Traductor: Daniel Ramos Sánchez
Páginas: 196
Publicación: 1987 (2017)
Editorial: Sexto Piso
Sinopsis: “¿No podría limitarme a decir que hay que leer Apegos feroces, de Vivian Gornick? ¿Que estoy aquí´ para insistir en que este libro debe convertirse en bandera en el mundo entero, como es bandera en mi mente, una detrás de la cual marcho? Y aun así´, sosteniendo esta edición antigua, reparo en que hay ocho criticas positivas, todas bastante elocuentes, todas escritas por mujeres; ¿podría ocurrir que fuera el primer hombre que declara a favor de este libro?” (Jonathan Lethem)
La relación con mi madre no es buena y, a medida que nuestras vidas se van acumulando, a menudo tengo la sensación de que empeora. Estamos atrapadas en un estrecho canal de familiaridad, intenso y vinculante: durante años surge por temporadas un agotamiento, una especie de debilitamiento, entre nosotras. Después, la ira brota de nuevo, ardiente y clara, erótica en su habilidad para llamar la atención.
Apegos feroces. Fue ver el título de este libro y sentir que algo me taladraba. Noté un vacío que reventaba en algún lugar debajo de mis pechos. Miles de demonios se desataron dentro de mí. Oí incluso el estruendo. Investigué algo más. Relación madre-hija. Hija luchando por encontrar su lugar en el mundo. Un mundo de mujeres. Zas.
No. Zas no. No fue un zas. Fue un cataclismo.
Tenía que leerlo. Y contarlo.
No conocía a la escritora y activista Vivian Gornick. Surge de la nada. Absolutamente desconocida. No es ningún obstáculo. Al contrario, lo desconocido me interesa. Voy a por este libro sin pensarlo. La cita anterior me la encuentro a las pocas páginas. Y ese espacio debajo de mis pechos, en el centro de ellos, se extiende hasta mi entrepierna y hacia los costados. Y estalla.
Sé que arde de rabia y me alegra verla así. ¿Y por qué no? Yo también ardo de rabia. Pero paseamos por las calles de Nueva York juntas continuamente.
Madre e hija pasean. Caminan juntas. En ese paseo todo sucede: los recuerdos, la reconciliación, momentos de equilibrio, la rabia, los reproches, las sorpresas, la historia de sus vidas. Todos los cimientos que forjaron, confundieron y repararon a Vivian Gornick se reproducen en esos paseos. Como las manecillas de un reloj, de esos que te perforan los oídos: tac, tac, tac. Tac.
Me quedo sin palabras. No sólo callada, sino sin palabras.
Voy a rescatar una palabra: honestidad. Vivian Gornick es tremendamente honesta. Ferozmente honesta. Pocas cosas aprecio más en esta galaxia que la honestidad. Es lo único que puede salvarnos. Quiero a Gornick. No es solo que hable, lúcida y consciente, de la peliaguda relación madre/hija. Es que me encuentro de nuevo con uno de mis temas preferidos: la identidad. En este caso la identidad como mujer.
Todas nos entregábamos a nuestros placeres. Nettie quería seducir, mamá quería sufrir y yo quería leer.
Estamos hechos de muchas historias, pero también de muchas personas que han compartido nuestra vida en algún momento. Vivian Gornick creció en medio de dos estándares de mujer: para su madre el amor es lo más importante en la vida de una mujer (por encima de sí misma incluso). Para Nettie, la vida es seducir, satisfacer sus deseos, visibilizar su atractivo sexual, y todo ello por encima de la maternidad y también de sí misma.
¿Y Vivian? Vivian está atrapada entre dos modelos de ser mujer que no se corresponde con quien ella siente que es. Y eso le produce un desgarro continuo, un enfrentamiento consigo misma, con los hombres, con el trabajo, con su madre…, un enfrentamiento del que no es capaz de desprenderse a lo largo de su vida. No del todo.
Eso es el amor. Sólo un concepto.
Vivian intelectualiza (al igual que hacía Susan Sontag) sus emociones, las analiza, las rastrea. Intenta conciliarse con ella misma, con su madre, con los hombres, con el trabajo. Intenta encontrar su identidad como mujer. Siente la rabia acumulada de que su madre (principalmente) no la vea, no la deje ser ella misma. Y describe con una clarividencia e inteligencia apabullantes cómo basta tan poco, un sutil ninguneo, para que la grieta que te atraviesa se agrande. Especialmente cuando ese invisibilizar tu propia esencia es un dardo lanzado por parte de personas hacia las que sientes un apego… feroz.
