Mis recuerdos son sensoriales. Muchos de ellos se basan en olores, incluso ahora que desde hace años tengo una anosmia tan inesperada como hijaputa.
Mi abuela tenía un kiosko. Y el kiosko, sobre todo, olía, olía a chuches, golosinas, pipas, donuts, chicles, regaliz… Era un olor dulce que no te invadía, sino que te acogía y te envolvía con delicadeza y persistencia. Otros sentidos también cobraban vida allí: la vista, como no, con tanto cómic, revistas, tebeos, novelas (eran novelitas de Corín Tellado, pero también las había del Oeste y bélicas), gente variopinta entrando y saliendo… Y también el oído despertaba a sensaciones: el chasquido de las pipas al pelarlas, el crujir de los kikos al engullirlos, las rápidas conversaciones de quien entraba a comprar algo (hasta podían oírse las dudas de quienes no eran capaz de elegir si gastar las pesetas en balines de regaliz, gominolas, chicles, monedas de chocolate…), y las conversaciones más pausadas de quienes entraban a charlar más que a comprar, porque por aquella época la gente hablaba entre sí por el puro placer de conversar, las prisas aún no eran necesarias, la calle era un hogar más…
El tacto por supuesto tenía su espacio en el kiosko: me encantaba comer el helado con las manos, acariciar a mi abuela (¡¡quita, quita!! me decía, tan poco propensa como era a las muestras de cariño), también acariciar la pata de conejo que guardaba mi abuela (supersticiosa como era) en un cajón. Y un placer morboso: meter las manos en las pesetas y los reales que se amontonaban al lado de la pata de conejo (y la herradura, que también la tenía). Y ahí estaba el sabor, seguramente el sentido que más disfrutaba de esa feria sensorial que era el kiosko, siempre la boca ocupada con pipas, chuches y helados. Esa implosión de dulces y salados, a veces con el añadido extra de haberlos cazado al vuelo, en un despiste de mi paciente abuela, que te lanzaba miradas furibundas mientras cerrabas la boca con los carrillos llenos y el morro pegajoso y tal vez negro del regaliz, marrón del chocolate o rojo de los fresones.
Sin duda, el kiosko de mi abuela marcó mi infancia, pero no es el único lugar en el que mis recuerdos acumulan olores y otros sentidos. Hay más, pero en realidad hoy quería hablaros de otro sitio. Los padres (y un tío) de mis mejores amigas de la infancia (eran -son- dos hermanas) tenían una librería. ¡¡Una librería!!... que derroche sensorial y también emocional para alguien como yo, que he leído de siempre y he disfrutado de todos los sentidos como si los fuera a perder en cualquier momento (y de hecho el olfato ya ha caído en la batalla).
Cuando iba a buscarlas a la librería siempre las esperaba merodeando por los rincones, escaparates incluidos. Dejaba que me inundaran todas las sensaciones: el olor de las gomas de borrar, los lápices, las pinturas… Y los libros. Sacar libros de las estanterías, abrirlos, contemplar cómo las palabras se acumulaban ante mi vista intentando decirme algo que no tenía tiempo para leer. Intuir que muchos de esos libros tendrían cosas mágicas que contarme, historias que me reclamaban, vidas que vivir. Sabía que más tarde o más temprano encontraría el tiempo para saber qué se escondía en ellos. El hecho de tenerlos en mis manos, de ojearlos y hojearlos, sin prisa, sin pausa, leyendo retazos de historias, de certidumbres, de promesas… era todo un regalo.
Ese momento en que los niños cada noche del cinco de enero esperan impacientes la llegada de los reyes magos, nerviosos, ilusionados, felices. Ese momento en el que la mañana del seis de enero los niños contemplan los regalos, aún sin abrir. Justo ese momento era para mí el pasar la mano por los libros, sacar uno al azar, robarle unas palabras, aventurar algo que, tal vez, me enseñaría, o me deleitaría, o me haría sentir…
Creo que aquella librería era el único sitio en el que no me importaba esperar. Lo deseaba incluso: que me hicieran esperar. Si era necesario llegar antes de tiempo, pues se llegaba. Yo quería esperar. Allí, con el olor de la librería y los libros desplegándose delante de mí.
Tuve una infancia privilegiada. Luego las cosas durante un tiempo se torcieron. Pero sin duda el kiosko de mi abuela (que traeré más veces por aquí) y la librería de mis amigas tienen podio en mis recuerdos.Amé las chuches y los libros por igual. Sigo amando los libros y el recuerdo de las chuches.
(©AnaBlasfuemia)
¡Qué bonita y entrañable entrada! Y qué p.... lo de la anosmia !!
