martes, 15 de octubre de 2019

La luna y las hogueras (Cesare Pavese)


Uno necesita un pueblo aunque no sea más que por la satisfacción de poder marcharse de él. Un pueblo supone no sentirse solo, saber que en la gente, en los árboles, en la tierra hay algo de ti que, incluso cuando no estás, se queda esperándote

Si algo caracteriza a Pavese es su prosa limpia y diáfana, podría decir que nítida pero voy a decir translúcida: a través de su narrativa deja pasar la luz, pero impide ver con nitidez lo que se esconde detrás. La aseada claridad de su escritura no oculta la denuncia social ni esconde la realidad de una población que sale de una guerra atroz. Pero el lenguaje transparente de Pavese tampoco oculta el simbolismo presente en su narración ya desde el título: La luna y las hogueras.

Para Pavese las hogueras son el destino y la luna lo supersticioso, y entiende que siendo ambos (destino y superstición) hechos instintivos, la luna lo es después de lo conocido (seguir creyendo en mitos superados por la historia) y el destino es un hecho instintivo aún no conocido ni previsto. El destino es el resultado del pasado, lo vivido son sus mimbres y lo que nos marcará el futuro. Lo supersticioso es una forma de estar muerto y el destino un modo de estar vivo. Así se entiende la necesidad del protagonista de comprender su propio destino regresando al pasado: al paisaje de su infancia y adolescencia.

Pertenencia, identidad y destino, sobre este eje construí mi propia lectura. Nosotros, los otros, los lugares y hechos que somos. Volvemos, siempre volvemos creyendo que todo permanece intacto, como lo recordamos. Pero cambia, todo cambia. Hay ausencias, paisajes inalterables y otros modificados. ¿Hemos superado el mito, la superstición? ¿Somos luna u hoguera? Pavese creía en las hogueras porque sabía que lo único que cuenta son las estaciones del año y no los años.

Pero quizás fuera mejor así, mejor que todo se consuma en una hoguera de hierbas secas y que la gente empiece de nuevo

Se pregunta Saladrigas en “De un lector que cuenta”: “¿Quién lee hoy a Pavese y se deja seducir por la quebradiza ternura de su universo de nostalgias, soledades y bloqueos sentimentales?” Yo levanto la mano.

Puedo trazar milimétricamente el hilo rojo que une el momento en el que la lectura de “El oficio de vivir/El oficio del poeta” me convulsionó con una sacudida a cuatro manos (es un libro que nos pertenece a dos personas) hasta el momento en que he leído este libro de Pavese. Cada jalón que hace el recorrido de ese hilo rojo me habla de personas con nombres propios y con una generosidad pura y límpida. A todas y cada una de esas personas, quien comparte (y quizás no recuerde) a Pavese y sus oficios conmigo, quien me lo puso otra vez en el camino, quienes intentaron que me hiciera con este libro y quien finalmente me lo hizo llegar, a la bondad de todas esas personas solo tengo una palabra que decirles: Gracias.


1 comentario:

  1. Esa sacudida a cuatro manos me ha llegado, he seguido el hijo rojo hasta esta novela y ahora no se para dónde tirar ¿Estaré preparada para una lectura así, es este el momento? 🤔🤗
    Seguro que si.

    Bravísimo Ana!
    Besitos 💋💋💋

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En este blog NO se hacen críticas literarias ni mucho menos reseñas. Cuento y me cuento a partir de lo que leo. Soy una lectora subjetiva. Mi opinión no convierte un libro en buen o mal libro, únicamente en un libro que me ha gustado o no. Gracias por comentar o, simplemente, leer