que lo vivo todo del revés. Extraterrestre.
En fin, hace tiempo teníamos el buen gusto de reconocer el desaliento, la desesperanza, incluso el fracaso, como normales: se creía que las disputas eran prácticamente inevitables, que nadie estaba destinado por la suerte o la bioquímica a sentirse siempre contento. Yo hasta estaba (estoy) convencida de que era un signo de cordura la capacidad de entristecerse cuando la realidad, o el cuerpo, así te lo pide.
A mí, sin embargo, me gustan los libros que producen orzuelos. Los que abren estigmas en las palmas de las manos. Los que aprietan la garganta y nos cortan la respiración.
Por eso he valorado y agradecido intensamente lo que hace Marta en este libro. Ser auténtica. La autenticidad hoy en día es una virtud poco valorada. O mejor dicho: valorada de forma errónea. Se considera que ser auténtico es decirle a un gilipollas que es gilipollas. Decir las verdades del barquero (que a lo mejor tampoco lo son, no nos engañemos) sin pelos en la lengua. Pero no. Marta no es sincera. Tampoco es que mienta. Es que hace un doble salto mortal (sin red, insisto): es auténtica. Tiene la autenticidad de no ocultar su miedo, su dolor, su tristeza, sus preocupaciones, lo aprisionada que se siente en esta sociedad que nos está robotizando, consumiendo y anulando la capacidad de sentir y casi de vivir. A costa de obligarnos a ser felices, trabajar horas y más horas, dormir 8 horas mínimo, comer tal y pascual, padecer enfermedades que antes no lo eran, demonizar la tristeza.
Hace no mucho no se ponía en tela de juicio el derecho de cada uno a sentirse triste, a que te duela el alma. Pero ahora… ahora el desaliento, el desánimo, ya no es tal: es simplemente un “síntoma”. Una derrota ya no es una derrota, es el deseo inconsciente de fracasar, el triunfo de la cobardía o de la indefensión o una autoestima de mierda. Ahora si no eres feliz es porque quieres, faltaría más, de qué te quejas si vivimos en una sociedad perfecta donde, curiosamente, los libros de autoayuda se venden como churros. Y digo yo… si en verdad funcionaran… ¿por qué hay tantos? Los libros de autoayuda crean indefensión, más indefensión todavía. Para mí son un curioso ejemplo de cómo la (presunta) ayuda termina por generar más necesidad de ayuda.
Somos tantas las locas. Tantas.
Pues así es: el desaliento, la desesperanza, el cansancio, el descuido, la apatía, la hartura, el dolor, el grito, la tristeza, el estrés… no son más que síntomas de alguna enfermedad. No somos nadie. No se me interprete mal, no seré yo quien critique a los profesionales de esto. A esos con título. Tratan de curar a los realmente enfermos. Lo que digo, de lo que me lamento, y de lo que creo se lamenta Marta Sanz también, es sobre la trillada opinión popular de que si uno no se siente eufórico, si uno se siente triste y solitario, si prefieres escuchar a hablar, si te aburres mortalmente, si te agota que nadie quiera ver lo que está sucediendo en esta sociedad enfermiza e hipócrita… es que algo debe de andar mal en tu cabeza. O en tu alma.
Y no, sucede que a veces sentirse triste, tener miedo, es reinventarse, crear de nuevo cada gesto ya añejo, dejarte llevar por emociones que no quieres esconder, bucear en un calidoscopio de sensaciones. A veces el dolor, ese dolor sin etiqueta ni localización, es un punto de partida, un dolor cargado de futuro. No un síntoma, no una enfermedad, no una rareza. Marta, y yo con ella, reclama su derecho a ese dolor, a mostrarnos las razones que lo causan. No renunciar al miedo, a la tristeza, a la angustia, al grito. Porque cualquier día, a este paso, será un delito. Y no hay mayor delito que el silencio que oculta la verdad de lo que nos sucede. No hay mayor delito que la táctica del avestruz.
Marta reivindica un cuarto propio, como ya hizo Virginia Woolf. Un cuarto propio no solo para escribir, sino también para VIVIR.
Gracias, Marta Sanz. Por la rebeldía y por la autenticidad.
Escribo de lo que me duele.
Ay.
Pues originalidad no le falta y un soplo de aire fresco en el mercado editorial copado por las mismas obras y los mismos autores una y otra vez, se agradece; Estoy como todos, saturada de lecturas atrasadas, pero cuando algo así me hace click, por algo será.