ResponderEliminarBesos.
Gracias Manuela!! Lo de la anosmia es una p..... la verdad, más molesto de lo que parece porque el olfato está muy vinculado a los recuerdos. Y también nos sirve de alarma (fuego, gas...) Aunque también me evita malos olores, todo hay que decirlo ;)
EliminarBesos
Maravillosa entrada Ana, que infancia, aunque se torciera después, maravillosos recuerdos. Tengo desde hace tiempo un cuaderno rojo (por lod e Auster) esperando a ser escrito y recoger retazos claves de mi vida. En mi caso era un videoclub , el de mis padres, donde pasaba muchas horas entre cine. Y mis primeras visitas al dentista eran premiadas, si no formaba numeritos, con un libro. Son cosas que se quedan grabadas, porque eran especiales, no eras cosas del otro mundo, pero formaban tu infancia. Y desde luego las chuches, tu abuela, la librería, tus amigas...qué huella tan bonita.
ResponderEliminarY lo de los Reyes Magos...Solo te diré que a día de hoy me acuesto y me encuentroal día siguiente los regalos ya puestos, no se dan en mano, y no se colacan estando yo despierta. Esa parte infantil ha sido respetada por toda mi familia, incluidos mis hermanos que rozan los 50 años :-) Un besazo.
Gracias Meg. Sí que tuve una infancia maravillosa, me considero privilegiada en ese sentido. Luego vendrían los palos, para compensar supongo con algún tipo de (in)justica divina. Pero ya son tiempos pasados, así que ahora me gusta evocar los recuerdos agradables, por obra y gracia de tu querido Auster ;)
EliminarRecuero que comentaste lo del videoclub, o en algún sitio te lo leí, me imagino que de ahí podrás rescatar muchos y buenos recuerdos. Las cosas especiales son de este mundo, que no debería de olvidarsenos. Me gusta tu parte infantil ;)
Besos luneros!
Ay Dios, que mi parte infantil se intuya online es preocupante :-P
EliminarMeg, es que tú eres muy "online", así que se te ve venir :P
EliminarUna entrada de lo más bonita! Maravillosos recuerdos
ResponderEliminarBesos
Gracias Carax, los recuerdos bonitos hay que compartirlos, porque son evocadores ;)
EliminarBesos
Qué entrada más linda, Ana, cuánto me alegra que tengas estos recuerdos. Los míos están relacionados con esperar el domingo para pasear con mi padre y mi hermano, y el olor que estaba siempre presente era el del mar, será por eso que aún hoy me inspira una sensación de paz y alegría tremendas. Me temo que los libros y yo nos encontramos un poco más adelante, pasada la niñez, pero la relación desde entonces es fantástica ;)
ResponderEliminarMe ha encantado leerte y te agradezco por compartir estos recuerdos con nosotros.
Mil besos.
Ay, el olor del mar... yo ya no puedo olerlo, pero aún lo tengo en la memoria (aunque con el tiempo también se van "desconfigurando" los recuerdos olfativos). No importa que los libros llegaran después, lo importante es que se quedaron ¿no?
EliminarGracias a ti por pasar y comentar Aglaia. Besos por doquier!!
Sí señora; los cinco sentidos están representados tanto en las chuches como en los libros. Y lo que es más, leer un libro comiendo chuches... lo mejor de los mejor.
ResponderEliminar¡ qué bonitos recuerdos!. Besos.
Es que todos los sentidos están ahí, y hay que llenarlos de cosas, darles alimento :) Ya no como tantas chuches, pero sí, leer y comer unas chuches es un buen plan. Me apunto ;)
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Me resultan muy evocadores todos estos recuerdos, aunque no sean míos. El olor siempre es algo que me ha impactado mucho tanto para bien como para mal y lo tengo mucho más desarrollado que el resto de los sentidos, pero en conclusión como a ti: Los libros...
ResponderEliminarUn saludo.
Los recuerdos ajenos siempre convocan los propios. Y digo yo, que si no podrías prestarme un poco de tu desarrollado olfato. Mi nariz y yo te lo agradeceríamos de por vida ;)
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Qué bonito!! Y qué afortunada. Me ha hecho gracia y enternecido al mismo tiempo esa imagen tuya con los carrillos a punto de explotar y la abu preguntando ¿qué tienes en la boca? Qué hermosos los recuerdos infantiles tamizados por el tiempo. A mí me gustaba el olor de las farmacias, los botones de las mercerías, el olor y el sonido del molinillo de café y las chuches, claro. ¿Y a quién no?
