viernes, 12 de abril de 2019

Punto Omega (Don DeLillo)


Cada momento perdido es la vida

Una vez alcanzado el punto más alto de la evolución de la consciencia, nada queda material y todo es espíritu. El Punto Omega es el final o tal vez un principio, pero todo principio (salvo uno, tal vez) viene precedido de un final. ¿Dónde queda lo espiritual, en un mundo cada vez más material y diligente, apresurado? Corre, corre, no vayas a pararte y te dé por pensar y, sobre todo, por mirar.

Si bien la historia es aparentemente sencilla, la estructura de “Punto Omega” es compleja y profunda. Lo que DeLillo narra está por encima de la trama. Reflexivo en lo que dice pero también en lo que omite. El extrañamiento, lo cotidiano (lo devorador de la rutina), la soledad, el silencio, la mirada, las raíces. La vida, eso que pasa mientras creemos que vivimos.

Una lucidez inquietante la de DeLillo. No os preocupéis por la resolución de la trama (la resolución siempre será el Punto Omega) sino por la ansiedad y la inseguridad provocada. Terminaremos exhaustos, derrotados y quién sabe si a partir de ahí podremos regenerarnos si forzamos la mirada, si nos fijamos mucho y bien, porque las respuestas pueden estar en “la profundidad de las cosas tan fácil de no ser percibida en la costumbre superficial de ver

Ver/mirar

La vida no se puede reducir a palabras, nunca, porque la verdad transcurre en soledad (“las demás personas son un conflicto”) y la vida transcurre buscándonos a nosotros mismos mientras miramos de reojo a la muerte. Si lo difícil lo es porque lo estamos haciendo mal, tal vez lo fácil sea como un haiku: breve, sencillo, poético. E introspectivo.

Don Don DeLillo, a sus pies.

©AnaBlasfuemia

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