“La mejor manera de no echar de menos algo es olvidarlo”
Beigbeder es un provocador. Busca serlo deliberadamente. Quizás ese esfuerzo en ser tan fanfarrón es lo que a mí se me atraganta más. Prefiero las bravuconadas espontáneas, las que no necesitan señalarse a sí mismas para que nos fijemos en ellas. Beigbeder es un activista de lo superficial disfrazándolo de frases que resuenan e impactan. O sea, que “El amor dura tres años” ha sido un pinchazo como lectura. Aunque también puedo decir cosas a su favor, como que es un libro que no carece de autocrítica, que caricaturiza al snob francés, que cumple el papel de entretener, que es una lectura divertida, fluida…
Beigbeder no descubre nada nuevo bajo el sol (ni siquiera bajo la luna) y es absolutamente trivial pese a la inserción de frases bonitas, que las tiene. Es como si Houllebeq se hubiera tragado a Coelho. La mejor descripción de este libro la hace el propio Beigbeder (sin pretenderlo) en el título de uno de sus capítulos: “Un cínico de novela rosa”. Eso es autocrítica y lo demás cuento, eh.
La lectura de este libro no dura tres horas. Eso también es una ventaja. Y lo olvidas en tres minutos.
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