ResponderEliminarBesos
Sí, cierto, tuve una infancia afortunada. jajjajaj, era así, me pilló muchas veces hurtando chuches, otras supongo que se haría la despistada. Y claro, cuando pillaba, pillaba puñaos que tenía que meter todos de golpe para que no se diera cuenta. Y una de las cosas que más me gustaban eran los balines de regaliz, pero que hacían un ruido.. :) Mmmmm el olor del café en granos que mi madre me mandaba ir a comprar, volvía a casa con los granos de café y la nariz metida en el cono de papel en el que los envolvían. ;)
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Pero después de tan bella entrada... no me puedo creer que de las chuches ya solo ames su recuerdo!
ResponderEliminarjajajja, así es. Me gustan todavía las chuches, pero no como tantas. Muy pocas en realidad (el regaliz rojo me sigue perdiendo). Supongo que para evitar la tentación.
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Sí que nos has sumergido bien en el kiosko de tu abuela, en sus colores, olores, sabores, sonidos... Me has recordado a un kiosko muy pintoresco, chiquitito y verde, que había al lado de mi cole cuando era muy pequeña, y siempre había una abuelita dentro. Ahora la abuelita ya no está, y no recuerdo si el esqueleto del kiosko sigue ahí o no...
ResponderEliminarUn beso.
Creo que en nuestra infancia todos hemos tenido un kiosko que podemos recordar. Yo he tenido la suerte de poder vivir en él (y durante un tiempo fue literalmente: viviamos, comíamos y dormíamos allí).
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Preciosa entrada.. La verdad es que he tenido la sensación de estar allí.
ResponderEliminarBesos:)
Gracias Sara, espero que en tu visita por el kiosko de mi abuela te hayas surtido de alguna chuche ;)
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Preciosa, entrañable y emotiva entrada. Ohh, todavía hoy me pierden las chuches, soy como una cría, jaja. Esos recuerdos de la infancia son muy bonitos. A mí me encantaba pasar horas hojeando, tocando y mirando los libros que tenían mis abuelos en las estanterías.
ResponderEliminarBesotes
A mi me siguen gustando las chuches, aunque las de antes me gustaban más. Pero me controlo de la forma más contundente que sé: alejándome de ellas. Que me acostumbré a comerlas a puñados y no sé hacerlo de otra forma ;)
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Me ha encantado tu entrada de hoy Ana! Que bonitos recuerdos! Mis recuerdos de infancia también son preciosos, pero no están relacionados ni con chuches ni con libros. Bueno, con la lectura sí, y fue mi abuelo el que me inculcó la pasión por los libros. Cuándo venia a vernos, yo era todavía muy pequeña, venía con las manos detrás de la espalda, y siempre iban saliendo (previo pago de un beso) dos, tres y hasta cuatro cuentos, de esos tan preciosos que se hacían antes, en que la portada si era de una niño o una niña tenía pelo, o traían unas tijeritas de plástico para recortarselo, o tenían relieves... en fin, que mi abuelo tuvo mucha parte en mi pasión por la lectura con sus cuentos, que yo siempre esperaba impaciente.
ResponderEliminarMe ha gustado volver a revivir esa época ;)
Besos!!
Gracias Laura. ¿Sabes? Cuando nos íbamos de vacaciones y mi padre iba de fin de semana, o mi abuela a pasar unos días, también nos llevaban tebeos y chuches y siempre mirábamos la bolsa para ver qué nos traían. El beso fugaz y, zas, a por el botín :) A mi me ha gustado que revivas tus recuerdos aquí. Gracias
EliminarBesos
Me has hecho viajar al pasado con tus recuerdos :) Yo de niña también he estado en algún kiosko así, qué buenos recuerdos y qué buenos olores ;) También en la librería de mi pueblo que sigue estando ahí :)
ResponderEliminarPreciosa entrada :)
Besos
Ya veo que hay una especie de efecto dominó y que mis recuerdos a convocado otros. Y qué bien que tu librería de la infancia siga ahí, resistiendo :) La "mia" ya no existe, pero queda el recuerdo.
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Qué bonita y emotiva entrada! Cuántos recuerdos puede despertarnos un olor... Una infancia feliz entre chuches y libros. Una pena que luego se torciera. La vida... Y siento lo de la anosmia...
ResponderEliminarBesotes!!!
Es que el olfato es un sentido muy de recuerdos, un olor trae consigo una memoria desatada... Por eso me joroba tanto la anosmia, tan ni ton ni son, robándome ese rincón memorístico. La vida se torció, sí, pero bueno, pasó y se recolocó. La vida misma, ya sabes.
EliminarBesos!