Apegos feroces es un libro profundo, impactante, bello. Y lo es de una manera peculiar: escrito con una claridad e inteligencia apabullante y un ritmo que te lleva de la mano, sin embargo contiene también numerosos filos, cuchillas que diseccionan la intricada raíz de la que estamos hechos, los nudos que conforman esa raíz. De forma magistral Gornick deshace esos nudos para mostrarnos de qué están hechos.
Ese espacio. Comienza en el centro de mi frente y termina en el centro de mis ingles. Varía de tamaño; unas veces es tan ancho como mi cuerpo y otras, tan estrecho como una rendija en el muro de una fortaleza. En los días en los que el pensamiento fluye libremente o, mejor aún, se esclarece con esfuerzo, se expande magníficamente. En los días en los que la angustia y la autocompasión lo anegan, se encoge, ¡qué rápido se encoge! Cuando el espacio es amplio y lo ocupo plenamente, degusto el aire, siento la luz, mi respiración se acompasa y se vuelve más pausada. Me siento en paz y emocionada, fuera del alcance de influencias o amenazas. Nada puede tocarme. Estoy a salvo. Soy libre. Pienso.
¿Qué es un apego feroz? Que Vivian con 48 años, su madre con 80, sigan paseando juntas, buscando una tregua que nunca llega, un punto de encuentro que desate la ira contenida, una puerta de salida que libere a la una de la otra. Su madre y Nettie convierten a Vivian en la mujer que es. Pero la incapacidad de separarse, los miedos, convierten inevitablemente a Vivian en quien no quiso ser: su propia madre.
De pronto, su vida ejerce presión sobre mi corazón.
Deslumbrada por la brillantez de este libro, no puedo hacer otra cosa que lo que hace Jonathan Lethem: amarlo.
Pues mira, a mi también me ha hecho zas, zas ¡Zasca pimba! vamos, que me ha encantado, así que rompo de nuevo mi decisión de no anotar más libros esta semana (como lo de ponerme a dieta todos los lunes) y me llo llevo, anotado de momento, pero me lo llevo.
ResponderEliminarUna reseña estupenda.
Un besito.
Si es que no hay que decidir nada respecto a los libros, tienen vida propia ;) Todos los propósitos que me hago al respecto siempre se van al garete :)
EliminarUn abrazo
No, a mí no me ha hecho zas :-) En este caso, no me haya hecho tilín.
ResponderEliminarUn beso.
Pues nada, todo libro tiene su lector ;)
EliminarUn abrazo
Como suele ocurrirme cada vez que me paso por aquí, salgo con un nuevo libro pendiente para mi lista. Entre el título prometedor y los ingredientes que mencionas (honestidad, relación madre-hija, identidad) se me hace casi imposible decir "no".
ResponderEliminarUn abrazo.
Si el libro te "llama" mejor no te resistas :)
EliminarUn abrazo
Me lo guardo. Me interesa y sí, la relación madre-hija da para muchísima literatura. Pero no es de los que me hacen salir corriendo como otras veces.
ResponderEliminarAbrazos
Sin prisa, que sabrá esperarte. Está muy bien contado, sin dramatismos pero con lucidez.
EliminarUn abrazo
"Su madre y Nettie convierten a Vivian en la mujer que es. Pero la incapacidad de separarse, los miedos, convierten inevitablemente a Vivian en quien no quiso ser: su propia madre". Sólo por esta frase tuya ya merece la pena leerse el libro. Además, me da que éste es de los 'míos' ;)
ResponderEliminarUn abrazo
El ciclo de la vida, Lorena. Es el ciclo de la vida. Tan antiguo como la existencia del ser humano. Creo que es de los tuyos, sí, ya contarás.
EliminarUn abrazo
El entusiasmo se contagia, será por las neuronas espejo o por la destreza del que escribe para compartir sus emociones o ambas cosas. No sé, me llama la atención el título y la imagen que has puesto detrás del libro, tan acertada. Con la relación madre-hija me cuesta empatizar, ¿será un libro donde las mujeres puedan llegar más a fondo y aprehenderlo? A juzgar por la cita entusiasmada del crítico, parece que no.
