“Así terminó mi vida. Y empecé a morir”
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Para Harold Brodkey, un escritor considerado de culto, el estilo, la forma, lo era todo. Mitómano, narcisista, culto, audaz y pretencioso hoy en día pocos conocen su obra. Y precisamente será en este libro donde todas sus titánicas pretensiones literarias, el estilo narrativo, los experimentos lingüísticos ... no son nada, no sirven de nada. No obstante si hay una forma de comprender a Brodkey será recorriendo su obra a partir de este libro, en donde si hay algo que destaca es el compromiso de Brodkey con su propia obra y con sus ideas.
La honestidad de Brodkey en "Esta salvaje oscuridad" es brutal y para ello parte de considerar la muerte como algo ordinario, algo que forma parte del ciclo de la vida. No hay remordimientos de lo vivido, ni mucho menos autocompasión ni lamentos, lo cual podría percibirse en ocasiones como frialdad si no fuera porque no esconde las contradicciones que vive durante su última etapa: dolor y felicidad, fortaleza y debilidad, pensar a veces que ha vivido una vida plena y otras sentir que todo ha sido en vano… Eso es, en muchos aspectos, "Esta salvaje oscuridad": el autorretrato de un hombre fuerte en el momento de mayor debilidad.
Brodkey era una persona combativa y no iba a desentenderse de su propia esencia ni siquiera en la última etapa de su vida y, así, rechazará de forma tajante la compasión y el consuelo y no renunciará a la ironía cortante y afilada ni esperará ser comprendido.
El retrato de su relación con su devota mujer, la novelista Ellen Schwamm, es de las recompensas extras que contiene este libro. Al final, y siempre, lo único que hay es el aquí y ahora. A la hora de enfrentarse a la muerte no queda otra que examinar el presente desde una oscuridad tan salvaje como desconocida y ante la que la identidad construida durante toda la vida apenas tiene cabida.
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