¡qué bonita la entrada! A través de tus recuerdos me he vuelto incluso a sentir yo una niña, no porque en mi familia hubiese un quiosco o una librería pero sí he revivido esas sensaciones y olores de cuando ibas a comprar al del barrio, a la librería menos pero sí que te solías perder en los estantes de algún familiar que tenía muchos libros
ResponderEliminarbesos
Decir chuches y volver a la infancia. Eso es magia, eh :) Todos los que hemos sido niños tenemos algún recuerdo asociado a las chuches. Y los que son niños ahora no lo saben, pero están construyendo recuerdo en torno alguna chuche. Lo mismo podría decirse de cuentos y libros, aunque eso no lo podrán decir todos, porque no a todos les llegan los libros (o se quedan)
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Muy evocadora tu particular magdalena de Proust; inevitable recordar la infancia propia, a pesar de no tener ni kiosko ni librería cerca... Pero sí que hay sensaciones y sensibilidades que traen grandes recuerdos, en los que dan ganas de refugiarse. 1beso!
ResponderEliminarEl efecto "magdalena de Proust" es más un ejercicio memorístico que real, porque más quisiera yo que un olor me evocara algo, así que lo hago al revés, traigo a la fuerza los olores y recuerdos asociados... Y qué verdad, que hay recuerdos que son como refugios ;)
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Esto si que es revivir una experiencia con los cinco sentidos. Yo tenía un quiosco favorito que estaba al lado del colegio, en donde los ojos se me hacían chiribitas con tanta chuche y tanto tebeo. De librerías ni te cuento. Aún noto mi mano dentro de la de mi madre o mi abuela, cuando entrábamos en la antigua librería "Garpaje" (ya desaparecida) con el olor a madera de su enorme mostrador y las paredes llenas de estantes repletos de libros. Ellas me sujetaban de la mano para impedir que toqueteara todos esos libros. Gracias por hacerme recordar. Abrazos
ResponderEliminarAh!! Los kioskos "colocados" al lado de los colegios ¡¡esos son un clásico!! :D En mi cole también había uno, aunque claro, era como "traicionar" a mi abuela, aunque ahora que lo pienso lo mismo prefería que me gastara las pesetas en otro sitio y no le birlara las chuches a ella ;). Es verdad, el olor a madera... enfrascada como estaba en el olor a papel, gomas de borrar, lápices nuevecitos, pinturas y acuarelas, pegamentos varios, etc... se me olvidó el olor a madera, que también existia en la libreria. Yo tenía la suerte de que no me sujetaban las manos ;) Gracias a ti por recordar
EliminarBesos
Me ha encantado esta entrada, me ha trasladado a cuando era pequeña y me metía en el kiosco con todas las chuches y ese olor tan característico :)
ResponderEliminarUn besiño
Es que un kiosko sin olores sí que sería sospechoso, eh. Me alegro de haberte traído bonitos recuerdos.
EliminarBesiños!
Qué entrada más bonita, me parece estar oliendo a dulces y el dulce aroma de los libros a la vez.
ResponderEliminarUn beso!
Es una buena combinación, ambos olores son agradables, juntos o por separados. Yo ahora tiro de otros sentidos, pero los recuerdos son pertinaces ;)
EliminarBesos
Precioso relato sobre los recuerdos de infancia. Me admira tu capacidad de llevarnos a esa infancia de chuches y libros De tu mano, hemos visitado el kiosko de tu abuela y la librería de tus amigas y al mismo tiempo que leemos tus recuerdos hemos evocado nuestra infancia, hecha también de chuches (la piruleta que pone la lengua roja y el regaliz esta entre mis chuches preferidas y aún hoy me compro chuches y caramelos que siempre tengo en la mesa de mi trabajo para mí y para que quien se acerque se lleve algo dulce). En mi infancia hay tebeos, algunos cuentos y ya en la adolescencia, los libros, las novelas... hasta hoy. Y que dure. Gracias.
ResponderEliminarUn beso.
Ya digo que tuve una infancia privilegiada, no por situación económica, sino por vivencias. Así, con recuerdos tan agradables y tan intensos, es fácil traerlos aquí o a cualquier lugar y compartirlos. Sí que me está resultando muy agradable ver el efecto dominó que comento más arriba y que en la cercanía que da que alguien comparta un recuerdo, se hayan desencadenado recuerdos similares asociados a las chuches y/o los libros. Ya digo que ahora las chuches las controlo mucho, porque un efecto nocivo de haber tenido las chuches ahí al alcance de la mano es que no sé comer las chuches de otra forma que a "puñaos". Y no es plan a estas alturas, jajaja.
EliminarBesos!