ResponderEliminarUn abrazo.
No todo el mundo tiene neuronas espejo, no te creas. Las de algunos son más bien ladrillos... Pues mira, sobre la pregunta que te/me haces, Lethem respuesta para ello, así que al menos échale un vistazo al prólogo ;)
EliminarUn abrazo
A veces las palabras esconden trampas, los títulos esconden pequeñas trampaso que hacen que el libro se desvele, "apegos Feroces!" amores imposibles? ¿odios fraternales? ¿
ResponderEliminarhe buscado sinónimos de apego
apego
cariño, afecto, amistad, estima, interés, afición, inclinación, simpatía, solidaridad, cordialidad, devoción, adoración, querencia, adhesión
Si a cada una de ellas pones el adjetivo de feroz? ¿el mundo cambia? la novela cambia? ¿nuestro análisis cambia=? ¿la interiorización de nuestro sentimiento es diferente? ¿adoración? ¿feroz? ¿Devoción feroz?
La vida nos va definiendo y yo a, al menos, voy perdiendo la capacidad para definirme o para definir lo que soy y hago
lo leeré.
cuídate
La mayoría de las veces las palabras esconden trampas. Por parte de quien las emite o por parte del receptor. No, apegos feroces (estos apegos feroces) no tiene que ver con amores imposibles. Tiene que ver con porqué somos como somos, cómo nos hacemos, nos construimos. En este caso el adjetivo de "feroz" viene al caso.
EliminarUn abrazo, Wineruda.
Y yo amo la brillantez de tus reseñas, la pasión, la delicadeza, las emociones que pones en cada una de ellas. Vuelves a tentarme. Y muchísimo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias, Margari. Son tentaciones "buenas", puedes caer en ellas ;)
EliminarUn abrazo
Me has dejado convencida y enganchada. En este año ha leído varias novelas en las que la familia y, en concreto, la madre, son tema principal de las frustraciones, carencias y resentimientos (y mucho amor) por parte de los narradores. Algunas han sido ficticias y otras autobiográficas, pero todas apasionantes. Creo que las relaciones familiares son para hablar mucho de ellas. Muchas luces y muchas sombras se esconden en ellas.
ResponderEliminarLo apunto sin dudar.
Un beso.
Pues este libro habla sobre ello de una forma muy acertada. Esta es autobiográfica, aunque tiene sus dosis de ficción (respecto a algunas situaciones), de hecho ha habido cierta polémica con ese tema. Y claro que las relaciones familiares son un tema sobre el que hablar y escribir. De hecho es de los temas sobre los que me gusta leer.
EliminarUn abrazo
Ana, de nuevo nos traes un ejemplo de uno de esos libros que tienen tanto que decir a tantos lectores y, sin embargo, son escasas las manos que los reciben. Tu mirada es experta en encontrar “esas señales” que los libros no muestran de forma aparente, pero están, vaya que sí.
ResponderEliminarEl tema, y como se ha planteado (en realidad, como lo has presentado tú), me parece irresistible. Apuntado desde ya.
Cuídate :)
Ya sabes, Paco, si no me encuentro en lo que leo, de una forma u otra, como que me pierdo. Es verdad que hay tanto libro bueno, muy bueno, y que llega a tan poco público. Tenemos que aprender a leer, Paco.
EliminarUn abrazo
Justo ayer paseaba con mi madre por las calles de Madrid. Las relaciones madre-hija o hija-madre, están muy presentes en la literatura...este libro que nos traes...me encanta...hasta el título me parece tan apropiado. Ese tira y afloja de las relaciones familiares, esa construcción de la identidad (que a mí también me atrae)...los miedos...en fin...Algún día toparé con él y nos hablaremos. Vivian ya se encuentra entre otra escritora desconocida que tendrá su momento...cuando ambas menos no lo esperemos. Me chifla esa frase en la que la madre quiere sufrir, Netti seducir, y ella...leer.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias mil.
Precisamente el tema de los paseos es uno de los ingredientes que Gornick ficcionó. Pero cuenta de una forma magistral cómo ella se convirtió en la mujer que es, y sobre ese apego feroz que a veces se establece entre madre e hija. Yo no la conocía tampoco pero parece que es una activista y feminista muy conocida...