ResponderEliminarLo tendré en cuenta.
Un besito Ana.
Yolanda.
Ni originalidad ni valentía. Afortunadamente el mercado editorial es amplio, y aunque las superventas copan la red y muchas mesas en las librerías, siempre hay opciones para quien busca cierto tipo de lecturas. De lecturas atrasadas mejor ni hablo. Más aún teniendo en mi horizonte la Feria del Libro de Madrid y tal vez otra feria del libro más...
EliminarUn abrazo
Pues aunque entiendo lo que quiere contar y que me identifico con muchas, casi todas las ideas que te ha llevado a exponer el libro. La presión actual de que si no eres feliz es que eres tonto porque lo tienes todo al alcance de la mano para serlo, esa gran mentira. El libro en sí no me apetece. Entiendo que a ella se le hiciera necesario escribirlo y le serviría como catarsis pero ahora mismo no estoy por estas lecturas. Para vida real, ya tengo la mía.
ResponderEliminarApúntame al equipo de los que no pueden con el Mr W,
Abrazo
Intuía que este libro no caería en la red de tus probables lecturas ;) Te apunto al equipo, claro que sí, dañino Mr...
EliminarUn abrazo
Leí "Farándula" de esta autora y me gustó mucho. Apunto este porque entre la sensación que me dejó Marta Sanz y tu reseña, me apetece mucho leerlo.
ResponderEliminarEstoy convencida de que sin un cuarto propio en el que retirarse a escribir, leer y vivir, no se puede subsistir. Yo no podía hacerlo sin el mío que, además del mental, existe y es muy físico.
Un beso.
Tenía muchas ganas de leer algo de Marta y este libro saltó por encima de otros que tengo por casa... Los libros son así, tan libres. Es necesario ese cuarto propio, escribas o no, un espacio en el que respirar libre de presiones. Y hoy en día hay un bombardeo tremendo de consignas de cómo tienes que ser/hacer/sentir/vivir...
EliminarUn abrazo
Hace poco supe que existen los libros de "antiayuda", jaja, ¿incluimos este de Marta Sanz? Te paso el link porque es la mar de curioso (http://elpais.com/elpais/2017/04/10/buenavida/1491829175_496268.html). Bromas aparte, me parece una propuesta muy interesante. Es un tema interesante. A veces tengo la sensación de que sobre las cuestiones verdaderamente imporantes se habla muy poco. Dostoievski decía que el ser humano, aún cuando en apariencia persigue la felicidad, siempre acaba inclinándose por la desgracia. No se puede eliminar el sufrimiento, tan solo cambiar sus causas. Eliminar el dolor de la ecuación nos hace menos humanos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajajjaja, le he estado echando un vistazo al enlace que me pasas :) Pero es que tiene telita lo de los libros de autoayuda. Es que además son una contradicción en sí mismos porque si la ayuda está en uno de esos libros ya no será "autoayuda", no te estás ayudando tú a ti misma, sino a través de un libro...
EliminarYo también pienso que sobre lo importante se habla muy poco. Pero es que no interesa que se piense, menos aún que se hable.
Un abrazo
Lo tengo ya en el punto de mira porque tengo la impresión de que me voy a reencontrar en él con la Marta Sanz de "La lección de anatomía", impresión que prácticamente confirmo al leer tu reseña.
ResponderEliminarAl final pienso que tanta obligación de ser feliz no causa más que infelicidad. Será bueno leer esta oda a las vidas y los seres imperfectos.
Un abrazo
"La lección de anatomía" será probablemente mi siguiente lectura de los que tengo de Marta Sanz. Porque además es también bastante autobiográfico, tengo entendido. Todo lo que nos llegue como obligación contribuye a la infelicidad, al menos en mi caso. Ya desde niña cada vez que me obligaban a hacer algo me negaba, aunque estuviera deseando hacerlo. Pero quería hacerlo desde mi libertad, desde mi elección, no desde la imposición. Nunca he cambiado en ese aspecto. Cosas mías.
EliminarUn abrazo (y ya contarás cuando lo leas)
Una reflexión (o varias, más bien) muy interesante la que nos traes hoy. Hace un tiempo leí un artículo precisamente sobre la obsesión que tenemos en nuestra sociedad con el buenrollismo, las "good vibes" y la necesidad de demostrar en todo momento nuestra (falsa) felicidad, especialmente a través de las redes sociales. Coincido en que somos una sociedad que no sabe gestionar e incluso aceptar las emociones negativas como parte esencial de nuestra naturaleza. Que a nadie le gusta estar triste es obvio, pero no se habla de las cosas positivas que podemos sacar y aprender de esas emociones más grises.