Jjajajaj, Ana, mira, me sale la risa tonta. Con lo ue me gusta a mí todo lo dulce, todo, es cierto que consumo cantidades industriales de todo lo que te imagines que sea dulce, lo que más me gusta son los caramelos de goma de esos que no se mastican, que se cortan con los dientes, las jelly beans, el regaliz, lo que me pierde ya del todo son las tartas :) Tengo un aliado, un amigo de siete años que cada vez que hay un cumpleaños se sienta al lado de la tarta y espera pacientemente hasta que la corta, yo espero con él. Dulces y libros= paraíso :) Besos :)
ResponderEliminarjajajjaja (contagiada de la risa tonta). Bueno, a mi todo todo todo todo lo dulce no me gusta, ahi cosas (sobre todo ahora) que no me llaman mucho, pero el regaliz rojo, los balines, las gominolas, los fresones, las monedas de chocolate (¡¡y los paraguas!!) y algunas cosas más puedo perder el sentido todavía por ellas. Pero me cambio de cera cuando las veo venir, jejeje. Dulces y libros= paraiso, sí. Aunque los libros combinan bien con muchas cosas.
EliminarBesos
Un historia preciosa. Mi abuelo tuvo también un puesto de chuches aunque yo era demasiado pequeña y no me acuerdo.
ResponderEliminarSi te esfuerzas seguro que algún recuerdo aparece. Mi abuela tuvo la tienda muchos años, era su vida, por eso tengo más recuerdos, Pero es que incluso llegamos a vivir allí un tiempo, mientras hacian no se qué obras en casa...
EliminarBesos
Blasfeumiada bonita, evocadora y sensitiva. Combinación maravillosa!!
ResponderEliminarMe dan ganas de sentarme con un arsenal y releer la entrada entre kikos, gominolas, pipas, pica-pica, piruleta, regaliz, donuts, donetes (aunque la Panrico está, como está), napolitanas, cañas (el helado lo he dejado aparcado con el frío de rebeca de lana)... en fin, que tímidamente diré que no soy golosa :P aunque una mancha de chocolate me delate por la comisura (una dulce mentira).
Y en momento Machado "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla" yo diría de un patio de Melilla, mi padre trabajaba las tardes de contable en una librería, los domingos eran las carreras.... al quiosco, el periódico hasta con suplemento y el cargamento de los dulces y salados (como hecho de menos los balines!! ya no se ven tanto) Te diré que hoy por hoy mi gominola preferida son las fresas, que hoy por hoy, compartir recuerdos de infancia contigo es sensorial, que hoy por hoy es lunes y por tanto te deseo una feliz semana.
Torcidos vamos, enderezados caminamos.
Un beso (tierno, que esta vez sí que pega!!)
Uy, me parecen a mi muchas chuches para tan poca entrada, jajajajaj, ibas a tener que releerla mucho para comerte todo ese arsenal que te has preparado. Sí, claro, menos mal que no eres golosa, pero es que las chuches te delatan, son así. No hay niño (y no niño) que no se coma chuches y no le descubran, bien por manchas bien porque las manos o la boca se queda pegajosa :)
EliminarYo soy muy de balines también!!! (pero crujían), es verdad que ya no se ven tanto ¿por qué será? Nuevos tiempos, nuevas chuches, pero para mi que como las de antaño, nada que ver. Las fresas son mi debilidad, en chuches o en natural. ¿Te conté que una vez plantamos fresas en la huerta? No se dieron mucho, y además pillaron el cambio de huerta. Pero la primera fresa que me comí de la huerta fue como un ¡¡ostia, sabe a fresa!!, porque no tenía nada que ver con las fresas de mercado ni de supermercado. Sabía a fresa fresa. No sé ya si no se dieron o si es que cada vez que nos tocaba ir nos comíamos las que había y, claro, así no había modo :)
Lunes, sí, ya queda menos para el viernes :) Beso pegajoso y dulzón!! :D
Una entrada muy evocadora. Qué recuerdos, me has hecho rememorar muchas cosas deliciosas, gracias. Lo de tener unas amigas con librería si es tener suerte.
ResponderEliminarUn beso.
Bueno, fue una suerte tener unas amigas con libreria, qué duda cabe (y no sólo por la libreria), pero también es verdad que ellas tenían la suerte de tener una amiga con kiosko :D (que también se llevaban en el bolsillo alguna chuche cuando quedabamos en el kiosko en lugar de en la libreria) :D
EliminarBesos
Preciosa entrada... qué recuerdos... :)
ResponderEliminarUn beso!
Gracias BlasckRose, ya digo que he tenido una infancia feliz...
EliminarBeso
Qué bonita entrada y Qué suerte tuviste! Kiosco y librería yo hubiese sido feliz cual lombriz.
