jueves, 3 de octubre de 2019

Villa Amalia (Pascal Quignard)


Estás roto. Estoy rota. No hay que echar mano de algo roto para reparar algo roto

Es extraño este Quignard, no se espera de él que nos cuente una historia de apariencia liviana, pero ¡cómo pensar que haya algo ligero en su escritura!. Y no, no lo hay en “Villa Amalia” con sus diálogos y sus frases como hojas de árbol flotando en el aire hasta depositarse con delicadeza en el suelo, sin desplazar nada, ocupando su lugar y su color para componer un paisaje mil veces visto que Quignard te hacer ver como si fuera la primera vez.

Nadie como Quignard elabora el silencio para decir lo indecible, el misterio del mutismo y lo callado. El personaje de Ann es, cómo no, silencioso, un ser herido que busca en la soledad sin dejar de estar abierta al amor. Ann, que no tiene serenidad y prefiere no estar presente, obstinada e invisible, que cree en señales y presagios (del sol, de un trébol, del mar…), que busca significados, toma decisiones y se arriesga ofreciendo amor a su callada manera.

Ann huye una y otra vez, sin forzar la felicidad pero entregándose a ella cuando la encuentra de la misma forma que se entrega a la soledad: incondicional. Huye como quien siente el amor como un lugar en el que desaparecer, como quien busca la luz manteniendo un delgado filamento con la vida, permitiendo una metamorfosis tan necesaria como dolorosa para enfrentarse al abandono y la pérdida. Ann, que se extravía con determinación y firmeza para reinventarse.

“Villa Amalia” tiene la armonía de una sutil pieza musical que sugiere la profundidad sin mencionarla, que deja el poso de la melancolía y de la belleza inexplicable a través de esa exploración poética y melodiosa con la que este autor compone su prosa calmada y llena de significados que nos devuelven a nosotros mismos, perdonados y cobijados.

La prosa de Quignard se reduce y achica para solidificarse como un coágulo que te incuba en el pecho una profunda emoción. Es como una lluvia luminosa frente al mar, una dicha que te aviva el alma.

Hay un placer no en estar solo, sino en ser capaz de estarlo

2 comentarios:

  1. Hay dos libros en Quignard en apariencia similares, sus protagonistas, el ambiente, las formas, hasta el estilo de la novela, que aparece con diferentes narradores, es esta y la otra es "las solidaridades misteriosas", pero ese algo que podría parecer repetitivo, por arte de magia literaria, del enfoque de los gestos y los actos, se convierte en que esta me pareció una novela del amor y de huida, y la otra del amor y la espera. PEqueñas cosas hacen mundos diferentes. enormementes diferentes, y ya , todavía más por eso, QUignard es un pequeño genio.
    gracias Ana

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  2. Una historia de amor, o de desamor siempre es interesante. Lo que la hará fascinante será cómo esté contada. Por lo que dices en tu no-reseña, parece que en este caso se da ese matiz. Así que me la llevo anotada.
    Abrazo.

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