ResponderEliminarPD- Yo tampoco creo ni creí nunca en los libros de autoayuda.
Un abrazo.
Es que nos llegan consignas constantes en ese sentido, Sofía, la obligación de ser felices, altos, guapos, buenrrollistas, be happy... Que está bien. Que ojalá fuera así. Pero no a costa de negar realidades que están ahí, y que no puedes obviar. Las redes sociales son un escaparate con más mentiras que verdades.
EliminarUn abrazo
Creía al principio que dejaría pasar este libro. Pero ahora estoy totalmente convencida de que tengo que leerlo. Necesito esa autenticidad, esa sinceridad. No me importa qué nombre tiene ese dolor, no me importa qué etiqueta tiene. Sólo quiero escuchar sus palabras, sentir sus emociones, su desahogo... Sean las que sean. Pero qué bien escribes!
ResponderEliminarBesotes!!!
¿Has leído algo de Marta Sanz? Guste o no este libro, que puede generar muchas opiniones y muy diferentes, tengo claro que Marta es auténtica y que escribe muy bien. Seguiré leyéndola.
EliminarGracias ;)
Un abrazo
Aplaudía mentalmente mientras leía.
ResponderEliminarMe gusta cómo de una cosa tan simple como un dolor un autor puede crear una novela.
Me gusta cómo la has interpretado.
Y creo que es verdad, que la sociedad cada vez demanda más "diagnóstico" para todo, porque un "diagnóstico" implica un "tratamiento", y un "tratamiento" significa una solución a sus problemas, una solución que viene de fuera y que no es su responsabilidad, sino la del médico. Y perdona que focalice el tema desde un punto de vista más personal (como cuasi médico, o médico en proceso de asumirlo). Sí, hay personas que necesitan ese tratamiento, pero también sí, hay que aprender que estar triste y sentir dolor forma parte de la vida.
Un beso.
A mí también me llama la atención siempre el germen de un libro, lo que hace clic en la mente de un autor/a y provoca lo que luego será un libro. En este caso es claro: ese dolor en la clavícula. La sociedad demanda etiquetas. A todo le tenemos que poner nombre. A veces, sobre todo en temas de salud, es necesario localizar esa inquietud, ese dolor. Pero hay muchas etiquetas innecesarias, las palabras además no dejan de ser jaulas. Yo creo que la tristeza, como todo en esta vida, tiene que ser un motor, un impulso.
EliminarUn abrazo
Me ha gustado todo lo que cuenta de él...incluso el título me parece maravilloso. Clavícula. De alguna manera pone nombre a su dolor o dolores...que no será el mismo que para otra persona que sufra, quizá, de forma similar. Etiquetar...nos enseñan a nombrar y eso nos ayuda...a veces.
ResponderEliminarAnoto a Marta Sanz y su dolor. A veces, hay que aprender a vivir sin nombres, sin adjetivos,...y sentir el dolor, aunque nos duela.
Un abrazo y gracias por esta preciosa reseña.
La palabra "clavícula" es muy... no sé cómo decirlo... tiene sonoridad. Fuerza. El dolor siempre es subjetivo y personal, incluso aunque nos duela lo mismo. Me recordó a veces Marta Sanz (salvando las distancias) a Lispector, al buscar continuamente palabras que liberen y no que encierren...
EliminarUn abrazo y gracias a ti por comentar.
Me he visto identificada con muchas de las angustias de Marta porque, como humanos, todos tenemos miedos y dudas y tristezas y preocupaciones. ¿Qué todo es culpa de una sociedad capitalista? Pues no. ¿Qué todo es culpa nuestra? Pues tampoco. Insisto, como seres humanos, somos complejos y tenemos cambios de humor y nos afecta el entorno y no siempre sabemos luchar contra lo que nos viene. Pero, precisamente porque lo comparto, lo tengo que dejar pasar, porque esa catarsis que ha hecho Marta la tengo que hacer yo solita. Abrazos.
ResponderEliminarAsí es, Marisa, forma parte de nuestra humanidad el sentir miedo, preocupación... Claro que no todo es culpa de una sociedad capitalista. Pero, por supuesto, ayuda poco, muy poco. Ojalá consigas tu catarsis, sé que lo harás.