ResponderEliminarUn beso!!
Y yo lo fui Carla!! Y además un parque cerca. Aunque claro, por aquella época la calle era territorio habitable por niños, toda la calle era un parque de juegos :)
EliminarBesos
Una entrada llena de ternura y muy especial. Gracias por descubrirnos un poquito de tu corazón.
ResponderEliminarUn abrazo.
La infancia siempre nos deja recuerdos tiernos :) Gracias a ti por pasarte
EliminarBesos
Yo sigo amando las chuches y de vez en cuando me doy algún capricho, pero intento controlar mis impulsos cada vez que el olor del Belros me llama a voces desde el otro lado del centro comercial. A veces mi hijo, como coartada para comprarse las suyas me trae algún paquete del super. Aún recuerdo con mucha nostalgia las pastillas de leche de burra y unas tiras de caramelos que por dentro eras efervescentes y hacían cosquillas en la boca. En mi infancia, el pipero sólo vendía chuches era un puestecillo que no llegaba a la categoría de kiosko, se instalaba enfrente del cine del barrio que era donde hacia negocio.
ResponderEliminarY de los libros, para qué decir más, lo ojos se me quedaban pegados a los escaparates pensando en ese final de curso, el cumpleaños y los reyes, para poder ir corriendo a la papelería-librería a por mi aventura de Los Cinco.
¡Qué recuerdos me ha traído tu entrada! Siento lo de tu anosmia, aunque el olfato parezca un sentido de segunda para mi es importantísimo. ¡Hasta el olor del estiércol en el campo me da sensación de vida!
Besos
Yo he tenido que desaprender un poco todo lo relacionado con las chuches, porque no tengo medida, así que la mejor medida es "cuanto más lejos, mejor" ;) Las pastillas de leche de burra no eran mi preferidas pero ¡¡esas tiras de caramelos efervescentes eran lo más!! Antes hablábamos de los kioskos cerca de los colegios, pero es verdad que otro clásico es el kiosko cerca de los cines :) Los libros, para quienes hemos nacido ya con ese gen, aparecen pronto en los recuerdos, aunque siempre detrás de un escaparate (cuántos ojos de niños hay detrás de los escaparátes)...
EliminarEl olfato no es para nada un sentido de segunda, te lo dice alguien que hasta disfrutaba del olor de caca de vaca (asturiana, eso sí) :D Y veo que tú eres de las mías :) Bueno, ahora soy la que limpia de mierda el gallinero, como total no huelo... :)
Besos!!
Preciosa entrada, Ana. Cómo añora uno aquellos tiempos. El kiosko, el cine de los domingos, la librería de turno, el poder jugar no en solo en las calles, sino también en la carretera, porque por en mi niñez no es que abundasen los coches y en el pueblo la hora del autobús la teníamos controlada por lo que, claro, se jugaba el partido de fútbol de turno hasta el momento en el que pasaba el coche de línea y se paraba el juego. ¡Qué buenos recuerdos!. Hasta añoro el cine, porque en este pueblo hace años que no hay un puñetero cine, con lo que a mi me gusta ver una buena peli. Besos.
ResponderEliminarEl cine de los domingos a mi me recuerda sobre todo películas de vaqueros y de aventuras, los tres mosqueteros, gladiadores... :) Claro, es lo que decía, antes la calle toda era un espacio de juegos. Los cines y las librerias son dos grandes damnificados de los tiempos modernos...
EliminarBesos Paco!
Qué entrada más bonita, Ana. Supongo que todos tenemos recuerdos teñidos de grandes momentos de la infancia. El mío es comer un pastelito los domingos que me traía mi abuelo mientras leía algún libro encontrado en la biblioteca del colegio
ResponderEliminarBesos
Vivir sin recuerdos es una vida coja. Y de la infancia seguro que siempre se puede rescatar alguno agradable. Y qué curioso, cuánto aparecen los abuelos en esos recuerdos ¿verdad?
EliminarBesos!
Qué preciosos recuerdos cargados de nostalgia, Ana. Mi infancia también está plagada de libros, pero de detectives gracias a la biblioteca de mi tío (para más señas abogado, jajaja). Recuerdo aquellas tardes de verano con verdadero cariño... Ay! que me vas a hacer que eche la "lagrimilla", que estoy de un sensiblón...
ResponderEliminarUn besote
Yo de detectives leí más después, exceptuando a los cinco, los siete y demás que un poco detectivescos también eran :D Mujer no te pongas sensiblona, aunque bueno, ¿por qué no? ;)
EliminarBesos
Que bonitos recuerdos! me encantaría a ver ido a un lugar así! :D me ha puesto nostalgica tu entrada :D
ResponderEliminarUn beso :D
Seguro que en tu infancia también hay sitios que recuerdas con cariño. Bah, la nostalgia no es una emoción negativa. Es que hay recuerdos.