EliminarYo también quiero leer ;)
Un abrazo
Pues, yo soy una más que se encuentra en tus reseñas, devoción es lo que sentimos por tu forma de contarnos, contarte en ellas.
ResponderEliminarGRACIAS, Ana, por todas esas señales que emites desde tu faro (Siempre me acuerdo de ti cuando veo alguna imagen o se mencionan los faros).
Fuerte y sentido abrazo.
Gracias Myriam, siempre te asomas justo cuando me hace falta esa voz de los que no soléis comentar pero siempre estáis ahí.
EliminarAy, los faros...
Un abrazo grande.
Me lo anoto, Ana. Cómo no. No es posible no hacerlo, ya te contaré
ResponderEliminarBesos
Eso, espero que lo cuentes. Es un buen libro, que aborda el tema de la relación madre-hija de una forma inteligente, pero también sobre cómo somos quien somos y el legado de las personas que conocemos.
EliminarUn abrazo
Después de tan sentida y elogiosa reseña, queda poco margen para dejarlo pasar. Lo apunto.
ResponderEliminarGracias por tus líneas, Ana. Siempre es un placer leerte.
Un gran abrazo.
Gracias, Marcelo. Te llevas apuntado una lectura que merece la pena.
EliminarUn abrazo
Hola Ana, este me lo apunto para leerlo. Tiene una estupenda pinta, y por lo que cuentas creo que me gustará. Un abrazo.
ResponderEliminarBuenos dias, he acabado hoy este libro y necesitaba leer alguna opinión....me ha enganchado, gustado, impresionado, sobrecogido, en fin. Estoy de acuerdo con lo que decis, sin embargo nadie hace referencia al tema de las relaciones de Vivian con sus parejas, y creo que dan muuuucho que pensar.
ResponderEliminarEncantada de haber descubierto este blog.
Gracias Ana. Este libro me lo recomendó un compañero de taller de lectura que podría, por edad, ser mi hijo y que he devorado en tres días. Me ha hecho revivir muchas situaciones propias, ese tira y afloja de relaciones materno-filiales; un primer amor adolescente y un reencuentro tardío justificado por una ternura callada hacia nuestros orígenes comunes; un apoyo materno hacia los estudios y un alejamiento trás el paso por la universidad; el cómo mi madre vivió la muerte de mi padre; las relaciones de pareja, en fín, todo un descubrimiento en unas navidades que estaban siendo tristes.
ResponderEliminarLeyendo tu reseňa de "Una madre", de Alejandro Palomas, en mi comentario te lo acabo yo de recomendar, sin saber que lo habias leído.. Saludos, Luisa- Daimiel_amiga de Cristina Serrano
ResponderEliminarA la orden del día ando :)
EliminarUn abrazo
El título del libro asusta un poco, cuando no se sabe de qué va a tratar. Cuando ya se sabe, da miedo empezar a leer, cuando la relación que has tenido con tu madre ha sido confusa.
ResponderEliminarLo que no entiendo es, ¿por qué pasean juntas? Ni se entienden, ni se tienen cariño, ¿es que son un poco másoquistas?
Particularmente me ha causado desazón. Seguramente porque me ha hecho cuestionarme muchas cosas con la fuerza de la narración.
Describe el ambiente en el que se vive en el edificio, donde forman un grupo de solitarios emigrantes con necesidad de comunicación.
Esta es mi opinión particular, sin pretensión de hacer una crítica del libro.
Me ha encantado. Absolutamente recomendable. Esos paseos de madre e hija que nos desvelan el tipo de relación que mantienen desde la niñez de la autora, ese retrato entre costumbrista y feminista en un mundo machista me ha cautivado.
ResponderEliminarAbrazo fuerte.
Sexto Piso sacó posteriormente otro libro de Gornick (La mujer singular y la ciudad) que no he leído todavía. Y ahora en septiembre va a sacar otro ;)
EliminarAbrazo
Hola, muy interesante el aporte de Ana. Acabo de leer la memoria y me ha encantado.Recién un amigo me lo recomendó, cuando le hablé de la novela « Nosotras, las de entonces», en la que la autora cita unas líneas de Apegos feroces. Gracias.
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