EliminarUn abrazo
Pues yo no he leído nada de ella, y ceo que no es buena idea empezar por este, si bien tomo nota, porque sí lo quiero leer, cuando ya le haya pillado el punto a la autora y cuando sea el momento, porque este libro está claro que no es para cualquier momento, me he identificado demasiado en algunas cosas. Un beso!
ResponderEliminarHablan muy bien de "La lección de anatomía", y también le tengo ganas, cuando llegue el momento, que no es muy habitual (salvo honrosas excepciones) que me lea dos libros del mismo autor muy seguidos.
EliminarUn abrazo, Ro.
Tengo pendiente de esta autora “La lección de anatomia”, que me reomendaron hace tiempo. Este que reseñas también parece muy interesante.
ResponderEliminarEl dolor, un tema universal, complejo.. conozco gente que se recrea en el dolor, es su tema, su objetivo en la vida es soportar el dolor, como una especie de penitencia. (Vi hace poco la película La memòria del agua, y la prota, una mujer que ha perdido a su bebè, por un accidente fortutito, dice en un momento de la peli: No me quites el dolor, no me quites a mi hijo, porque se niega a salir del dolor de la pérdida por más que su entorno lo intenta..) lo respeto pero no lo comparto, además de parecerme egoista. No sé, a mí no me gusta el dolor, me incapacita. No intento salir de él de cualquier forma, pero sí quiero salir, tengo que salir (Otros esperan que resistas / que les ayude tu alegría / tu canción entre sus canciones. Palabras para Julia), no me gusta vivir en lo doloroso.
Es evidente que la tristeza, el dolor forma parte de la vida, y al mismo tiempo que creo que no hay que esconderlo como algo vergonzante o anormal, también creo que tampoco hay que exhibirlo de una manera pornográfica.
Abrazo.
Tu pendiente es el mío también :)
EliminarNo comparto tu idea de que haya personas que se recrean en el dolor. El dolor es subjetivo, personal, pero estoy convencida de que quien lo siente, se esfuerza por salir de él. Nunca diría a nadie que se recrea en el dolor. Sería muy injusta con esa persona. Es cierto que hay personas a las que les cuesta salir más de él (y en el caso de una madre que hay perdido un hijo... no soy capaz de concebir un dolor mayor), pero creo en la lucha de cada persona por salir del sufrimiento, ¿que a veces no se consigue?... cierto. Pero no porque no se intente. Yo no puedo concebir el sufrimiento, el dolor, más que como un motor, un impulso. Cueste lo que cueste salir de él.
Un abrazo
El dolor por la pérdida de un hijo debe ser insuportable, pero la frase de esa madre viene a decir que el dolor ha reemplazado a su hijo, es lo único que le puede recordar que tuvo un hijo y quiere quedarse con él. Respeto que la gente no quiera salir del dolor (sé de lo que hablo cuando digo que hay gente que quiere vivir en el martirologio y no quiere salir de él..), pero esa actitud tiene efecto en otros que también sufren però no han elegido el dolor...
ResponderEliminarIntentaré hacerme con la novela.
Debe ser todo un desafío hacer del propio dolor una novela que trate de ello. Y el origen de ese dolor puede tener tantas variantes que hasta puede resultar una tarea ardua localizar el motivo.
ResponderEliminarTengo otro de Sanz aún para leer, pero lo apunto igual. Tus líneas refuerzan grandemente el contenido del libro.
Un gran abrazo, Ana.
Me gusta Marta Sanz pero creo que este libro no es para mí. He tenido el libro en la mano un par de veces y no me lo he llevado, ahora sé que he hecho bien. Tu reseña me lo ha acabado de dejar claro.
ResponderEliminarSaludos
Realmente una novela con elementos muy heterogéneos, hay apuntes de dietario, reflexiones, un cuento, confesiones... La he leído con una cierta distancia, porque me daba la sensació de cierta verborrea excesiva, pero de fondo se oye el dolor, la queja, el lector se convierte en un oyente mudo de sus vivencias diarias... Hay una actitud en mi opinion excesivamente defensiva, recelosa (se sitúa fuera del mundo, para criticarlo, para evidenciar sus carencies y absurdos, y también dentro de él, para expresar su angustia vital)... También he echado en falta cierto orden en la escritura, cierta elaboración, pero me ha entretenido. Me reconozco en alguna de sus angustias vitales. Una novela, un relato, un libro diferente.
ResponderEliminar