EliminarBesos!
Jo hija qué bien te expresas que he acabado con los pelos de punta, soy una nostálgica y eso que nunca tuve a nadie cercano con ninguna de las dos cosas...y de peque eran mis grandes pasiones jaja y si el kiosko tenía comics...pues más!(me tragaba todos los mortadelo, zipi y zape etc)
ResponderEliminarPero me has recordado uno de mis sueños de niña...quería leerme todos los libros del mundo ajjajaja que ilusa ;)
Un beso!
Con qué buenos ojos me lees, Lesincele!! Bah, todos somos nostálgicos de nuestra infancia, tan limpia de barro de ese que hace que te pesen los pies al andar (¿y 13, rue del percebe?). Sigue soñando, por si acaso ;)
EliminarBeso
Me han encantado tus recuerdos. Te felicito.
ResponderEliminarGracias, siempre es agradable tener recuerdos bonitos, verdad?
EliminarEso es felicidad y lo demás son tonterías. Una abuela con un kiosko de chuches, y amigos con librería! :-)
ResponderEliminarMe ha encantado tu entrada, y aunque no tuve ni kiosko ni librería, me siento muy identificada.
Un beso
La infancia es el mejor estado de ánimo, está claro :) Tuve muchas cosas que conformaron esa infancia feliz. Ahi se debió agotar mi fortuna, aunque no voy a tentar al destino por si acaso se me enfada.
EliminarBeso
¡Qué bonita tu entrada de hoy! Yo también tengo unos recuerdos muy agradables de mi infancia y he sentido nostalgia de aquellos tiempos tan felices. Un beso
ResponderEliminarLo bonito son los recuerdos!! Es fácil escribir sobre algo bonito, sale sólo. Me alegro de haberte hecho recordar con agrado. Es bueno tener memoria para los buenos momentos.
EliminarBesos
Hola Ana!
ResponderEliminarEs la primera vez que paso por aquí y me he encontrado con la entrada más bonita que he leído hoy. Qué recuerdos tan dulces debes tener, no?
Entre el kiosco y la librería tu infancia debió ser toda una aventura. Me marcho maravillada, pero volveré.
Saludos!
Cita
Hola Cita. Bienvenida, estás en tu casa ;) Sí que son dulces los recuerdos de mi infancia Y además tengo muchos :)
EliminarMe quedo también en tu rincón ;)
Saludos1
Muy bonita y evocadora entrada, Ana. Yo sigo enamorada de los libros y las chuches en un intento, supongo, de no despedirme del todo de esa infancia de vívidos recuerdos...
ResponderEliminarUn besazo!
Ay, las chuches son una tentación de la que me alejo como mis dedos de los enchufes. Hay quien sabe de mi debilidad y siempre que nos juntamos lleva una bolsita tentadora. Y yo ejerzo autocontrol muy profesionalmente :)
EliminarBesos
Últimamente no coincido en gustos literarios contigo, por eso me gustan este tipo de entradas, en las que es un placer leerte. Pero debo decir que aquí hay algo de ficción, porque no te hago yo a ti en la época de los reales.
ResponderEliminarEs verdad que no coincidimos mucho en las lecturas... :( Así que me alegro que al menos te gusten este tipo de entradas. Y no, no hay ficción, recreación sí, pero no ficción. Vas a tener que hacerme con las manos metidas en reales, llegué a convivir con ellos, sí ;)
Eliminar¿Has sentido alguna vez que habitas en un enjambre?
ResponderEliminarYo ahora mismo no recuerdo cosas así tan nostálgicas, pero las chuches y los libros son cosas que ya consumía desde chica y entiendo lo que puedes sentir. Muy buena tu entrada.
ResponderEliminarSeguro que es que eres muy joven, y por eso no recuerdas cosas tan nostálgicas ;)
EliminarPrecioso escrito Ana, lleno de recuerdos. ¡Qué suerte haber tenido unos tíos que tenían una libreria. Desde luego, lo que yo estoy pensando es que deberías dedicarte a escribir y plasmar todo eso en un libro. Besos.
ResponderEliminarTú me lees con muy buenos ojos, Pilar. Sería un fracaso como escritora ;)
EliminarBesos!
Qué bonito guardar esos buenos recuerdos de la infancia! Coincido contigo en muchos puntos y aún mantengo esa ilusión al entrar en una librería, el placer de acariciar los lomos, pasar las hojas, escoger título tomándome mi tiempo,...
ResponderEliminarBah, seguro que todo el mundo es capaz de rescatar recuerdos agradables de la infancia. Y además es casi seguro que en esos recuerdos aparecen abuelos (ademas de chuches y libros o cuentos) ;)
EliminarBesos
Querida Ana, que maravilloso es compartir los mismos recuerdos de nuestra dulce infancia, las tres con los bolsos llenos de chuches del kiosko de Enca, tu abuela ,caminando sin prisas por el parque con una parada obligatoria en la fuente donde casi siempre nos empapábamos de agua para llegar luego a los escaparates de la librería y allí jugar a ,veo veo ,que ves? un libro con el título de ... y a ver quién era la primera en encontrarlo..... cuantas horas magicas pasamos así.
ResponderEliminarGracias por compartir de esta manera tan bella este recuerdo de tu infancia que también es el mío.
Feliz Cumpleaños!!! un fuerte beso
Hola María! Qué alegria verte por aquí ;) Es agradable mirar atrás y encontrar buenos recuerdos. Tuvimos una infancia feliz, en la calle, en el parque, entre un kiosko y una libreria. Fuimos privilegiadas, más allá de que luego se torcieran las cosas durante un período complicado para vuestra familia y la mia. Pero son esos recuerdos mágicos los que me gusta recordar. Qué poco se necesitaba para disfrutar de cada minuto ;)
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte y "completar" el recuerdo. Un abrazo
No sé si esta entrada te la inspiró la lectura de "Aromas" de Philippe Claudel, pero a mí leerla me ha recordado su libro y me ha producido el mismo efecto que en su momento me produjo su lectura, un viaje directo y sin escalas a mis propios recuerdos. Creo que el hecho de asociar la narración de cualquier recuerdo a un olor, le confiere un poderoso efecto evocador del que el hecho en sí, a secas, carecería.
ResponderEliminarSi no has leído el libro de Claudel, te lo recomiendo. Buscamos en los libros algo más que mero entretenimiento, a mí éste me mantuvo en un estado de digamos ausencia de principio a fin; no estaba aquí, en el presente, me encontraba recorriendo hechos de mí vida pasada, algunos casi olvidados. Claro que antes de iniciarse en su lectura hay que preguntarse si se está preparado para este viaje en el tiempo.
Ana, ha sido una gozada leerte. Gracias
No he leído (todavía) "Aromas". Sé bien del poder evocador del olor, de su fuerza, y lo sé bien porque desde hace años no huelo nada :( El libro de Claudel está en línea de salida, Claudel en general, porque es un autor que me cautivó con "La nieta del señor Linh" y ahora tengo el respeto temeroso propio de quien tiene miedo que la magia de un libro no se mantenga en el siguiente del mismo autor. Bueno, creo que estoy más que preparada para ese viaje en el tiempo, así que no será obstáculo entonces ;)
EliminarGracias a ti, besos!
No soy nada objetiva con Claudel. Me cautivó desde que le vi en una entrevista en página 2, me encanta. Sólo puedo decirte que yo también leí primero "La nieta... ", que es un libro que leí literalmente de una sentada (no me levanté de la silla hasta que no lo terminé), que me hizo llorar, emocionarme y agradecer profundamente que este escritor se hubiese cruzado en mi camino. No sé puede pedir más a un libro. Sin embargo, luego leí "Almas grises" y todavía me gustó más. Quizás no sea tan sentimental como el otro, pero a mí, a pesar de su dureza, me parece un libro hermoso, muy hermoso. Eso sí, te obliga a mirar de frente a lo mejor y lo peor que tiene la condición humana.
EliminarAna, eres un sol, que te tomes la molestia de contestar todos y cada uno de los comentarios que te dejamos, es digno de agradecimiento. Gracias ;)
Sospecho que ser objetiva con Claudel es pelín difícil. Por ahí anda la reseña de "La nieta del señor Linh", que supongo acabarás llegando a ella :) pero te anticipo que no es que lo leyera en una sentada, sino en dos: primero lo leí y nada más terminarlo volví a leerlo... Por otras personas sé que Claudel no defrauda, así que más que esperar a volver a leerlo por miedo es por el disfrute de saber que tienes ahí otra joyita suya, así lo disfruto más: el antes, el durante y el después ;)
ResponderEliminarNo me agradezcas nada, los comentarios están para eso: para comentar, y sin ellos el blog no tendría la vida que tiene (y que me da!!) ;)
Sensacional tu blog !!!!!
ResponderEliminarme deleito leyendo tus opiniones y me acercas más a la literatura, me explico... en forma más crítica, más analítica, muy agradecido!!!
saludos
Xorge